domingo, 30 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA - CAPITULO FINAL


...hasta que apareció aquel dolor y comenzó su ciclo de quejarse, de sentirse mal,

de tirarse en la cama y no desear otra cosa que permanecer en esa posición, en

espera de lo imprevisible, postrada, mirando un punto fijo del techo o las paredes,

y angustiándose hasta la desesperación, sólo pensando en lo que creía su gran

desgracia, preguntándose por qué a ella, mientras Mario y Mercy intentaban,

inútilmente, apartarla de la idea permanente que se había hecho fuerte en su

cerebro. Y comenzó a ausentarse del trabajo: primero varios días, después varias

semanas, al final solicitando permisos y presentando los certificados que ya le

expedían en la policlínica, en el hospital, y en los centros especializados a donde

acudía con Mario o con Mercy, y algunas veces sola, sin más compañía que su

dolor agudo intermitente, que a veces atenuaba sus punzadas, pero que siempre

volvía con más fuerza, atenazándola con la desesperación de la impotencia para

descifrar y resolver su enfermedad. Y así fue como le descubrieron una cervicitis

crónica, y así fue como llegó al Oncológico, donde el doctor Julio César la conminó

a predisponerse para una operación urgente, que después del resultado negativo

de la biopsia se fue posponiendo, hasta que por fin, tras pasar quince días ingresada

en el hospital "Ambrosio Grillo", en el materno-sur le practicaron una criocirugía en

el cuello del útero... todos esos recuerdos se amontonan ahora, dispersos, pero

reincidentes, en los pensamientos de Marnia, recostada al muro del balcón, mirando

a la distancia, allá a lo lejos, a los edificos de la Universidad, de su Universidad, que

ya no lo sería más... y Marnia recuerda aquella reunión del nújcleo del Partido de su

Departamento, presidida por Elvira, y con la asesoría de la doctora Morell, de cuyos

pormenores se enteró por Liliana, que en un arranque de sinceridad incontenible

se los enumeró, sin ocultarle ni un solo detalle:

               Elvira planteó que a pesar de tu intervención en aquella asamblea, a ellos

               les resultaba difícil justificar una sanción por algo que aunque era

               considerado como grave desde el punto de vista político, no aparecía

               fundamentado en ningún documento oficial. Enseguida agregó que de

               todos modos a ti había que sancionarte, y repitió como un papagayo todo

               lo que había dicho en la reunión donde se discutió tu caso. Oyeme, no sé

               cómo pude contenerme cuando esa mojona se atrevió a decir que ahora

               ellos sí tenían una razón válida, oficial, estipulada por el reglamento ramal

               de la enseñanza universitaria, para tomar una medida disciplinaria contra

               ti, y que esa razón era tu ausencia del trabajo. ¿Te imaginas? Declararte

               ausentista. Dijo que así podían sancionarte dentro de los límites legales, y

               que no pareciera algo político, sin cometer ningún desliz que pudiera usarse

               contra ellos. Ah, pero lo mejor del caso no fue lo de Elvira. De ella se podía

               esperar cualquier cosa. Lo mejor fue lo que dijo la doctora Morell: "yo he

               tratado de localizarla, le he enviado varios avisos, pero ella no responde, no

               se ha presentado aquí para aclarar su situación, y yo creo que eso es una

               falta de respeto inadmisible que..." Mira, la sangre se me enciende cada vez

               que me acuerdo. Claro que yo intervine y hablé hasta por los codos, y solté

               allí todo lo que me salió del papo, de la rabia que tenía. Oír decir eso de

               una mujer enferma, que ha pasado por lo que tú has pasado, y que sólo

               por decir lo que piensa le están arreglando la cama para quitársela de

               encima, y de ñapa agarrarse de eso, de tu ausencia al trabajo, no, mi

               amiga, un ser humano que tenga sangre corriendo por sus venas y aunque

               sea un mínimo de vergüenza, no se puede quedar en silencio ante tanto

               descaro. Pues como te lo cuento: la doctora Morell planteó, óyeme, te lo

               juro que así mismo fue, que tú debías ser separada del Departamento... así

               mismo, imagínate, y ahí mismo doña Elvira se lanzó, ella que quizás ni había

               pensado en una separación, y Oscar entonces señaló las cosas que según

               él tú tienes en contra, y nadie más tuvo el coraje y la decencia de señalar

               ni una sola cosa buena de las que siempre te han señalado. ¿Te acuerdas

               lo que dijo todo el mundo cuando se analizó tu clase abierta? Pues así

               mismo fue: todos arratonados, haciéndose cómplices de semejante

               desvergüenza. Cuando yo terminé de hablar, lo único que dijo Elvira fue

               que mi caso, sí, así mismo, mi caso, sería analizado en una reunión del

               núcleo que próximamente se celebraría, porque... oye esto: porque yo me

               estaba apartando de la línea de conducta trazada por el Partido para sus

               militantes... ¿Para qué seguir contándote toda esta mierda que...? Si me

               dan deseos de vomitar, pero de vomitarle encima a esos pendejos...

De esa reunión había salido, ya Marnia no tenía dudas, la resolución decanal que

la separaba definitivamente de la Universidad, atendiendo a sus reiteradas

ausencias, sin tomar en cuenta certificados médicos, ni solicitudes de licencias sin

sueldo, ni lo más importante: su estado de salud, tan evidente que sólo un miserable

podía pensar que no era para tanto, como había dicho -según Liliana- la doctora

Morell en esa reunión posterior donde por fin se decidió su separación definitiva. "Yo

creo -dijo entonces la doctora Morell- que lo que ella tenía no era para tanto. Ella

podía haber venido aquí a justificar sus ausencias, y podía haber comenzado a

trabajar desde el mismo comienzo de curso"... Marnia recuerda todo eso ahora en el

balcón, y no puede evitar que sus lágrimas le rueden copiosas, ni que sus labios se

aprieten en un gesto de dolor, de rabia, de impotencia. Ya todo estaba hecho. Ya

todo estaba decidido. Ya ella había visitado lo que fue su centro de trabajo, su

segunda casa, por última vez. Ya había recibido su último salario por correo

certificado, su tiempo acumulado de vacaciones que no se contaron, su expediente

laboral lacrado con su historial como trabajadora, que debía acompañarla de por

vida casa vez que acudiera a optar por algún nuevo empleo. "Ya todo es inútil.

Mejor no pensar más en eso"... El día comenzó a nublarse. Marnia notó que la

temperatura había subido. Se volvió. Mario no se veía por ningún lugar. Entró al

apartamento y se quedó de pie, en medio de la sala, y su vista se dirigió al estante

donde tenía sus libros, sus folletos, las conferencias y los seminarios que había

impartido, las notas, los trabajos que le habían servido para dar sus clases durante

esos cinco años pasados en la Universidad... De pronto se dijo en voz alta: "voy a

quemar toda esta mierda", y se desplomó en una butaca. Casi sin fuerzas, respirando

con dificultad, comenzó a llorar estrepitosamente...



Santiago de Cuba, 1992 – 1994

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


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sábado, 22 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA 50

--Pase, compañera.

No le contestaron los buenos días que había dado al pararse en la puerta de la

Secretaría de la Facultad. En la oficina, además de la secretaria, se encontraban

dos mujeres jóvenes sentadas en un sofá pullman, conversando, pero ambas

callaron cuando Marnia entró. La Secretaria le extendió un sobre manila sellado con

presillas, tomó una hoja de imprenta escrita, y le dijo "firme aquí". Cuando Marnia le

entregó la hoja firmada, la Secretaria le dijo "gracias" y continuó revisando los

papeles que tenía sobre su buró. Al salir de la Secretaría, Marnia volvió a decir

buenos días, a lo que tampoco respondieron las mujeres que se mantuvieron en

silencio. "Hasta hace poco me decían profesora, ahora me dicen compañera,

dentro de poco me dirán ciudadana", pensó, bajando por las escaleras de las

oficinas de la Facultad. En sus manos llevaba su expediente laboral, documento

que tendría que conservar y presentar ante cualquier posible empleador cada vez

que aspirara a una plaza en algún organismo, dependencia o empresa: el patrón

sería siempre el mismo: el Estado. No podría ocupar ninguna otra plaza en ningún

otro centro laboral sin presentar ese expediente, en el que aparecía la sanción,

además de las observaciones que el Partido, el Sindicato, la Administración y la FEU

habían escrito y archivado en su historia laboral, cosa que prácticamente impediría

que pudiera obtener un buen empleo en el futuro, pues todos sus posibles

empleadores tomarían como sagradas las opiniones vertidas sobre ella en ese

expediente. "¿Habrán colocado mis evaluaciones, mis chequeos de clases, mis

certificados médicos, mis solicitudes de licencia sin sueldo?", se preguntaba, frente a

la puerta de su apartamento, imaginándose que Mario abriría el expediente y leería

todo lo que había dentro, ya que su marido no era de los que se dejaban coger

desprevenidos, ni siquiera en estos trámites de papeleo que él consideraba carentes

de la más mínima importancia. Y Marnia abrió la puerta, apretando contra sí el

dichoso documento, agregándole la página con la certificación de entrega que

había firmado y recibido de parte de la Secretaría de la Facultad de Ciencias

Sociales y Humanísticas de la Universidad de Oriente, de lo que había sido, hasta ese

momento, su centro de trabajo, su segunda casa, la prolongación de su vida

profesional que la iba encaminando hacia empeños mayores dentro del magisterio,

interrumpidos por una enfermedad crónica aguda que la apartó de su dedicación

por un período de seis meses...

--Aquí tienes mi expediente laboral -le dijo a Mario tan pronto lo tuvo frente a sí,

dentro del apartamento-. Ahora sí creo que jamás volveré a poner un pie en la

Universidad.

(Próxima semana: capítulo final)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


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sábado, 15 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA 49


Qué sucios son, ninguno de ellos tuvo la decencia de decirme para qué me citaban,

y todos lo sabían, porque todos me citaron, parece que Elvira los atosigó con el

recado, si ven a Liliana díganselo, que tiene que estar aquí a primera hora en la

oficina del Partido, y como yo hace varios días que no me porto por allí,

preparándome para mi tesis sobre Manzano, tan pronto me vieron la cara me

cayeron encima como auras, Liliana, muchacha, te están buscando como cosa

buena, dice Elvira que tienes que estar en la... y así todos, todos, con sus caras de

disimulo blando, y a pesar de que le pregunté a la zorra de Adita, me salió con eso

de no, mija, yo no sé, la verdad que no sé, y cuando llego a la oficina del Partido

me encuentro allí con todos ellos, muy calladitos, muy formalitos, y Elvira con su cara

de yonofuí, y Oscar haciéndose el sueco, y Milagros, la pobre, como siempre, con la

vista en el piso y silencio en la noche aunque sea de día, y la misma Adita

mirándome como si estuviera despidiéndome en el aeropuerto para un viaje a

Europa... ¿y todo para qué?, ¡ah!, primero porque me sacaron del colectivo de

Literatura General, claro, eso era de esperar, porque sacaron a Ernesto del

Departamento, y ni el gato se escapó de los cambios, y a mí no me iban a dejar,

después de las puyitas de Elvira y de mi viaje postergado hasta lo infinito, no, a mí no

me iban a dejar de ninguna manera, y ahora esta mierda, no me imaginaba que

esta gente pudiera llegar hasta ese punto, yo sabía que estaban en algo conmigo,

¿cómo no iba a saberlo?, pero no pensé que serían tan sucios como para esto, sí,

porque eso es lo que son todos, unos sucios, hace tiempo que estaban girados para

mí, y al fin se decidieron, me dan ganas de tirarles el carné por las narices y decirles

métanse el Partido por el culo, cabrones, ah, pero no, de eso nada, primero tengo

que serenarme, porque en estas circunstancias cualquier paso que dé puede ser

desacertado, no, primero tengo que irme para mi casa y darme un buen baño de

agua caliente, tomarme un té, poner un disco de música relajante, serenarme un

poco, que el tiempo me pase con los ojos cerrados, tomando té y oyendo música,

porque tal vez esta gente lo haya hecho a propósito, para ver si yo salto, qué cosa,

y se van a joder, porque no me voy a dejar provocar, Elvira siempre me ha lanzado

sus puyitas, una vez dijo en una reunión, como quien no quiere la cosa, pues sí,

compañeros, hay que estar siempre alertas, vigilantes, porque hasta en el Partido

puede haber ovejas negras, y no tenía necesidad de decir nada más, porque allí

todo el mundo sabía que se estaba refiriendo a mí, la muy... bueno, está bien, esta

vez me ganaron, me prepararon la cama muy habilidosamente, cómo no, y Elvira

con su miradita soñolienta, la calabacita, como le dicen los alumnos, compañeros,

tenemos una situación que nos está golpeando, el Departamento de Extensión se

va a quedar sin director, ahora con el viaje del compañero Ramón a Burdeos,

ustedes saben... y ahí mismo empezó a elogiarme, qué pedazo de hipócrita, ustedes

conocen perfectamente a la compañera Liliana, y saben que no hay otra como

ella tan idónea para sustituir a Ramón, y claro que vamos a perder por un tiempo a

una de nuestras mejores profesoras, pero ustedes saben que en este curso la

compañera Liliana está enfrascada en la preparación de su tesis para el doctorado,

y tiene muy pocos grupos, y yo creo que en definitivas eso será una ayuda para

ella, pues le va a permitir disponer de un fondo de tiempo más amplio y... qué perra,

como si yo no la conociera, por un tiempo, claro, como todas las cosas aquí, te

dicen por un tiempo, te dan una coba, te ponen por las nubes, tratan de

demostrarte que eso es casi como un ascenso, y te vas a donde te manden, y pasa

el tiempo y te quedas allí definitivamente con cualquier excusa, que para eso son

campeones, ah, si yo no lo supiera, cuántas veces ha pasado, mira la misma Delia,

la sacaron del Departamento y le dijeron que se fuera a la Preparatoria, y de eso

hace ya cuatro años, y la pobre Delia allí comiéndose un cable, haciendo lo que no

le gusta, y sobre todo, estancándose, porque allí lo que tiene que hacer es repetir

las clases que ella misma recibió cuando estudiante, qué bárbaro, y todo eso

sucediendo sin que nadie se rebele, ah, pero conmigo la cosa será distinta y

diferente, sí señor, que yo soy profesora y lo mío es impartir clases y conferencias con

mis alumnos, que para eso me pagan el salario, educarlos, y compartir con ellos,

que me quieren y se llevan bien conmigo y les gusta que yo les dé clases, mis

alumnos, qué pensarán ellos de toda esta mierda, verme ahí metida en esa oficina

de Extensión, oliendo a cagadas de perro, en las quimbambas, donde nunca va

nadie, donde jamás voy a trabar una relación con alguna personalidad que visite la

Universidad, llenándome de papeles inútiles, de planillas, de gente sin importancia

que va allí a comer mierda cuando no tiene nada que hacer, anquilosándome,

poniéndome vieja sin ver ni la portada del último libro que sacan en los talleres

literarios y en las librerías de los edificios centrales, ¡los fósforos!, vamos a ver... tengo

que pensar muy bien qué pasos voy a dar, lo que debo y no debo hacer, le voy a

demostrar a esta gente que yo no soy Delia, ni Pardo, ni Ramón, que ahora le dan

un viajecito mierdero de una semana a Burdeos acompañando a la ilustrísima

Carola, para que se jubile feliz y contento, que él se conforma con poco, pero yo

no, no señor, y lo que más rabia me da de todo esto es que ellos lo hacen porque

yo defendí a Marnia en aquella reunión donde todo el mundo le echó con el rayo,

que desde aquella vez se pusieron para mí, algunos hasta propusieron sacarla de

aquí, y yo la defendí, porque se me subió la sangre oyendo tanta desvergüenza, a

una mujer que lo único que hace es dar sus clases y decir lo que piensa, lo que

siente, que es lo que piensan y sienten muchos que no tienen cojones para pararse y

decirlo en una reunión, por eso la defendí, y seguiré defendiéndola, ya lo creo que

seguiré defendiéndola, aunque me destarre aquí con estos hijos de puta, porque ya

me he dado cuenta de que no son otra cosa que unos hijos de puta, casi todos,

sobre todo Elvira, y esa nueva Decana, tan fina, tan decente, tan educada, tan

circunspecta, que es una víbora, nada más que atenta al menor paso en falso que

tú des para caerte encima, para machacarte y echarte al Partido de verdugo para

que te haga talco, pero ya verán... ya verán que no siempre se van a salir con la

suya estos hijos de puta...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


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sábado, 8 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA 48

El primero de noviembre de 1992 Marnia presentó sus descargos ante la Secretaría

de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, respondiendo a una diligencia

decanal que había recibido un día antes en la que se le informaba que se estaba

procediendo a enjuiciarla por sus continuadas ausencias al trabajo, ignorando en

la misma toda referencia a sus solicitudes de licencia sin sueldo que desde el mes

de agosto ella venía presentando. Nunca le habían comunicado que esas

licencias carecíeran de valor y mucho menos que no habían sido aceptadas. En su

carta de descargos, dirigida a la Decana, Marnia exponía, entre otras cosas que

               desde mi primera solicitud de licencia sin sueldo, en ningún momento se

               me aclaró ni especificó que éstas llevaban una manera

               institucionalizada de fundamentación, de ahí que siempre elaboré en las

               mismas una forma similar de solicitud, por lo que pensé que fueron

               recibidas y al parecer aceptadas por la dirección departamental...

Agregaba que desconocía las varias vías por las que, según su diligencia, la

Universidad había tratado de localizarla, pues en su casa siempre estaba ella o

cuando menos su esposo o su hija, y allí nunca había ido nadie oficialmente a

ninguna gestión de ese tipo,

               y me pregunto que si la dirección departamental entendía necesario y

               urgente comunicarse conmigo, así como dejar constancia de los

               esfuerzos que había hecho a tal efecto, ¿por qué en ningún momento se

               me hizo llegar un documento oficial por una vía testimoniante que se

               llama certificado de correos a mi dirección particular?

Y por último, informaba su desconocimiento del referido enjuiciamiento si es que se

estaba realizando sin su presencia, y de si quienes lo hacían habían llegado a

alguna conclusión, enumerando una vez más su proceso médico y hospitalario, por

todos conocido, pero que algunos, aparentemente, pretendían ignorar en la

Universidad.

--¿Y entonces?

Liliana se le quedó mirando. Marnia se había encontrado con ella a la salida de la

Secretaría y le contó los pormenores de su gestión. Hacía tiempo que no se veían y

decidieron caminar un poco y conversar para -según Liliana- descargar el vapor

que Marnia contenía sin desahogare.

--No sé. Ya no sé nada. Esta es la primera vez que se me comunica algo referente a

mi ausencia del trabajo, y mira qué tiempo hace que estoy sin trabajar.

--Vamos a mi casa. Necesitas refrescarte.

Se dirigieron a la parada del ómnibus. Por suerte pasó un Lada vacío al que hicieron

una seña, y el hombre que lo conducía las recogió y las llevó hasta Ferreiro.

--Por lo menos con el transporte hoy no estamos tan mal.

La casa de Liliana estaba en las afueras de Santiago. Era una casa grande, con un

jardín enorme a la entrada, y con un perro no menos enorme que enseguida que las

vio comenzó a ladrar estrepitosamente.

--Si no fuera por Guardían ya me hubieran robado hasta a mí misma.

Entraron. Liliana se puso cómoda y le brindó un té que tenía en un termo, todavía

caliente.

--Lo hago todos los días. Siempre estoy tomando té, a falta de otra cosa que me

calme...o me estimule.

--Dime una cosa, Liliana, ¿cómo tú, viviendo sola y trabajando tan lejos, te las

arreglas para las compras y para las tareas de la casa?

--Yo misma no lo sé. A veces una vecina me recoge los mandados, a veces yo

cuando regreso por la tarde, o los días que no voy a la Universidad. Pero eso sí: aquí

en la casa... -echó una ojeada a las cosas regadas y tiradas en cualquier lugar-,

aquí me las arreglo sola... -y mirando la cara de Marnia, suspiró y se dirigió hacia el

fondo- pero por lo menos está limpia, ¿no? Anda, siéntate y acomódate.

Liliana regresó con una botella de ron en la que sólo quedaban unos dedos. Vertió

el té en las tazas y echó una pizca de ron en la suya, pues Marnia rechazó su

porción, diciéndole que se lo echara todo.

--¿Y tu hija?

--Mi hija bien. Sigue en La Habana. Ya está a punto de graduarse.

--¡Ay! Cuando yo pueda decir lo mismo de la mía...

--Te vas a arrepentir, porque entonces te vas a creer que ya eres una vieja y cada

vez que te mires al espejo encontrarás alguna nueva arruga, o una línea más de las

patas de gallina -y se echó a reír. Las dos se rieron a carcajadas. Liliana, aunque ya

mayorcita, se conservaba tanto que tenía un cuerpo casi perfecto. Marnia la miró

un instante sin decir una palabra. Sí: Liliana era una belleza, sin lugar a dudas.

Mirándola, Marnia comprendió el embobecimiento de algunos en la Universidad.

Después del té conversaron sobre cosas intrascendentes, hasta que inevitablemente

cayeron en el asunto de Marnia.

--Lo que no me explico -Liliana encendió un cigarro y recostó la cabeza en la

butaca- es por qué no te avisaron de que tu ausencia se estaba analizando.

--Yo tampoco me lo explico, pero eso no me sorprende.

--No, a mí tampoco, no vayas a creer. Ya estoy acostumbrada a estas cosas. Eso no

se organiza jamás.

--¿Y tú crees que eso sea falta de organización?

--¿Lo tuyo?

--Sí, lo mío. ¿Es falta de organización?

--Tú estás pensando que detrás de todo esto hay mala fe.

--¿Qué otra cosa voy a pensar? No se le hace un proceso disciplinario a ningún

trabajador sin avisarle por falta de organización. ¿Verdad que no?

--Sí, tienes razón, pero...

--Pero tú eres militante del Partido, Liliana, y tienes que justificar de alguna forma

esos desmanes.

--Mira, no jeringues, que tú me conoces muy bien para pensar eso de mí. El que yo

tenga un carné rojo en la cartera no significa que me voy a poner de parte de

cualquier abuso. Eso te lo he demostrado, ¿no?

--Claro... perdona, es que este problema me tiene alterada de los nervios... lo que

quise decirte es que... de todos modos, tú no puedes mirar el asunto como yo misma.

Mirarlo así... de una forma totalmente imparcial...

--Quizás no totalmente, sí. El Partido nos presiona bastante, pero yo no soy de ésos

que repiten como el papagayo y dicen sí y alzan la mano sin analizar.

--Pero dime una cosa: tú, como miembro del núcleo del Departamento, debes

haber oído algo sobre mí. ¿Por qué no me dices lo que sabes?

Liliana se quedó mirándola. Admiraba a esa muchacha que en sus escasos años

como profesora se había desenvuelto tan bien, pero comprendía que a Marnia le

faltaba madurez.

--Mira, niña, no te preocupes demasiado por lo que se diga de ti. ¿De quién no se

habla en este país?

--De todo el mundo, sí, pero a mí no me interesa lo que se habla de todo el mundo,

sino lo que e habla de mí.

--¡Ay, muchacha! -Liliana movió la cabeza-. Me recuerdas una máxima de Lord

Henry, el personaje cínico de El retrato de Dorian Gray. ¿Lo leíste?

--Claro, me gusta mucho Wilde. ¿Cuál es la máxima?

--Pues... dice Lord Henry que "sólo hay una cosa en el mundo peor que el que

hablen de uno y es... que no hablen".

--Sí, ya me acuerdo. Mucha filosofía, pero no me has dicho nada de lo que te

pregunté.

--Pues no, no he oído nada del otro mundo. Cosas normales, lo que siempre se

comenta, lo que te he contado -se levantó, tomó el termo de té, y vertió el fondo

en su taza-. Y déjame decirte que siempre he oído, al menos mayoritariamente, muy

buenas opiniones sobre ti. ¿Quieres más? Puedo hacer más en un minuto.

--No, gracias -Marnia cruzaba y descruzaba las piernas casi constantemente. Liliana

se sentó otra vez-. Creo que es mejor no hablar más de este asunto. Me voy.

Marnia se levantó. Liliana la imitó, acompañándola hasta la puerta.

--¡Guardián! -tranquilizó al perrazo-. Bueno, sé que no puedes quedarte hoy, pero

planifica para que te pases un día aquí conmigo. Vienes desde por la mañana,

preparamos un almuerzo campestre, y conversamos bastante. Ahí tengo unos

cuantos discos, no muchos, pero hay algunos de la música que a ti te gusta.

Embúllate y me avisas. ¡Ah! Y no te atrevas a traer absolutamente nada de

comer, ¿eh?

--Está bien, yo te aviso. Vamos a esperar a ver qué dicen en el Decanato cuando

lean mis descargos.

Cuando Marnia llegó a la parada del ómnibus, cercana a la casa, Liliana entró,

se detuvo en el medio de la sala, cogió el termo del té y la botella de ron, ambos

vacíos, y pensó que tenía que ayudar a su compañera y amiga de algún modo.

"¿Pero cómo?", se preguntó, caminando hacia el fondo de la casa.

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


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sábado, 1 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA 47

Reunión del Comité del Partido de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas

de la Univseridad de Oriente. La preside su Secretaria General, Gabriela Duarte.

Están persentes todos los militantes del Departamento de Literatura: Elvira, Oscar,

Liliana, Adita, Milagros, y la doctora Reyes. Además están casi todos los militantes

del resto de los Departamentos de esa Facultad. Unico punto a discutir: la actitud

de la profesora Marnia Brauet Infante, que no se encuentra, porque no ha sido

citada.

--Yo creo que no es necesario hacer un recuento histórico de la permanencia de la

compañera Brauet en la Universidad -dice Gabriela, mirando las caras de los que le

prestan atención-, puesto que todos los aquí presentes la conocen, sobre todo sus

compañeros de Literatura. Pienso que lo que debemos tratar es la actitud asumida

por ella en la pasada asamblea extraordinaria, donde se expresó en una forma,

como todos recordarán, que de ninguna manera podemos aceptar. Ustedes deben

recordar las cosas que se atrevió a decir.

--Yo creo -habla Elvira, muy seria-, que el problema de esa compañera, si es que se

le puede llamar compañera, no es nuevo. Ella viene arrastrando serios problemas

ideológicos y muchas incomprensiones políticas desde el mismo primer día que

entró en la Universidad, sólo que a medida que ha avanzado, que ha ido cogiendo

fuerza, cogiendo confianza, y se ha ganado más o menos un lugar aquí, sobre todo

entre sus alumnos, ella se ha ido envalentonando, se ha situado por encima de la

norma, y se ha lanzado, abiertamente ya, a un enfrentamiento con el Partido y con

las normas establecidas en nuestro plantel, y eso ha ocasionado serios trastornos,

pues siempre se está señalando como una gente conflictiva, como una gente

contestataria, como si viviera fuera del control y la organización establecida aquí y

que todos aceptamos disciplinadamente.

Un minuto de silencio. Pero los militantes saben que tienen que opinar, uno por uno,

especialmente los de Literatura, y no hay excusa que se acepte para ninguna

abstención. Liliana pide la palabra.

--Yo estoy de acuerdo, compañeros, en que la actitud de Marnia no fue la mejor,

incluso creo que se le debe hacer una amonestación en el Departamento, pero me

parece que no es correcto el trato que le han dado las compañeras Gabriela y

Elvira, porque oyéndolas, parece que estuviéramos hablando de algún enemigo, y

Marnia, compañeros, no es ningún enemigo.

--Un incidental, Liliana -Elvira habla sin pedir la palabra-, aquí nadie dijo que Marnia

fuera un enemigo...

--Pero por lo que tú y Gabriela han dicho -interrumpe Liliana-, eso es lo que parece.

--Elvira tiene razón, Liliana. Ella y yo sólo nos hemos referido al comportamiento de

Marnia en la asamblea, que repito: no fue correcto, y además, su actitud está

creando una situación incómoda para nosotros, pues se está saliendo de los

parámetros establecidos para cualquier profesor en este plantel. Eso es todo. Me

gustaría oír las opiniones de sus otros compañeros.

Oscar levanta la mano.

--No, yo pienso igual, lo que le pasa a Marnia es que a pesar de las orientciones que

nosotros siempre le hemos dado, ella se empeña en colocarse, por decirlo de algún

modo, como un ente aparte, un ente independiente, fuera del colectivo, que

puede decir y hacer y emitir opiniones liberales sin guiarse por las normas y...

--Mira, Oscar -interrumpe Liliana-, no es que yo quiera asumir aquí la posición de ser

la abogada defensora de Marnia, que por otra parte, yo creo que debería estar

aquí presente -Gabriela y Elvira se miran compincheramente-, pero me parece que

ella sólo está cumpliendo con lo que ella considera su deber, independientemente

de que esté o no haciendo lo correcto, por eso cuando algún alumno le pregunta

algo, ella le responde atendiendo únicamente a su criterio, y eso...

--Eso es precisamente lo que estamos impugnando, Liliana -dice Elvira, mirándola

fijamente-, eso: que Marnia no se guía por nuestras orientaciones y dice y hace lo

que le da la gana.

Murmullos. Cigarros. Humo. Adita pide la palabra.

--Miren, compañeros: yo fui orientada por el Partido para atender a esa compañera,

para hacer un trabajo político con ella, y en todo ese tiempo les puedo decir que

ella reaccionó más o menos aceptablemente, sólo que... sólo que por cuestión de

carácter, tal vez de su personalidad, ella a veces se ha ido por la tangente, y es

verdad que es muy impetuosa, y que le gusta decir siempre lo que piensa, pero...

--¿Y decir lo que se piensa es un pecado? -prgunta Milagros, muy tranquilamente.

--Milagros, ¿tú crees que siempre puedes decir todo lo que tú piensas, sobre todo a

tus alumnos? ¿Tú crees que eso está corecto?

Gabriela se le queda mirando unos segundos. Milagros mueve la cabeza, pero

guarda silencio. Gabriela se dirige a la masa.

--Quisiera oír más opiniones.

La doctora Morell, invitada a la reunión, ya que no es militante, pide la palabra.

--Yo he ayudado mucho a Marnia. Mejor dicho, he intentado mucho ayudarla, sobre

todo últimamente. Pero ella... la verdad... no se deja ayudar demasiado. Ahora

mismo, con eso de su ausencia del tabajo...

--Pero doctora -interviene Liliana-, Marnia ha estado mala en las últimas semanas, ha

ido incluso al médico, no es que haya querido faltar por gusto...

--Sí, tienes razón, yo me refería a que no ha respondido a las llamadas que le hemos

hecho para que venga a aclarar su situación, y el caos que tenemos en Literatura

todos lo conocen.

La doctora Reyes levanta la mano.

--Me parece que se está desvirtuando esta reunión. Aquí lo que tenemos que hacer

es tomar una medida con esa compañera, y no teorizar tanto. No estamos

discutiendo sus ausencias, justificadas o no, sino su comportamiento, su actitud. Eso

es lo que tenemos que analizar y resolver.

Un silencio casi absoluto sigue a las palabras de la nueva Decana. Milagros registra

su agenda, la doctora Morell mueve los hombros, los demás asistentes cambian

miradas y comentan en susurros. Un militante de Idiomas pide la palabra.

--Aunque yo no tengo trato directo con esa compañera, pienso que se está

exagerando sobre su actitud -algunos profesores de Literatura y de Idiomas se miran

con sorna, pues se comenta que ese profesor está medio enamorado de Marnia, y

la asedia con bastante indiscreción-, pues la compañera, según tengo entendido, es

una excelente profesora que imparte sus clases muy correctamente, se lleva bien

con sus alumnos... -hace una pausa y mira a Gabriela y a Elvira-. Ahora bien, que se

expresa de esta forma y de esta otra... bueno, eso es muy discutible, y mientras no

haga nada en contra de la Revolución...

--Yo quiero aclarar -Oscar lanza una bocanada de humo que envuelve a Adita y le

hace carraspear la garganta- que como sindicato, nosotros le hemos orientado

algunas tareas y aunque con sus limitaciones, las ha cumplido. En eso yo no veo

problemas.

--Y en cuanto a la entrega de documentos -Milagros sigue hablando con toda su

calma-, mientras yo fui Decana, no tengo quejas de ella.

Silencio. Gabriela mueve sus papeles, Elvira golpea la mesa con sus dedos, los

demás esperan. Adita pide la palabra.

--Yo... mientras la estuve atendiendo, y me llevaba muy bien con ella, lo que puedo

decir es que sí, que su manera de expresarse no era la mejor. Es verdad que es un

poco liberal y que a veces habla sin pensar lo que dice, pero... -enciende un pitillo

y echa el fósforo en un cenicero de cristal repleto de colillas apestosas- en cuanto a

su trabajo no tengo ningún señalamiento que hacerle.

La doctora Reyes vuelve a levantar la mano.

--Insisto en que esas cosas no son las que se están analizando en esta reunión. La

actitud de esa compañera es la que debemos discutir -hace una pausa y se

acomoda en su silla-. Compañeros: ustedes al parecer no se dan cuenta hasta qué

punto ha llegado la profesora Brauet: ha cuestionado el sistema nacional de

enseñanza de este país, ha lanzado críticas abiertas contra la Revolución, ha

llegado a decir que es falso que seamos una potencia educacional y que nos

estamos engañando y estamos engañando a todo el mundo, y que la Universidad

lo que gradúa es un montón de mediocres que apenas se saben desempeñar

cuando son ubicados... No, si me parece que allí mismo debimos salirle al paso,

que esa es otra cuestión que deberíamos discutir en otra reunión más cerrada, no

me explico todavía cómo es que ninguno de nosotros lo hizo.

Todos guardan silencio durante unos segundos, hasta que Elvira se decide a hablar

como siempre sin pedir la palabra.

--Estoy completamente de acuerdo. Fue una debilidad nuestra, y me parece que

merecemos una fuerte crítica por eso, sobre todo los militantes del Partido, por

haber permanecido allí callados después de semejante intervención. Parecía que le

estuviéramos concediendo el visto bueno a todo lo que ella decía. Y esa actitud

nuestra contribuyó a que se envalentonara y continuara con sus intenciones, que lo

digo una vez más: no fueron nada buenas ni nada sanas.

--Sí, en definitivas Marnia se ha pasado de rosca. Y si hacemos un recuento de su

actitud, de su comportamiento en este plantel, tenemos que reconocer que nunca

debimos aceptarla. Ustedes recuerdan cuando vino a optar por esa plaza, que ni

siquiera pertenecía a la Defensa, y por eso se mantuvo varias semanas sin respuesta,

a pesar de que su clase comprobatoria fuera aceptable.

--Aceptable no, Gabriela, excelente, para ser la primera vez que hacía algo así en

un centro como éste.

--Bueno, sí, bien, excelente o como fuera, pero Marnia después no ha respondido a

lo que esperábamos de ella. Aquí, no hay que olvidarse de eso, no sólo importa que

un profesor dé una buena clase, aquí hay que estar integrado a todas las tareas del

plantel, las de ayuda a la producción, las políticas, que en estas dos tareas no se

puede decir que esa compañera se haya destacado. En fin... la defensa... todo. No

hacemos nada con tener a alguien que imparta clases excelentes, como tú dices,

Liliana, y que en todo lo demás esa persona se mantenga alejada, como un ente

aparte, fuera del colectivo, como si se tratara de una privilegiada exenta de los

sacrificios que hacemos todos.

--Tampoco así, que Marnia hace sus guardias y acude al trabajo productivo, no

demasiado, pero acude, y cumple con las tareas del sindicato, no con todas, pero...

--Pero su actitud y el cuestionamiento que hizo en la asamblea, que es lo que aquí

estamos discutiendo, no puede ser aceptado desde ningún punto de vista. No.

Compañeros, yo propongo concretamente que analicemos esto en un marco más

reducido, con todos los factores del centro representados, pero atendiendo a una

propuesta del Partido que vamos a redactar ahora aquí, para que esa compañera

sea sancionada por su comportamiento, y para que no siente ese mal precedente

entre el resto de los profesores comunes.

Silencio. Elvira registra sus papeles y hace un comentario en voz baja que todos

escuchan.

--Esa profesora debe ser sancionada, no podemos vacilar, después nos vamos a

arrepentir de nuestro exceso de tolerancia. y si no tomamos una medida drástica

con ella, su ejemplo repercutirá negativamente en los demás, como ha señalado la

doctora Reyes.

Durante varios minutos nadie dice nada. Gabriela aprovecha para lanzar su

proposición sin más preámbulos:

--Yo propongo que se someta a votación si debemos sancionar a Marnia o no, y si

estamos de acuerdo con que el tipo de sanción sea tomado por el Decanato con

la presencia del Partido, la UJC, el sindicato y la FEU, en una reunión posterior más

estrecha... Los que estén de acuerdo que levanten la mano.

La mayoría levanta la mano. Gabriela fulmina con los ojos a algunos que

permanecen sin levantarla.

--Los que estén en contra.

Sólo Liliana levanta la mano.

--Los que se abstienen.

Milagros, Adita y el profesor de Idiomas levantan las manos. Nadie más hace ningún

gesto.

--Bien, compañeros. Aprobado por mayoría de votos, con un solo voto en contra y

con tres abstenciones. Nosotros avisaremos a los demás factores cuándo será la

reunión para discutir qué tipo de sanción podemos aplicar en este caso. Si nadie

más tiene nada que decir...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com