domingo, 27 de marzo de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 63

Creo que nos estamos acostumbrando a estar juntos todo el tiempo, a despertarnos

abrazados, a retozar un poco antes de levantarnos cuando puedes escaparte de tu

casa con alguna de tus excusas preparadas y podemos dormir juntos, a colar café y

fumarnos el primer pitillo juntos antes de separarnos, y sobre todo, creo que los dos

pensamos que eso es bueno, que olvidarnos de nuestra situación de ese modo es

muy bueno, de nuestros problemas, de todo lo que no sea estar así, en esta especie

de éxtasis erótico que no sé cuánto más va a durar y que no quiero pensar cuánto

más va a durar, pues tú mismo me dices que nada es eterno, ni siquiera el amor, y a

mí nunca me ha sucedido nada bueno que me dure mucho. Bueno y mucho son

dos palabras que en mi vida se enlazan pocas veces, por eso no quiero pensar,

porque si pienso se me enredan las ideas y no me dejan concentrarme en el trabajo

y en la escuela, que de vez en cuando abandono para estar contigo sin que tú me

lo pidas, y a veces hasta se me olvida comprar el pan y la leche de Bertica, pasar

por la carnicería a ver si llegó algo,  pagar la cuenta de la luz, llamar a Aurelia para

que me traiga a Bertica el domingo, un desastre. No sé qué va a pasar con mi

trabajo, porque el Económico ya no se anda con muchos miramientos, me exige

que cumpla y cuando falto me mira como no creyendo las excusas que le doy, a

pesar de que sigo tu consejo, dar una sola cada vez, que si uno empieza a enumerar

motivos no lo creen, pero nada, estoy en entredicho en la oficina y eso no es nada

bueno. Y en la escuela otro tanto, aunque allí todos faltan, pero después ponerme

al día no es cosa de jugar a las muñecas. Reventarme para meterme en la cabeza

las explicaciones que perdí y eso me agota más de lo que mi debilitado cuerpo

puede soportar. No sé, amor, ¿será que es cierto eso de que hay amores que

matan? Porque el tuyo me está liquidando poco a poco y si seguimos con esta

locura lo que me espera no es de amigo. El tiempo se nos va cuando estamos

disfrutando del amor y llegamos al clímax, hasta que se te ocurre hacerme algo,

cosquillas, no sé, en los pies, halarme el pelo, pasarme la punta de la lengua por

los labios, o darme un beso largo como el que me diste, como el que nos dimos

esta mañana al despertar, que duró como una hora, ah, nos fuimos del mundo, nos

quedamos como zombis, pero qué rico fue ese beso larguísimo con nuestras

lenguas rozándose continuamente, y cómo hicimos cosas mientras nuestras bocas

se negaban a separarse ni un solo segundo, ¿te acuerdas?, acariciándonos

íntimamente, masturbándonos los dos, registrando con las manos y con los deseos

el más recóndito rincón de nuestros cuerpos mientras nos pasábamos la lengua por

las interioridades de cada boca y nos tragábamos cada uno la saliva del otro,

jadeo y sofoquina, creí que me iba a ahogar, nos movíamos, cambiábamos de

posición, sentados, acostados, parados, apretados con fuerza, ah, qué rico, qué

locura más bella es el amor, y después descansar sin pensar en otra cosa que lo que

habíamos gozado juntos, hasta que me besas en la puerta al despedirte, cómo has

podido pensar que yo no volvería, me dices, al regreso de tu viaje, cuando te

cuento lo que me sucedió, mi visita a Marina, mis problemas en el trabajo y en la

escuela, mis distracciones en la casa, pues no tienes por qué preocuparte, sólo por

tu salud, y mira, te voy a llevar a un especialista amigo mío para que examine tus

pulmones, no voy a permitir que te sigas abandonando de esa manera, y entonces

todo se me vuelve risa, alegría, felicidad, hasta que regreso a mi mundo y me pongo

a pensar que ya estoy terminando la dichosa escuela, que lo que me queda es un

tilín para graduarme, quién me lo iba a decir hace unos años, y qué deseos tengo

de graduarme, que me prometiste ser mi padrino, fíjate, el año que viene, el tiempo

es un ciclón, pero ay, amor, me siento tan cansada, tan agobiada, tan disminuida

en mis posibilidades, ahora que no paro contigo y con todo lo demás, que no es

poco, si ya casi no me alcanza el tiempo para cruzar dos palabras con Aleida por el

muro, ¿qué pensará de mí? Llego sigilosamente, hago los quehaceres corriendo, me

voy sin pronunciar un monosílabo, y este julepe no hay quien lo resista, la oficina, la

escuela, siempre corriendo, y por las noches tú, en el trajín, y cuando te vas sólo me

quedan cuatro o cinco horitas para descansar, no te das cuenta de mis poquitas

fuerzas, nenecito, pero eres tan cariñoso que me da pena decirte que no, y a veces

tengo que fingir, suerte que no soy hombre, no sé si te das cuenta, por eso algunas

veces me dices que me notas algo fría y lo que estoy es algo débil, tu que dices que

el amor lo cura todo, ay, querido mío, si a mí el amor me enferma, mira cómo me

tienes, cariño, además de que no siempre estamos celebrando, a veces discutimos

y peleamos, y cuando nos topamos con alguna de mis amistades y te la presento

me da la impresión de que te cae mal, mis amigos te caen mal, por eso ya ninguno

viene a visitarme y yo creo que es por ti, ¿por mí dices?, vamos, no seas tonta, yo

¿qué les he hecho?, y pones una cara que mejor no seguir discutiendo para que no

me digas lo de siempre, que algunos de mis amigos se pasan la vida mariposeando

por ahí sin hacer nada y vienen a descargar y a joder a mi casa, ah, como si yo

tuviera tiempo para compartir con ellos, eres injusto, pero en fin, que no eres

perfecto ya lo sé, yo tampoco lo soy, nadie lo es, pero tú eres injusto, mira que

inventas cosas, la casa llena, qué barbaridad, qué injusto eres, no sé cómo puedes

ser así conmigo, yo que me dedico por entero a ti, yo... entonces te das cuenta de

que has metido la pata pero el daño está hecho, y aunque me pases las manos por

la cabeza, aunque me acaricies, aunque me digas perdóname, amor, ya el daño

está hecho, y quizás sea irreversible...

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

domingo, 20 de marzo de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 62

Me puse una pitusa vieja, un pulóver desteñido, un par de tennis remendados, y a la

calle. Ya no aguantaba más. El Económico llamó a Aleida y ésta me avisó por el

muro de que mi jefe preguntaba por qué no iba al trabajo. No le dije nada. Ya iré, si

vuelve a llamar se lo dices, que ya iré. Xiomara y Carmita se aparecieron en mi casa,

preocupadas por mi ausencia de la escuela. No sé ni cómo les abrí. Basilio de viaje

por las provincias occidentales, y yo en plan de cuarentena, desayunando soledad,

almorzando silencio y cenando recuerdos. Y llorando, cada vez que me acordaba

de Mayra. Sin noticias de Miguelito ni de mis padres desde hacía más de un mes.

Sólo me quedaba la casa de Marina como último puerto en el que carenar porque

le había pedido a Aurelia que no me llevara a Bertica hasta nuevo aviso. Ojos

hinchados, flaca como un güin, ahogándome con la maldita asma que no me

daba tregua. Encantadora. Tendría que llamarme a contar para regresar al

trabajo y a la escuela, pero en esas condiciones ni pensarlo. Por eso, a la calle, y en

la calle, a la casa de Marina. Me di cuenta de que cada vez que me sentía

aplastada mi itinerario terminaba en la casa de Marina. Una amiga que nunca me

falló, por muy insoportable que yo fuera... Me encontré a Marina recostada en su

cama, como la última vez que la había visto, mirando a los celajes, como si estuviera

hipnotizada. Su cara me recordó las caras de las acabandas, ojerosa, apagada,

triste. ¿Qué se habrían hecho esas niñas?, se me ocurrió pensar, porque desde

mucho antes de la muerte de Mayra no sabía nada de ellas y Basilio, que las

conocía bien según me confesó una vez, las tenía como parte del paisaje urbano,

son imprescindibles, me decía, es como si formaran parte del folclor de la ciudad, y

no me mires así, que en todos los paisajes siempre ha habido putas, acuérdate, es el

oficio más antiguo de la humanidad. Marina tenía el pelo revuelto. Comenzó a

mirarme mientras se lo tocaba y se lo alborotaba más. Una mata de pelo, como el

de Charito. Otra vez pensé en Mayra, en Miguelito, en mis padres, en Bertica. Me

sentía confundida, sin ánimo para abrir la boca. Entonces Marina empezó a

hablarme, a mí o a la nada, porque a veces me daba la imagen de una mujer que

se creía sola en todo el mundo, en aquel dormitorio, envuelta en los recuerdos de su

familia y del pasado que protagonizaban su ida desde aquella noche de la huida

en pleno mar. Yo pensaba que tú te habías ido, porque nosotros ya nos vamos de

un momento a otro, ya lo tengo todo recogido, nada más que nos llevamos lo

imprescindible, ¿para qué mas, verdad?, si allá vamos a tener de todo en

abundancia, como dice Esteban, además, ¿para qué llevarnos todas estas

porquerías?, todos estos recuerdos de lo que nos ha sucedido en los últimos quince

años, ¡ay!, pero gracias a Dios que nos vamos por fin, nos vamos todos, ya van a

soltar a Esteban en estos días, ¿sabes?, pero bueno, y tú, ¿cuándo tú te vas?, si

pudiéramos irnos juntos, todos juntos, ¿eh?, todos, tu y tu hija, todos, Mayra, mis

hijos, los padres de Esteban, yo, ah, sería maravilloso, eh, sí, sería maravilloso, muy

bueno, que pudiéramos irnos todos juntos, mira, ya lo tengo todo recogido, unas

boberías nada más, recuerdos de la familia, ¿comprendes?, para qué más, eh,

sí, sería muy bueno, allá no nos va a faltar nada, ahora estamos esperando que

nos llegue el telegrama, eso es lo único que nos falta, estamos esperando que

venga Esteban, que nos avisen, que vengan a buscarnos y adiós país de mierda,

ja ja ja, yo lo único que hago es dormir y esperar, lo que he estado haciendo ya

desde hace tantos años, dormir y esperar, mis hijos ya están preparados, todos

están preparados, hay que verlos, si tú vieras lo contentos que están todos, sí, los

cinco, los cinco están la mar de contentos, porque al fin nos vamos todos, hasta

Charito está contenta, ¿la has visto últimamente?, ¿no has notado el cambio? si

hasta se lleva bien con Mayra, la pobre, que estaba enferma me dijeron, pero en

fin, ojalá pueda irse con nosotros ella también, y tú, ¿por qué no te vas con

nosotros?, a ver, acércate para verte bien la cara, sí, sigues tan bonita como

siempre, sí, tú eres, sí, como siempre, pues ya lo sabes, hija, que nos vamos todos

pronto, gracias a Dios que al fin nos escuchó, al fin nos largamos de este país de

mierda, aaahhh, pero oye, ven acá, ¿sabes una cosa? bueno, prométeme que

no se lo vas a decir a nadie, ni a tu madre, ¿me oíste?, a nadie, a nadie, no, ni a

los muchachos, porque ellos no saben nada y pueden asustarse, pero a ti sí te lo

puedo decir, porque ya tú eres una mujer hecha y derecha, una mujer madura, y

yo sé que no se lo vas a decir a nadie, pues oye esto: ¿sabes lo que pienso hacer?,

