domingo, 30 de agosto de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 31

Aleida me tiene sirica con el asunto del trabajo en la Vocacional. No pierde una sola

oportunidad para decirme lo bueno que sería que yo me pusiera a trabajar allá,  pero

niña, qué boba eres, allí vas a sentirte mucho mejor que aquí metida. Y la sorpresa del

año: Guillermo trabajando, casi no lo creo, ¡ah!, y cada vez que me ve me suelta el

mismo sonsonete, es que ya me cansé de andar flotando, Taniucha. Pero Marina no

da su brazo a torcer aunque le den candela, como el Macao, es que Guillermo ya

es un hombre, Tania, ya es mayor de edad, ahora en este país hasta los culicagados

son mayores de edad y se gobiernan, una barbaridad más, hacen lo que les sale

del pito o de la tota, y por eso yo no puedo obligarlo, no tengo ninguna autoridad

sobre él, ahí lo tienes, se puso a trabajar en un taller de mecánica que está por allá

por donde el Diablo dio las tres voces y ya, y si sigue como va lo pierdo, lo pierdo de

verdad, Tania, me lo cambian, me lo transforman, le lavan el cerebro, imagínate,

todo el día oyendo los teques políticos, el adoctrinamiento, las consignas, la

propaganda, no, si te lo digo, lo pierdo, de ésta lo pierdo. Y mientras, yo en el medio

de este estira y encoge. ¿A quién hacerle caso? Aurelia que la escuela, Aleida que

el trabajo, Marina que nada de nada, Guillermo que hay que ponerse a hacer algo,

Mayra que el bisne, Miguelito que hay que irse, y mis padres bien, gracias. Nananina

la billetera. Ni una postal por el cumpleaños. ¿Y yo qué carajo pinto? Lo mismo de

siempre: mierda. Un cero a la izquierda, un papel de inodoro en la taza, un latón de

basura, no eres nada, Tania, nada, no tienes voz ni voto, nadie cuenta contigo, los

demás son los que van a decidir por ti. ¡Mierda! Tiene gracia, pero ya está bueno,

por mí nadie va a decidir sino yo misma. Y al carajo los demás si piensan que me van

a marionetear. Ja ja ja. A mí no me va a marionetear ni Dios. Así que a ponerme a

analizar mi situación y lo que voy a hacer. Vamos a ver: si  me pongo a trabajar en la

Vocacional resuelvo el problema del dinero y me entretengo haciendo algo que

nunca he hecho y que me va a ocupar un buen pedazo de mi tiempo y fuera de la

casa, aunque entonces no me va a alcanzar el tiempo para nada, ahora que estoy

esperando el paquete que mi mamá quedó en mandarme hace un siglo en su

última carta, me dijo que para que fuera viendo cómo se visten las muchachas allá

en el Norte, y por eso ya empecé a arreglar toda mi ropa desde ahora, pero

además se me ha metido en el moropo transformar esta casa también, por si acaso

no me llego a ir nunca y tengo que joderme en esta mierda, que sea lo mejor

dentro de lo que cabe, y no estar metida en este lugar con tanto polvo y tanta

mugre en todas partes, y eliminar la yerba del patio, el churre de las paredes,

pintarla toda, reparar el tejado para que las goteras me dejen tranquila, poner

cortinas bonitas, bombillos de luz fría, todo eso. Sí, estoy como una cabra, eso

dicen Mayra y Miguelito, pero en algo tengo que entretenerme si no quiero que me

ingresen en el psiquiátrico, estás de camisa de fuerza, muchacha. Pero si tú te vas a

largar de este país, ¿para qué te vas a poner a arreglar esta casa para que se la

coja otro que se quede? Bueno, Mayra con sus cosas. Pero déjenme a mí con las

mías, que mi salida se va prolongando tanto que yo creo que de aquello nada, el

Tony nunca va a aceptar que yo me lleve a Bertica para el Norte y en esas estamos

hace ya demasiado tiempo y yo tengo que hacer algo mientras estoy aquí para no

sentirme metida en un agujero hediondo, oscuro, sucio, aterrador. Mi casa. Una

mierda de casa. Y así no se puede vivir. Y si me pongo a estudiar... bueno, otro

asunto peliagudo. Pues cuestión, que mi problema no tiene solución por el

momento. Como dice Aleida, que ella cree que yo voy a salir de Cuba cuando

para la gallina prieta que tiene ella en su patio, es verdad, Aleida, no voy a dejar

que esta casa se me caiga encima. Tengo 3 opciones: 1) trabajar, ganar dinero y

arreglar la casa, 2) matricularme en la Escuela de Comercio y esperar que Aurelia

me ayude a sobrevivir, 3) no hacer nada y pudrirme aquí en la casa y sufrir las crisis

que me dan y que me dejan medio sansi cada vez. Un laberinto, un rompecabezas,

un puzzle, un ajiaco, y usted verá que ahorita me empieza a doler la cabeza y

aspirinas y café y cigarros y el copón bendito. Y vendiendo lo poco que queda en la

casa la estoy dejando más pelada que un pollo para fricasé. O quizás podría

mudarme. Ahora que lo pienso, si tengo que quedarme en Cuba lo mejor sería vivir

en una casita, muy pequeña, con un solo dormitorio, yo solita allí y todo nuevo,

porque ésta es demasiado grande y cualquier familia numerosa estaría dispuesta a

arreglarla. No digo yo, pero niña, estás loca de verdad, ¿cómo te vas a ir de aquí?

Tú naciste en esta casa y esta casa es tuya, nadie te la podrá quitar... anda, piénsalo

bien. Aleida me va a volver loca con tanta perorata. Sus buenos consejos, sí, pero

en la concreta nada de nada, Tania es la que siempre se jode, ah, sí, y los demás

dirigiéndola, mira, Tania, tú lo que tienes que hacer es decidirte y ponerte a trabajar

en la Vocacional, sí señor, y cambiar un poco tu estilo de vida, tu... vamos, ¿cómo

te diría? Sí, vestirte un poco más... No tengas pena, Aleida, dilo por lo claro: un poco

más decente, ¿verdad? Si no me molesta que tú pienses lo que piensa todo el

mundo, no tengas pena. No quise ofenderte, Tania, no pienses que yo... No lo

pienso, Aleida. Yo sé que esta cuadra es de ampanga, cada vez que salgo lo noto,

el cuchicheo, las miraditas, los toquecitos con el codo, ya me tienen hasta aquí,

pero yo creo que no es por la ropa, no, porque yo siempre me he vestido así como

me ha dado la real gana, y la gente no tiene que estarse fijando en lo que yo me

pongo o me dejo de poner, si el escote está muy bajo, si la saya me da por la mitad

del muslo, si no llevo ajustadores, si se me marcan las nalgas con los pitusas tan

apretados, si llevo la raya del pantalón en el culo, y perdona la expresión, pero es

así, y óyeme una cosa, Aleida, yo no me visto así para llamar la atención, si la llamo

no es por mi culpa, porque a mí lo que menos me interesa es llamar la atención, lo

que me gustaría es que la gente ni me mirara, ni se enterara de que yo existo y al

carajo. Aleida mueve la cabeza y me dice que no es para tanto, y se baja del muro

con su sonrisa de siempre... ¡Ah! La gente, el qué dirán, las dudas... son las únicas

compañeras que nunca me abandonan. Las dudas, los pensamientos, la espera. Sí,

sería muchísimo mejor que nadie se fijara en mí. Porque de la gente lo único que

puedo esperar es lo que me ha dado hasta ahora: quebraderos de cabeza, llanto,

líos, rabia, rencor, y ganas de hacer BOOOM y reventar de una vez. Como si fuera

un siquitraqui...

(continuará)

Augusto Lázaro

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sábado, 22 de agosto de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 30

Ahora me ha dado por vender todas las cosas de valor que quedan en la casa. El

dinero está al liquidar y no se me ocurre nada ni me decido a buscar un trabajito de

ésos, que no es cosa fácil. Aleida me dijo que Juan puede ayudarme con eso por sus

relaciones con Educación y con la Vocacional, dice que allá yo estaría muy bien,

rodeada de jóvenes y entretenida todo el tiempo, pero no sé, no me decido. Y Aurelia

con la escuela de comercio, y cada vez que hablamos le digo lo mismo que a Aleida,

que no puedo pensar bien en estos días, que no me decido, que no sé. Pero por los

cuentos que me hacen Mayra y Miguelito trabajar es comer mierda, le enredan la vida

al que trabaja con horas extras gratis y un montón de actividades que no le dejan tiempo

ni para cagar en paz. Y total, en este país los que mejor viven son los que no hacen

nada, los que están en el bisne, manita, o los que tienen parientes en el Norte que

les mandan dólares y muchas cosas para vivir bien, en lo que cabe, porque aquí vivir

bien está prohibido, y trabajando honradamente tú no ganas ni para comprarte un

par de zapatos... si los encuentras. Qué Mayra. Bueno, seguiré pensándolo, no pienso

escacharme otra vez. Y mientras, pasan los días, las semanas, los meses, y yo aquí

estancada, empantanada entre la mierda y la nada sin saber qué destino me

espera. Y sin dinero no se puede vivir, eso ni aquí ni en ningún lugar. ¡Ah! La vida es

un suspiro que se nos va sin darnos cuenta y cuado reaccionamos ya somos viejos los

que llegamos a viejos y no podemos hacer otra cosa que sentarnos en una

comadrita vieja a esperar que nos llegue la hora. La juventud dura muy poco,

demasiado poco, no da tiempo para hacer proyectos y ejecutarlos, y esa etapa,

que es la más bella de la vida, se gasta cometiendo errores y metiendo la pata,

soñando como tontos para después lamentarse como imbéciles demasiado tarde. Si

yo hubiera sabido, si tuviera veinte años, si no hubiera hecho tal cosa, si volviera a

nacer y todas esas sandeces que se piensan cuando se añora lo que pudimos hacer

y no hicimos, o lo que no pudimos y quisimos hacer y mejor no sigo porque me da

dolor de cabeza y no estoy para eso. Por eso voy a hacer todo lo que me salga,

ahora que soy joven y puedo, para no lamentarme después. No, a mí no me va a

pasar como a esos viejos que siempre están añorando lo que no hicieron de

jóvenes, no señor. Pero no me decido por nada, sigo en esta maldita incertidumbre,

no sé qué es lo que me conviene, no se me ocurre nada que me saque de esta

espera, de este dejar que el tiempo pase, y el tiempo pasa y yo sigo aquí en las

mismas. Por qué no seré como Mayra, que no piensa las cosas dos veces. El mundo

es de los que se lanzan sin pensar las consecuencias, y el que no se arriesga no cruza

la mar. Por eso me ha dado por deshacerme de lo que dejaron las primas, muy

poco por cierto, pero a eso voy a sacarle alguna platica para seguir tirando a ver.

Hijas de puta. Arrasaron. Y como eran dos contra una no pude hacer nada.

Cabronas. Y menos mal que dejaron algunas cosas de valor, el juego de cuarto de

mis padres que no pudieron llevárselo, el televisor que no les interesó, el tocadiscos

que dicen que está anticuado. Ya veré. Así me quede en cueros, todo lo que pueda

lo voy a vender. Al carajo los recuerdos que de nada me sirven. Y nada de

sentimentalismos. Después a pensar en la escuela, que yo quisiera tener un título, no

digo yo, aunque si vuelvo a estudiar y me llega la salida qué. De eso Aurelia no se

da cuenta. Dice que quien no estudia nunca será nada. ¿Y quien estudia qué será?

Si aquí los que son alguien son los que no han estudiado, al menos, la mayoría. Y en

cuanto al dinero, no pienso acostarme con ningún extranjero de ésos por nada, que

si voy a ser puta será por placer, no por dinero ni regalos ni nada. No soy, no voy a

ser nunca una acabanda ni una Mayra ni un bolloloco como andan por ahí algunas

que yo conozco, ni una pelandruja de fin de semana. De eso nada. Creo que con lo

que le saque a estas cosas podré resistir algunos meses más a ver si mis padres por

fin reaccionan y aflojan, porque yo creo que la negativa de Tony es porque quiere

sacarle dinero al asunto de Bertica. Para lo que le importa su hija al muy cabrón. Y

yo aquí dentro, como si allá fuera no existiera vida ni personas ni animales ni nada.

Porque cuando cojo calle unos días enseguida me cae el gorrión y a meterme otra

vez en este agujero a lamentarme de mi puñetera suerte. Dejando que se me

escapen los mejores años de mi vida, sola, siempre sola, y lo único humano que oigo

es la voz de Aleida por el muro que me dice pero niña, sal, respira aire puro, pasea,

vete al cine, a caminar por ahí, busca a las muchachitas del Pre que estudiaron

contigo, reúnete con ellas, habla con la gente, ríete, ¿qué tú haces encerrada aquí

como una babosa en su concha? Y le digo que no estoy preparada para todo eso

que me dice, y Aleida me larga una palabrota, cosa rara en ella, tan comedida, es

que las muchachitas del Pre no vienen por aquí, he perdido el contacto con ellas,

Aleida. Eso es lo que pasa... ¿Pero cómo tú quieres que vengan si esta casa parece

que está sellada por la Reforma Urbana? Tienes razón, Aleida, tienes toda la razón

del mundo, es verdad que me estoy carcomiendo aquí dentro, tengo que salir y

pasear como tú dices, pero no sé qué hacer si salgo, a dónde ir, no sé... ¿Y esa

familia que tú visitabas allá en Vista Alegre? La visito de vez en cuando, pero allí

también tienen un drama que me pone los pelos de punta. Te dejo por imposible,

pero cuenta conmigo cuando quieras, sabes que me tienes aquí para lo que

quieras. Gracias, Aleida, eres una buena vecina. Pues nada, que Aurelia se quede

con Bertica todo el tiempo que quiera, aunque haya gente que piense y que diga

que yo no quiero a mi hija. Desgraciados. Si hasta las fieras quieren y cuidan a sus

cachorros. La humanidad. Ah, de sólo pensar en eso me pongo a millón y ahorita

me duele la cabeza y me pongo a toser y me da un ataque de asma. Tengo que

hacer algo. Y pronto. Buscar un trabajo, matricularme en la escuela de comercio,

tirarme delante de una rastra, algo. Pero algo. Aleida tiene razón: cualquier cosa

será mejor que seguir metida aquí martirizándome con lo que no puede remediarse.

Esto es lo que me tocó y me tengo que joder. La vida no puede reducirse a este

encierro. No. La vida tiene que ser hermosa. Yo me he equivocado de camino. Sí,

ese es el problema. No he sabido encaminarme. Pero rectificar es de sabios y si me

lo propongo mi vida puede cambiar de la noche a la mañana. La vida debe vivirse

y no pensarse tanto, qué carajo, como me dice Aleida a cada rato, y yo tengo que

superar esta desgana y proponerme de verdad salir de esta encerradera de algún

modo. No vaya a ser cosa que cuando venga a darme cuenta ya esté hecha una

piltrafa quisquillosa y peleona, insoportable como la tía Emilia, y así la gente te huye,

te dicen rompegrupos, aguafiestas, agripina, sí, la llorona, la madre el que se quede

a esperarla, Aleida, sí, tienes mucha razón, mi amiga, ya lo creo que tienes razón,

pero te juro por mi hija que voy a dar un vuelco a mi vida que ya verás, en serio, ya

verás, un vuelco de tres pares de cojones, voy a vivir la vida, a vivirla, y a no pensar

más cómo vivirla...

(continuará)

Augusto Lázaro

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domingo, 16 de agosto de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 29

Y ahora Bertica enferma, lo único que me faltaba. Bertica enferma. Con esa tos que

no se le quita ni con los pases de yerba de Tata Cuñengue, y eso que diariamente

rezo cien padrenuestros y mil avemarías, pero ñiringa. El Altísimo está muy ocupado

para ocuparse de la salud de una simple niña enferma en este país de mierda que

a lo mejor él no sabe ni que existe. A veces Bertica se me pone morada como si se

estuviera ahogando, y yo al borde de la locura, sin poder hacer nada. El médico me

recomendó que no la dejara sola ni un momento, pero no me dijo por qué, porque

los médicos nunca te dicen la verdad, son unos cabrones. Toda la semana metida

en la casa con Bertica quejándose, llorando, gritando, y para colmo Aurelia se fue

para el campo, a ver a su familia según me dijo su hijo, que no sabe cuándo coño

volverá ni cómo avisarle ni nada. Comemierda. El susto que me dio esta puñetera

anoche cuando empezó a toser y a toser sin parar y se quedó paralizada como si

no pudiera respirar, y lo único que hacía era mover su cabecita como si quisiera

echar algo por la boca. Morada, y yo con las pastillas y los jarabes hasta que se me

ocurrió llamar a Aleida a gritos porque pensé que Bertica se moría, y entonces yo y

Aleida cargamos con la niña para el hospital. Le pusieron una inyección que la

calmó al instante, pero la dejaron allí toda la noche, en observación, y yo con ella

allí de guardia, acuartelada, ahogándome yo también, porque me dio un ataque

de asma de anjá que me tuvieron que atender urgente y me inyectaron aminofilina

y me aplicaron el maldito aerosol, y a esa hora sin tener a nadie allí conmigo, Aleida

había regresado a su casa, bastante que hizo la pobre. ¡Ah! No quisiera acordarme

de esa noche ni de estos días que he pasado con Bertica aquí en la casa sin saber a

qué atenerme, oyendo quejas, lamentos, llantos, gritos de Bertica, y yo con lo mío

también. El colmo. El médico me dijo que siguiera el plan al pie de la letra, pero a

veces mando el plan al carajo y hago con la niña lo que me sale de la tota sin

contar con nadie. Bertica no quiere levantarse, no quiere comer, no me deja que la

bañe, no quiere jugar con sus juguetes, y para acabar de joderme, preguntando por

su abuelita cada cinco minutos... Cuando Aurelia regresó Bertica mejoró rápidamente

y eso fue mejor que todas las medicinas del médico, las yerbas y los rezos. Hasta que

al fin Aurelia se la llevó al Internado. Tiene delirio con su abuela. A mí me enciende

la sangre esa preguntadera por su abuela, por su abuelita, como ella le dice, ah, sí,

¿y mi abuelita?, ¿cuándo viene mi abuelita?, como si yo fuera un cero a la izquierda

en su pequeño mundo. Pues a los pocos días yo y Aurelia volvimos a llevarla a ver al

médico, pero esta vez al especialista del Infantil, y el especialista nos dijo tengan 

cuidado con la niña, ya está bien, pero no la expongan al polvo, llévenla a la playa

a menudo, y un montón de cosas que yo nunca he podido seguir totalmente. Nada,

que Bertica parece que va a heredar mi asma, maldito sea el mundo, coño. En

aquellos días yo me puse muy desmejorada. Me dio por pensar que yo me había

alejado de mi hija, que la estaba perdiendo, porque a pesar de que me tuvo todo el

tiempo junto a ella casi sin dormir ni bañarme ni comer, no hacía más que preguntar

por su abuelita. Y desde aquellos días yo siento un rechazo por Aurelia que no

puedo sacarme de adentro, no porque no la quiera, pero esa sensación no la

puedo evitar. Por eso cuando Aurelia se llevó a Bertica caí en una crisis espantosa,

mandé a la porra a todo el mundo, me encerré en la casa, y no me levantaba ni

para abrir la puerta cuando alguien tocaba, raras veces. Ni siquiera le respondía a

Aleida cuando me llamaba por el muro. Pensando, fumando como una condenada

viciosa, porque el vicio ya se me ha metido en las entrañas por culpa de Mayra, y no

sé cuántos días estuve en ese estado. Hasta que una mañana me levanté dando

gritos, y cuando logré calmarme a base de pastillas me dije me voy a volver loca si

sigo aquí metida un día más. A la mierda todo esto. Y a la calle de cabeza...

(continuará)

Augusto Lázaro

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sábado, 8 de agosto de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 28

Charito no se parece a Mayra, pero también es un poco loca. Cuando coinciden en

la casa de Marina parecen dos coleras del mercadito cuando llegan las papas. Y yo

no me quedo atrás, paso más tiempo en la casa de Marina que en mi propia casa...

Una tarde me topé con Charito en la rotonda de Ferreiro, maldito lugar. A veces me

cuesta trabajo decir que voy para mi casa. Ese fue su saludo. Caminamos calladas

hasta su casa. Cuando llegamos Charito le dio un tirón a la puerta de la calle que

me recordó al toro furioso. Tengo la tarde cabrona, Tania, perdóname, tú no tienes

la culpa. Nos fuimos hasta el comedor. Charito sacó una botella de ron de una

jabita que llevaba colgada al hombro y la puso en la mesa. Nada, un encarguito de

mi querida madre para la reunioncita de esta noche, ya tú sabes. Se quitó las

sandalias y las tiró en un rincón. Me encanta andar descalza, me siento más ligera.

Entramos en su cuarto. Se paró frente al armario y se quedó mirando su interior como

si hubiera visto un alacrán. Tú ves, ya dentro de poco voy a tener que guardar toda

mi ropa en una caja de cartón. El comején estaba haciendo zafra en el mueble.

Charito revolvió su ropa, levantó unas cajas de zapatos vacías, cambió de lugar

varios pomos de colonia, abrió y cerró un par de gavetas, y me dijo ni un solo

cigarro, coño, qué desgracia. Entonces oímos la voz de Marina que salía de su

cuarto. ¿Eres tú, Chari? Charito se quedó callada y me hizo señas de que la imitara.

Oímos otra vez la voz de Marina. Desde esta mañana en la calle y estas son las

horas en que tú te apareces. Y tras otra señal de silencio volvimos a oírla. ¿Me trajiste

el encargo? Marina estaba en su cuarto durmiendo, supuse que el tirón de la puerta

la había despertado, pero no habló más. Como si ella no se pasara el día en la

calle. La tiene cogida conmigo. Ya estoy obstinada, Tania, te lo juro. Caminamos en

puntillas hasta el corredor del frente de la casa, aunque ella no tenía que hacerlo,

ya que estaba descalza, y al verla así casi me sale una risa estruendosa que hubiera

despertado a un oso en pleno invierno. Nos acomodamos en un par de balances en

el portal. Charito siguió con su cara de nostalgia y de rabia. Guillermo salió de no sé

dónde, abrochándose la camisa. ¿Y qué, Taniucha? Charito lo miró sin decirle ni pío,

su cara era un poema trágico. Guillermo le dio unos golpecitos en la cabeza y

sonrió. Son los hermanos que mejor se llevan en la familia y siempre están

 jugueteando el uno con el otro, haciéndose cosquillas, jugándose bromas. Mis

hermanos nunca jugaron así conmigo, eran unos puercos. Charito dijo que un día de

éstos ella se largaba para casa del carajo, y no me van a ver más la cara en este

caserón de mierda, ya lo verán. Guillermo le pasó una mano por el pelo rojizo y

tupido que siempre tenía alborotado como Marina, porque yo creo que ninguna de

las dos se peinaba nunca. Antes de irse, Guillermo encendió un pito, le dio una

chupada y se lo pasó a Charito. Lo vimos caminar hasta la esquina, después

desapareció. Charito tiene unos ojos azules muy bonitos, yo nunca he visto unos ojos

más bonitos que los de Charito, pero siempre se le ven tristones. Nos quedamos un

rato sin hablar, mirando lo que quedaba de los jardines que antes estuvieron

repletos de flores, la calle donde ya oscurecía, los árboles que rodeaban la casa.

Charito lanzó el cigarro al jardín, hizo una mueca, y nos pusimos a conversar. Pues sí,

estoy obstinada, es que siempre es lo mismo, si me quedo aquí me aburro, si salgo a

la calle no soporto el polvo, la suciedad, el ruido, la chusmería de la gente, la peste

a grajo en las guaguas, los gamberros metiéndose conmigo, el calor... qué va. No sé

qué coño me pasa, pero si esto sigue así y si no podemos largarnos de una puñetera

vez, me parece que me voy a reventar el mejor día. Se quedó callada meciéndose

en el balance. Pero ya basta de desgracias, cuéntame cómo te va sola allá en tu

casa, con la niña y todo eso. Bueno, tú sabes que Bertica está en el Internado con

su abuela, y yo casi siempre estoy sola, Aurelia me da sus vueltecitas todos los días y

siempre me lleva algo, y gracias a eso, porque la verdad que yo no me ocupo ni de

comprar las cosas que nos tocan para comer. Ya poco me falta para tener que vivir

del aire, como los camaleones. Vaya... lo siento... ¿Y qué sabes de tus padres?

Pues... mi mamá me manda una postal de vez en cuando. Ja. Parece que le ha

caído artritis en las manos o en las ganas. Y mi padre ni se acuerda de que tiene una

hija aquí en Cuba. El toro furioso. Me acuerdo de los cuentos que tú me hiciste el

otro día. Yo creo que haría una buena pareja con mi madre, los dos se parecen.

Antes él estaba metido aquí de cabeza, cuando yo era chiquita. Mi mamá decía

que tu padre era todo un hombre, y lo decía hasta delante de mi papá... ¿Te

imaginas? Tu padre y mi mamá casados... ja ja ja. Bueno, ¿y de tu salida qué?

¿De mi salida? Pues no sé ni hostias, ninguno de los dos parece que se ocupa del

asunto, a pesar de todas las promesas que me hicieron cuando se iban, que me 

dijeron que me sacarían de aquí enseguida y mira cuánto ha pasado ya. Dicen que

el cabrón de Tony sigue sin dar la autorización para que Bertica pueda irse, pero no

sé qué carajo pasa que pasa el tiempo y yo aquí comiendo mierda. ¿Y qué piensas

hacer? ¿Que qué pienso hacer? Buena pregunta. Pues mira, aunque te rías, a lo

mejor me busco una pinchita por ahí para ganarme unos pesitos, porque cuando se

me acabe el dinero que me dejaron mis queridos padres... ¿Un trabajo tú? No me

jodas. ¿No me jodas? Claro. ¿Y quién nos va a mantener a mí y a Bertica? ¿Dios?

¡Ah! Ya estás igual que el Guille. Tú sabes que él está ahora en esa onda de buscar

una pincha y ponerse a trabajar. Hombre, parece que ustedes quieren integrarse,

como dicen los ñángaras. Charito se echó a reír por primera vez aquella tarde. Me

dijo que yo estaba algo así como tostada. Sí, chica, estás de ingreso en el

psiquiátrico, si sigues así dentro de poco te veré en un desfile cantando La

Internacional... Mira, muchachita, olvídate de la pincha, que si te metes en una

oficina o en una de esas empresas fabulosas que no producen nada, o en cualquier

otro lugar donde te acepten por tu linda carita, te vas a desgraciar: diez y doce

horas diarias en la pega, además del trabajo voluntario entre comillas, guardias por

las noches, asambleas sindicales, una concentración cada quince días, y como

todo el mundo que hace que trabaja, pero que le joden su tiempo, sí sí sí con la

boca y no no no con la acción, pero te joden porque tienes que pasarte las  tres

cuartas partes de tu día en función del tabajo. Me dejas pasmada, Charito. ¿Dónde

tú has aprendido todo eso si tú nunca has pisado una oficina ni un centro de

trabajo? Pues con mi madre, con la gente que viene aquí, con la calle. La calle

enseña mucho, aunque si te descuidas te envuelve como un remolino. Hay mucha

mafia, sí, y mucha hijeputá, mucho salpafuera en la cabrona calle, así que ten

cuidado, que todavía tú no estás muy curada que digamos. Nos acomodamos en

los balances destartalados, mucho más cómodos que cuando estaban nuevos de

paquete, y seguimos esperando, porque en este país todo el mundo se pasa la vida

en estado de espera permanente. Le dije a Charito que pensaba vender algunas

cosas para alargar mi decisión de trabajar y ver si mis padres acababan de resolver

mi situación para salir, y que Miguelito me iba a ayudar en esa gestión, porque

conocía mucha gente dedicada al giro de comprar y vender y esas cosas. Charito

me dijo que no sabía cómo yo podía aguantar a ese tipo, así llamó a Miguelito.

