A
mí me gustaba bailar con Guillermo cuando había alguna fiestecita en la casa de
Marina
y me invitaban. Guillermo es muy serio, muy callado, muy tranquilo. En el
fondo
es como un niño, y eso a mí me gustó siempre. Guillermo no se aprovechaba
para
apretarme como hacían otros jóvenes cuando bailaban conmigo, frescos que
eran.
Por eso yo no me perdía ninguna de esas fiestecitas que decía Marina que
eran
para olvidarse de lo jodido que está el cabrón mundo este. Charito me enseñó
a
bailar, porque yo no tenía ni idea de cómo moverme. Y a Mayra no le gustaba el
baile
en serio. Miguelito me advirtió una vez de lo que podía suceder en esa casa, y
yo
lo cogí mansito y lo obligué a que me aclarara. Déjate de tanta jodentina
conmigo
y desembucha, Miguelito. Pues mira, si un extraño pasa por allí de día
pensará
que es una casa vacía, pero si pasa de noche pues... Pues ¿qué? Acaba
de
decírmelo de una vez. Pues... si pasa de noche, seguro que piensa que aquella
es
una casa... ¡alegre! Se rió a carcajadas. Qué cabrón, tanta hambre como le
había
matado Marina. Pues así es la gente de mal agradecida. Pero con esas
referencias
yo me pasaba los días allí con los muchachos mayores y con los demás
jóvenes
que visitaban la casa. Allí conocí infinidad de jóvenes de todos los tipos,
aquello
parecía un preuniversitario. Pero con Guillermo todo era distinto. Yo y
Guillermo
habíamos jugado de niños las pocas veces que mis padres me llevaron a
esa
casa, y con Charito, jugando los tres al escondido, o con otros muchachos que
estuvieran
allí. Pero el accidente de la lancha había dejado a Guillermo un poco
sansy:
se pasaba el día entero metido en su casa, él que según Marina no la
calentaba.
Igual que Charito. Y no quería hablar con nadie. A mí me parecía que
Guillermo
era un animalito que habían separado de su madre y lo habían metido allí
en
aquel lugar tan grande y tan vacío, y que el animalito en ese medio extraño se
moría
de angustia. Por eso yo me equivoqué con él. No sé qué me pasa, Taniucha,
pero
cuando tú vienes a mí me parece que la alegría entra en esta casa, me dijo
una
mañana. Mira que decirme que yo era la alegría. Cuando estábamos solos
preparábamos
algo de comer, que él siempre tenía hambre, y nos poníamos a
oír
música... te tuve una noche de verano, / yo estaba muy solo, tú soñabas. /Yo
nunca
te quise confesar nada de mí, / tú nunca quisiste hablar de ti... ¿Te gusta Nino
Bravo?
Bueno... sí, tiene buena voz, aunque es un poco gritón. Lástima que se haya
muerto,
¿eh? Sí, lástima. Creo que murió hace poco. Sí, hace poco, en un
accidente.
Siempre son los buenos los que se mueren. Y me miraba como si
estuviera
mirando una pucha de flores. Yo pensando vamos, muchachito lindo,
entusiásmate,
que tú ni te imaginas lo que me pasa por la chola, anda, no dejes de
hablarme,
sonríete, que me gusta mucho tu sonrisa... Pero nada. A mí me gusta la
música
americana. ¿Y a ti? A mí también. No toda, claro. Claro, no toda, pero esa
música
tiene mucho ritmo. En mi casa hay mucha música americana. Y española,
pero
creo que aquí hay mucho más. Vamos a registrar a ver. Y empezamos a poner
discos... around the world / I've searched for you / I travelled on / when
hope was
gone
/ to keep a rendezvous... pero qué difícil es sacarte las palabras de la boca,
angelito
mío, aunque yo te las voy a sacar, tú verás, me gustas, me gustas mucho,
muchachito
lindo, y tú ni te lo imaginas, ni te imaginas lo que estoy pensando
ahora...
Tengo muchos de Nat King Cole. Mira. Bueno, déjame ver a ver.
Guillermo
es el mejor de los hijos de Marina, no se parece en nada a Rudy ni mucho
menos
a Tony, a pesar de que también es sagitario. A mí los sagitarios me persiguen,
me
sonsacan, me dan calambrinas en las piernas cada vez que conozco a uno de
ellos,
pero tú no, mi niño lindo, tú te vas a enamorar de mí de lo que no hay remedio
y
ya verás, que me tratas con tanto cariño que de ahí a lo otro sólo hay un paso,
lo
que
pasa es que te da pena, te da vergüenza, muñequito mío, pero yo te la voy a
quitar,
y Guillermo ajeno a estos pensamientos míos que cada vez se volvían más
eróticos,
pobrecito ángel, y entonces se acercó al tocadiscos y empezó a colocar
discos
encima de la tapa para que yo escogiera, y nos quedamos oyendo música
americana,
él sentado en un rincón de la sala y yo tratando de aproximármele lo
más
que podía, disimulando, buscando alguna excusa, porque el jovencito se sentía
romántico... love is a many splendored thing... /
is the April rose / that only grows / in
the early spring... ¡Guillermo! ¿Qué te pasa?
Despierta, que parece que estás a mil
millas
de aquí. Abres los ojos y reaccionas. Me miras como si acabaras de salir de un
sueño
largo. Ah, no, nada, no me pasa nada, es que estoy distraído. No sé lo que
me
pasa que últimamente siempre estoy distraído. Perdona, vamos a seguir con los
discos.
Te miro y me dan ganas de sentarme junto a ti en este rincón, de acariciarte,
de
besarte, porque yo sé lo que te pasa, querido, es que no te decides, es que
eres
muy
tímido, pero yo te quitaré esa timidez, seguro que te la quitaré. Cuéntame algo
de
tu vida, anda, que nosotros apenas nos conocemos de verdad a pesar de que
nos
vemos casi todos los días. ¿Algo de mi vida? Ah, si de mi vida no hay nada que
contar.
Te sorprendes, bobito, pero es que yo quiero que me hables, que te sientas
aquí
y no fuera del mundo como siempre estás, que te espabiles y te des cuenta de
que
yo estoy aquí y quiero que me mires, me
hables, me... Qué cosas se te ocurren.
No,
es que de verdad, casi no sabemos nada el uno del otro. No sé cómo no se da
cuenta,
porque a la legua se nota que estoy loquita por él, por ese cuerpo perfecto
que
tiene de tanto hacer ejercicios, pero más que por eso, por su forma de ser y
porque
tiene buenos sentimientos, que ya me he dado cuenta de eso, pero eso
tendrá
que adinvinarlo, porque no se lo voy a decir, bastante hago con intentar
insinuárselo,
aunque él parece que no se da cuenta el muy tontico. ¿Tienes
hambre?
Mira lo que se le ocurre decirme, que si tengo hambre, qué romántico.
No,
no tengo hambre. No, porque si tienes... yo calenté unos frijoles que dejó mamá
y
me los comí con media barrita de mantequilla, pan y el fondo de una lata de
leche
condensada... ¿de verdad que no tienes hambre? Qué pena, todo se enfría
con
el tema de la comida, es un cubo de hielo que me echa el animalito, pero
qué
le voy a hacer, hoy está imposible. Sigue la música y seguimos en silencio
oyéndola,
muy pegaditos, pero nada de nada, hasta que se me ocurre hacer el
último
esfuerzo: Te sientes muy solo, Guillermo, ¿verdad? ¿Eh? ¿Yo? ¿Que si me
siento
solo dices? Ha puesto una cara que ojalá no se lo hubiera dicho.
Te
lo pregunto porque siempre estás así, como tristón, no sales ni nada, por eso.
Ah,
es que no me dan deseos de salir. Bueno, vamos a bailar, anda. ¿A bailar? ¿
Ahora?
¿Aquí? ¿Qué bicho te ha picado? Ningún bicho me ha picado, es que
tengo
deseos de bailar contigo. Pero si yo no sé bailar. Tú sí sabes bailar, chico,
déjate
de excusas, que yo me siento muy bien contigo cuando bailo contigo así,
suavecito,
y me aprietas, y... ¿Yooo? Pero no hubo manera de que se levantara. Así
sucedía
siempre. Unos días después organizaron una fiestecita y me invitaron, como
siempre
hacían, diciéndome que no podía faltar y todo eso. Nada más que había
cinco
parejas de jóvenes y Marina que enseguida se cansó y se fue a dormir.
Enseguida
que empezó la música me adueñé de Guillermo. Esa noche estaba algo
más
espabilado. Bailamos largo rato, tomamos varios jaiboles, y nos fuimos para el
patio
de tierra. Nos apretamos un poquito y nos dimos unos cuantos besos al son de
la
bebida, pero de ahí no pasó. Mira, Taniucha, vamos a dejar esto así, de verdad.
Eso
fue lo único que me dijo cuando le pedí que nos metiéramos en el sótano, ya de
madrugada,
porque yo veía que las parejitas que querían manosearse se metían en
el
sótano y se pasaban horas allí. Guanaja que soy siempre, porque lo que yo no
sabía
era que Guillermo no estaba enamorado de mí, y como no pude soportar esa
situación
me fui para mi casa a pesar de la hora, a pesar de que Charito insistió en
que
me quedara a dormir por lo tarde que era. Otro de los hijos de Marina salió
conmigo
para acompañarme, pero le dije que no era necesario, que yo me sabía
cuidar
y todas esas boberías. Cuando llegué a mi casa había dos vecinas en la
guardia
del comité, que me miraron con cara de perro bulldog. Pero yo, para
joderlas,
las miré de arriba a abajo e hice un gesto despreciativo, y me metí en la
casa
de un tirón. Me imagino lo que pensarían, pero me importó una mierda. Y
tan
pronto entré en mi casa y tiré la puerta con rabia, me puse a llorar como una
niña
a la que le han arrebatado su juguete favorito...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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