ah, no, claro que no lo sabes, ¿cómo ibas a saberlo?, si eso no lo sabe nadie, no

puedes ni siquiera imaginártelo, pues oye esto: pienso darle candela a esta maldita

casa, sí, darle candela, quemarla, destruirla, cuando nos vayamos, para que esta

gentuza no se pueda coger ni los clavos, ja ja ja, mira, nos vamos a parar ahí en

la esquina de Quinta para ver cómo se quema el caserón, qué show, el caserón en

llamas, qué espectáculo, ah, yo te aviso, no te preocupes, que esto no te lo vas a

perder, ¿te imaginas?, el caserón envuelto en llamas y nosotros ahí en la esquina

riéndonos, divirtiéndonos, burlándonos de esta gentuza que tanto nos ha hecho

sufrir, qué cara van a poner estos pendejos hijos de puta que se estaban haciendo

el cráneo con la casona, porque van a coger mierda, mierda y nada más que

mierda... y Marina se reía, retorciéndose en su cama, halándose los pelos con

desesperación, como si estuviera amarrada y le hicieran cosquillas en la planta de

los pies... Me fui de aquella casa descorazonada. Ya no tenía nada que hacer

allí. La familia presionada, obligada, destruida como tantas familias, que iba a

salir del país con un destino que sólo Dios sabía lo que les deparaba. Y menos mal

que Marina podía salir con toda su familia, porque yo conocía a mucha gente que

había tenido que dispersarse, mi propio caso era un ejemplo. Unos aquí, otros allá,

o regados por el mundo, muchas veces sin saber unos de otros, familias partidas,

destrozadas, itinerantes, cada día incrementando ese infierno que es el exilio, según

me cuentan los que han vivido esa experiencia. El exilio, palabra que aprendí a

repetir con Basilio, que la mencionaba con cierta añoranza, tú no te imaginas lo

que se siente cuando se está fuera de Cuba, es una sensación que no puede

explicarse, algo así como si te estuvieran arrancando algún órgano vital dentro

del cuerpo, como si estuvieras sofocado y te costara trabajo respirar. Estaba tan

aturdida que no sé lo que hice cuando salí de casa de Marina. No sé cómo pude

sostenerme en pie en la calle, cómo pude caminar, porque apenas veía un

resplandor delante de mis ojos. Siluetas, formas, luces, sentía una tonelada de

acero sobre mi cabeza y un dolor en la boca del estómago que poco faltó para

que me doblara en plena calle. Ni siquiera sabía por dónde caminaba, hasta que

no pude más y me tiré en un quicio de una acera en una esquina que no puedo

recordar. Y allí debo haber estado un largo tiempo conteniendo los deseos de

llorar, de gritar, de darme golpes contra el suelo. Y no recuerdo más... Me despertó

una palmadita que me dio Aleida en la mejilla. Me incorporé enseguida y vi que

estaba acostada en mi cama y que Aleida y Juan y una vecina que nunca había

entrado en mi casa me miraban, parados delante de mi cama. Después supe que

esa vecina me había traído, a remolque, porque yo estaba casi inconsciente. ¿Qué

te pasó, muchacha? Eulalia nos dijo que te había dado un desmayo, cerca del

Lido. No sé, Aleida, no sé qué me pasó, no me acuerdo de nada, debe ser que

hacía mucho tiempo que no comía nada y me dieron fatigas. Cuando los tres se

fueron me di cuenta de que era domingo. No supe exactamente cuánto tiempo

dormí. Basilio no había regresado, me hubiera dejado un recado con Aleida.

Entonces pensé en Bertica y en Aurelia, en ir a verlas enseguida, pero cuando traté

de levantarme me dieron deseos de vomitar. En eso llegó Aleida con un plato en

las manos. Tómate esta sopa, te encuentro muy débil y estás pálida, ¿te sientes

mal? No... sí, un poco, un poco, tengo mareos, es que como te dije, llevo mucho

tiempo sin probar alimentos, gracias, Aleida, eres una gran amiga. Ah, qué gracias

de qué, tómate la sopa y descansa un rato más, si quieres, mañana te acompaño

a la policlínica. Le dije que sí, que como ella quisiera, pero insistí en que la debilidad

se debía a la falta de alimentos en mi organismo, que no se preocupara, que no era

una nueva crisis depresiva ni nada que se le pareciera, pero no le hablé de mi visita

a la casa de Marina. Aleida se fue, después de mirarme con cara de no creer lo que

yo le decía. No le pregunté por Basilio, aunque no tenía sentido preguntarle. Me

tomé la sopa y un vaso de leche con dos aspirinas y me tiré en la cama. En menos

de un minuto me quedé dormida...

(continuará)

Augusto Lázaro



www,facebook.com/augusto.delatorrecasas

domingo, 13 de marzo de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 61

Cuando saludé a Charito me enteré por ella de que los médicos habían descartado

a Mayra, lo que no me sorprendió, pues hacía tiempo esperaba lo peor. Encontré a

Marina acostada en su cama. Me miró y siguió hablándole al espacio, como si no

me hubiera visto. Yo no sé para qué vive uno en este mundo de mierda, si lo único

que hace es sufrir. Se volvió a la pared y siguió su perorata. Salí al portal y me puse a

conversar con Charito. Yo me enteré por una de las acabandas del parque que

vino a ver a mi mamá no sé para qué carajo. Volví a mi casa pensando que mi

destino era ese: cada vez que me sentía más o menos bien por cualquier cosa, se

encargaba de echarme a perder la limosna de dicha que me había tocado. Yo me

sentía bien en esos días con Basilio, aunque el asma era cada vez más implacable.

Pero el amor hace que una se olvide de todas sus dolencias y cuando estaba con

él disimulaba para no disgustarlo y para no complicar nuestros encuentros que a

veces terminaban en una discusión, siempre por su situación matrimonial. Como si

me hubieran echado alguna maldición. Basilio me llevó al hospital a averiguar

algo de Mayra. Charito me había dicho que ella estaba allí otra vez y cuando

llamamos la telefonista no supo decirnos, mierda de servicio. Tras mucha

insistencia de Basilio, uno de los médicos que atendía a Mayra nos dijo que habían

hecho todo lo posible, pero miren, cuando esa muchacha llegó aquí la primera vez

ya estaba condenada, todo lo tenía arruinado por dentro por exceso de alcohol y

quizás de otras sustancias toxicómanas, no seguía ningún tratamiento ni nada, no

me explico cómo esa muchacha se abandonó de esa manera, tan joven y tan

bonita. En esos días yo no abría la boca, ni en la oficina ni en la escuela, a pesar

de que muchos me preguntaban, pero yo nada, monosílabos y a viaje. Hasta con

Nancy, que pensó que era por el asma que me tenía al trote, pero yo no quería

atosigarla contándole las mismas desgracias, para qué hablarles de Mayra si no la

conocían ni les importaba un cuerno. Y así corría el almanaque indetenible... La

agonía de Mayra fue espantosa. Una enfermera que se hizo amiga de nosotros nos

contó todo el proceso, lo más terrible para mí era cuando ella se ponía a dar

gritos y rompía la almohada y tiraba las cosas y hasta me clavaba las uñas y yo,

figúrense, sin poder hacer nada, porque ya ningún calmante le hacía efecto. Mayra

murió allí en el hospital sin tener junto a ella a ningún ser querido que por lo menos

le pasara las manos por la cabeza para consolarla un poco. Basilio se portó muy

bien, nos puso su automóvil a disposición para todas las gestiones que tuvimos

que hacer yo y Charito, que nos encargamos de los támites del funeral y del entierro

y se quedó con nosotras en la funeraria pública, haciendo grupo, porque aparte de

mí y de Charito, en la salita donde habían tendido lo que quedó de Mayra sólo

había tres o cuatro muchachas del parque que no sé ni cómo se enteraron, y dos

hombres que yo nunca había visto, que ni segura estoy de que estuvieran allí por

Mayra. Hizo todo lo posible por calmarnos, sobre todo a mí, que estaba nerviosa y

descontrolada de los nervios, hasta que llevamos los restos de Mayra al cementerio

y la dejamos allí descansando para siempre. Había sido mi primer ser querido que

moría, mi primera experiencia en los trajines del velorio y del entierro, y ya no daba

más. Nunca miré a Basilio con más amor y admiración que en esos días tristes y

terribles. Se acabó Mayra, tenía que rendirme a esa evidencia de cómo la muerte

se había llevado a una muchacha, casi una niña, en todo el esplendor de su

juventud. Ya no me reiría de sus chistes, ya no podría andar con ella por las calles

de Santiago ni ir al parque a reírnos de las acabandas. Nada. Qué odio le cogí a

los hospitales, a los médicos, a la gente, al mundo, a Dios. Nunca supe nada de

sus padres, de sus familiares, si los tuvo alguna vez, no hubo manera de encontrar

esa casa en San Luis o en el monte de que me había hablado Miguelito. A mí me

afectó más que a nadie, porque Mayra fue la primera verdadera amiga que tuve

en mis días más difíciles, y a pesar de no tener ni dos metros cuadrados donde

echarse a dormir, compartió conmigo lo que no se puede pagar con ningún capital

y gracias a ella pude sobrellevar mi desesperada situación de aquellos meses tras la

salida de mis padres. Yo me veía sola, como ella, también agonizando, sin nadie a

mi lado consolándome, y otra vez caí en una crisis depresiva, peor que las anteriores

de la que casi no he podido escaparme del todo todavía. Lloré mucho, muchísimo,

hasta que se me hincharon los ojos, en mi casa enclaustrada, sin ir al trabajo ni a la

escuela durante varios días. Cuando regresamos del cementerio, Basilio se quedó

conmigo un par de horas y después de prometerme que regresaría esa noche, se

marchó. Me tiré en la cama después de tomarme una taza grande de café y

encender un cigarro, y me puse a pensar. Y otra vez las paredes y el techo se me

venían encima, la luz se iba apagando, todo se quedaba en penumbras... buscaba

los cuadros, los afiches que había colgado en las paredes, los adornos de artesanía

que Miguelito me había conseguido, pero todo había desaparecido. Ahora las

paredes eran negras, yo no veía nada, mi casa volvía a ser la misma casa vieja,

sucia, abandonada, odiosa, con olor a viejo y a humedad. Entonces la vi: yo no

quería verla, no quería mirar aquella cara pálida, aquel cuerpo esquelético, que

me miraba con dos grandes agujeros negros donde debían estar los ojos, no quería,

pero seguía viéndola en aquella oscuridad, su cuerpo resplandecía con un tono

blanquísimo, se veía transparente y como si no fuera más que un contorno entre

las brumas. Yo cerraba los ojos, pero la veía, siempre la veía, aquel fantasma me

pedía ayuda, retorciéndose en la cama donde ahora estaba, entre sábanas

blancas y pedazos de algodón empapados de sangre, de sangre coagulada, ay,

trozos de vendajes, escupitazos malolientes, y lloraba, gritaba, arrancaba pedazos

de la almohada, del colchón, con las manos y los dientes, y su piel se desprendía a

pedacitos, se le salían los huesos de la cara y caían por toda la cama con la carne

podrida, y me miraba, me pedía que le calmara aquel dolor insoportable, me 

suplicaba que no la dejara morir... Entonces grité. Me desperté de madrugada. No

se oía nada en toda la casa. Sentí un toque en la puerta y me di cuenta de que eso

me había despertado. Un nuevo toque me alzó en peso. ¿Quién podía ser a esa

hora? Miré el despertador y vi que era la una menos cuarto. Dejé la cama sin hacer

ningún ruido y me acerqué a la puerta. Otro toque algo más fuerte me hizo

reaccionar. Abrí sin preguntar quién era. Salí ahora mismo de una reunión y pensé

que aunque es un poco tarde mejor pasaba por aquí. ¿Cómo te sientes? Era

Basilio. Su sonrisa logró calmarme un poco. Pero aún no lo había abrazado cuando

comencé a llorar desesperadamente...

