sábado, 27 de junio de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 22

A veces hasta el cumpleaños de Bertica se me olvida. La semana entera con

Aurelia, en el Internado, y para colmo los sábados allá en casa de su abuela,

lo hago para que descanses, me dice Aurelia. Y me paso todo el sábado sola hasta

el día siguiente que me la trae y puedo tenerla conmigo unas horas, porque Aurelia

viene a recogerla para que duerma con ella en su casa y al día siguiente para el

Internado de cabeza. Desde que nació Bertica ha estado casi todo el tiempo con

Aurelia, primero aquí en la casa y después en ese Internado de todos los demonios,

y yo aquí sola, descansando, como dice Aurelia. Pero ¿de qué carajos voy a

descansar? Porque ni de la casa ya me ocupo, la misma Aurelia se aparece un día

cualquiera y recoge, ordena, barre, pasa la balleta, y yo sigo descansando. Y de

tanto descansar me voy a volver paralítica. No te angusties, mi vida, la niña está

muy bien cuidada, no le falta nada, y allí hay muchos niños como ella para jugar y

entretenerse y hacer amiguitos, y allí los niños aprenden muchas cosas, y cuando

empiece la primaria ya Bertica estará bastante adelantada, no te preocupes...

¡Mi hija! ¡Ahhh! Ni siquiera pude darle de mamar, por eso Aurelia fue la solución para

mis padres. Caída del cielo, por eso enseguida la llamaron, la atendieron como a

una señorona de prosapia, hasta le regalaron cosas de valor de la casa que Aurelia

no quería aceptar, pero tanto le dieron que al final se tranzó. No sé si le regalarían

dinero, eso Aurelia no me lo ha dicho ni yo se lo voy a preguntar. A mí me dejaron

una cuenta en el banco y de eso estoy viviendo, hasta que se acabe, que no sé

qué coño voy a hacer si antes mis padres no resuelven el problema de mi salida

con Bertica. Mis padres cada vez se ocupan menos de escribirme, a veces alguna

llamadita que tengo que cruzar a la casa de Aleida, que tiene teléfono, para hablar

con mi mamá unos minutos, porque mi padre sólo me dice cuatro palabras y un

beso y nada más, y siempre la misma cantinela, que ya estamos resolviendo lo del

viaje, no te preocupes, y etcétera. Después de todo es una suerte que Aurelia venga

a darme vueltas y se ocupe de la niña, si no, el suicidio me coge, insomnios, asma,

dolores de cabeza, preocupaciones, fracasos, desesperanzas. A mi edad cualquier

muchacha estaría pensando en novelitas de Corín Tellado, en fiestas, en jóvenes de

su edad, enamoriscándose, y en fin, viviendo, en una palabra, y yo mírenme aquí

encerrada, aunque dice Aurelia que es porque quiero. ¿Por qué no vas al cine con

alguna amiga, o al parque, o a alguna fiesta, para que conozcas jóvenes como tú?

Pobre Aurelia. No comprende. Y yo que no quería que viniera. ¿Y quién carajo se va

a encargar de la niña? ¿Tú? Si tú ni siquiera sabes sacar a la perra a mear, mocosa

engreída. No sólo mi padre, hasta mi mamá me reprochaba mi actitud. ¿Cómo vas

a criar tú una niña, si tú estás todavía para que te cuiden? Pero el tiempo es el divino

médico que todo lo cura, porque con el tiempo aquel odio que yo sentía por Aurelia

se ha convertido en cariño, y ahora Aurelia se ha vuelto imprescindible para mí, y

además, ella no tiene la culpa de haber parido a un tipo como el Tony, seguro que

lo está sufriendo tanto como lo sufrí yo todo el tiempo que estuve casada con él.

Aurelia siempre me trata con mucho cariño y se porta muy bien conmigo y con

Bertica, y todo lo hace con una sonrisa. Por eso yo me he encariñado tanto con

Aurelia que a veces me parece que Aurelia es mi mamá. El nacimiento de la niña

cambió todavía más mi vida: por ella tuve que dejar los estudios, y a mí me gustaba

el Pre, me gustaba mucho, allí pasé muy buenos ratos y creo que en la escuela,

desde la primaria, es donde único yo me he sentido feliz. Bertica, sí, claro que sí, los

problemas que me trajo que yo no tenía ni la más remota idea de cómo afrontarlos

y solucionarlos, y apenas con una leve conciencia de lo que me esperaba. Mejor no

pensar. Pensar es un castigo, una tortura que yo misma me impongo, y para colmo

inútil, pensando no puedo resolver ni  hostias. Lo único que consigo pensando es

atormentarme y lamentarme inútilmente, y añorar una vida distinta que yo creo que

nunca tendré. Ah, si pudiera vivir otra vez todo lo haría distinto. Nada de mi vida me

gusta, Pero en fin, que esa es mi condena, estoy condenada a pensar y recordar. Y

nada más... Y menos mal que ahora tengo a Aurelia, y que Bertica está en buenas

manos, a pesar de que son manos poseedoras que se quieren quedar siempre con

ella. Por eso Bertica siempre está clamando por su abuelita, ¿cuándo viene mi

abuelita?, como si su abuelita fuera su madre, la muy puñetera. Tan pocos años y ya

sabe demasiado la jiribilla esta. Grandísima y malcriadísima que está. Y cuando le

cae bien alguien es una panacea, pero si le cae mal es capaz de darle una patada

en la misma rodilla. Bertica para aquí, Bertica para allá, y todo el mundo con lo

mismo, qué niña tan lista, cómo sabe esa criatura, cuando vaya a la escuela va a

destacar, vengan a ver las cosas que se le ocurren, y así Aurelia se encarga de

hacerle propaganda a la niña prodigio, como si de verdad Bertica fuera un genio, y

Bertica es como todos los niños de su edad. Pero lo peor es que cuando alguien, al

menos que yo lo haya oído o me haya enterado, dice algo de la niña, dice la nieta

de Aurelia, no la hija de Tania, qué linda está la nietecita de Aurelia, ¿no la has visto?

Maldita sea mi suerte. Lo que digo, que mejor es no pensar, ojalá existiera alguna

medicina para perder la memoria. Porque eso es lo que yo quisiera, perder la

memoria. No acordarme ni de mi nombre. Así no me acordaría tampoco de que

Bertica no es que no esté conmigo mucho tiempo, sino que me parece que es que

no quiere estar conmigo...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

sábado, 13 de junio de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 21

Cada vez que Mayra me presenta a alguien me dice lo mismo: gente chévere. Una

tarde se me aparece con un muchacho alto, delgado, trigueño, con un tic nervioso

en los ojos, y que se ríe constantemente. Este es Miguelito. Yo le había dicho a

Mayra que me iba a suicidar, que me sentía demasiado sola, que a mi casa no

venía nadie, y como Bertica se pasa la semana en el Internado me faltaba poco

para comprar la soga. Pero niña, ¿cómo va a ir alguien a tu casa si aquello parece

un cementerio? Y para resolver ese problema se aparece con Miguelito. Enseguida

nos vamos para el fondo a conversar. Mayra le dice a Miguelito que esta casa se

presta para lo que él sabe, y me mira, y se ríe. Sí, chica, para hacer una fiestecita de

ésas, ¿no es verdad, Miguelito? Y como la risa es contagiosa, los tres nos reímos, yo

sin saber de qué. Me siento muy extraña con gente en mi casa, acostumbrada

como estoy a estar sola, tan sola que ya ni los gatos se tiran del techo de Aleida. Aquí

solamente viene Aurelia a buscar o a traer a Bertica, a veces por las mañanas

cuando va para el Internado, y nadie más. Y mi comunicación con Aleida es por el

muro. Un día vi a Juan en calzoncillos, pero él no me vio, y cuando se lo dije a Aleida

se echó a reír. Le dije que se le marcaba la picha y me dijo que su marido era

mandón. Tuve que hacerme un cráneo, con el atraso que llevaba. Si Aleida se

entera. Cuelo un poco de café, porque Miguelito quiere tomar café, y yo no tengo

nada fuerte como quiere Mayra. Le digo que se tranquilice, que ella sabe que yo no

bebo y aquí no hay ninguna bebida. Mayra no se tranquiliza, se registra los bolsillos,

le pide a Miguelito, pero entre los dos no llegan ni para una botella de walfarina.

Confórmate con el café y con tus cigarros aplastados, le dice Miguelito. Mayra

saborea el café que le doy, se pasa la lengua por los labios y nos dice que con un

poco de ron eso sería una delicia. Miguelito se ríe y aprieta los párpados. Mayra

dice que aquí en el patio ya no queda ni dónde amarrar la chiva, y es verdad que

la yerba cada día está más espesa porque yo no me ocupo de mantener cuidado

este patio de tierra. Oyeme, si la yerba sigue creciendo ahorita no se va a ver ni el

muro... a esta casa le hace falta un toque, ¿verdad, Miguelito? Miguelito lo único

que hace es mover la cabeza, apretar los párpados, y reírse. ¿Será bobo de verdad

o son ideas mías? Recojo las tacitas y nos sentamos los tres en el pasillo que da al

patio de tierra. Mayra sigue con su culillo de la fiestecita y señala el pasillo a lo largo.

Aquí mismo, mira. Aquí mismo se podía hacer la cosa, además de los cuartos y de

todo. ¿Qué te parece? Siempre se dirige a Miguelito preguntándole sobre la casa y

la fiestecita y toda esa bobería. Ya me la tiene pelada con eso. No sé qué se traen

estos dos, por eso los dejo a ver si me aclaran el misterio. Miguelito se sigue riendo

porque Mayra ha puesto la cara como una puerquita, hace muecas con la boca y

hasta gruñe, y mientras más la mira y se ríe Miguelito, más gracias pesadas hace

Mayra. Y esto es un show. So guanajos. Al fin le pregunto a la visita qué hace, si

trabaja o estudia. ¿Yo? Miguelito mira a Mayra y se ríe a carcajadas, aunque Mayra

ya no tiene la cara como una puerquita. Este está en el waiting, muchacha,

esperando que le avisen. ¿Que le avisen para qué? Niña, tú siempre estás detrás del

palo. Este se va echando. Ah, se va del país. ¿Hasta cuándo seguiré en las nubes?

Silencio y a fumar. No acabo de quitarme de encima el yarey. Mayra quiere que yo

aprenda a fumar. Lo que me faltaba. Me da un pito y me lo enciende ella misma.

Pero qué va. Toso y lo tiro en el patio. Pues este tipo tiene suerte. Lo reclamaron,

figúrate. Mayra saca un cigarro de un bolso que tiene y tira el que estaba fumando.

Se lo enseña a Miguelito y le pregunta si quiere uno de ellos, pero Miguelito por

primera vez se pone serio y le dice que no juegue con eso. Miguelito me da un

cigarro de los suyos y me dice, mira, insiste, poco a poco lo vas a lograr sin toser. Nos

ponemos a fumar los tres, yo carraspeando, con asco, pero decidida a no ser por

más tiempo la monguita del grupo. Miguelito mira a Mayra muy serio. Mayra sigue

fumando. No seas pendejo, bobo, este es de los corrientes, te engañé, so vaina.

Mayra me da un mínimo técnico para aprender a fumar, mira, haz así y asá, y lo

absorbes así, mira, hazlo así, después echa el humo por la nariz y yo siento como si

fuera a marearme, pero no me rindo todavía. Tienes que ponerte en onda, mija,

tienes que modernizarte. Entonces canta el tango ese que refleja el placer de

fumar, fumar es un placer, genial, sensual... y trato de aspirar el humo, pero acabo

tragándomelo y tosiendo, fumando espero al hombre que yo quiero / tras los

cristales de alegres ventanales / y mientras fumo la vida me consumo / porque

absorbiendo el humo / me suelo adormecer... Ya mejorarás, manita, con un poco

de práctica mejorarás, te volverás una real profesional del humo, ya verás, sentada

en la chaise longue fumar y amar... / ver a mi amante solícito y galante,/ sentir sus

labios besar con besos sabios / y el devaneo sentir con más deseo / cuando sus

ojos veo / sedientos de placer... y nuevas risas, nuevas guiñaderas de ojos, ya estos

dos me tienen cabrona con tanto secreteo y con tanto misterio, dos buenos

jodedores es lo que son, vienen a hacer la tarde conmigo, pero se van a reventar,

porque les voy a seguir la corriente y a la mierda, por eso estando mi bien / es mi

 fumar un edén... / dame el humo de tu boca, / anda, que así me vuelves loca, /

dame, que quiero enloquecer de placer / sintiendo este calor / del humo

embriagador / que acaba por prender / la llama ardiente de mi amor... ¡Bravo!

¡Bravo!, grita Miguelito y aplaude con fuerza, haciéndose el que se toma la canción

de Mayra por una actuación impecable. Y a mí no me van a coger mansita, ya lo

creo que no, que sigan con su jodentina, que ya verán la máquina que les voy a

correr. La risa, remedio infalible, dice Miguelito, y me recuerda a unas revisticas que

tenía mi mamá que decían cosas como ésa. Mayra fuma que te fuma y me dice

que le haga caso a la canción, para que pueda conocer placeres que ni me

imagino que existen. Qué cabrona. Seguro que es ella quien me los va a enseñar.

Entonces le enseña el cigarro a Miguelito, le riega el pelo y le pone una mano en un

muslo, apretándoselo, y después desliza su mano hasta la portañuela de Miguelito y

aprieta. Miguelito como una amapola, sudando en seco, Mayra moviéndose y

restregándose con él, y de pronto se le encarama encima y le enseña las tetas,

Miguelito protesta y le da un empujón, pero no se ríe ni aprieta los párpados.

Ay, mija, con éste no hay trucos, no le gustan las hembras, ¿te das cuenta?

Miguelito le dice que si sigue con su jodedera se levanta y se va, y Mayra se baja el

pulóver y le enseña otra vez el cigarro, haciéndole una seña que yo no cojo bien.

No te preocupes, ya te irás enterando, y cuando le cojas el gusto al pito no lo vas a

dejar mientras vivas, acuérdate. Mayra se levanta y se mueve como las artistas que

salen en la tele, se me acerca, me toca la cara, me hala por un brazo, me toca el

pelo, me agarra la cabeza con las manos, me atrae, y me da un beso en la boca.

Yo muda. Está borracha, y no sé con qué se ha emborrachado, pero Miguelito se

levanta y me dice que cuando se pone así es mejor dejarla. ¿Así cómo? Pero

Miguelito da unos pasos y se va rumbo a la sala. De pronto se vira y dice coño,

¿cómo no se me había ocurrido? y le dice a Mayra te lo fumaste, cabrona, te lo

fumaste, y te lo dije que no te pusieras con eso aquí, te lo dije, Mayra, te lo dije que

no te lo fumaras aquí, y se pierde en el pasillo hasta la sala, y yo recojo las cosas que

faltan en la cocina, y cuando salgo al pasillo parece que Mayra también se ha ido a

la sala, porque oigo una música rápida desde allá. Llego a la sala y oigo una

canción de algún grupo español que está de moda, me levanta la mañana / con el

sol en mi ventana... Mayra quita el disco y se pone a registrar los demás que están

en el aparador, hasta que pone otro en el tocadiscos, don't say it, / don't say it, /

don't say good by tonight... Mayra marca el ritmo de la música y poco a poco se va

moviendo mucho más rápido, con todo el cuerpo. Yo y Miguelito observándola,

callados, un show aquí en la sala de mi casa. Mayra se mueve como una lagartija y

tiene en la cara una expresión de gozo, de sabrosura, de placer, cómo disfruta,

madre mía, y más gestos y más movimientos, yeeeah, / don't say good by tonight.

Está desconyuntá. Miguelito se ríe con ganas, Mayra enseña sus dientes y baila,

baila, baila, sí, está como dice Miguelito, descoyuntada. parece de goma, mira

cómo se menea, mira, como si la estuvieran...Cállate, Miguelito, por favor. Pues sí,

cabrones, me meneo como si me la estuvieran me... Cállate tú también Mayra, por

Dios, está bueno ya, don't say it, / don't say it, / yeeeah, / don't say good by

tonight... Pero de pronto Mayra se quita los tennis, los tira contra la pared, se acerca

a la ventana, la cierra, se pone a bailar otra vez, a moverse otra vez como una

lagartija, a dar saltos y brincos, a contonearse, y parece que se le van a desprender

los brazos y las piernas, y baila que te baila, no me hace caso cuando le grito que

ya basta, se quita la pañoleta, se la tira a Miguelito en la cara, se sacude el pelo

que tiene todo desgreñado, Miguelito no hace más que reírse y apretar los

párpados, con este calor que se está disparando y Mayra cerró la ventana, si le

caen chorros de sudor por todas partes, se va a deshidratar, ¿qué es lo que te pasa,

Mayra?, y de súbito se quita el pulóver y se queda con las tetas al aire, Dios mío, está

como en éxtasis, tiene los ojos vidriosos, Miguelito se pone serio, nervioso, entonces

Mayra se para de golpe y me dice: nada, manita, no me pasa nada, no te asustes,

es que estoy sabrosa, ¿sabes?, es que estoy sabrosa de verdad, no seas pendeja...

Y sigue, se aprieta las tetas, se pasa las manos por los muslos, por el papo, es como si

se acariciara ella misma...pero Mayra... Mayra se desabrocha la pitusa, yo estoy tan

aturdida que no acierto a pronunciar una sola palabra, Miguelito colorado como un

tomate maduro, es que yo le dije a este mamón que le iba a enseñar cómo se hace

un strip-tease, a él y a ti, para ver si los dos se dejaban de sus niñerías y se ponían a

gozar conmigo, par de sanacos, y el muy pendejo me dijo que yo no tenía cojones

para eso, y Miguelito se tapa la cara, Mayra, cabrona, te lo fumaste, yo en babia,

Mayra se quita la blusa, la tira en la butaca sin dejar de moverse, nos mira, se ríe a

carcajadas, it could be so nice, yo atontada, y Miguelito paralizado sin saber qué

hacer, Mayra se acerca y lo sacude, le pega el pubis en plena cara, Miguelito se

echa hacia atrás con la cara tapada, te lo fumaste, me mira, se lo fumó, y se lo dije,

se lo dije que no se lo fumara, coño, mírame, pendejo de mierda, mariconazo,

mírame lo sabrosa que estoy, cojones, y yo casi no creo esto que estoy viendo,

Mayra en blúmer, bailando, aquí en la sala de mi casa, entonces se quita el blúmer,

Dios mío, se acuesta en el suelo, se retuerce, y le tira el blúmer a Miguelito, me mira,

qué es esto, me mira con sus ojos vidriosos, ¿se habrá vuelto loca?, Miguelito mueve

la cabeza, loca no, otra cosa, dice, cabrona, se lo fumó, y se lo dije que no se lo

fumara aquí en tu casa, no, yo como siempre en las nubes, Mayra con su jodedera,

colorada, sofocada, sudada, en éxtasis, totalmente desnuda, moviéndose como un

demonio, sí, cojones, estoy loca, sí, pero loca por meterme una pinga bien grande,

sí, una pingona así de este tamaño, miren cómo tengo el bollo, y se toca el papo, se

frota el clítoris, y este mariconsón no quiere complacerme, no le gustan las mujeres,

míralo, pendejo, por Dios, Mayra, ya está bueno, levántate, ponte la ropa, pero inútil,

ni me levanto ni me pongo la ropa ni un carajo, coño, quiero gozar, quiero

manosearme con alguien, no puedo aguantar, vamos, ven, tú misma, sí, contigo,

vamos, tócame, acaríciame, dame la lengua, vamos, ven, tú misma, vamos a gozar,

flaquita pendeja, que estoy a millón, y Mayra comienza a masturbarse delante de

nosotros, haciendo muecas y aspavientos, me coge del brazo y me hala hacia ella,

yo no sé qué hacer, estoy nerviosa, casi no puedo ni moverme, me coge una mano

y me la lleva hasta su sexo enrojecido y húmedo, cielos, Mayra, por favor, está

bueno, déjame tranquila, levántate de una vez, que me voy a poner a dar gritos,

pero es ella la que da un grito que me sobrecoge, porque de pronto se queda

quieta, como si se hubiera desmayado, con los ojos cerrados y su mano aferrada a

su sexo, hasta que por fin abre los ojos y susurra me vine, carajo, me vine ya, qué rico,

ustedes son un par de pendejos de mierda que no saben gozar, no saben lo que es

bueno, pendejos de mierda... Miguelito se levanta y se va para el patio, yo estoy tan

aturdida que apenas me muevo, todavía no creo lo que estoy viendo, Mayra me

mira con sus ojos que parecen llenos de sangre, me saca la lengua, bañada en

sudor, y me grita: so puta, no lo disimules, ¿no te han dicho nunca lo rica que estás?

Bandidita, te has aguantado, pero yo sé que estabas loquita por joder conmigo,

vamos, no lo disimules más... Salgo al patio a buscar a Miguelito para que me

explique qué es todo esto, porque me parece que todo esto no es más que otra

pesadilla que he vivido, que no ha sido verdad que Mayra haya hecho esto aquí en

mi casa, y al final del pasillo me siento junto a Miguelito, en el suelo, cierro los ojos,

porque él me mira y no habla, recuesto mi cabeza en su hombro, y los dos nos

quedamos callados durante mucho, mucho tiempo...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

sábado, 6 de junio de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 20


Me desplomo en la cama con la cabeza rajada del dolor, pensando en las dichosas

acabandas: que duermen hasta el mediodía, que se preparan por la tarde para sus

movimientos, sus contactos, sus bisnes, que salen al anochecer, como las lechuzas,

en busca de sus presas, que se concentran en el parque Céspedes en espera de los

posibles clientes de su oficio, que son capaces de acostarse con un borracho sucio y

apestoso con tal que les suelte el dinero, que madrugan noche a noche envueltas

en alcohol y tabaco, en camastros de posadas de segunda con toallas húmedas,

en una ilusión de placer en el que ellas no creen, Dios me ampare. Apago la luz,

trato de conciliar el sueño, pero Mayra me sigue atormentando: si tú les miras las

caras de cerca les ves unas ojeras que nunca se les quitan, cambio de posición,

pero la voz de Mayra, como en sueños, me sigue diciendo que las acabandas esto,

lo otro, lo de más allá, que torna y que vira, y yo adormecida... me levanto, voy al

baño a mirarme al espejo, estoy vestida como si acabara de llegar de una fiesta,

me miro de cerca a los ojos y en mis ojos hay una huella de cansancio, de mala

noche, de agotamiento, una huella que no puedo disimular con polvo, colorete,

sombra, pomada, no, no puedo, y tengo patas de gallina que me van resaltando

desde el borde de las cejas, los párpados, los pómulos, y unas ojeras que parece

que me han dado una paliza, ¡ay!, y por primera vez noto que mis mejillas se hunden

en mi cara y dan paso a unas estrías que me van cubriendo parte de la cara, y el

llanto, la tristeza, el sueño viejo, toda la cara reflejada en el espejo como si yo

tuviera cuarenta años... entonces tomo un frasco de colonia y lo lanzo contra el

espejo que se hace añicos, pero los pedacitos se convierten en burbujas de cristal

que saltan y me rozan la cara, y comienzo a echar sangre, mi cara se llena de

sangre, el baño se llena de sangre, torrentes de sangre que traspasan las paredes

del baño y salen y se deslizan por toda la casa, doy un grito enorme que estremece

la mampostería y el baño se derrumba, las toallas, los jabones, el cubo, la balleta,

el cesto de basura, la ducha, el lavabo, los papeles higiénicos se me enrollan el el

cuello, los trocitos de cristal me rozan, me hieren, doy un grito otra vez con todas

mis fuerzas y todo se oscurece, todo se me viene encima, todo... Me desperté

sobresaltada, me senté en la cama, encendí la luz, miré el reloj, me pasé las manos

por la cara y la cabeza, reaccioné, corrí hasta el baño, encendí la luz, me miré en el

espejo colgado encima del lavabo que se mantenía intacto igual que todo lo

demás... caray, sueño, vigilia, realidad, ya no sé qué es lo que vivo realmente y qué

es lo que sueño o imagino, entonces veo mi cara, la misma cara que tenía cuando

salí de casa... Regresé a mi cuarto y me volví a acostar, pero inútil, no pude dormir,

y me puse a pensar, a recordar. Por Dios, qué pesadilla. ¿Y las acabandas? ¿Habría

yo visto todo aquello? O sería también cosa de mi acelerada imaginación. Recordé

que Mayra había venido a buscarme para irnos al cine, y que después nos llegamos

al parque para ver las acabandas, como ella me había prometido, te las voy a

enseñar, te voy a detallar una por una quiénes son y qué hacen, ven conmigo el

sábado, es el mejor día para encontrarlas allí a todas. ¡Ah! Qué dolor de cabeza...

Si yo me viera así como esas muchachas, viejas antes de tiempo. Todavía me cuesta

creerlo. Comienzo a relajarme. Sé que no voy a dormirme otra vez y tampoco quiero

dormirme otra vez. Ojalá fumara, así me entretendría echando humo a ver si con el

humo puedo hacer figuritas en el aire o círculos como hace Mayra. Tengo la nariz

tupida. Ojalá no me dé ahora un ataque de asma, es lo que me falta. Mañana voy

a buscar a Bertica, dejé que Aurelia se quedara hoy con ella para ir al parque con

Mayra, pero mañana, que ya es hoy, me pasaré todo el día con ella, la llevaré a

algún lugar donde pueda divertirse, donde haya otros niños que jueguen con ella,

así me distraeré yo también, que buena falta me está haciendo, y dejaré tranquila

a Mayra por un tiempo. Sí, por un tiempo. Tengo que ocuparme de Bertica, de mí

misma, de mi casa, tengo que ver qué hago con mi vida y con mi situación, porque

pasa el tiempo y nada, de mis padres nada, y sigo aquí metida, sin esperanza de

salir de esta mierda de país, de mejorar mi vida, de encontrar un respiro que me deje

al menos creer que todavía puedo confiar en Dios, y que Dios no se ha olvidado de

mí...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


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