Pero si es un alma de Dios... Será un alma de Dios, pero es maricón. Se le sale la

mariconería dondequiera que esté. No hablé más del asunto. Por la calle pasaron

unos niños de uniforme, cantando y riéndose. algunos nos dijeron adiós con las

manos. Una maestra que iba con ellos también nos saludó. Mira eso. Ahí va el futuro.

Tienen más política que pelos en las cabezas, y ni siquiera saben por qué están

contentos. Vamos, Charito, que son niños, y los niños siempre están alegres.

Nos quedamos mirando los niños hasta que se perdieron por la misma esquina por

donde dobló Guillermo. ¿Sabes? Me gusta ese color azul de sus pañoletas. Ese color

me sienta bien. Se lamentó de tener muy poca ropa como a ella le gustaba. Yo

pensé en los niños, después de todo eran felices, ignoraban el horror, sólo conocían

la inocencia y repetían todo lo que les dijeran sin saber lo que decían, y eso era

para ellos la felicidad. Sólo los idiotas son felices, me dijo Charito. Estaba llorando. Ya

por la calle no se veía un alma. Un anochecer silencioso, como todos los

anocheceres en esa casa, en ese barrio. Algunas luces comenzaron a encenderse.

En ese momento deseé que pasaran los niños otra vez, que alborotaran mucho, que

llenaran la calle con sus gritos, porque no podía soportar aquellos ojos de Charito

derramando lágrimas sin un solo quejido. Pero los niños no volvieron. El viento

arrastraba las hojas de los árboles y las regaba por la acerca, por los jardines ahora

huérfanos de flores, por el corredor de la casa de Marina...

(continuará)

Augusto Lázaro

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sábado, 1 de agosto de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 27

Se me ha hecho tarde aquí y Marina no quiere que me vaya, ¿cómo te vas a ir a

esta hora, muchacha?, a ver si te dan un revolcón por ahí y te desgracian, que la

calle está de huye que te cogen. Aquí cuando se acuestan apagan todas las luces,

¿para qué vamos a dejar algo encendido si cuando uno está durmiendo no ve

nada? Y no se oye ni una sola voz, porque nos dormimos de cañón y no nos

despierta ni una bomba. Esta casa no es como mi casa. Mi casa se comunica con

las dos casas que tiene  a los lados, las paredes son comunes y todo se oye, pero

ésta está separada de todas las demás y sus paredes no tienen nada que ver con

las paredes de las otras casas que le quedan pegadas, por eso no oímos ningún

ruido que hagan los vecinos, y así es mejor, porque así es como si no hubieran

vecinos alrededor. En mi casa, además de que se oye todo, por el muro de la casa

de Aleida se oye hasta cuando alguien se tira un viento, tú no tienes una gota de

intimidad, yo no sé cómo hicieron esas viviendas de esa forma, sin ninguna

independencia. Tal vez por eso mismo me cuesta tanto conciliar el sueño aquí,

porque aquí no se oye nada, y la calle tiene muy poco tránsito, no es como la calle

donde yo vivo, que por allí pasa lo mismo una bicicleta que una rastra de diez y seis

ruedas... Y ahora aquí todos están durmiendo, menos yo. ¡Ah! Faltaba más. La

insomne. Sí, y la comemierda. No sé cuándo se me va a quitar tanta bobería. Pensar

y pensar y pensar, en eso se me van las horas, por eso me desvelo. Para qué me

habré quedado. Total, nadie me iba a comer en la calle. Dice Charito que cuando

a su madre le da por coger calle, trasnocha más que una lechuza y se olvida de la

casa. Voy a quedarme tranquila, sin moverme, voy a relajarme, a cerrar los ojos, a

no pensar en nada, voy a descansar, a descansar, a descansar... pero siento algo, sí,

algo así como un tintineo en el techo de zinc de la terraza, como una cajita de

música... voy a levantarme a ver qué es lo que suena así, voy a mirar en el patio

a ver, es como si estuviera lloviendo, pero no, no está lloviendo, no es agua lo que

siento, ahora apenas lo noto, pero sí, ahora puedo verlo, es... es nieve, es nieve,

sí, no me engañan mis ojos, es nieve lo que cae, está nevando, por eso siento tanto

frío, ¡ay, que me tullo!... menos mal que por ahí viene mi mamá con un abrigo, sí,

seguro que mi mamá me sintió levantarme, corre, mami, para que veas qué bonita

cae la nieve, ven, vamos a abrir las persianas, vamos a acercarnos, ven, es como

tú me decías, dame acá el abrigo, que me congelo, mi mamá se ríe, se le pone la

cara como antes, hace mucho tiempo que yo no la veía tan contenta, debe ser por

la nieve, porque al fin yo puedo conocerla, qué linda y qué blanca, la nieve, ¡ay!,

