sábado, 28 de junio de 2014

EL AULA SUCIA 29

Cuando Marnia regresó de Dos Caminos, donde había pasado tres días ayudando a

su mamá, convalesciente de un fuerte ataque de asma, se encontró un papelito

que alguien había echado por debajo de la puerta. No había nadie en la casa.

Tomó el papel y lo leyó: "en la Plaza de Marte, a la una de la tarde". A lo mejor se

equivocaron, pensó, lamentándose esta vez de no haber participado en la anterior

asamblea donde se informó sobre el acto que se celebraría este sábado, "así no

tendría dudas". Ella estaba justificada, pero le molestaba no tener la información

exacta. Seguro que la trajo Adita, razonó, porque Adita era, de todos sus

compañeros del Departamento, la que vivía más cerca, y siempre que había algo

en el tapete, acostumbraba a pasar por su casa y darle la noticia. "Pero qué raro, a

la una de la tarde. Si el acto es a las cuatro". Colocó la citación encima del frío.

Esperaría a Mario a ver si él sabía algo, y si no, se llegaría a casa de Adita, después

del baño, la comida y las cosas de Aimée. "Y así saldré de dudas". Porque Marnia no

era de las que se quedan con algo por dentro sin saber a ciencia cierta, eso la

ponía nerviosa, y ella no estaba en esos días para nerviosismos inútiles...



Mario no sabía nada, por lo que ella decidió ir a casa de Adita después de comer.

Dejó a Aimée jugando en el parque y a Mario embobado con una novela de terror

de John Saul. Adita no estaba en su casa y Marnia se sintió frustrada por esa gestión

infructuosa. De regreso, la duda seguía molestándola, pues si la citación era

correcta, ella debía estar mañana sábado en la Plaza de Marte a la una en punto, y

aunque este tipo de actos no le interesaban, para Marnia la puntualidad -todavía-

era una virtud que seguía apreciando y practicaba, en la medida de sus

posibilidades, diariamente, en la Universidad. "Pero... ¿por qué me citan para la una,

si el acto es a las cuatro?". Lo había leído en el periódico y el periódico no podía

equivocarse. "Bueno, sí, puede equivocarse, se equivoca bastante, pero en una

cosa así, de esta envergadura, en primera plana y con letras enormes... no no no, no

puede". Ya frente a su edificio, miró su reloj y se dio cuenta de que había terminado

la novela extranjera que pasaban por la tele, por el silencio que se notaba en los

apartamentos, algunos de los cuales subían el volumen de sus aparatos hasta el

límite de decibelios que cualquier oído podía soportar. "Dentro de poco este será un

país de sordos". Mañana quería llevar a Aimée al zoológico, porque Marnia era de

los que piensan que se debe estudiar, trabajar, y dedicar tiempo y espacio al

descanso y al esparcimiento. A las doce de la noche ya Mario y Aimée se

acercaban al segundo sueño y Marnia seguía en la cama, pensando en el papel.

"¿Será posible que un papel de porquería me tenga desvelada?". Pensó que la

gente del sindicato siempre exageraba, pero que ahora había apretado, por eso

creía que a lo mejor sería algo más serio que un simple acto político como tantos

que se realizaban diariamente. "Seguro que Adita estaba apurada y se le olvidó

aclararme en el papel". Pero de pronto Marnia recordó que el papel decía algo así

como hora de estar y después la una de la tarde. Se levantó cuidadosamente para

no despertar a su marido y tomó la citación que ahora descansaba sobre la

cómoda. Se dirigió al baño y encendió la luz para leerla por enésima vez. Y la leyó:

punto de reunión: Plaza de Marte. Hora de estar: 1.00 pm. "¿Hora de estar?" Se rascó

la cabeza, tratando de penetrar el misterio, pero llegó a la conlcusión de que lo

mejor que podía hacer era acostarse y tratar de dormir. Mañana se enteraría

cuando llegara a la Plaza de Marte...



La mañana se le fue lentamente. Mario se llevó a la niña a casa de su hijo en El

Salado, y cuando regresó con Aimée se encontró a Marnia leyendo el papel.

¿Todavía con eso?, le dijo y le hizo señas a Aimée  girando un dedo alrededor

de la oreja. Los dos se pusieron a trajinar en la cocina y el almuerzo mientras Mario

le contaba de su visita y de los niños. Cuando el digital del edificio dio las doce, ya

Marnia tenía listo un almuerzo digno del mejor de los sábados. Mario la miró y le

dijo báñate enseguida, nené, porque yo tengo que satisfacer el estómago y

acuérdate, querubín, que tienes que estar en la Plaza de Marte a la una en punto,

y se carcajeó con gusto....



Y a la una en punto Marnia entró en el área de la Plaza de Marte, sofocada, y se

metió entre el gentío que comentaba, reía, sudaba, con banderas en las manos,

cartones, telas con consignas, y enseguida buscó a sus compañeros de la

Universidad. Por fin divisó a Violeta, a Elvira, al doctor Oropesa y a Neysa, que

conversaban muy entretenidos, como si todos estuvieran en un baile de graduación.

Marnia llegó junto a ellos y los saludó. Recordó que en el periódico salió una

orientación de alguien que enumeraba una a una las consignas que debían

enarbolarse en la concentración. Parece que quien orientó esto se cree que somos

mongólicos... ¿o es que lo somos de verdad?, comentó con Violeta en voz baja.

Hace poco leí en una revista extranjera que Cuba es el único país del mundo donde

los trabajadores jamás desfilan para protestar por algo, le dijo Violeta en un susurro y

mirando a todas partes. Y ambas se integraron al grupo. ¿Un nuevo horario de

verano?, le preguntó Marnia a Adita tan pronto ésta llegó, enseñándole el papelito.

No, muchacha, le dijo Adita riéndose, es que el sindicato marcó como hora de estar

aquí la una, parece que para tener más tiempo para que la gente se organice, y

suspiró resignada, tú sabes cómo es la gente de regada y de impuntual, hay que

salir en bloques y bajar por Aguilera hasta el área del acto. Marnia se quedó

perpleja, más por la aceptación de sus compañeros (y de ella misma después de

todo) que por la exageración de citar a la gente tres horas antes del comienzo del

acto. ¿Qué haría ella allí una hora antes de salir en bloques, aparte de cuchichear

de lo lindo sobre cosas intrascendentes? Liliana se apareció a la una y media y

Marnia se distrajo, pensando que bien pudiera haber terminado la blusita que le

estaba haciendo a Aimée en esa hora allí perdida, pues ella había llegado a la una

en punto a la Plaza de Marte...



A las dos alguien gritó ¡nos fuimos! y el gentío se acomodó en sus bloques y

comenzó a bajar por Aguilera alzando las telas y coreando las consignas que

alguien repetía como solista de pie. Estaba nublado y no hacía mucho calor,

por lo que Marnia se sintió mejor caminando calle abajo. ¿Así que hora de estar?,

se repetía mientras caminaba muy despacio, pues la avalancha se detenía en

cada esquina al encontrarse con otros grupos que también participaban. Adita y

Violeta la sacudían de vez en cuando, porque Marnia caminaba abstraída, dándole

vueltas a ese invento de la hora de estar y de la hora de partir y de la hora de

llegar, que si salieron a las dos de la Plaza de Marte y a ese paso y con semejante

aglomeración en cada esquina, con más paradas que el tren lechero que iba a

Camagüey, llegarían a la Alameda a las tres, aunque el comienzo del acto sería a

las cuatro. Sin dudas, le dijo a Adita en un aparte, los que utilizan este recurso

subestiman el valor del tiempo, y con las responsabilidades que todos tenemos...

pero Adita se le quedó mirando como si no hubiera oído nada...



Faltando diez minutos para las tres el bloque llegó a la Alameda. Ahora todos

debían esperar allí mirando, conversando, pero sobre todo, en el caso de Marnia,

repitiéndose por qué razón la habían citado para la una si a las tres se encontraban

en el área del acto y todavía faltaba una hora larga para su comienzo. ¿No

dormiste anoche?, le preguntó Neysa, encendiendo un cigarro, y Marnia le confesó

que durmió mal, sin decirle por qué, y sin oír la bulla y la música de los altavoces

que aturdían por su volumen exageradamente alto. Y mientras salía el sol Marnia

sacó la cuenta de que para estar allí a las cuatro tenía que llegar a las tres, y para

llegar a las tres tenía que salir de la Plaza de Marte a las dos, y para salir de la Plaza

de Marte a las dos tenía que estar allí a la una, y para estar allí a la una tenía que

salir de su casa a las doce y cuarenta y cinco (suerte que vivía cerca), y para salir de

su casa a las doce y cuarenta y cinco tenía que almorzar a las doce, y para...

¡VIVAAA!, Adita la sacudió al corear el grito unánime, y Marnia volvió la cabeza, miró

su reloj y suspiró, comenzando a sudar: las tres y media...



A las cuatro menos cinco Marnia parecía más calmada. Pensó que también podía

haber arreglado la olla de  presión que no ajustaba bien y hasta dormir su siestica

sabatina, ¿por qué no?, si no la hubieran citado para la una (o si ella hubiera hecho

caso omiso de la citación), y otra vez se desentendió de la masa que envolvía su

grupo, pocos en realidad por el Departamento de Literatura. Marnia tenía deseos

de gritar, pero no para corear consignas, sino para quejarse, no sabía a quién, que

"óigame, con este método lo que se garantiza es la irritación, y se relaja el concepto

de puntualidad, y se crea una atmósfera de caos y de desconcierto al leer la

citación, y la hora de estar y la hora de comenzar y... ¡nooooo!", ahora, además de

pensarlo lo dijo, lo gritó, si para cada uno de los mil y un asuntos que tenemos entre

manos se necesita un tiempo para estar y otro para comenzar, y alzó la voz al

máximo de su garganta, llamando la atención entre la gente que rodeaba su

grupo, no, recoño, cerró los puños, pateó el suelo, el tiempo no es cosa de juego, y

entonces sintió la sacudida de Violeta y de Neysa y se dio cuenta de que sus

compañeros y parte del público cercano la miraban, y Violeta: ¿no almorzaste?,

y Neysa: ¿te sientes mal, muchacha?, y todos murmurando, mirándola fijamente,

pasmados, porque nunca la habían visto así... Cuando logró calmarse y les dijo que

no había problemas, que se sentía bien, etc., Adita le hizo señas y le dijo mira quién

acaba de llegar, y Marnia vio por encima de su hombro la sonrisa de Oscar y su cara

entalcada sin una gota de sudor. Oscar la saludó y le dijo ¿qué es lo que hay, cosa

linda? Marnia miró su reloj que marcaba exactamente las cuatro de la tarde, y fue

a decirle una barbaridad al Secretario del Sindicato, pero tuvo que pararse en firme

porque en ese momento comenzaron a escucharse las notas del himno nacional...



Augusto Lázaro
@augustodelatorr


sábado, 21 de junio de 2014

EL AULA SUCIA 28

Sí, te lo han dicho, pero te niegas a aceptarlo. Te lo han dicho Adita, Violeta, y hasta

Lidia, que se sonríe maliciosa cada vez que te recuerda lo que tú no quieres

recordar.

--Lo que te pasa a ti es lo que le pasa al marido engañado: es el último que se

entera.

--¡Ay, Lidia!

Pero cada vez que te encuentras a solas con Ernesto, en algún lugar de la

Universidad, el hombre te suelta algunos cabos que tú, aunque con reticencias, vas

atando.

--Tus ojos me distraen tanto que cuando los estoy mirando y me llaman no oigo.

Y todas las mañanas, cuando llegas al Departamento y te sientas en tu mesa de

trabajo, encuentras una flor, al parecer acabada de cortar de algún jardín cercano,

metida en un pequeño bucarito, y a veces con un papelito que dice algo así como

"para una mirada azul capaz de convertir la angustia en miel" y recoges el papel, lo

lees, piensas que es bonito o picúo, según como te sientas ese día, hueles la flor

(siempre la hueles), y te sorprendes suspirando, pensando que te gustaría que Mario

tuviese ese gesto alguna vez, como lo tenía al principio de tu relación con él, que

era todo delicadeza, amabilidad, ternura, y a la vez pasión, calor, deseo, y aunque

todavía queda algo de aquello, piensas que ya no es igual, porque ahora esas

pequeñas ternezas que tanto unen a la pareja humana, han quedado postergadas

para momentos especiales, demasiado espaciados a causa de la impronta que

rodea la vida de todos en la isla. No obstante la carga de tareas, Ernesto busca un

tiempo y de pronto se aparece con una postal y te la entrega, sorprendiéndote.

--¡Ay, Ernesto! Tú siempre con tus cosas.

Tomas la postal: es una vista de la bahía de Santiago de Cuba desde El Morro. La

vuelves y lees lo que te escribió: "comparado con tus ojos, este mar pierde por

puntos... y por muchos puntos". Eso te gusta. Te sonríes. Le agradeces. Y él se sienta

frente a ti, sonriéndose también, y clavándote los ojos como si quisiera penetrar tu

piel y descubrir tu interior y ver cómo corre la sangre por tus venas. Entonces te dice

lo que no esperabas oírle:

--Esta tarde vamos a casa de Mirna a celebrar el cinco que le dimos por su Trabajo

de Diploma. Te invito.

--¿Quiénes son los que van?

--Pocos. Los miembros del tribunal y un par de estudiantes amigos de Mirna. Dice que

quiere brindarnos una bebida que prepara su mamá, y a la vez agradecernos la

ayuda que le dimos para su trabajo. ¿Vienes?

--Pero Mirna no me invitó a mí.

--No hay problemas, tú vas conmigo. Además, tú la conoces, le has dado clases,

con ella no hay problemas.

De pronto te das cuenta de que en ningún momento has rechazado la idea de ir

con él a ese motivito con alcohol que te atrae. No quieres pensar que es Ernesto

quien te atrae, y te dices ¿por qué no? Para cambiar de ambiente, para luchar

contra la vida rutinaria de la Universidad. Miras a Ernesto, no dices sí ni no, miras la

postal y la guardas en el portafolios junto a otras cosas de Ernesto que conservas en

un sobre, y de otros compañeros de trabajo que te han regalado por el fin de curso,

por tu cumpleaños, por cualquier otra cosa. "Tengo que mejorar mis relaciones, ya

casi nunca me acuerdo de tener esas delicadezas con ellos", meditas, mientras

Ernesto se pone de pie, acerca un brazo, y con la mano te acaricia el pelo, sólo

unos segundos, pero a ti te gusta, y él te dice "entonces, a las cuatro nos vemos aquí

mismo", y antes de que tú reacciones se vuelve y se va... Y al salir del motivito en la casa

de Mirna, donde casi has permitido que Ernesto, bailando contigo, te acaricie y te

estremezcas al leve contacto, con algunas copas del ponche que la madre de Mirna se

esmeró en hacer para tal ocasión, meditas en que últimamente te estás dejando llevar

por el instinto y no piensas que tus deslices pueden poner en peligro tu matrimonio... y

todo vuelve a ser la misma realidad de siempre: estás despierta, reaccionas, te das

cuenta, miras el reloj, piensas en Mario, en tu casa, pero... ¿qué hago yo aquí a esta

hora?, ¿cómo ha podido pasarme esto?, ¿por qué tuve que venir? Miras a Ernesto que al

ver tu reacción se ha quedado como hipnotizado y no sonríe. Te separas totalmente, oyes

la música muy bajito, miras a los demás que todavía bailan sin notarte, embelesados,

das unos pasos hacia la puerta de la calle y dices algo así como señores, se me ha

hecho muy tarde y debo irme, perdónenme, y casi sin despedirte recoges tu

carpeta y sales a la calle, y te pierdes en esa penumbra, porque la calle está a

oscuras, mientras Ernesto y los demás se vuelven sombras dentro de la casa... En la

calle miras el reloj y no quieres creer que esa es la hora, ¿y ahora qué?, ¿qué le dirás

a Mario cuando llegues? ¡Ah! Tienes los nervios de punta, sudas, pero te olvidas del

principal detalle que delatará tu culpa, y sólo te das cuenta cuando llegas a tu

casa, abres la puerta, te encuentras con el rostro de Mario que observa tu cara

descompuesta y te roza los labios con su nariz dispuesta a descubrir el olor a bebida

que no puedes ocultar.

--No me vas a decir que eso es un pru que te tomaste en la esquina.

--¡Ay, Mario! Mira... lo que pasó fue que...

Y te decides a contarle la verdad y afrontar la situación y las consecuencias de tu

error, a reconocer tu grave error, y a reconocer ante ti misma que si te hubieras

quedado unos minutos más en la casa de Mirna no sabes lo que hubiera ocurrido.

"Soy débil, sí, me dejo convencer como una tonta, Ernesto se ha aprovechado de

esa debilidad que él conoce, y yo por poco caigo, si no es que ya caí". Mario en

silencio, moviendo la cabeza, pensando, preguntándose cómo es posible que su

mujercita se dejara engatusar tan fácilmente. Los dos en silencio sin saber qué decir

ni qué hacer, tú pensando que esta vez has ido demasiado lejos, pero contrario a lo

que esperas con temor, Mario no te dice nada, se deja caer en una butaca y se

acomoda, mirando hacia el balcón, distraído en sus meditaciones, y tú apenas

caminas unos pasos, todavía algo mareada, comprendiendo que tienes que hacer

algo que no sabes qué es, porque si sigues como vas un día caerás en la infidelidad

y eso, que en esta época en que se vive no es algo tan grave, Mario no te lo

perdonaría.

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

http://laenvolvencia.blogspot.com

sábado, 14 de junio de 2014

EL AULA SUCIA 27


--Siempre te toca los fines de semana.

--No exageres.

Era sábado. Marnia tenía guardia en la Universidad. Al terminar la comida -esa tarde

muy temprano por ese motivo-, Aimée se fue a los altos a jugar con su amiguita, y

Mario se quedó solo en la mesa, fumando, mientras ella se preparaba para salir.

Tenía que contar con el transporte, y debía estar en la Universidad a las ocho, hora

en que comenzaba la guardia.

--Cuando vengas ya se terminó la primera película y comenzó la segunda, o sea,

que no vas a ver ni la una ni la otra.

La guardia terminaba a las once y a esa hora Marnia debía regresar en un ómnibus

que recogía a los empleados de ese turno y los repartía por toda la ciudad.

--A lo mejor estoy aquí antes de que haya empezado la segunda, querido. No te

preocupes tanto y disfruta de tu soledad.

Marnia salió a las 7.05. En la parada, el gentío amontonado le hizo desechar el

transporte oficial. Se encaminó hacia la Plaza de Marte y se detuvo ante la

intersección de las calles Plácido y Escario. Por allí, a veces, pasaban taxis que

podían llevarla a su destino, y en último caso, apelaría a lo que ya se estaba

haciendo en ella un hábito: la botella. Claro que un sábado al anochecer sería más

difícil, pero se había preparado sicológicamente para cualquier eventualidad.

Cuando estaba a punto de perder su presencia de ánimo pasó una moto, le hizo

señas a quien la conducía, y éste frenó a tiempo y se detuvo junto a ella. Eran

las 7.44.

--¿Me puede dejar cerca de la Universidad, por favor?

--Se puso dichosa, voy cerca de allí. Suba.

--¡Cuánto se lo agradezco! Ya casi llego tarde.

Por suerte el hombre no se propasó. Intercambiaron algunas frases y en diez minutos

estaban a tres cuadras de la entrada principal del plantel. Ahora sólo tenía que

cruzar la avenida Patricio Lumumba y ya estaría allí. Ese tramo siempre estaba

solitario y ella se asustaba a veces, pensando que podrían asaltarla. Pero nunca la

habían asaltado. Mario le sugería que anduviera siempre en grupo, nunca sola, pero

esa noche no había ningún grupo y ella decidió arriesgarse. Cuando llegó al

Rectorado pasaban de las ocho. Allí se encontró a María.

--¿Y tú qué haces aquí? Mi guardia era con Elvira. Nada menos que con Elvira.

--Elvira me llamó para cambiarla, me dijo que no se siente bien.

--¡Qué casualidad! Pero me alegro, contigo la guardia será más llevadera. ¿Tú te

imaginas? Tres horas con doña Elvira.

--No me digas nada, que ya he pasado por eso, y no es fácil.

La guardia consistía en sentarse en un buró y atender las llamadas telefónicas o a

cualquier visitante que se apareciera preguntando por algo o por alguien, y resolver

algún problema que tuvieran los becados que no habían salido de pase, aunque

por ser sábado noche esas eventualidades casi nunca ocurrían. Había un vigilante

encargado de las rondas y de toda la zona, que debía darles una vuelta cada hora.

--Y lo buenas que deben estar las películas. Dos suspensos, imagínate.

--Oye, Marnia, nadie me entregó la guardia cuando yo llegué. El turno anterior falló.

--Déjame buscar el plan de guadias a ver quién fue la graciosa que se comió la

guásima.

--No, deja, ya lo busqué, es una profesora de Idiomas, y es extraño, porque en este

turno de fin de semana nadie falla.

--¿Y cómo entraste?

--Eso es otra cosa, la puerta no estaba cerrada en firme.

María sacó un termito con café y las dos tomaron. Marnia pensó en Mario, en su

casa, en lo bueno que hubiera sido quedarse esa noche y disfrutar de las películas, y

después acostarse los dos de madrugada y levantarse el domingo cuando les

viniera en ganas, pues era el único día de la semana en que el despertador se

mantenía en silencio. A Marnia no le gustaba faltar a las guardias. Era algo que se

vigilaba mucho y por lo que se exigían responsabilidades ante cualquier

incumplimiento.

--¿Y tu marido?

--Lo dejé enredado con una partitura que no acaba de cuadrar.

--Yo dejé a Mario allá solo, leyendo, como siempre, y con una cara... hasta que

empiecen las películas. Aunque a él de vez en cuando le gusta estar solo, pero

como siempre vemos esas películas juntos...

--Sí, ya me imagino.

--Oye,María, cuando tú llegaste viste al vigilante de guardia?

--No lo vi, pero me dijo el ujier que estaba dando vueltas por allá por Becas. Así que

vamos a confiar en que no estamos solas e indefensas.

Generalmente las guardias transcurrían sin complicaciones, pero cuando el vigilante

no se encontraba en el área, las mujeres se ponían nerviosas: estaban indefensas

ante cualquier delincuente que lograra colarse en el plantel. Una vez se había dado

un caso: una profesora de Filosofía que hacía la guardia fue atacada por un

maleante que se le acercó de pronto mientras ella hablaba por teléfono: no tuvo

tiempo de esconderse y el asaltante casi logró violarla, pero en ese momento

llegaron dos becados de la ciudad y lo hicieron huir, aunque sin lograr su detención.

Marnia no le contó nada a Mario, pues éste le pondría muchos reparos para

continuar con sus guardias nocturnas y eso a ella no le convenía. A las once

debía llegar el ómnibus a recoger a todos los que estaban de guardia. Ese ómnibus

nunca fallaba.

--Las diez y media ya. Y el dichoso vigilante no aparece.

--Debe estar entretenido con las becadas. Como los fines de semana se quedan dos

o tres nada más...

--De todos modos debería darnos una vuelta, ¿no?

--Claro. Pensar que estamos aquí solas a expensas de que nos ocurra cualquier cosa.

--No empieces a autosugestionarte, que no nos va a ocurrir nada.

A las once menos diez llegó Oscar, que debía relevarlas y quedarse hasta las ocho

del domningo.

--Qué bueno que llegaste, muchacho. Ya estábamos rajando de ti.

--¿Qué, cómo la han pasado?

--Bueno... -Marnia miró a María con una mueca áspera en los labios- aparte del

humo de acá lo demás muy tranquilo. Ah, no hemos visto al vigilante, aunque nos

dijeron que estaba por Becas. Y el radio no funciona.

--Muy bien... -Oscar sonrió, se tomó el último buchito que quedaba en el termo, "lo

guardé especialmente para ti", y encendió un cigarro con cara desacostumbrada-.

Pero tengo que darles una mala noticia.

Marnia y María se miraron en silencio. Oscar se sentó en el sofá de la sala de estar y

las miró con lástimna.

--Me llamaron por teléfono a la casa. La guagua se rompió en Cuabitas, así que esta

noche tendrán que irse las dos por su cuenta... por su cuenta y riesgo.

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com

sábado, 7 de junio de 2014

EL AULA SUCIA 26

Marnia se puso de pie. Tomó un folleto con un texto mecanografiado, lo hojeó

rápidamente y miró a sus alumnos.

--De acuerdo con orientaciones de la jefa de nuestro colectivo, que a su vez se

guía por las orientaciones del jefe de nuestro departamento, que a su vez se atiene

a una circular bajada por el Ministerio de Educación Superior, o sea, el MES, tenemos

que hacer algunos cambios referentes a la estructura y a la ordenación de los pasos

a dar en nuestro plan de clases programadas -hizo una mueca y movió la cabeza-.

Obviamente, la anterior estructura y la anterior ordenación habían sido orientadas

por el propio MES.

Los alumnos murmuraron, comentaron, se rieron, mientras ella se disponía a

continuar.

--De acuerdo con esta nueva circular cuyo número he olvidado, la nueva estructura

o el nuevo ordenamiento o como quieran llamarlo, consiste en lo siguiente.

Los alumnos nunca habían visto a su profesora de Literatura General con esa

disposición a tirar a relajo las orientaciones burocráticas del MES, que en realidad

todos, pero sin decirlo, tiraban a relajo, pues cambiaban con tanta frecuencia que

era imposible tomarlas en serio.

--En la introducción  -continuó Marnia- tenemos el pase de lista, un breve resumen

de la clase anterior, y las consabidas preguntas de control. En el desarrollo,

consignar en la pizarra el título, la asignatura, y el tema de la conferencia, además

de copiar el sumario. También copiar en la pizarra la bibliografía general, o mejor

dicho, ideal -hizo otra mueca y provocó algunas risas-, y enunciar los objetivos que

se persiguen en la clase...

Un alumno sentado en el fondo levantó la mano.

--Dime, Eduardo.

--Profe, usted me perdona, pero... yo creo que usted está vacilando la clase.

Casi todos se rieron con deseos y Marnia miró al alumno con cara de reproche, pero

también sonriéndose. Después continuó:

--En las conclusiones, enunciar que se va a realizar el resumen de la actividad, las

preguntas de comprobación, la motivación para la próxima clase, y la indicación

del estudio pendiente de agotar... -Marnia comenzó a sudar-. Bien. No obstante lo

anterior, desde el punto de vista formal mantendremos el mismo orden que hemos

seguido en las conferencias anteriores. El fundamento de todo esto radica en la

necesidad de mantener el aspecto informativo de la clase (plan de lección) como

parte inicial, y a continuación todo lo concerniente al desarrollo propiamente dicho

de la conferencia. ¡Ah! Con eso nos atenemos a unas teorías y prácticas

pedagógicas que han alcanzado difusión universal y que se revelan, digamos,

desde ese esquema de Rude hasta otros que se manejan actualmente.

--¿Y en el orden práctico? -preguntó el mismo alumno-, porque a mí me parece que

se está teorizando demasiado.

La respuesta de Marnia provocó un mar de risas:

--En el orden práctico del desarrollo de la clase, seguiremos las orientaciones del

MES.

Un militante de la UJC pidió permiso para intervenir.

--Profesora, yo creo que ya que usted ha hecho esta pequeña introducción a la

clase de hoy, también debe explicarnos a qué se debe su nuevo estilo de dar

clases.

Marnia se sentó detrás de su buró. En realidad no era ningún nuevo estilo. Ella había

hecho esa pequeña introducción como una especie de desahogo, pues estaba

hasta el tope con el papeleo y las múltiples orientaciones de la sacrosanta

metodología que consideraba que tenía a todo el profesorado universitario

anquilosado y en un callejón sin salida posible a la superación intelectual y docente.

Se lo aclaró a sus alumnos antes de pasar a estudiar lo que en el plan de estudios se

había denominado la nueva novela burguesa.

--Profe, yo creo que ponerle ese título es encasillar a la novela moderna. No veo

que una novela tenga que ser burguesa o religiosa o lumpen... ¿no le parece?

--Claro, Julián, imagínate que entonces tendríamos que buscar algunas novelas y

darles ese último título que pusiste de ejemplo, porque no hay dudas de que hay

escritores que nunca en su vida han trabajado, y como se dice que escribir no es un

trabajo... al menos, no es un trabajo proletario... digo.

--¿Y entonces? -preguntó una alumna de la primera fila.

--¿Entonces?

Marnia revisó sus papeles y comprendió una vez más que ella sola no podía

transformar la Universidad. Suspiró. Miró a través de la ventana que daba a un erial

sin ningún atractivo visual. Por eso no le gustaban esas aulas nuevas que se habían

construido lejos de los edificios centrales: éstos al menos estaban rodeados de áreas

verdes, de parquecitos, de bancos, y sobre todo, de gente.

--Pues entonces tenemos que atenernos a lo que está aquí estipulado -y señaló los

papeles sobre su buró.

Después de los murmullos, las preguntas y las aclaraciones, Marnia pasó a enumerar

los libros que el plan proponía estudiar, entre otros títulos, Los Buddenbrook, Retrato

del artista adolescente, El proceso, El hombre sin atributos, y algunos

correspondientes a las primeras décadas del siglo, y a partir de la Segunda Guerra

Mundial varios títulos de Nathalie Sarraute, Michel Butor, Alain Robbe-Grillet y

Margueritte Duräs, lo que hizo exclamar a un alumno del fondo que por favor, esa

asignatura debería llamarse Literatura Francesa, ya que ese era el país que

monopolizaba el 90% de los textos a estudiar.

--Bueno, eso es lo que nos envía La Habana, queridos alumnos. Allá deben gustar

mucho de la literatura francesa.

--No, en realidad es muy buena, profesora, sólo que podríamos tener una visión más

amplia de la literatura mundial, ¿no cree usted?

--Por supuesto, Julieta. Pero no se preocupen, yo misma me voy a encargar de

darles otra relación aparte de títulos que más o menos nos den esa visión. Y por

supuesto que se los explicaré, aunque sea apretadamente, durante las clases

generales. Sacó una relación de títulos que había confeccionado, que contenía

obras de varios países de Europa, Asia y Africa, que según su entender eran obviados

por los metodólogos del MES.

--Yo mismo, profe, nunca he leído una novela de un autor africano.

--Y he oído que algunas son muy buenas y muy modernas.

--¿Y qué me dicen de laliteratura hindú? ¿Conoce alguien la literatura hindú?

Dejando aparte la literatura hispanoamericana, que impartía Oscar, y unas clases

especiales sobre España y Estados Unidos, ¿qué recibían los estudiantes universitarios

de lo que se escribía o se había escrito en todo el mundo?

--Todavía de lo que se ha escrito, digamos, de la literatura de la antigüedad -Marnia

se puso de pie y se colocó delante del buró-, como Grecia, Roma, no estamos tan

mal. Pero fíjense cómo ignoramos casi totalmente lo que se está escribiendo en la

actualidad... -hizo una pausa y observó la atención que se reflejaba en los rostros de

sus alumnos-. Incluso de la propia Francia, porque lo que estudiamos de esa nación

tiene ya varias décadas de haber sido publicado, pero lo de ahora mismo, ¿dónde

está? Bueno, quizás no sea del todo culpa de la Universidad, pero sin dudas que se

podría hacer mucho más por darles a ustedes una visión panorámica de todo el

mundo en esta asignatura.

Los alumnos comentaron e intervinieron sobre el asunto. La Universidad debía

actualizarse, pues lo poco que se conocía de lo que se publicaba en el mundo

llegaba por escasos medios privados, cuando alguien viajaba al extranjero y

regresaba con varios títulos de lo último, que pasaban de mano en mano de

profesores y otras personalidades amigas del plantel, pero no de los alumnos.

--Permiso, profe.

--Sí, Eduardo, se ve que hoy desayunaste bien.

--Yo creo que nosotros podríamos proponer al Rectorado un plan de actualización

de la asignatura, porque si seguimos como vamos, nos quedamos con Homero y los

clásicos, y para no pecar de exagerados, con Joyce, Proust y Kafka.

Marnia los miró unos segundos.

--Mis queridos alumnos, si ustedes me acompañan, yo voy a discutir este asunto con

mis superiores. A ver qué podemos sacar. ¿Qué me dicen?

Un fuerte murmullo inundó la sala. Entonces todos los alumnos levantaron las manos.

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

http://laenvolvencia.blogspot.com