domingo, 26 de octubre de 2014

EL AULA SUCIA 46

Cuando le concedieron la palabra, Marnia se puso de pie, y miró uno por uno a los

compañeros del Departamento que se encontraban en la asamblea. Había estado

pensándolo un buen rato, hasta que al fin se decidió: no podía quedarse con los

deseos de exponer su opinión, aunque el hacerlo le acarreara problemas y estar en

la mirilla de los dirigentes del Partido, que últimamente estrechaban el cerco en el

que ya la tenían encerrada. "Después de todo, ¿no dijo el Apóstol que el hombre

que no dice lo que piensa no es un hombre honrado?", había dicho en la última

reunión de su Departamento ante las reprimendas de Elvira. Venciendo su

nerviosismo, comenzó diciendo que habría que analizar el sistema nacional de la

enseñanza a todos los niveles, porque ella pensaba que podía mejorarse bastante.

--Yo veo que desde que el niño comienza el mismo pre-escolar lo atosigan de

palabras, de frases, de consignas, sobre asuntos que el niño no puede comprender.

Hasta le hablan de la guerra, de la sangre, de la violencia, de la muerte, y quizás

yo esté equivocada, pero el mundo infantil es otra cosa, ¿por qué sacrificárselo a

ese niño que ya tendrá tiempo suficiente para enterarse del horror?

Dijo que cuando un estudiante llegaba a la Universidad traía un almacén de

materiales y estudios políticos que lejos de ayudarle a integrarse en ese centro le

dificultaban su total asimilación de los estudios superiores.

--Son alumnos que apenas conocen las tablas aritméticas, la conjugación del

verbo amar en el presente del indicativo, y si acaso algunas capitales de países

americanos, aunque están al día en los asuntos políticos y almacenan en sus

cerebros todas las directrices ideológicas que les han echado encima en la

enseñanza secundaria.

Añadió que si creían que exageraba hicieran la prueba que ella había hecho en su

Departamento con otras compañeras, que aunque se mantuvo en secreto ahora

ella iba a mostrarles con sus sorprendentes resultados, en los que se notaba el poco

nivel de los educandos en materias necesarias para su graduación superior.

--Por eso yo me pregunto qué es lo que pasa con nuestro sistema nacional de

enseñanza. ¿Es correcto? ¿Es aplicable? ¿Da resultados? Porque hablando en plata,

una gran parte de la enseñanza en general consiste en materiales y manuales sobre

ideología y sí, está bien, acepto lo que me van a decir, que eso es necesario, sí, pero

aquí todo es necesario y pecar por exceso es tan negativo como lo contrario. Y por

cierto, hay que decir que muchos de esos estudios de ciencias sociales y políticas

que les impartimos a nuestros estudiantes ya hace rato que han sido desechados en

casi todas las Universidades del planeta, y yo aprovecho para hacerle un llamado a

la dirección del plantel a que se ponga al día en estas cuestiones tan importantes y

necesarias.

Continuó su intervención enumerando lo que ella entendía que funcionaba mal en

el sistema nacional de enseñanza del país, como la intolerancia con las opiniones

de los alumnos sobre aspectos candentes de la situación del país o de otros países o

de problemas que existían en la sociedad cubana actual, o la manía de acusar a

cualquiera que opinara distinto al Partido de diversionismo ideológico, o el exceso

de justificación ante lo mal hecho, o la tendencia a culpar siempre a los estudiantes

y nunca a los profesores, ni a la dirección del centro, o la casi nula inormación que

llegaba a los alumnos sobre la historia del país que no fuera la que se refería a la

Revolución y a sus líderes, o...

--Y en definitivas, compañeros, yo creo que un discurso por sí solo muy poco puede

hacer para desarrollar nuestro país, para elevar nuestra calidad de vida, para

resolver tantos y tantos problemas que tenemos, conocidos o no, y en fin, que es

muy bonito eso de la actitud revolucionaria, sí, pero si el que la tiene no conoce ni

las capitales de los países de América Latina, no creo que pueda servir de gran

ayuda para la construcción del socialismo, porque yo me pregunto si la mejor

actitud revolucionaria no es en nuestro caso ser un buen profesor y trasmitir a los

alumnos los conocimientos que les servirán en el futuro para echar adelante esos

grandes planes de desarrollo que tenemos y que no se pueden echar adelante

sólamente con buenas intenciones y con discursos políticos...

Y para terminar, Marnia, que estaba sudando y muy nerviosa, hizo una síntesis de

los errores que se cometían en la Universidad, siendo el más grave haber despedido

a los mejores profesores que tenía el centro por el simple hecho de que pensaban

con sus propias cabezas y no se dejaban encasillar en el esquema impuesto por el

Partido ante el cual nadie puede discrepar ni mucho menos opinar públicamente

en contra.

--Y lo más importante, compañeros: estamos graduando a cientos de estudiantes

que no se merecen el título universitario y los lanzamos a la calle a hacer

barbaridades y a poner el nombre de nuestro trabajo por el suelo. Porque aquí,

como han manifestado muchos de los futuros graduados, cualquiera se gradúa,

tenga o no méritos, capacidad y conocimientos que avalen esa graduación...

Antes de sentarse, Marnia miró a su alrededor: silencio absoluto. Pensó que no había

dicho todo lo que tenía que decir, pero se sentía muy cansada y no podía más.

Creía que había planteado lo correcto, y que lo había hecho con el fin de mejorar

la enseñanza en general, de mejorar el trabajo en la Universidad, de terminar con lo

mal hecho. Pero de pronto se sintió como una idiota: había sido ilusa si pensaba

que le iban a hacer caso. ¿Quién era ella para que nada menos que el sacrosanto

Partido fuera a hacerle caso? Ilusa y atrevida. Se sintió molesta consigo misma,

pensando que quizás no debió ni siquiera hablar en la asamblea. En definitivas, allí

todo el mundo ganaba trescientos, cuatrocientos, hasta más, y todo el mundo

quería seguir ganando eso, por lo que la casi totalidad del profesorado aceptaba

las cosas y no abría su boca para discrepar de ninguna orientación del Partido ni de

la Rectoría, y así aseguraban su permanencia tranquila y sin crearse problemas. ¿Era

eso lo mejor, lo más honesto, lo más honrado, lo más decente? No tenía una

respuesta clara a esas interrogantes. Lo hecho, hecho estaba, y ahora tendría que

esperar a ver qué hacían sus dirigentes por haber tenido el atrevimiento de erigirse

en voz acusadora de quienes pensaban igual pero callaban y no tenían valor de

enfrentarse al poder absoluto que regía los destinos del país. Lo único real era que

nadie había interrumpido su intervención y ella no sabía si eso era bueno o malo...

En la mesa presidencial de la asamblea Elvira se inclinó hacia Gabriela para

susurrarle algo al oído y esta última anotó algo en su cuaderno de apuntes.

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


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sábado, 18 de octubre de 2014

EL AULA SUCIA 45


--Amor, ya salí de mi tercera evaluación, y salí bien. Mira, aquí tienes la copia.

Mario ojeó el contenido de las hojas mecanografiadas. Sonrió.

--A mí jamás me evalúan. Una vez me dijeron que mi evaluación tenían que hacerla

los asesores de La Habana, porque parece que aquí, en Cultura, no hay ninguna

persona que ellos consideren que está por encima de mí, culturalmente hablando.

Marnia le reprochó su autosuficiencia con los ojos. A pesar de que la Universidad

tenía una bien ganada fama de ser un centro que volvía locos a sus profesores, sin

dudas en esas cuestiones marchaba a la vanguardia: allí todos los trabajadores eran

evaluados cada año, todos tenían su carné de salud actualizado, percibían sus

salarios sin retraso, etc. Y en el organismo de Mario las cosas no marchaban tan

ordenadamente.

--No en balde la gente dice que Cultura es un desastre. En tu centro la organización

está brillando... -y Marnia sonrió- por su ausencia.

Se recostaron al balcón y comenzaron a comentar sobre la gente que pasaba o

que invertía su tiempo de ocio en los bancos del parque, en los bajos del edificio.

Todos los días, cuando Marnia no estaba a esa hora en la Universidad, hacían lo

mismo, hasta que llegaba Aimée, alrededor de las 12.45: entonces comenzaba el

ritual del almuerzo.

--Sí, Cultura es un desastre. Allí nadie sabe la hora que tiene su propio reloj. Y de

salarios ni hablar. Mírame a mí: treinta años como Asesor Literario y gano sólamente

$250.00, porque me dicen que no soy un graduado de ahora. ¿Te imaginas?

Los niños de la primaria comenzaron a llegar. Aimée se demoraba casi siempre, se

escabullía del control parental, inventaba cuentos, aunque a veces era cierto que

la maestra la retenía, a ella o a todos, por algún motivo.

--De todos modos yo preferiría trabajar en un organismo como el tuyo. En el mío hay

muchos ojos encima de mí, y eso me tiene en tensión permanente.

Algunas mujeres del edificio se pasaban casi todo el día en los bancos del parque.

Algunos jóvenes también. Mario los miró, y trató de acordarse de cuando él era un

adolescente, en qué se entretenía, pero a su memoria no le llegó ninguna imagen

suya ni de sus amigos sentados en un banco de un parque horas y horas sin hacer

otra cosa que mirarle el culo a las muchachas que pasaban.

--Pues yo quisiera trabajar un tiempo en la Universidad, a ver si a mí me iban a clavar

los ojos así como te los clavan a ti. Fíjate que tú empezaste el otro día, como quien

dice, y ya ganas sesenta pesos más que yo. ¡Sesenta pesos! Y tienes casi veinte años

menos.

Una muchachita del edificio del fondo retozaba con varios varones, ella de pie y

ellos en un banco. Vestía un short apretadísimo que dejaba ver los cachetes de sus

nalgas, lo que hacía que los muchachos se alborotaran y que Mario se la comiera

con los ojos, bajo la mirada de reproche de su mujer.

--Ten cuidado, no vayas a convertirte en un viejo verde cuando te caigan unos

cuantos años más.

Los ómnibus y los camiones que pasaban hacían un ruido de torno. A veces, cuando

ellos veían algún programa en español en la tele y pasaba uno de esos vehículos

llenos de piezas de repuesto inventadas e incrustadas "a la cañona" en su carrocería

se quedaban en ascuas a no ser que se levantaran y corrieran a pegarse a la

bocina del televisor. Eso molestaba a Mario, por eso prefería los programas con

subtítulos, o sea, películas y seriales con letras en español. Sabía inglés, pero el ruido

no lo perdonaba.

--Dentro de poco tiempo este va a ser un país de sordos.

A las 12.42 por el reloj de Mario apareció la figurita de Aimée por la parada del

ómnibus, a menos de cuarenta metros del parque.

--Por ahí viene Aimée. Déjame ponerme en onda. Ya todo está hecho, así que a

prepararse para calmar el hambre.

--Para eso siempre estoy preparado -dijo Mario.

--Ya lo sé. Un día te vas a quedar en la mesa sin poder levantarte.

--Pues como decía mi primo Lalo: "me muero, pero muero lleno", que a veces es

mejor que vivir vacío. ¿Tú no crees?

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


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sábado, 11 de octubre de 2014

EL AULA SUCIA 44

Problemas, problemas, problemas... soy un saco de problemas, Mario me lo dijo un

día: tú eres una mujer generadora de problemas y no me explico por qué, porque

todas las mujeres tienen problemas con sus maridos, con sus hijos, con su familia,

pero coño, ¿también con el trabajo?, eso es el colmo, y yo también los tengo, ya

hace tiempo que estoy confrontando problemas con Gabriela y con Elvira, sobre

todo con Elvira, pero ahora también con el sindicato, el colmo dentro del colmo, ya

Oscar me lo dijo: si sigues así no te voy a poder defender como hasta ahora, ja, ja,

defender, como si yo fuera una acusada y él un abogado, y además, si sigo así

cómo, porque yo lo único que hago es dar mis clases y llevarme bien con todo el

mundo, y si siempre digo lo que pienso, y si lo que pienso no se ajusta a lo que piensa

el Partido, a lo que piensa el Sindicato, que es lo que está establecido que deben 

pensar todos, es porque mi naturaleza es así de rebelde y yo no me puedo quedar

en silencio cuando delante de mí se dice o se hace una barbaridad, y ya me estoy

dando cuenta de que aquí en esta Universidad el que no se somete no progresa, y

a veces hasta puede correr la misma suerte que el profesor Pardo y que otros de los

que apenas se mencionan sus nombres, pero a mí eso me tiene sin cuidado, yo no

nací para que me marioneteen, no, yo no nací para eso, hasta Mario, que es mi

marido y es el hombre que está dispuesto a hacer por mí lo más inverosímil, sí,

cualquier sacrificio, correr mi misma suerte, todo, como me lo ha demostrado,

cuando se pasa de rosca se lo suelto así de zopetón, no, Mario, no vayas a

intentar marionetearme, que yo tengo una cabeza para pensar y soy un ser humano

y no un muñeco ni un robot, y mucho menos un carnero dócil, y a veces soy yo la

que se pasa de rosca con él, pero es que no me puedo contener, no señor, no, y

ahora esta gente la ha cogido conmigo, parece que para ellos pensar con la

propia cabeza es un delito, como dice la muy mojona de Elvira: compañeros, el

Partido es la inteligencia, es el cerebro rector de nuestra sociedad, no se puede

cuestionar ni una sola de sus orientaciones, porque eso sería cuestionar al pueblo,

y eso sería como ponerse en contra del pueblo, porque el Partido no es más que la

voz de nuestro pueblo, de este pueblo que lo sigue y que está dispuesto a seguirlo

hasta el final, que por supuesto no puede ser otro que la victoria, ¡puaf!, un vomitivo

cada vez que esa puñetera abre la boca, la calabacita, como le dicen algunos

alumnos, porque se queda dormida dando clases, pero al fin y al cabo, al carajo

todo eso, seguiré dando mis clases y diciendo lo que me venga en ganas, qué se

habrán creído, a mí no me van a marionetear, que ni lo sueñen, en definitivas yo

no digo nada que no sea la verdad, y cada vez que me pregunten algo, les

respondo con mi cabeza lo que yo considere que es lo correcto, con mi cabeza y

no con la sacrosanta cabeza del sacrosanto Partido, que yo no soy militante ni nada

que se le parezca, y no me voy a preocupar por tanta mierda, porque todo esto no

es otra cosa que una mierda, que me estoy poniendo nerviosa, duermo mal, y mis

relaciones con Mario y con Aimée se están deteriorando, y todo por la dichosa

Universidad, por sus barbaridades, y por mi forma de ser, que reconozco que soy

un poco revencúa, pero es mi forma de ser y no puedo cambiar, así que a partir

de ahora al carajo lo demás, y lo que sea sonará...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


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sábado, 4 de octubre de 2014

EL AULA SUCIA 43

--Así que los alumnos despidieron el miedo?

Mario toma un sorbo de café y enciende un cigarro.

--Dijeron bastantes cosas, sí. Para como está la situación allí...

Marnia se acomoda en una tumbona plegable y observa a su marido que lanza

bocanadas al cielo raso.

--Si todos los alumnos se pusieran de acuerdo, la dirección del Partido tendría que

cambiar sus métodos. Cuando yo era estudiante había más unidad. Cuando el

Secretario de lo que entonces se llamaba la Asociación de Alumnos se paraba en la

puerta del aula y gritaba ¡huelgaaa!, no quedaba allí ni el profesor.

Ella mueve la cabeza y lo mira de frente.

--Cuando tú eras estudiante, querido, eran otros tiempos. Tú mismo me has contado

que entonces los estudiantes ni siquiera sabían cuántos partidos políticos había en el

país.

El aplasta el cabo del cigarro en un cenicero improvisado y se inclina hacia ella.

--Claro, porque entonces los estudiantes invertían su tiempo en recibir sus clases y no

hacían otra cosa. Y por supuesto, ningún partido político se dedicaba a meterse con

nosotros, ni a presionarnos, ni a adoctrinarnos, porque no teníamos que rendirle

pleitesía a ninguno.

Se quedan en silencio unos minutos. El comienza a juguetear con una de sus piernas

y le hace cosquillas. Ella sonríe, y con su otra pierna comienza a golpear la mano

que le estira los dedos.

--A veces pienso -dice Marnia- que es mejor haber nacido en este tiempo, así no se

sufre como tú que estás sufriendo porque tienes un punto de comparación -hace

una pausa y retira sus piernas, colocándolas encima del borde de la tumbona-. Yo,

como desde que tengo uso de razón sólo conozco esto, no extraño nada, no añoro

nada. Claro, sé que todo esto es una mierda, pero no tengo idea de cómo fue tu

tiempo de estudiante, que de seguro que también tendría sus mierdas, ¿no?

Mario se repliega y la mira, sonriente. Luego se acomoda. Los dos se recuestan y

dejan descansar sus miradas en la puerta del balcón, a través de la cual, sentados

en esa misma posición, sólo ven las nubes blancas y el cielo azul pálido. A esa hora

todo está tranquilo allá afuera, y ellos sienten la modorra del descanso.

--Puede que tengas razón. Incluso yo a veces pienso que lo mejor sería ser un

estúpido. Así no me daría cuenta de toda la mierda que padecemos y soportamos.

No me daría cuenta de nada. Fíjate cómo la mayoría de la gente casi no se da

cuenta de lo que está pasando. Al menos, viven menos angustiados.

--Claro que no se dan cuenta, porque la mayoría de la población, como yo, nació y

se crió después del triunfo de la Revolución, y desde que abrió los ojos lo único que

está viendo y oyendo es que esto es lo bueno, que esto es lo mejor, que esto es lo

único, que todo lo pasado es malo, que patatín y que patatán. Y sin ninguna

opinión en contra, imagínate.

Mario se levanta. Recoge la tacita y el cenicero y los lleva a la cocina. Desde la

puerta le dice que pensándolo mejor a él no le gustaría ser un estúpido, ni vivir como

un estúpido, pero sí preferiría tener ahora quince años y vivir en ese sopor de la

aceptación y el conformismo.

--¡Ay, Mario! Si yo no te conociera. Tú no naciste para adaptarte a este medio ni

para conformarte con él.

--No, pero ¿qué puedo hacer? ¿Te acuerdas de lo que nos dijo Caner la última vez

que estuvo aquí? Nos dijo que este es el pueblo más desarmado del planeta. ¿Te

acuerdas?

--Más o menos. Y tiene razón. ¿Qué puede hacer la gente, si ni siquiera puede

disponer de un cuchillo afilado?

--¿Y antes? Porque cuando la dictadura de Batista los revolucionarios les quitaban

las armas a los policías y a los casquitos. ¡Y bien que se las quitaban!

--Pero antes había otra realidad y la gente sabía, conocía, tú mismo me lo has

dicho, porque yo no conocí esa realidad. Antes, la gente estaba... digamos, mejor

informada. Sí, eso mismo, mejor informada.

--Claro, tenía todos los medios de difusión masiva privados al alcance y casi todos

eran enemigos de Batista. Batista sólo tenía un periódico. ¡Ah! Pero ahora los nuevos

jerarcas han aprendido de aquello y por eso no le dan chance a nadie.

--O sea, que la gente no puede hacer nada.

--Bueno... -Mario sigue trajinando en la cocina, sin saber lo que está haciendo en

realidad-, algo podría hacerse, sí. Sí. Algo podría hacerse, cómo no.

--¿Tú, por ejemplo? ¿Tú podrías hacer algo? Vamos, querido.

--Yo solo no. Yo no tengo complejo de Cristo. No, claro que no. Yo solo no puedo

hacer ni hostia. ¿Y quién me seguiría?

--Pues entonces caemos en el círculo vicioso: nadie puede hacer nada, porque...

¿cuántos pensarán como tú? No, nadie puede hacer nada, y aquí la gente está en

otra cosa: el que se va, se va, y el que se queda sólo piensa en irse, y los demás que

se jodan.

--Sí, tienes razón. Conformarse... resignarse... bonitas palabras para un pueblo que se

está desintegrando, ¿eh?

--¡Ay, Mario!, mira que tú y yo gastamos tiempo hablando de lo mismo, viejo. Ya ni

siquiera comentamos el último libro que leímos, ni la película que vimos anoche en

la tele. ¿Qué nos pasa? ¿Es que esto no se puede evitar?

En eso sienten el timbre y oyen la voz de Aimée que dice "mami, ábreme". Marnia le

abre. Enseguida que entra, la niña va hacia el refrigerador, lo abre, y saca un batido

que tenía guardado, se lo empina, y después va hasta su cuarto a registrar sus cosas,

y regresa con un juego de parchís, y les dice "voy al otro edificio a jugar con Jazmín

y su hermanita", y sale, antes de que su madre le diga que está bien, que puede ir,

que no se demore, que tiene que bañarse, etc. Mario se rasca la cabeza y se vuelve

a sentar junto a Marnia. Y piensa, todavía riéndose de lo que ella le dice, "esta niña

no calienta la casa", que es verdad que la vida de los dos se está convirtiendo en un

diálogo monótono, rutinario, inútil, monotemático, como posiblemente la vida de la

inmensa mayoría de los cubanos. Mario piensa que eso no puede obviarse, aunque

quizás ellos podrían darle un tono de variante, porque Marnia ha dado un puntillazo

al clavo ardiendo de sus intimidades: su vida, últimamente, es sólo eso: levantarse y

soportar la escasez de jabón, de pasta dental, de detergente, de alimentos, los

apagones interminables, el calor, la falta de agua, averiguar qué llegó al mercadito

y a la carnicería y a la bodega, si hoy despacharán el pan temprano o tarde (los

apagones controlan la producción en todos los niveles), si van a poner el gas este fin

de semana, si les toca el kerosén en el próximo reparto... en fin, que Mario concluye

en que él y su mujer tienen que hacer un esfuerzo por darle a su vida de casados

algún aliciente, un incentivo que no los desboque por el precipicio del tedio que

terminaría derrotando su amor. Pero ¿qué?, ¿cómo?, ¿de qué forma librarse de la

cotidianeidad? Y se lo dice.

--¿Cómo? -ella se levanta, se estira el short, y se revuelve el pelo. Lo mira fijamente

unos segundos-. Pues mira, se me ocurre que para empezar, podríamos ir esta noche

a ver esa obra de teatro que ha causado tanto revuelo... ¿cómo se llama?

Mario se levanta, también se riega el pelo y la mira, con una sonrisa irónica.

--¿Cómo se llama? Primero pregúntame cuál es el tema de la obra. Después me

invitas... porque tú me invitas, ¿no?

Marnia se acerca a la cocina.

--¿Quieres más? -le pregunta, mostrándole el termo de café.

--Claro. Pero antes déjame decirte que esa obra ha causado tanto revuelo porque

trata sobre los problemas que confrontan los jóvenes para no convertir sus vidas en

una rutina miserable... por algo Cultura quiere retirarla de la escena. ¿Te das cuenta?

¿Te das cuenta de lo difícil que resulta nuestra hermosa realidad?

--Toma -le dice Marnia y le alcanza la tacita en la que ella ya ha tomado un sorbo.

--De todos modos, si quieres, nos vamos al teatro esta noche. Y cuando salgamos,

nos imaginamos que estamos caminando por las calles de París, y que hace un frío

de esquimal, y que tú me abrazas y me dices que estás medio tullida, y etc. ¿No te

parece que echar a volar nuestra imaginación es una buena fórmula para

olvidarnos de la realidad que nos rodea?

Salen al balcón a mirar a la gente. Abajo, el parque del edificio siempre está

animado, los vecinos conversan sobre lo mismo, y a veces se consuelan pensando

que algún día tendrán un nuevo tema de conversación.

--Mercy me dijo que quizás se llegue hoy por aquí. Está con el asunto de su salida.

--¿Por fin se decidió?

--Por fin. Se va del país. Creo que piensa casarse con ese extranjero. Lo que no sé es

cómo se llevará a Merceditas, porque no todos los hombres cargan con una hija

ajena.

--Como yo.

--Como tú. Aunque en  tu caso, tu y Aimée se han compenetrado de tal forma que

no parecen padrastro e hijastra, sino padre e hija.

--A pesar de los pesares.

--Claro, como todo en la vida, siempre hay un pero, a veces varios.

--En fin, que no te he oído decir si vamos al teatro esta noche.

--Bueno... -Marnia queda pensativa, pero no sobre el teatro, sino sobre su hermana

que dentro de poco saldrá del país y será un punto menos de apoyo para ella.

Siempre estuvieron muy unidas desde que eran un par de vejigas malcriadas que se

pasaban el día mataperreando por las calles polvorientas de Dos Caminos de San

Luis. También su madre estaba enferma, el asma no le daba tregua, y ella tendría

que darle sus vueltas, y este fin de semana quería ir a verla, pero tenía una jornada

de trabajo voluntario en la Universidad.

--Sí, ya sé, últimamente tus trabajos llamados voluntarios se han hecho más

frecuentes y más inútiles. Ir a limpiar lo que las empleadas de limpieza no limpian, ir

a recoger la basura que los empleados de áreas verdes no recogen.. esa gente

debe estarse partiendo de la risa a costa de ustedes, los tontos que van allí a

hacerles el trabajo. Pero además de ser una tontería por parte de ustedes, es una

inmoralidad ir a hacerle el trabajo a empleados que cobran por hacerlo.

--No te alebrestes, querido, que tú sabes cómo son esas cosas.

--Claro que lo sé. Y claro que esos trabajos voluntarios tuyos vas a tener que

espaciarlos un poco, porque esta jodedera me saca de quicio. Y óyeme una cosa:

este fin de semana te vas a ver a tu mamá, que cuando ella te falte te vas a dar

cuenta de que una madre no se sustituye con todas las Universidades del planeta...

(continuará)



Augusto Lázaro


@augustodelatorr


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