--Pase,
compañera.
No
le contestaron los buenos días que había dado al pararse en la puerta de la
Secretaría
de la Facultad. En la oficina, además de la secretaria, se encontraban
dos
mujeres jóvenes sentadas en un sofá pullman, conversando, pero ambas
callaron
cuando Marnia entró. La Secretaria le extendió un sobre manila sellado con
presillas,
tomó una hoja de imprenta escrita, y le dijo "firme aquí". Cuando
Marnia le
entregó
la hoja firmada, la Secretaria le dijo "gracias" y continuó revisando
los
papeles
que tenía sobre su buró. Al salir de la Secretaría, Marnia volvió a decir
buenos
días, a lo que tampoco respondieron las mujeres que se mantuvieron en
silencio.
"Hasta hace poco me decían profesora, ahora me dicen compañera,
dentro
de poco me dirán ciudadana", pensó, bajando por las escaleras de las
oficinas
de la Facultad. En sus manos llevaba su expediente laboral, documento
que
tendría que conservar y presentar ante cualquier posible empleador cada vez
que
aspirara a una plaza en algún organismo, dependencia o empresa: el patrón
sería
siempre el mismo: el Estado. No podría ocupar ninguna otra plaza en ningún
otro
centro laboral sin presentar ese expediente, en el que aparecía la sanción,
además
de las observaciones que el Partido, el Sindicato, la Administración y la FEU
habían
escrito y archivado en su historia laboral, cosa que prácticamente impediría
que
pudiera obtener un buen empleo en el futuro, pues todos sus posibles
empleadores
tomarían como sagradas las opiniones vertidas sobre ella en ese
expediente.
"¿Habrán colocado mis evaluaciones, mis chequeos de clases, mis
certificados
médicos, mis solicitudes de licencia sin sueldo?", se preguntaba, frente a
la
puerta de su apartamento, imaginándose que Mario abriría el expediente y leería
todo
lo que había dentro, ya que su marido no era de los que se dejaban coger
desprevenidos,
ni siquiera en estos trámites de papeleo que él consideraba carentes
de
la más mínima importancia. Y Marnia abrió la puerta, apretando contra sí el
dichoso
documento, agregándole la página con la certificación de entrega que
había
firmado y recibido de parte de la Secretaría de la Facultad de Ciencias
Sociales
y Humanísticas de la Universidad de Oriente, de lo que había sido, hasta ese
momento,
su centro de trabajo, su segunda casa, la prolongación de su vida
profesional
que la iba encaminando hacia empeños mayores dentro del magisterio,
interrumpidos
por una enfermedad crónica aguda que la apartó de su dedicación
por
un período de seis meses...
--Aquí
tienes mi expediente laboral -le dijo a Mario tan pronto lo tuvo frente a sí,
dentro
del apartamento-. Ahora sí creo que jamás volveré a poner un pie en la
Universidad.
(Próxima
semana: capítulo final)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario