domingo, 28 de febrero de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 59

Es que yo soy una muchacha tímida, eso es todo. Sé que vas a decirme que dejar

que sea el hombre quien tome la iniciativa no es más que una costumbre estúpida,

pero aunque tú no lo creas yo soy una muchacha tímida. Entonces haces lo que

haría cualquier hombre en esta situación: me caes encima con todo el peso de tu

cuerpo, comienzas a hacerme las caricias que tú, como buen tiburón, sabes que no

puedo resistir, y me haces sentir esos mismos deseos que tienes de matar de una vez

esta ansiedad que desde hace varias noches venimos acumulando, pues lo demás

va a ser el siempre descubierto secreto del amor, y lo vamos a hacer muy bien,

aunque sea la primera vez, y lo vamos a hacer otra vez pasada media hora, para

que después me digas que descanse y no confieses que tú también estás cansado,

porque este trajín nos afecta a los dos aunque tú seas más fuerte, cierro los ojos y

pienso en cosas bellas, sólo en cosas bellas, después, cuando la furia nos haya

dejado exhaustos, susurros, cariñitos, abrazos, tazas de café, humo de cigarros, y

la música del radiecito que trajiste, que me dices que me lo vas a regalar para que

te recuerde, so tonto, entonces me incorporo desnuda, camino por la habitación,

qué desfachatez, te miro, ¿qué estarás pensando ahí tirado?, sin tapar tu desnudez,

así como estás con ese pelo negro ensortijado que te cubre las orejas, y después de

un rato de mirarnos, de descubrirnos tal cual somos realmente, conversamos como

si estuviéramos sentados en aquel banquito de madera del parque y todo esto que

hemos vivido no fuera otra cosa que un engaño de nuestra imaginación, hasta que

te levantas, te pones el calzoncillo atlético que parece un blúmer, me haces sentir

avergonzada y enseguida te imito, cubriéndome el cuerpo, vas a la cocina a

tomarte otro buchito, pero esta vez me traes el fondo de la taza que va a ser el

último de la madrugada, porque el despertador, cuando enciendes la luz, marca

las tres y un poco más, aunque a mí me parece que hace sólo un rato te dije en el

parque que esta noche no me quedaba más remedio que enseñarte mi casa, no sé

ni cómo me atreví, con lo regada que está, y te ríes cuando te lo recuerdo, ah, lo

asustada que estaba, te ríes mucho, con los ojos y con la boca, con todo el cuerpo,

y en esa risa no veo una pizca de tragedia, pero yo no soy como tú, en mi cara se

nota la huella de las lágrimas, del dolor, del sufrimiento, y mi cuerpo está cansado,

adolorido, sofocado, encendemos un pitillo y tú sacas un libro de tu portafolios que

te acompaña siempre y me dices oye esto: mi brazo alcanza apenas / a rodear la

delgada / línea de luna nueva que tiene tu cintura, me hablas de su autor, de Chile,

del Premio Nobel, pero tu cara se pone seria porque tenías un viaje a ese país y allá

dices que han dado un golpe de estado y han matado al presidente Allende y tu

viaje se fue al pico, puñetera política, exclamas en voz alta, yo que no sé nada de

esas cosas, que no sé casi nada del mundo en que vivo, ni sé quién es ese Neruda ni

lo que pasa fuera del pequeño ámbito en que me desenvuelvo apartada de tantas

noticias que no me interesan, por eso te pido que me pongas al día para poder

hablar contigo de esas cosas y no quedarme rezagada ignorándolo todo, aunque

me dices que mejor como estoy, porque  quien ignora no sufre, regándome el pelo,

es que todo lo que oigo trata de política y a mí la política me da arqueadas, ya te

interesará, ya te pondrás al día y verás cómo tú también manejas el temita como

todo el mundo aquí, porque en este país todo es político y tienes que cogerle la

vuelta y aprender para sobrevivir y si es posible para vivir mejor, como lo intentan

muchos, está bien, querido, ya me explicarás, pero no ahora, amor, y no te pongas

triste, olvídate del viaje, ya te darán otro, no te quejes, que tú viajas bastante según

