domingo, 24 de abril de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE (EPILOGO)

Lector o lectora: agradezco el tiempo que le ha dedicado a mi novela y le brindo la oportunidad de encontrar un final a su gusto y criterio, con el ruego de que me lo haga saber, enviándome una nota a:
lazarocasas38@gmail.com
Muchas gracias otra vez y le reitero mi consideración y mi respeto,
Augusto Lázaro

pd: algunos capítulos los he eliminado, por lo que sus números de orden no aparecen en la lista o índice

domingo, 17 de abril de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 66

Cuántas veces he deseado perder la memoria, no acordarme de nada ni de nadie,

arrancarme del recuerdo las lágrimas, las penas, los dolores, los dolores morales y los

físicos, que no sé cuáles son peores, y que a ambos los he padecido con creces.

Pero inútil empeño, no se puede borrar el pasado, no se puede ni siquiera olvidar el

pasado, y mi pasado no tiene una sola circunstancia por la que pueda encender

fuegos artificiales para celebrarlo. Ni aun aquellos años en que yo creí que era feliz,

cuando era una niña y mi mamá me peinaba por las noches antes de acostarme.

Pero estos últimos años yo los he vivido esperándote, esperándote siempre, noche

por noche, en la misma puerta de mi casa, y me parece que yo era otra vez aquella

muchachita que esperaba a Tony, hace más de diez años, antes de imaginarme

que el amor podía ser lo más horrible o lo más hermoso de la vida. Es que yo me

imaginaba que podías existir, que yo podía encontrarte, y esa sensación metida tan

dentro de mí se mantuvo, a pesar de tantos sinsabores y tantos desengaños, hasta

que apareciste, aquella noche a la salida de la escuela. Ya ves, cuando ya no

estaba tan segura de encontrarte. Pero te encontré. Te encontré y me enamoré de

ti, Basilio, me enamoré de ti como la muchachita que se había enamorado de Tony,

pero también como la mujer que ahora soy, como la madre que siempre seré y

cómo no, como la hembra urgida de cariño y de pasión, y esa esperanza que tú

alimentaste, con alzas y bajas, se mantuvo hasta hoy, luchando contra el mal sabor

de boca que me dejaron otros amores anteriores. Todo el tiempo anterior a ti

pertenece a la nostalgia. Cuando tú no existías yo me iba a la playa por las tardes al

salir del trabajo, y en la playa me sentaba en un tronco cerca de las cabañitas

donde había estado con René, pero no dejaba que nadie se acercara a mí. Y así

me pasaba las horas en éxtasis hasta que oscurecía y me quedaba sola rodeada de

sombras y recuerdos, pero también de ilusiones. La vida se me complicó y me

convertí en una autómata que iba al trabajo y a la escuela por costumbre, casi sin

saber lo que hacía, lo que veía, lo que oía, y cansada todo el tiempo con muy

pocos momentos de sonrisas y alegrías, con Plácido sobre todo, que me ayudó

bastante a salir del marasmo. Pero Plácido fue mi amigo y lo que yo necesitaba no

era un amigo. Entonces apareciste tú y mi vida cambió, no sé si para bien o para

mal, porque no tuve tiempo ni para idealizarte, te conocí, te acepté, me enamoré

como una tonta, te deseé como una gata ruina, asumí tu situación civil y tus

problemas, y hasta tus defectos los encontré pasables, especialmente ese complejo

de superioridad que no puedes disimular en ninguna ocasión. En fin, que lo que me

diste fue mucho más que lo que me quitaste, por eso contigo fui feliz, sabiendo que

nunca te dedicarías a mí sólamente, pero el amor es así, y cuando a una mujer le

gusta un hombre no hay situación que valga, ni fuerza, ni dificultad, ni impedimenta.

Mi entrega fue total, la tuya bastante que me costó que lo fuera o casi, y el

resultado de esa entrega total es que me he puesto en este estado lamentable en

el que estoy, porque el amor a veces mata, querido mío, y el nuestro es demasiado

fiero para que los dos salgamos de él ilesos, y como yo soy la más débil ya no tengo

dudas de que seré yo la víctima de tanto erotismo sin freno. Pero no me importa

nada ya. Recordar lo que pasamos juntos me basta para curar todos los males que

el amor pudiera haberme generado, las veces que corriste conmigo para el cuerpo

de guardia cuando me desvanecía entre tus brazos ahogada por el asma, las citas

en la Plaza de Dolores a la salida de la escuela, los infinitos cafés que nos

tomábamos en La Isabelica, nuestras escapadas al cine, al teatro aquella noche

con Bertica, al parque, a casa de Zenaida cada vez que a mí me caía un gorrión,

porque tú me decías que Zenaida quitaba los pesares nada más que con su cara,

las discusiones con Charito y su novio militar, que en definitivas ganó él, como era de

esperar, tus apariciones sorpresivas y tus desapariciones imperdonables, aquellos

amaneceres en el patio de mi casa, tomándonos hasta el último buchito de café y

fumando del mismo cigarro, y ese viaje que hicimos a Las Tunas, a ese lugar que me

deslumbró por su naturaleza salvaje domada por el hombre, y donde me enseñaste

que si en Cuba nevara tal vez yo estaría bajo tierra y tú no me hubieras conocido,

por mis disparates incontrolables, como me dijiste cuando mirábamos caer la lluvia

desde la ventana de nuestra cabañita, ¿te acuerdas?, y yo deseando que en lugar

de lluvia fuera nieve, tonta que era y soy y seré hasta que me muera, pues eso no se

quita ni con mil rezos a Santa Clotilde, y las veces que nos encontrábamos con mis

amigos que no te caían bien o con los tuyos que sin embargo no me molestaban.

Me siento como la protagonista del poema de Campoamor que a tu madre le

gustaba y que tu padre consideraba cursi, me rebelo a morir, pero es preciso, / el

triste vive y el dichoso muere. / Cuando quise morir, Dios no lo quiso, / hoy, que

quiero vivir, Dios no lo quiere. Cómo se nos ha ido el tiempo. Ah. En fin, querido mío,

para qué recordar. Tú mismo me lo enseñaste, que el pasado no se puede borrar,

pero tampoco se puede repetir. Y yo me  pregunto si saldré airosa de esta crisis, si

podré recuperarme, si lograré ser otra vez la que tú conociste aquella noche a la

salida de la escuela. Quizás el amor nos haya sorprendido demasiado tarde. Tengo

miedo de no poder realizar ninguno de mis sueños. Sí, tengo mucho miedo, a pesar

de que tú me dices, me repites que no sea tonta, que claro que podré recuperarme,

ser la misma, realizar mis sueños, pero pienso que me engañas, que mis sueños se

ahogan en esta realidad que no tiene marcha atrás. Como dice ese autor

americano del libro que me regalaste aquella vez por uno de mis cumpleaños: amor

y dolor son una sola cosa y el valor del amor es la suma que se paga por él y cada

vez que se consigue barato uno se está engañando, pero yo no lo conseguí barato,

sino demasiado caro, y eso no te lo dije cuando te despediste por tu viaje a Europa,

que no sabías cuándo regresarías, y yo pensé que quizás no querías regresar

creyendo que yo me iría de Cuba y tú te quedarías aquí de un plumazo. Ay,

querido. Los días pasaban y yo hacía un esfuerzo para rescatar la última esperanza,

con ayuda de Plácido, que viene a verme casi a diario para contagiarme con su

risa, y cuando se va no se entera de que la risa se convierte en lágrimas de dolor, de

impotencia y de rabia ante una situación que yo no puedo resolver. Luego la

soledad se encarga de machacarme con que lo que queda de mí son recuerdos.

Nada más que recuerdos. Recuerdos que trato de apartar inútilmente, reducida a

un cuerpo poco móvil, en esta cama blanca de este hospital blanco rodeada de

enfermeras y médicos vestidos de blanco, donde estoy ingresada desde hace no sé

cuánto tiempo...

(finalizará la semana próxima)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

domingo, 10 de abril de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 65


¿Qué me queda ahora? Recuerdos. Sólo recuerdos. Mayra muerta, Miguelito no se

sabe dónde, Marina y su familia en Miami, según me informó Charito, que se quedó

aquí porque se casó con un militar y está tratando de conquistarlo para que se vaya

con ella. El amor es milagroso. Mis padres esperando el papeleo para la salida de

Bertica, que al fin el hijo de puta de su padre firmó la autorización, que por cierto

nadie sabe dónde está metido ese granuja y yo creo que se fue clandestino y por

eso autorizó la salida de la hija para encontrarse con ella allá, y si es así eso quiere

decir que cuando yo esté allá me va a hacer la vida imposible otra vez con el

asunto de la niña. Nancy logró con su filosofía de aplasta y subirás que la nombraran

jefa del Departamento de Pagaduría y ahora yo soy su subalterna, qué cosa.

Xiomara y las demás compañeras de la escuela con sus diplomas gestionando a ver

dónde pueden colocarse. Bertica eufórica desde que se enteró de que se va para

el Norte a encontrarse, cree ella porque Aurelia se lo dijo, con su cabrón padre, y

no sabe que eso será si yo quiero. Aurelia tristona porque piensa que ya dentro de

poco yo y Bertica no estaremos aquí. Aleida y Juan con su vida apacible y tan

monótona que no sé cómo la soportan. Y para colmo, Basilio de viaje por Europa

por un tiempo dudoso, según me confesó en la despedida, y va y a lo mejor se

queda, porque también está obstinado de esta mierda, como todos, y como la

mujer firmó el divorcio, y sus padres ya están a punto de liquidar, no digo yo si se lo

pensará una sola vez, porque ellos quieren, los pobres, irse a morir a España según

me dijo que le dijeron, y el viejo ahora con sus problemas y su cantaleta puede que

lo convenza para que se quede y de allá los reclame, aunque eso no me lo trago ni

aunque me lo pinte de rosado. Y eso es todo. ¿Qué me queda? Ah. Pues eso, los

recuerdos, que aunque intento que sean los mejores no hay manera de espantar

todo lo malo que me ha sucedido desde que nací. Dice una canción que recordar

es volver a vivir el tiempo que se fue, habría que añadirle y volver a sufrir, porque los

recuerdos son como los sueños, cuando te llegan es como si tú vivieras otra vez lo

que te sucedió. Y yo sola, siempre sola cuando salgo del trabajo, que ahora Nancy

no me acompaña ni a tomarnos un café, porque siempre está ocupada con su

cargo de jefa y se queda después de las cinco. Yo recordando, ahogándome física

y mentalmente, ay,  con los implacables ataques de asma y de nostalgia que no me

dan tregua, eso es lo que me queda. Y esperar a ver qué me decido a hacer, si irme

o quedarme, que ya no sé qué sería lo mejor. Y tengo miedo, tengo mucho miedo, lo

mismo de irme que de quedarme, y eso es lo peor que se puede sentir, porque el

miedo no te deja razonar y una persona con miedo no es capaz de tomar una

buena decisión. Mientras, recuerdos y esperas, pensamientos y soledad, es como si

yo estuviera viendo una película y todas las escenas pasaran velozmente ante mis

ojos y en mis ojos se reflejara todo lo que me ha sucedido desde que nací, pero más

detenidamente lo que me ha sucedido en los últimos años que han marcado mi

vida hasta el límite de la desesperación. Lo demás es apenas una imagen rápida

que pasa sin dar tiempo a captarla en su totalidad...

(continuará)

Augusto Lázaro

www.facebook.com/augusto.delatorrecasas




domingo, 3 de abril de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 64

Cuando salimos de la consulta no pude contenerme y se lo dije, creo que te conocí

demasiado tarde, pero Basilio se quedó en silencio hasta que entramos en mi casa.

En aquellos días, a pesar de que me sentía muy cansada y muy débil, él me recogía

casi todas las noches al terminar la escuela, y nos íbamos a disfrutar de la noche y a

veces de la madrugada. Eran tiempos malos para mí, el asma se estaba cebando

conmigo, reduciéndome a la mínima silueta y obligándome a desechar  la ropa que

más me gustaba que no pude arreglar. Se acercaba la salida de Marina y los suyos,

me lo informó Charito un sábado que fue a mi casa a despedirse: mi mamá está

mejor, pero tiene los nervios hechos mierda, me dijo. Esteban ya había salido de la

cárcel y ellos pensaban presentar una protesta en el Norte por haberlos retenido

demasiado tiempo aquí. Le di la dirección de mis padres a ver si podían ponerse en

contacto con ellos en Miami. Bertica me ayudaba en la casa, ya con sus nueve

años entendía las cosas a veces mejor que yo misma. Tony también había salido de

la cárcel y Aurelia me dijo que pensaba irse y que después nos reclamaría a mí y a

Bertica, como si yo le hubiera dado algún motivo para pensar que volvería con él,

ni mucho menos que podría quedarse con la niña allá en el Norte. Estaba de atar.

Sin embargo, en las postales que me enviaba mi mamá ya ni siquiera mencionaba

mi salida. Parece que se había resignado a que el Tony nunca dejaría salir a Bertica

hasta su mayoría de edad en que pudiera decidir por sí sola. Nunca volví a saber de

Manolito, que tendría ahora la edad de Bertica, y cuando me acordaba de él me

estremecía, pensando, sin poder evitarlo, que quizás estaría muerto, como Mayra, y

como tantos otros con los que había perdido el contacto, dentro o fuera de Cuba.

La escuela terminaba por fin y yo me graduaría antes del verano después de veinte

sacrificios y cuarenta malas noches en las que me costaba mucho trabajo lograr

que Basilio comprendiera que tenía que dejarme estudiar, pues no podía perder un

solo curso. Su mujer enfermó de repente y casi se le muere en los brazos y según me

confesó en un pronto de sinceridad él estuvo junto a ella todo el tiempo, llorando y

rogándole a Dios que no se la llevara, pues él la quería, no como mujer sino como

persona, por lo buena que siempre me decía que era. Tremenda situación. Mi

madurez, que tenía que llegar algún día, me hacía comprenderlo y ya no le caía

con la pejiguera de su situación civil. Yo quería que se divorciara, claro, pero no

quería perderlo presionándolo demasiado con la misma cantaleta. Una noche me

hizo toda la historia de su vida, la que no me había contado hasta entonces: hijo

de un español que había perdido todas sus propiedades con la Revolución y una

cubana ama de casa, no le dejaron ni los clavos, me dijo. Su padre no se fue de

Cuba porque creyó que esto no podía durar mucho, y espera que te espera, confía

que te confía, pasaron los años y después de tanto tiempo con el socialismo a

cuestas, que parece que no hay Dios que pueda destronarlo, papá se fue poniendo

viejo y achacoso, se enfermó de rabia y de dolor, y en esas condiciones mamá no

quiso irse. Yo me casé, tuve hijos, mi mujer también se enfermó, de los nervios, y ya

tú conoces el resto de la historia. Esa es mi situación. Yo, claro que no iba a

largarme de aquí a vivir la dulce vida dejando a mis viejos jodidos, ¿te das cuenta?

Porque la familia es la familia, y a la familia no hay nada que pueda sustituirla. Esos

viajes que yo he dado han sido por asuntos de trabajo. Cuando regresé del primero,

como regresé, las autoridades confiaron en mí y me han autorizado otros, así por

lo menos ayudo a mi familia con las cosas que traigo de fuera, ¿comprendes? Y

descartado que voy a tirarme al mar en una lancha, como esos amigos tuyos, que

mira lo que les costó la huida, comida de tiburones y a sufrir y llorar... Se detuvo para

echarse un buche y encender un pito. Pero entonces... tú no eres... no eres... ah, ya,

tú no eres un revolucionario como aparentas. Ay, muchachita. Tienes que aprender

muchas cosas todavía. Sí, sí, ya lo creo que tengo. Pues sí, se ve que pasas por la

calle, pero la calle no entra en ti. No, te lo digo porque te veo que estás en buena

posición y hasta tienes automóvil, y bastante bueno, que eso aquí es un lujo de los

pinchos o de los mafiosos de altura, y viajes al extranjero y todo eso, y seguro que en

tu casa hay de todo y todo bueno, de fuera. ¿Me equivoco? Se echó a reír y se

quedó callado. Se quería hacer el chivo loco conmigo y lo puse al rojo vivo, mira,

déjate de jugar a la gallina ciega, Basilio, que tú sabes que esa actitud me saca de

quicio. Bueno, ya, no hay que exagerar, que no soy el único, no, cuántos hay por

encima de mí. Y son revolucionarios. Son comunistas. No jeringues, que aquí los

comunistas son nones y no llegan a tres. Si, pero tú vives muy bien y hay millones que

viven muy mal en este país. Mira, déjame explicarte, sí, es verdad que yo no puedo

quejarme, lo que pasa es que, déjame explicarte. Bueno, como yo no he podido

irme del país con mi familia, ya hace mucho tiempo que decidí que tenía que,

vamos, que tenía que cogerle la vuelta al socialismo. ¿Y cuál es esa vuelta? Pues,

el sociolismo, el sociolismo es la solución más certera y eficaz para sobrellevar este

socialismo, y esto no es un juego de palabras, ¿comprendes? No, no comprendo.

Me lo imaginaba. Pues, ya comprenderás algún día, acuérdate que te llevo unos

añitos de experiencia. Pues ahora óyeme tú, Basilio: no quiero comprenderlo algún

día, quiero comprenderlo ahora mismo, así que explícame qué es eso del sociolismo

y toda esa matraca. Cálmate, gatita, cálmate, no te alteres, que todo llega a su

hora... mira, aquí el que no está con esto, pero no se puede ir, tiene que aparentar

que está con esto, ¿comprendes? Sigue explicándome, que tampoco soy tan

burra. Pues eso, que la cosa es aparentar, decir que sí, aunque después hagas no,

levantar la mano en las reuniones, aprobar todo lo que digan los mayimbes, dar

un paso al frente siempre, con la boca, y ya tú sabes, así quedas bien y no tienes

problemas. Sí, eso me ha dicho Nancy, mi compañera de la oficina, pero ella hace

lo mismo que tú dices y no tiene automóvil ni viaja al extranjero ni vive en una

buena casa ni se viste como Sissy. ¿Por qué tú  sí y ella no si los dos hacen lo mismo?

Mira, mi querer, esto es complicado, pero sigo: la cosa es quedar bien ante los

dirigentes y ante la masa, esa es la clave. Verás... es que no todos son tocados por

la varita de la suerte, ¿sabes? No es que yo sea Supermán, es que me tocó a mí y

no a esa amiga tuya. Claro, ni esa Nancy ni yo ni miles como yo han sido tocados.

Y tú sí y cuatro gatos más como tú y ya. Qué bonito. Pues no me tranzo, tiene que

haber algo más que tú no quieres decirme, así que ahora es el momento, vamos,

desembucha. Pero mi amor, ya te lo he dicho, cálmate, no te oculto nada, ¿por

qué no me crees? Mira ahora mismo, con  esa euforia que hay con esa consigna

explosiva de EL PUEBLO CHILENO APLASTARA EL FASCISMO, etc., cuando pase un

tiempo todo el mundo se olvida, pero ahora tú tienes que salir a la calle a gritar

la consigna como todos, a apoyar las orientaciones del Partido, a dar vivas a

Allende, hasta que las aguas cojan su nivel, y el Partido, la Administración, el

sindicato, todos los que mandan dirán coño, Tania respondió, Tania desfiló, Tania

gritó, y Tania será bien vista por esos que cortan el bacalao. Y así vives tu vida, sin

buscarte problemas, y sobre todo, y esto es lo más importante, haciendo que

trabajas y que estás con esto, aparentando, sí, siempre aparentando, ¿me copias?

Sí, te copio, ya veo que aquí hay que quitarse la poca vergüenza que le queda a

uno para progresar, sólo que tú no me has dicho qué hay que hacer para progresar,

porque una cosa es aparentar y quedar bien y otra muy distinta es tener el nivel de

vida que tú tienes, ¿me copias tú a mí? Y Basilio me hablaba como nunca lo había

hecho, detallándome los tejes y los manejes que él había tenido que hacer para

subir, para tener todo lo que tenía, para viajar un par de veces cada año y regresar

forrado de dólares y de cosas para su familia. Me puso al día en cuestiones que yo

desconocía, porque yo nunca participaba en ninguna actividad que me relacionara

con la política y en ese aspecto era una analfabeta. Aprendí de un tirón mucho

más que lo que había aprendido en muchos años anteriores a pesar de las

enseñanzas de Marina, de Mayra, de Miguelito, de Nancy. ¿Cómo es posible que tú

hayas estado en babia tanto tiempo? Como si hubieras vivido en una isla desierta

sin periódicos ni radio ni televisión ni calles llenas de gente que lucha y está en el

bisne para sobrevivir. Me has sorprendido. Porque en este país todo se relaciona con

la política y para salir adelante tú tienes que pasar por encima de otros, hacer

campañitas, sembrar cizañas de vez en cuando, irle al jefe con algún chisme gordo

sobre alguien que puede quitarte un puesto mejor remunerado, poner malo el

centro, dividir para vencer, congraciarte con el Partido, demostrar, claro que de

mentirillas, que tú no eres como Asunción, una arrastrada, una chismosa, una

hipócrita, etc., que tú sí desayunas Revolución, almuerzas Revolución y cenas

Revolución, y como vamos, dentro de poco tendremos que llenar una planilla

para hacer el amor y entregársela al comité para que lleve el control de los

palos que echa cada cual con su pareja, así  que hay que adaptarse al medio o

perecer, y Basilio se reía a carcajadas, pero es que yo no tengo la labia que tú

tienes, queridito, cómo voy a subir si no tengo cara para decirle al Económico que

no pude ir a trabajar tal día porque tenía un ataque de asma, imagínate, y pensar

que todo eso me lo dijo Basilio después de un encuentro sexual interrumpido por mi

tos y mis reducidas fuerzas que lo echaron a perder. Pero él siguió, tú no puedes

aislarte, estás anotada, fichada, controlada, no puedes moverte sin que el Partido

se entere. No tienes otra opción, o te vas o haces lo que hace todo el que se queja.

¿Nadar contra corriente cuando el río está revuelto? ¿Para que te estanques

limpiando pisos para siempre? ¡Para que te entierren en vida? ¿Para que te manden

para el reclusorio del Caney? No, mi vida, tienes que integrarte, aparentemente, y

por trasmano hacer lo que te salga, pero  siempre aparentando, que eso es lo que

cuenta aquí. Me fui poniendo al día en la política, suavicé mis descargas por el

problema de su mujercita, que al final a mí no me importaba tanto ya, porque Basilio

pasaba conmigo más tiempo del que yo podía dedicarle, y así seguimos viviendo

nuestro idilio cuando podíamos, pero mi salud se hacía cada día más molesta. El

especialista amigo de Basilio sólo me recomendó planes de vida y no esforzarme

mucho, no excitarme, qué cosa, no llevar esa vida que llevaba de tanto quehacer,

y nada de polvo en mi casa y mucho menos fumar, o sea, que casi me condena a

vegetar renunciando a todos los placeres para poder  vivir sin placer, pero yo firme

en la escuela y firme en la oficina, no podía dejar ninguna de las dos, tenía que

graduarme y a eso no iba a renunciar por nada. Bertica, que ya iba sola a la casa,

se me aparecía de vez en cuando, siempre a pedirme algo que yo no podía darle

o a coger calle con alguien, que yo no podía impedir, mami, voy al cine con

Rosita y su prima, mami, mi abuela me va a llevar al parque de diversiones el

domingo, mami, mi papá y yo vamos a una tienda de extranjeros a comprarme una

pitusa Lee, pero nunca me decía mami, quiero ir contigo a tal lugar, quiero hacer

esto contigo, quiero pasarme todo el fin de semana aquí en tu casa. Eso no. Con

otras personas sí, con su madre no. Pero yo de ningún modo podía encargarme de

ella, porque el tiempo no me alcanzaba ni siquiera para descansar y dormir en paz

mis ocho horas. Cuando apretó el invierno me puse muy mal, no tenía tiempo ni

ánimo para salir con Basilio y nuestra relación fue convirtiéndose en una especie de

amistad erótica que muy pocas veces se podía desahogar sexualmente. Basilio no

me atosigaba demasiado, pero yo comprendía que él sentía deseos y se frustraba

cada vez que yo no podía complacerlo. Una noche se desplayó en mi casa, mira,

mi amor, tú sabes que yo sólo tengo una mujer y esa eres tú, ninguna otra me va a

quitar los deseos y sabes que no soy hombre de irse de putas, nunca, si tengo que

pagarle a una de esas pelandrujas para que se la deje meter prefiero hacerme una

paja en solitario si tú no puedes hacérmela, y se acabó, así que comprende mi

situación. Cuando rebasé una crisis violenta que me tuvo en cama varios días,

después de varias sesiones con la consabida aminofilina y el imprescindible aerosol,

decidimos pasar un fin de semana fuera de Santiago. Los preparativos, la excitación

del viaje, las cosas de Bertica, me embullaron bastante y en algo mejoró mi estado

de salud. Pedí un día en el trabajo, viernes por la tarde y sábado por la mañana, por

asuntos propios, convencí a Salvador, y como Basilio no tenía problemas, porque era

un buen cabrón y se las sabía todas, el mismo viernes al anochecer arrancamos

para un centro turístico que él consiguió, que está en Las Tunas y se llama El Cornito,

prometiéndole yo que al regreso me trataría con el especialista amigo suyo y me

pondría de verdad para la cosa. Una lucecita en medio de la oscuridad...

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasa