...hasta
que apareció aquel dolor y comenzó su ciclo de quejarse, de sentirse mal,
de
tirarse en la cama y no desear otra cosa que permanecer en esa posición, en
espera
de lo imprevisible, postrada, mirando un punto fijo del techo o las paredes,
y
angustiándose hasta la desesperación, sólo pensando en lo que creía su gran
desgracia,
preguntándose por qué a ella, mientras Mario y Mercy intentaban,
inútilmente,
apartarla de la idea permanente que se había hecho fuerte en su
cerebro.
Y comenzó a ausentarse del trabajo: primero varios días, después varias
semanas,
al final solicitando permisos y presentando los certificados que ya le
expedían
en la policlínica, en el hospital, y en los centros especializados a donde
acudía
con Mario o con Mercy, y algunas veces sola, sin más compañía que su
dolor
agudo intermitente, que a veces atenuaba sus punzadas, pero que siempre
volvía
con más fuerza, atenazándola con la desesperación de la impotencia para
descifrar
y resolver su enfermedad. Y así fue como le descubrieron una cervicitis
crónica,
y así fue como llegó al Oncológico, donde el doctor Julio César la conminó
a
predisponerse para una operación urgente, que después del resultado negativo
de
la biopsia se fue posponiendo, hasta que por fin, tras pasar quince días
ingresada
en
el hospital "Ambrosio Grillo", en el materno-sur le practicaron una
criocirugía en
el
cuello del útero... todos esos recuerdos se amontonan ahora, dispersos, pero
reincidentes,
en los pensamientos de Marnia, recostada al muro del balcón, mirando
a
la distancia, allá a lo lejos, a los edificos de la Universidad, de su
Universidad, que
ya
no lo sería más... y Marnia recuerda aquella reunión del nújcleo del Partido de
su
Departamento,
presidida por Elvira, y con la asesoría de la doctora Morell, de cuyos
pormenores
se enteró por Liliana, que en un arranque de sinceridad incontenible
se
los enumeró, sin ocultarle ni un solo detalle:
Elvira planteó que a pesar de tu intervención en aquella
asamblea, a ellos
les resultaba difícil
justificar una sanción por algo que aunque era
considerado como grave desde el
punto de vista político, no aparecía
fundamentado en ningún
documento oficial. Enseguida agregó que de
todos modos a ti había que
sancionarte, y repitió como un papagayo todo
lo que había dicho en la
reunión donde se discutió tu caso. Oyeme, no sé
cómo pude contenerme cuando esa
mojona se atrevió a decir que ahora
ellos sí tenían una razón
válida, oficial, estipulada por el reglamento ramal
de la enseñanza universitaria,
para tomar una medida disciplinaria contra
ti, y que esa razón era tu
ausencia del trabajo. ¿Te imaginas? Declararte
ausentista. Dijo que así podían
sancionarte dentro de los límites legales, y
que no pareciera algo político,
sin cometer ningún desliz que pudiera usarse
contra ellos. Ah, pero lo mejor
del caso no fue lo de Elvira. De ella se podía
esperar cualquier cosa. Lo
mejor fue lo que dijo la doctora Morell: "yo he
tratado de localizarla, le he enviado varios avisos, pero ella no
responde, no
se ha presentado aquí para
aclarar su situación, y yo creo que eso es una
falta de respeto inadmisible
que..." Mira, la sangre se me enciende cada vez
que me acuerdo. Claro que yo
intervine y hablé hasta por los codos, y solté
allí todo lo que me salió del
papo, de la rabia que tenía. Oír decir eso de
una mujer enferma, que ha
pasado por lo que tú has pasado, y que sólo
por decir lo que piensa le
están arreglando la cama para quitársela de
encima, y de ñapa agarrarse de
eso, de tu ausencia al trabajo, no, mi
amiga, un ser humano que tenga
sangre corriendo por sus venas y aunque
sea un mínimo de vergüenza, no
se puede quedar en silencio ante tanto
descaro. Pues como te lo
cuento: la doctora Morell planteó, óyeme, te lo
juro que así mismo fue, que tú
debías ser separada del Departamento... así
mismo, imagínate, y ahí mismo
doña Elvira se lanzó, ella que quizás ni había
pensado en una separación, y
Oscar entonces señaló las cosas que según
él tú tienes en contra, y nadie
más tuvo el coraje y la decencia de señalar
ni una sola cosa buena de las
que siempre te han señalado. ¿Te acuerdas
lo que dijo todo el mundo
cuando se analizó tu clase abierta? Pues así
mismo fue: todos arratonados,
haciéndose cómplices de semejante
desvergüenza. Cuando yo terminé
de hablar, lo único que dijo Elvira fue
que mi caso, sí, así mismo, mi
caso, sería analizado en una reunión del
núcleo que próximamente se
celebraría, porque... oye esto: porque yo me
estaba apartando de la línea de
conducta trazada por el Partido para sus
militantes... ¿Para qué seguir
contándote toda esta mierda que...? Si me
dan deseos de vomitar, pero de vomitarle encima a esos
pendejos...
De
esa reunión había salido, ya Marnia no tenía dudas, la resolución decanal que
la
separaba definitivamente de la Universidad, atendiendo a sus reiteradas
ausencias,
sin tomar en cuenta certificados médicos, ni solicitudes de licencias sin
sueldo,
ni lo más importante: su estado de salud, tan evidente que sólo un miserable
podía
pensar que no era para tanto, como había dicho -según Liliana- la doctora
Morell
en esa reunión posterior donde por fin se decidió su separación definitiva.
"Yo
creo
-dijo entonces la doctora Morell- que lo que ella tenía no era para tanto. Ella
podía
haber venido aquí a justificar sus ausencias, y podía haber comenzado a
trabajar
desde el mismo comienzo de curso"... Marnia recuerda todo eso ahora en el
balcón,
y no puede evitar que sus lágrimas le rueden copiosas, ni que sus labios se
aprieten
en un gesto de dolor, de rabia, de impotencia. Ya todo estaba hecho. Ya
todo
estaba decidido. Ya ella había visitado lo que fue su centro de trabajo, su
segunda
casa, por última vez. Ya había recibido su último salario por correo
certificado,
su tiempo acumulado de vacaciones que no se contaron, su expediente
laboral
lacrado con su historial como trabajadora, que debía acompañarla de por
vida
casa vez que acudiera a optar por algún nuevo empleo. "Ya todo es inútil.
Mejor
no pensar más en eso"... El día comenzó a nublarse. Marnia notó que la
temperatura
había subido. Se volvió. Mario no se veía por ningún lugar. Entró al
apartamento
y se quedó de pie, en medio de la sala, y su vista se dirigió al estante
donde
tenía sus libros, sus folletos, las conferencias y los seminarios que había
impartido,
las notas, los trabajos que le habían servido para dar sus clases durante
esos
cinco años pasados en la Universidad... De pronto se dijo en voz alta:
"voy a
quemar
toda esta mierda", y se desplomó en una butaca. Casi sin fuerzas,
respirando
con
dificultad, comenzó a llorar estrepitosamente...
Santiago
de Cuba, 1992 – 1994
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario