domingo, 5 de julio de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 23

Eso es lo único que andaba buscando: acostarse conmigo. Lo único. Yo no sé ni

cómo pudo engatusarme el muy pendejo. No me di cuenta a tiempo, no reaccioné

como debía, no paré al bicho cuando tenía que pararlo. Es que las mujeres, cuando

nos toca un tipo, nos derretimos. La que no lo confiesa es porque le da pena. Pero

no podemos sentir la más mínima caricia, porque flaqueamos, nos rendimos, coño,

nos mojamos enseguida y ahí mismo. Por eso cuando yo conocí a Rudy me olvidé

de todo lo que había pasado con Tony. Y se repitió la historia. Siempre lo mismo, no

le aguanto más a ningún cabrón de ésos, que se vayan todos al recoño de sus

putas madres, y no hemos acabado de decirlo cuando ya nos estamos dando la

lengua con algún cabroncito otra vez. Siempre lo mismo, pero siempre en contra

de nosotras, claro, porque ellos se quedan como si los huevos se fríen o se hierven.

Y así fue. Rudy tan amable, tan delicado, tan cariñoso, claro, como Tony, también

Tony empezó así... Nada, que no escarmiento, coño, no escarmiento. Por eso estoy

y estaré condenada de por vida, porque yo también cuando siento que un hombre

me toca me empapo. Mi mamá decía que las mujeres hemos nacido para sufrir. Lo

dice la Biblia, me decía. Por eso yo nunca leí la Biblia, porque mi mamá me decía

que el que lee la Biblia se llena de miedo. Miedo a Dios, miedo al castigo divino, a

cometer pecados, al destino, al infierno, a todo. Miedo por todas partes y ni gota

de esperanza para cuando llegue la pelona y nos lleve para el más allá a seguir

sufriendo como aquí en el más acá. Y mi miedo, ¿de dónde salió? ¿Quién me lo

inculcó? ¿Cómo lo cogí? No no no, un enredillo, es lo que se me forma en la chola

cada vez que me pongo a pensar. Como si yo fuera una filósofa. Y lo que soy es una

zoqueta. ¿Que los golpes enseñan? ¿Quién fue el imbécil que dijo eso? Porque a mí

no me han enseñado ni un carajo, que aunque sólo he tenido una decepción con

el Tony, fue tan grande que me dejó tururata. En fin, que me enamoré. Me enamoré

de Rudy sin remedio. Y me entró una contentura en todo el cuerpo que me sacó de

un tirón todo lo malo que tenía dentro. Al menos por un tiempo. Con Rudy pensé

que yo no había conocido el amor, que mis relaciones con Tony habían sido sólo

un embullo loco, un capricho de culicagados, como me decía mi padre. Pero los

padres no saben manejar a las hijas cuando éstas se enamoran como guanajas de

quien no debían. Se oponen, nada más, y con eso lo que logran es que las hijas se

lancen a los brazos del tipo de turno. Un capricho de culicagados... Si me parece

estarlo oyendo. Un par de mocosos que ni siquiera sabían lo que había que hacer,

eso éramos yo y Tony. Y eso fuimos yo y Rudy. El mismo perro. Acostarse conmigo, sí,

no me di cuenta de que eso era lo único que perseguía Rudy. El caso es que me

enamoré otra vez, y de qué manera. Me dio por cantar en la casa y por pasarme el

día oyendo música, porque la música siempre ayuda a todo, y con la música yo me

hacía cráneos con Rudy, como una gata en celo. Se lo dije a Aleida, Aleida, estoy

enamorada, y se lo quería decir a todo el mundo, estoy enamorada, sí señor, estoy

enamorada, estoy enamorada, ¿lo oyen, señoras y señores? Tania está muy, muy

enamorada. Y qué rica se siente una cuando está enamorada, a una le parece que

hasta un perro muerto junto a una alcantarilla tiene algo bonito, y una se cree que

no existe la maldad, que no hay gente muriéndose de hambre, que este es el país

de las maravillas de Alicia, y que todas las personas que conoce son excelentes. Y

que en el mundo sólo hay flores, pefumes, arcoíris, que los niños juegan en los

parques, que los pájaros cantan en los árboles, que los peces nadan libres en el mar,

y todo lo que haces te sale bien, y sientes deseos de abrazar a todo el mundo, y es

como una sensación de felicidad tan grande que se te olvidan todos tus problemas.

¡Ah! Hasta un día... Todos son iguales, mija, lo que quieren es templársela a una y a

viaje, te la empujan y chirrín chirrán, por eso yo no me enamoro ni de Alain Delon, no

señor, yo no les hago caso, no les creo ni las verdades que me dicen. Mayra me lo

decía. Y me decía que lo que ella hace es sacarles el jugo, los exprimo, manita,

sobre todo a los extras, los exprimo hasta que sueltan el último gollejo, y después los

lanzo. Pero Rudy me durmió. Me empezó a dormir desde que nos encontramos

en la rotonda de Ferreiro y nos sentamos a conversar en el parque. Otra vez el

cabrón parque. Yo estaba cansadísima de darle a la pata como un perro sin dueño

y me tiré en el banco, y nada, muchas palabras bonitas, muchas frases cariñosas,

mucha disposición para ayudarme, y al final ñiringa. Por boba, por comemierda, por

monga. Caí por segunda vez, que no sería la última. Es que Rudy es tan gracioso, me

repetía yo misma para darme ánimos. Qué bonito habla, qué decente parece, qué

respetuoso, qué... Guanaja, eso es lo que eres, una guanaja, una vejiga, una

mocosa, no escarmientas, coño, no entras por el aro, no te espabilas como te dice

Mayra, estás de empuja y saca, te dejas bajear como un pollo por un majá, que se

le acerca calladito y le suelta el silbido fatal moviendo la lengua como te la mueve

el Rudy dentro de la oreja para dejarte totalmente nocáu. El pollo se queda así,

hipnotizado, esperando el lengüetazo que lo convierta en fiambre. Ja. Y así mismo

te quedaste tú cuando el donjuanito de Rudy te lanzó el silbido, te empapaste

todita, so guanaja.  Y ya ves lo que pasó. Un majá. Eso es lo que es el cabrón de

Rudy. Pero yo no le hice caso a Mayra. Niña, si ese anda como un verraco detrás del

culo de Charito, pero Charito no le hace ni puñetero caso, dice que ella no está

para alumnos de primaria. Y aparecí yo, de prima. Y Rudy me cogió para el trajín.

Pero lo peor, que me pasó lo que me tenía que pasar. Por segunda vez. Pues voy y

se lo digo, Rudy, creo que estoy embarazada. ¿Qué tú dices?. Pero cómo no iba a

estarlo si yo no sabía cómo tenía que cuidarme ni nada de eso. ¿Qué pretendes,

que yo me haga cargo del paquete ese? Mira que llamarle paquete a un hijo que

le hacen a una. Tiene gracia. Y tuvo gracia de verdad, porque la jaranita me costó

un legrado, el primer legrado que me hice, y el último, porque ya lo juré, recoño,

que después de Tony no le paro ni a Dios. Y de legrados cero, que para eso aprendí

muy bien cómo tengo que cuidarme para que ningún vaina venga y me infle de

gratis. Porque lo que pasé con eso fue peor que estar condenada en el infierno. La

cagástrofe... empezó el corre corre, porque yo no quería que nadie se enterara, y

tuve que pagarle a un joven que me llevó Mayra para que me hiciera la donación

de sangre, que sin eso no te hacen aquí ningún tipo de tabajo de cirugía en ningún

hospital. No, mi vida, eso es lo que está establecido, tienes que traer una donación

de  sangre a tu nombre si quieres salir de ese apuro, y ya lo sabes para la próxima

vez, así que cuídate, o a parir, que tener un hijo es algo bonito, sí, maravilloso...

Así me dijo la enfermera en la recepción del hospital. Hija de puta. Y eso que en este

país la salud pública es gratuita, que si no tendría que hacerme el legrado yo misma.

Gracias a Mayra que me ayudó y me consiguió al muchacho ese. Niña, que Toño no

se lo va a decir a nadie, a ese nada más le interesa la plata, le das los treinta pesos y

olvídate. Pero el drama comenzó de verdad después que el Toño me entregó el

papel con el cuño y la firma y todo eso que exigen para cualquier cosa: pues ir al

hospital, entregar el papel, explicar mi problema, dar mis datos, inventar mil excusas

para no parir, soportar la descarga que me echa la doctora que se encarga del

julepe, tan joven y ya viene a hacerse una interrupción, le dice la muy cabrona a la

enfermera que me mira con cara de imbécil, cómo está nuestra juventud, qué

horror, coger el turno, enredarse con el papeleo, que no es un jamón, los análisis, el

temor a que no quisieran hacerme el legrado por tener la hemoglobina baja, pero

gracias a Dios no la tenía baja, la leche que me tomo diariamente debe ser, porque

la carne no se ve en mi fogón desde que yo era una niña que soñaba con la nieve,

y entonces seguir el curso normal en estos casos: las preguntas, los consejos, las

recomendaciones, las miradas curiosas, pero al final llegó lo realmente terrible... sí,

una sensación de soledad, de amargura, de decaimiento, de impotencia, de hastío

que sientes cuando llegas allí y te ponen una batona blanca que te queda

demasiado grande, te rasuran, te cortan sin decirte ni lo siento, te acuestan en una

mesita tan estrecha que casi no puedes moverte, oyes a otras mujeres quejándose,

mentándole la madre al tipo que las mandó allí a joderse, tiradas como perras en

espera de que te hagan lo que te van a hacer para sacarte el problema de

adentro... nos miran, nos tocan, nos viran, nos mueven, nos trajinan, nos zarandean,

y la gorra, los guantes, las batas, todo blanco y todo verde, y entonces te abren las

piernas como si estuvieran manipulando una palanca de metal, te meten las manos

allá dentro de tu intimidad, te acomodan, te empiezan a raspar, a raspar, a raspar,

Dios mío, y sientes deseos de decir malas palabras, y las dices, coño, cojones, pinga,

putas, maricones, y gritas, y te cagas en la maldita hora en que llegaste a este

mundo cochino, y te quieres morir, acordándote de toda la generación del cabrón

que te hizo esto, y lloras, gritas, protestas por la tosquedad de la comadrona, te

coges odio a ti misma, pero cómo yo he caído en esto, por qué no me supe cuidar,

cuándo voy a escarmentar, y le coges odio al médico, a las enfermeras, al hospital,

al que barre, a la mujer que tienes cerca, a la gente, a los hombres, por qué me

acosté con ese bicho, mal rayo lo parta, mamón, asqueroso, hijo de puta, y al final

maldices el placer que disfrutaste que por cierto no fue la gran cosa que esperabas,

hasta que sientes una especie de desfallecimiento, de sueño, de resignación, un

deseo muy grande de no levantarte jamás de ese camastro sucio incómodo, de no

hacer otra cosa que quedarte allí mirando las paredes con los ojos cerrados... y las

ventanas, el techo, no quiero verle la cara a ningún ser humano, ni a mi madre, a

nadie, que me doy cuenta de todo por mi asma y la anestesia, y todo me parece

humillante, y cuando llego a mi casa medio muerta me pongo a llorar y creo que

he estado llorando casi todo el día... por la noche no puedo dormir, pensando en

Bertica que está con Aurelia, siempre ajena a los momentos más trascendentales de

su madre, pensando en mis pocos amigos, y no quiero llamar a Aleida porque estoy

que doy lástima, pero sobre todo, pensando en el cabrón de Rudy, desaparecido

del mapa, que ni siquiera fue a darme una vuelta al hospital el muy... y todavía me

faltaba el golpe contundente: a los pocos días, cuando por fin logré calmarme y

reponerme un poco, lo primero que hice fue tratar de averiguar algo sobre el gran

canalla desaparecido, y lo único que pude averiguar fue que el muy desgraciado

estaba regando por el Pre que yo era un palito fácil. Nada menos que un palito fácil

el muy hijo de puta... Eso era todo lo que había dejado en Rudy. Un palito fácil. El

mundo me cayó encima con su fuerza aplastante, porque yo todavía, so monga,

guardaba cierta ilusión hacia Rudy. No podía evitarlo, no quería evitarlo. Y saber

que Rudy decìa eso de mí fue como si me cayeran a toletazos...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

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