voy a tocarla a ver si está tan fría y tan suave, mami, ven, vamos a tocar la nieve,

vamos, ¡huuuyyyyy!, sí, qué fría está, por fin, gracias a Dios que puedo ver la nieve, es

maravillosa, voy a salir al patiecito de cemento, ¿no vienes conmigo, mami?, anda,

vamos a jugar con la nieve, a amontonarla como tú me decías, para hacer bolitas,

y un muñeco, pero ¿dónde está mi mamá?, no la veo, ay, este abrigo me queda

muy grande, y pesa mucho, y no veo a mi mamá por ningún lado, sólo veo la nieve,

hay nieve por todas partes, la nieve lo está tapando todo, cómo crece, Dios mío, la

nieve entra en la cocina, está llenando la cocina, se me aproxima, me va a cubrir a

mí también, me va a ahogar, ¿dónde está mi mamá?, me está envolviendo toda,

me hielo, corre, mami, que la nieve me ahoga, ven a sacarme de aquí, la nieve, la

nieve, la... ¿Durmió bien la jovencita? Me despertó Marina y me senté en la cama

de un tirón, sudando en frío. ¿Qué te pasa? Ni que hubieras visto un muerto.

Me alcanzó una taza humeante de café. Eran más de las ocho en el reloj encima

de la mesa de noche. El caserón se transformó y volvió a tomar su aspecto diurno

con ventanas y puertas cerradas y dentro como si no hubiera nadie. Marina me

señaló la taza como diciéndome que se me iba a enfriar. Pero la taza echaba humo

y comencé a soplarla para poder tomarme el café. Fuerte y amargo, como le

gustaba a tu padre. Sus ojos le brillaron cuando dijo eso, y de pronto me acordé de

las mañanas en que mi padre me traía a esta casa y me dejaba en el jardín, pero mi

mente estaba muy confundida y no quería confundirla más. Le conté mi sueño.

Marina se sentó en el borde de la cama y comenzó a hablarme mientras se fumaba

un cigarro y se tocaba el pelo, alborotándoselo más de lo que ya lo tenía. Esta casa

siempre está vacía. Siempre. A pesar de esos jóvenes que vienen por la noche,

siempre está vacía. Anita sólo viene los fines de semana, desde el accidente vive

con sus otros abuelos que la miman tanto que la van a convertir en un buñuelo

con almíbar. Cuando Anita viene la casa se alborota, pero yo me la llevo para

el zoológico o a hacer alguna visita o a tomar helados por ahí, porque si nos

quedamos aquí enseguida empieza a preguntar por su abuelita y eso yo no lo

resisto, no sé qué decirle y me pongo a llorar y eso es peor, porque ella entonces

también se pone a llorar. Anita es mi niña, mi tesoro. Yo quería que fuera bailarina

pero a ella parece que el baile no le gusta. Es extraño que a una niña no le guste el

baile, ¿no te parece? En cambio, a Chari siempre le gustó bailar, pero nunca me

decidí a matricularla en una escuela de ballet como ella quería, quizás porque

pensábamos irnos y todo era un papeleo y el caso es que no hice ningún esfuerzo

por complacerla, no hice ninguna gestión para que ella estudiara ballet, y creo

que eso nunca me lo ha perdonado. Aunque en esas escuelas, como en todas, le

lavan el cerebro a los alumnos, porque de eso no se escapa aquí ni el chino viejo de

la tintorería que no puede ni con su sombra. Y ahora figúrate, ya Charito no quiere ni

oír hablar de bailes ni de nada, me dice que yo nunca la quise y que sólo quiero a

Anita... Me tomé el café ya medio frío y me quedé en la cama, oyendo a Marina,

que no se cansaba de hablar de su familia y de sus problemas. A esta casa le hace

falta un hombre. Oh, sí, un hombre. Mi marido preso, mis hijos que no paran aquí,

Anita con sus abuelos, como ya te dije, y yo aquí sola todo el tiempo. Parece que los

muchachos no se dan cuenta de nada, pero el caso es que se van y me dejan

siempre sola. No les importo nada. Sola, siempre sola... A partir de ese momento yo y

Marina nos compenetramos tanto que cuando una de las dos tenía algo atorado

dentro iba en busca de la otra para desahogarse, a pesar de la diferencia de edad.

Me dio mucha pena verla así aquella mañana y le conté mis cosas, con la

esperanza de que se diera cuenta de que todos teníamos problemas. Le hablé de

Bertica, de mi situación, de la salida frustrada, y cuando terminé de desahogarme

Marina sonrió, me pasó una mano por la cabeza y me dijo tienes razón, Tania, tienes

mucha razón, todos tenemos problemas, sólo que hay problemas que son mayores

que otros, y poniéndose de pie, encendió otro cigarro y terminó: y hay personas más

débiles que otras para soportarlos...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

www.facebook.com/augusto.delatorrecasas