dice Xiomara, y dentro de pocas horas tendremos que ir a trabajar los dos, dos

buenas malas noches, qué barbaridad, y te pasas mi pantalón por la cara y el

cuello, eso es como acariciarte, dices sonriéndote otra vez, nos tiramos en el

quicio del pasillo, seguimos conversando, casi susurrando, que nos oye Aleida, no

tenemos sueño, pero ahorita vamos a tener unas caras de lástima, a mí me va a

pesar mucho más, tengo que madrugar todos los días, estoy muy débil y cansada,

pero ahí en el patio, a la izquierda de nosotros, dentro de poco comenzará una luz

de amanecer que esta vez alumbrará los deseos de vivir que ahora tengo, estos

terribles deseos de vivir que hacía tanto tiempo ni siquiera pensaba que volvería a

sentirlos...

(continuará)

Augusto Lázaro


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domingo, 21 de febrero de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 57

¿Qué estás leyendo?, le pregunto a Nancy al entrar en su oficina y verla sonriéndose

con un libro encima del buró donde aparenta que trabaja. ¡Genial!, esto está genial,

el relajo vigueta, me dice sin dejar de sonreírse, hasta que le quito el libro, en cuya

portada leo un título que me hace sonreír. Todos éramos unos cabrones. Pero ¿de

dónde tú has sacado esto? Porque es un libro extranjero, ¿eh? Oye, mira que si te

cogen... No me van a coger, no te preocupes, que yo no soy candidata a la Villa

Marista como esas mujeres que llevan allí para interrogarlas y hasta les meten el

dedo en el culo a ver si ocultan algo, y me quita el libro, cuando lo termine te lo

presto, para que largues las tripas riéndote.  Pero Nancy, ¿de dónde lo sacaste?

Ah, facilidades que tiene una. Un gallo amigo de mi hermana que lo trajo de la

madre patria, imagínate, allá se publica todo esto a pesar de don Paco, pero oye

esto, y hojea el libro buscando alguna página para leerla, oye qué personajes se

gasta la novelita, oye, y casi sin respirar me zumba una retahíla de nombres de los

personajes que el autor del libro metió entre sus páginas y que Nancy tiene en un

aparte, relacionados con su propia letra (si la cogen no podrá negar que el libro

es suyo): una puta en cuaresma, protagonista principal, dos putas mellizas, una vieja

tortillera, un negro maricón, cosa rara, ¿eh?, un mataperros, dos pelagatos, tres

chulos sin trabajo por falta de mujeres de la vida como dicen, ¡ah!, esto no tiene

desperdicio, mi amiga, cuatro mercachifles, una matrona arruinada y pellejuda,

cuatro niñas del ambiente que no se deciden a meterse a putas, una de encargo,

dos matasanos, dos sacamuelas, tres borrachos nocturnos, una gorda cleptómana,

ja ja ja, si me dan dolores de barriga cada vez que leo algo del libro, un chupatintas,

dos picapleitos, varias chismosas de solar, algún donjuán de pacotilla que no ejerce

por vejez anticipada, policías que contactan con el ambiente, un juez sordo, dos

ladrones de gallinas, el dueño de una valla de gallos, mujeres ociosas en las colas,

el carnicero que es un salao, las tres Marías, Lola, la dueña del bayú de la esquina,

la hija de Lola que no se queda atrás, el querido de la hija de Lola, un viejo chocho,

otro chenene, saltimbanquis, merolicos, traficantes, un cura arrepentido de ser cura,

ja, un rascabucheador, un par de mirones con anteojos de azotea, los cuatro jinetes

del Apocalipsis, los tres Villalobos, que ninguno era bobo, y los morrocoyos de la

basura: un moro, un chino, un negro y un gallego, y algunos personajes que de vez

en cuando aparecen en algunas páginas... jajaja, para mearse, mi amiga, de veras

que sí, pero oye, Nancy, eso parece escrito por un cubano, ¿no?, ay, mija, sí, es...

pero en eso sentimos pasos y seguro que es el Económico, y en menos de dos

segundos Nancy mete el libro en una gaveta del buró y se pone a revisar unos

papeles con cara de agotamiento por exceso de trabajo, mientras yo me hago la

que le pido algo en voz muy baja, y adivinamos, es el Económico que se asoma a la

puerta, nos saluda, y sigue de largo, como es su costumbre, porque Salvador tiene

eso de positivo, que es muy discreto y respeta la privacidad de sus empleados...

Me topo con Salvador, lo saludo, y me largo por el pasillo que jode, casi tropezando

con Cándida, una gorda que siempre está de aquí para allá, y siempre detrás del

Económico, de secretaria o de perrita faldera, pero en fin, que eso no es asunto mío.

A la salida me llama la muy jodedora de Nancy y me pregunta, antes de ir a la

cafetería a tomarnos una ilusión de café, que si por fin me eché al pico al casadito

de la otra noche, ay, Nancy, qué tremenda eres, pues claro que no, todavía es muy

temprano, Nancy afirma con la cabeza, pues haces muy bien, a los hombres hay

que hacerlos sufrir, que se jodan, que se babeen, que después que los tengamos

bobitos les damos un chance y ya están atrapados, mansitos como chivos capados.

El café, los cigarros, el gentío, a esa hora a esperar un transporte es cosa de mongos

¿y tu amiga, la que estaba muy enferma?, me pregunta. ¿Mayra? Pues no sé nada,

no sé ni dónde diablos está, pero sé que está muy jodida, y Nancy se pone seria ,

paga, y salimos de la cafetería. La vida es muy cruel, mira los hijos de puta que están

en la mangadera, embolsillándose buenos sueldazos, viajando como gaviotas, con

el dinero del Estado, con buenas casas, y algunos hasta con carros particulares,

óyeme, que en Cuba para tener un carro hay que hablar con el espíritu del negro

Pirindingo a ver si te echa una mano o si no ser un buen hijo de la grandísima o ser

Mandrake el Mago, si no, paticas para qué las quiero. Nancy no sabe nada de mi

posible salida del país, nadie lo sabe en la oficina, me hacen un expediente y adiós

trabajito y sueldecito, que aunque sea una mierda es más que cero y con eso voy

tirando. Milagro que el Económico no me ha investigado, porque aquí se investiga

hasta el color de la mierda que cagas, que es el mismo más o menos en casi todos

los seres humanos, igual que los dientes y el huevo de los ojos. Ah, estoy grosera

hasta en mis pensamientos, pero en fin, que no se puede ser fino donde todos son

oye, Tania, ¿y la escuela qué?, me dijiste que sacaste las pruebas, ¿eh? No tienes

problemas, ¿eh? Porque fue ahí donde conociste al hombrín, no vaya a ser cosa

que por estar con él dejes las aulas. De eso nada, monada, ni por él ni por el

príncipe de Gales, que no sé quién coño es pero lo oigo mencionar a cada rato, y

me da por pensar en cómo ha cambiado mi vida desde que comencé a trabajar

y a estudiar, que ya ni a la casa de Marina voy, no sé ni cómo andan, aunque la

Charito me manda recaditos con Aleida, y Aurelia se ha cogido a Bertica de verdad

para ella sola, hasta le cuesta trabajo llevármela los domingos, dice que yo estoy

agotada y necesito descansar, y la niña criándose con la abuela como si no tuviera

madre, y ni hablar de los ataques de asma que me tienen sirica, el médico con sus

mierdas, pero nada, o sea, que mi vida ha mejorado, pero todavía me quedan

muchos puntos negros que no sé cómo voy a superarlos, Tania, muchacha, óyeme,

despierta, ¿dónde estabas? La voz de Nancy me vuelve a la realidad de la calle,

a lo mismo de todos los días, el dinero que casi no me alcanza, hay que buscarse a

un extranjero que maneje dólares para que le compre a una lo que una necesita o

desea, pero la idea de meterme a puta no me cuadra, yo no nací para abrirle las

piernas a cualquier papanatas por unos cuantos fulas, no señor, así que bueno,

Nancy, nos vemos, y a caminar todo Garzón a ver si cuando llegue a la rotonda

todavía sigo en pie, o tienen que cargar conmigo para el cuerpo de guardia

porque me he desmayado y alguien que se apiada de mi estado me lleva a ver si

me reaniman y me quitan el descuajaringamiento que tengo...

(continuará)

Augusto Lázaro


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domingo, 14 de febrero de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 56

Pero antes de llegar a la puerta de mi casa tú y yo caminamos sin cansarnos, como

si las calles fueran nuestras sólamente, y no hablamos, como si cada uno de nosotros

estuviera adivinando lo que piensa el otro, y fumamos, lanzando bocanadas hacia

adelante, para ver cómo el aire las trae a nuestras caras, entonces sentimos ese

airecito frío de la madrugada y eso es muy agradable, y nos detenemos sólo para

besarnos cuando nadie pasa cerca, para después continuar caminando así, muy

despacio, como si quisiéramos que no se nos terminara este ratico de andar por

estas calles solitarias, hasta que por fin llegamos a la puerta de mi casa, no quiero

que tú entres esta noche, quiero prolongar todo esto que recién comienza, que no

sé en qué va a parar, pero que no me importa en qué pueda parar, porque me

gusta cómo ha comenzado, y deseo que estas sensaciones vayan llegando poco a

poco a mí, que esto no se eche a perder por el apresuramiento, porque cuando

hay entrega rápida hay olvido rápido, el hombre se aburre de lo que tan poco le

costó ganar, y esta vez no me va a suceder, no quiero que me suceda contigo, alzo

la vista y te digo mira, allí en el murito hay un gato que me está mirando fijamente,

sus ojos brillan en la oscuridad, un gato, ¿ves?, nada menos que un gato, los pelos se

me erizan, me estremezco, ¿qué te pasa?, me preguntas, y te digo que algún día te

contaré la historia, me abrazo a ti para que me protejas, y tal vez por eso me tomas

por los hombros, me recuestas a la puerta cerrada de mi casa, me aprietas con

furia, y apenas logramos murmurar varias palabras entre beso y beso, no quiero

que entres hoy a mi casa y no voy a hablarte de eso, te pones impaciente, dices dos

o tres palabras que apenas escucho, me miras a los ojos excitado, me zarandeas,

la noche ha refrescado mucho, casi siento frío, ahorita me pongo a temblar aquí

mismo, y me besas, me besas, me besas...

(continuará)

Augusto Lázaro


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domingo, 7 de febrero de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 55

Esstoy conversando con dos compañeras de la escuela a la salida cuando tú pasas.

Aquel es Basilio, vamos a decirle que nos lleve, dice Xiomara, parece que regresó

de su viaje a España. Corremos hasta tu automóvil, que está detenido en la esquina

de Carnicería, pero en medio de la calle me entra la calambrina y me paro de un

golpe. ¿Qué te pasa, Tania? Vamos, que te van a aplastar como a una cucaracha,

y Xiomara me hala por un brazo, pero ¿cómo voy a meterme en tu automóvil si no

te conozco? Con Basilio no hay problemas, niña, vamos, yo te presento y tú verás,

y así y asá, no seas tan sanaca. Después de los saludos, a mí con la mano y a ellas

con besos y apretones, arrancas y nos llevas hasta Ferreiro de un tirón. Qué suerte

que te vimos, Basi, a ver, cuéntanos, ¿cuándo llegaste?, anda. Mientras tú le cuentas

a Xiomara y a Carmita, yo me quedo en éxtasis, como atontada por un sedante

fuerte. No veo en ti nada que me llame la atención, aunque tú me miras varias

veces por el retrovisor. Cuando nos bajamos las tres en la rotonda, las muchachitas

se ponen a jaranear conmigo, échale, Tania, te salvaste, ya viste cómo te miraba,

échale, ya tienes pupú para ir a la escuela, y que el hombre no está para dejarlo

pasar. Me sonrío. Qué bobas son ustedes. Después me informan de que tú eres

casado y que nunca te ven con tu esposa y que aquí y que allá, y me voy para mi

casa sin darle importancia al encuentro casual ni a las jaranas. En una palabra, me

olvido de ti. La noche siguiente, cuando suena el timbre de salda, Xiomara se me

acerca con una sonrisa de pícara y me suelta ¿sabes quién está allá abajo?, y por

supuesto, el que está allá abajo eres tú. Pero lo que no puedo imaginarme es que

tú estás esperándome, precisamente a mí. Por eso me quedo sin saber qué hacer

cuando bajo y te veo en la puerta y enseguida te acercas y me dices a rajatabla

que si voy para mi casa me puedes llevar, porque tú vivies en Vista Alegre y tienes

que pasar por Ferreiro obligatoriamente. Vamos. Me coges de improviso, y como

estoy cansada y aturdida acepto. Te juro que no sé cómo me atrevo. Pones el auto

en marcha y me doy cuenta de que vamos solos y yo en el asiento delantero junto

a ti, corriendo Aguilera arriba. ¿Y las muchachitas?, te pregunto, nerviosa. Y me dices

la primera mentira: se quedaron estudiando, en la biblioteca de la escuela, me

dijeron que no las esperara, y en ese momento me doy cuenta de que es raro que

no me dijeran nada, y además, que la biblioteca cierra a las once cuando cierra la

escuela. Mira si eres pillo. Todavía estoy reaccionando a tus embustes cuando giras

en la Plaza de Marte para coger Garzón y seguir hasta Ferreiro. Me pareces un tipo

decente, pero eso sí, atrevido, porque cuando llegamos a la rotonda detienes el

auto y me dices todavía no son las once, ¿estás muy apurada? Bueno, tengo que

levantarme temprano, te digo, ¿por qué me lo preguntas? ¿Y por qué tienes que

levantarte tan temprano? Yo no dije tan, dije que tengo que levantarme temprano.

¿Pero por qué? Eeeeeh, pues porque yo trabajo, preguntón, y porque tengo mil

cosas que hacer, ¿qué tú te crees? No no no, yo no me creo nada. Me dices que tú

no sabías que yo trabajaba, otra mentira, porque seguro que Xiomara te dijo varias

cosas sobre mí y entre ellas eso. Entonces me dices que habías pensado que como

no era demasiado tarde podíamos entrar al LIDO un rato, para tomarnos un par de

jaiboles y conversar un poquito, dices. Todo un profesional. Pero yo de verdad que

estoy cansada y te digo que no, que otro día, sin imaginarme que me vas a tomar

la palabra, porque tú eres así. Está bien, mañana entonces. No te digo nada. Me

sonrío, nos despedimos como dos casiamigos y a dormir. Pero esta noche sí pienso

en ti, y bastante. Al otro día se lo cuento a Nancy y ella me hace un guiño, pues

nada, muchacha, si el hombre te gusta, échatelo, que la vida es corta. Qué Nancy.

Pues esta noche es jueves, la ultima de clases en la semana, y tú me vas a recoger

y ahora sí entramos en el LIDO, nos tomamos más de dos jaiboles, conversamos no

un poquito, sino un muchito, y hasta bailamos un par de piezas con la música

horrible de una victrola del bar. Y al fin la primera verdad: sí, soy casado, que a mí

no me gusta andarme con mentiras. So caradura. Pero me pintas el mismo cuadro

que le pintan los hombres casados a las mujeres que quieren conquistar: mi mujer es

muy buena, es buenísima, no puedo decir otra cosa, pero siempre está de mal

humor, se le ha agriado el carácter desde que perdió a su madre y me hace la vida

insoportable. Te callas un momento, esperando mi reacción, y como ya estoy lista y

consagrada en el arte de la impostura femenina, pongo cara de inmaculada Sor

Sagrario, presta a oír lo que ya sé que me vas a decir enseguida. Y me lo dices: ya

hace tiempo que nuestras relaciones son mera fórmula, nada de sexo ni de ninguna

intimidad. Ja. Te cogí, bandido, pero te sigo la corriente, a ver en qué para esto.

Me gusta oírte, dices las mentiras con una seguridad que si me empujan un poquito

me las creo, y aquí contigo me olvido de todos los problemas reales o imaginarios

que todavía tengo. Y ya de madrugada, cuando van a cerrar este club de tercera,

escuchamos una cancioncilla suave que sale de la Motorola, que a esta hora me

suena a música celeste... es el viento que te habla / y acaricia tu corazón, / es el

viento que te besa, / es el viento que soy yo...

(continuará)

Augusto Lázaro


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