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

domingo, 6 de marzo de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 60

Debe ser que la temperatura ha subido bastante porque yo que no soy calurosa me

siento esta ropa pegada a la piel y por eso me dan deseos de quitármela y quitarte

la tuya para que los dos llenemos de sudor esta sábana tan blanca y tan limpia que

da gusto revolcarse en ella pero en esta cama vamos a añorar el aire frío de la

madrugada que sentimos en nuestras caras cuando caminábamos olvidados del

tiempo y ahora también nos vamos a olvidar del tiempo cuando tú registres mi casa

rincón por rincón curioseando y preguntándome por qué esto y cuándo aquello y

cómo lo demás y me digas que eso lo haces para disimular porque tú también te

pones algo nervioso en estos trances mientras yo me pongo a pensar qué pensarás

de mí pero me importa un bledo porque ya muchos han pensado bastante y con

eso no me han roto ningún hueso así que lo que voy a hacer es echarte en la cara

este humo que tengo en la boca que sé que te molesta pues me dijiste que tratas

de dejarlo pero quiero joderte un poquito para amenizar el epílogo erótico que no

se vaya a convertir en algo demasiado serio además de que no sé en qué va a

parar ni me importa aunque afrontar otra separación no es ningún dulce de coco

rallado en almíbar y como ya me estoy encariñando contigo ya me estoy

imaginando lo que me sucedería si esto no continúa como ha comenzado pero no

pienso pasarme la vida llorando y sufriendo por desencuentros y rupturas con

truhanes como tú que no me resuelven el probema así que vamos a seguir con esto

hasta ver cómo termina o cómo continúa y al carajo lo demás que como dice

Nancy tú disfruta y no analices que la vida es demasiado corta para disfrutar lo que

puedas y no para pensar lo que puedes disfrutar y me prestó un libro infantil con un

cuento que se llama La camisa del hombre feliz... Te mueves como una gata,

aunque no te gustan los gatos, tienes algo de felina, qué gracioso, sí, pareces una

gata en celo, si casi maúllas, no me digas, mira, los gatos no son tan negativos

como tú te imaginas, ah, no, claro que no, si a mí me gustan, ¿te has fijado cómo se

quedan cuando tú los acaricias?, pues así te quedas tú cuando... está bueno ya,

chico, que si sigues te voy a comparar con algún animal, también tú tienes

parecidos, ¿o no te has dado cuenta?, está bien, gatita, pero ve a colar un poco,

anda, que a esta hora lo único que tengo es deseos de tomar café, ¿así que lo

único?, bueno, además de... ya sabes, lo que pasa es que hay que darle margen

a la gozadera y mientras pasa el mareo a tragar el néctar negro de los dioses

blancos y si es con leche se le dice en mixtificación sublime con el albo líquido de la

jugosa ubre, Dios mío, que picúo estás, no te rías tanto que te va a doler la encía,

qué gracioso, y te ríes diciendome que de lo delicado a lo picúo no hay más que

medio metro de lengua o de intención, ahora otra vez con esa cantaleta de que

estoy cansada y que tengo que alimentarme mejor y todo eso que ya me la tiene

pelada con tanto mimo tuyo venga o no venga al caso pero está bueno ya de

tomar tanto café que se nos va a teñir de negro el puñetero estómago y está bueno

ya de tanta fumadera para que me digas que piensas dejarlo cuando tengamos el

estómago negro y los pulmones amarillos y todo el organismo hecho mierda como

ahora que mi voz está cortada y mi garganta es una carraspera constante pero qué

carajo si el mal está hecho y te vuelvo a echar el humo del Popular que acabamos

de encender para compartirlo porque dices que así fumamos menos ya que no

tenemos fuerza de voluntad para desprendernos de tantas cosas que nos hacen

daño cuando tú me dices que es muy fácil renunciar a una virtud pero a un vicio es

imposible y es verdad porque yo cuántas veces dije y repetí que jamás me metería

un pitillo en la boca ni otras cosas que me he metido ahí y en otros agujeros de

mi cuerpo maltratado por mí y por otros menesteres y el cabrón reloj a paso doble

que la vida se le va a uno en hacer planes que uno sabe que no va a cumplir

como me has dicho que no pasan de las buenas intenciones y uno se pasa la vida

engañándose y comiendo mierda en el pensar que sí va a ejecutar todos los planes

de cada nuevo año por eso yo me he vuelto una asquerosa chimenea que Mayra

me enseñó la muy cabrona la pobre que está en su proceso y yo aquí contigo

templando como una trastornada y tú ahora mirando una foto de mi mamá que

dejé encima de la cómoda que es la única que se salvó de la quema y me

preguntas que por qué no tengo ninguna foto mía y a repetir la historia del tabaco

en rama que no quiero recordar jamás pero me oigo a mí misma como si estuviera

dando una clase como la que me dieron la otra noche en la escuela sobre la

economía política que no entendí ni papa frita y ya está bueno de tanta

atracadera que no estoy para eso. Tú que te quejas tanto, ¿te has preguntado

cuántas muchachas estarán peores que tú?, sí, ya sé que nadie mira abajo, pero tú

no estás tan mal como te crees, no, yo no estoy tan mal,¿quién dice que yo estoy

tan mal?, vamos, cariño, que desde que estás conmigo por lo menos disfrutas  del

amor que según tú misma nunca has disfrutado de verdad, oye, no te estés

haciendo el salvador, que Salvador es el Económico de mi empresa, no, no me

hago el salvador, pero es la verdad, porque conmigo no sólo tienes sexo y tú lo

sabes muy bien, está bien, no es hora de ponerse a analizar, yo no quiero volver a

analizar nada, absolutamente nada, no quiero pensar, no quiero hacer planes,

sólo quiero vivir y si tú me ayudas a vivir te daré la razón en todo lo que me digas

que te debo, entonces me besas y sigues mirando todos los rincones de la casa que

tú consideras que es acogedora aunque no tenga más que cuatro tarecos pero

no sé por qué me da por decirte que si es verdad que me quieres además de

desearme ¿por qué no te separas de tu mujer y te dedicas sólamente a mí?, bueno,

estoy en eso, yo sí tengo que pensar las cosas cuidadosamente, pero ahora olvídate

que no es el momento, tú me lo acabas de decir, y te veo venir hacia mí con esos

ojos de retozón que tienes y de pronto nos quedamos otra vez en pelota, ¿hasta

cuándo podré resistir? y nuestros cuerpos son una sola silueta que se mueve en la

oscuridad, ¿oyes cómo maúllan esos malditos gatos en el techo?, silueta que se

mueve como una marioneta y vuelven las caricias, los suspiros, la sofocación, el

jadeo, la alegría de vivir, el sudor, ¿te das cuenta de que haciendo el amor nos

ponemos como dos muchachos?, sí, me doy cuenta, y pronunciamos palabrotas,

y gritamos, y vamos a desbaratar esta cama que ya está largando el piojo, nos

reímos, porque hacer el amor da mucha risa cuando sale bien y uno se queda

satisfecho, aunque hay quien llora en el intento, pero la cuestión es que nosotros

practicamos todas las variantes a pesar de que sólo nos hemos acostado un par de

veces, quizás tres, quizás cuatro  si contamos las ocasiones y no los días, y en fin,

que el enredillo apareció otra vez y no voy a cuestionar nada más, ni siquiera si

se puede querer a alguien de verdad a los pocos días de haberlo conocido.

Porque ni siquiera me interesa eso ya...

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas