Eso
es lo único que andaba buscando: acostarse conmigo. Lo único. Yo no sé ni
cómo
pudo engatusarme el muy pendejo. No me di cuenta a tiempo, no reaccioné
como
debía, no paré al bicho cuando tenía que pararlo. Es que las mujeres, cuando
nos
toca un tipo, nos derretimos. La que no lo confiesa es porque le da pena. Pero
no
podemos sentir la más mínima caricia, porque flaqueamos, nos rendimos, coño,
nos
mojamos enseguida y ahí mismo. Por eso cuando yo conocí a Rudy me olvidé
de
todo lo que había pasado con Tony. Y se repitió la historia. Siempre lo mismo,
no
le
aguanto más a ningún cabrón de ésos, que se vayan todos al recoño de sus
putas
madres, y no hemos acabado de decirlo cuando ya nos estamos dando la
lengua
con algún cabroncito otra vez. Siempre lo mismo, pero siempre en contra
de
nosotras, claro, porque ellos se quedan como si los huevos se fríen o se
hierven.
Y
así fue. Rudy tan amable, tan delicado, tan cariñoso, claro, como Tony, también
Tony
empezó así... Nada, que no escarmiento, coño, no escarmiento. Por eso estoy
y
estaré condenada de por vida, porque yo también cuando siento que un hombre
me
toca me empapo. Mi mamá decía que las mujeres hemos nacido para sufrir. Lo
dice
la Biblia, me decía. Por eso yo nunca leí la Biblia, porque mi mamá me decía
que
el que lee la Biblia se llena de miedo. Miedo a Dios, miedo al castigo divino,
a
cometer
pecados, al destino, al infierno, a todo. Miedo por todas partes y ni gota
de
esperanza para cuando llegue la pelona y nos lleve para el más allá a seguir
sufriendo
como aquí en el más acá. Y mi miedo, ¿de dónde salió? ¿Quién me lo
inculcó?
¿Cómo lo cogí? No no no, un enredillo, es lo que se me forma en la chola
cada
vez que me pongo a pensar. Como si yo fuera una filósofa. Y lo que soy es una
zoqueta.
¿Que los golpes enseñan? ¿Quién fue el imbécil que dijo eso? Porque a mí
no
me han enseñado ni un carajo, que aunque sólo he tenido una decepción con
el
Tony, fue tan grande que me dejó tururata. En fin, que me enamoré. Me enamoré
de
Rudy sin remedio. Y me entró una contentura en todo el cuerpo que me sacó de
un
tirón todo lo malo que tenía dentro. Al menos por un tiempo. Con Rudy pensé
que
yo no había conocido el amor, que mis relaciones con Tony habían sido sólo
un
embullo loco, un capricho de culicagados, como me decía mi padre. Pero los
padres
no saben manejar a las hijas cuando éstas se enamoran como guanajas de
quien
no debían. Se oponen, nada más, y con eso lo que logran es que las hijas se
lancen
a los brazos del tipo de turno. Un capricho de culicagados... Si me parece
estarlo
oyendo. Un par de mocosos que ni siquiera sabían lo que había que hacer,
eso
éramos yo y Tony. Y eso fuimos yo y Rudy. El mismo perro. Acostarse conmigo,
sí,
no
me di cuenta de que eso era lo único que perseguía Rudy. El caso es que me
enamoré
otra vez, y de qué manera. Me dio por cantar en la casa y por pasarme el
día
oyendo música, porque la música siempre ayuda a todo, y con la música yo me
hacía
cráneos con Rudy, como una gata en celo. Se lo dije a Aleida, Aleida, estoy
enamorada,
y se lo quería decir a todo el mundo, estoy enamorada, sí señor, estoy
enamorada,
estoy enamorada, ¿lo oyen, señoras y señores? Tania está muy, muy
enamorada.
Y qué rica se siente una cuando está enamorada, a una le parece que
hasta
un perro muerto junto a una alcantarilla tiene algo bonito, y una se cree que
no
existe la maldad, que no hay gente muriéndose de hambre, que este es el país
de
las maravillas de Alicia, y que todas las personas que conoce son excelentes. Y
que
en el mundo sólo hay flores, pefumes, arcoíris, que los niños juegan en los
parques,
que los pájaros cantan en los árboles, que los peces nadan libres en el mar,
y
todo lo que haces te sale bien, y sientes deseos de abrazar a todo el mundo, y
es
como
una sensación de felicidad tan grande que se te olvidan todos tus problemas.
¡Ah!
Hasta un día... Todos son iguales, mija, lo que quieren es templársela a una y
a
viaje,
te la empujan y chirrín chirrán, por eso yo no me enamoro ni de Alain Delon, no
señor,
yo no les hago caso, no les creo ni las verdades que me dicen. Mayra me lo
decía.
Y me decía que lo que ella hace es sacarles el jugo, los exprimo, manita,
sobre
todo a los extras, los exprimo hasta que sueltan el último gollejo, y después
los
lanzo.
Pero Rudy me durmió. Me empezó a dormir desde que nos encontramos
en
la rotonda de Ferreiro y nos sentamos a conversar en el parque. Otra vez el
cabrón
parque. Yo estaba cansadísima de darle a la pata como un perro sin dueño
y
me tiré en el banco, y nada, muchas palabras bonitas, muchas frases cariñosas,
mucha
disposición para ayudarme, y al final ñiringa. Por boba, por comemierda, por
monga.
Caí por segunda vez, que no sería la última. Es que Rudy es tan gracioso, me
repetía
yo misma para darme ánimos. Qué bonito habla, qué decente parece, qué
respetuoso,
qué... Guanaja, eso es lo que eres, una guanaja, una vejiga, una
mocosa,
no escarmientas, coño, no entras por el aro, no te espabilas como te dice
Mayra,
estás de empuja y saca, te dejas bajear como un pollo por un majá, que se
le
acerca calladito y le suelta el silbido fatal moviendo la lengua como te la
mueve
el
Rudy dentro de la oreja para dejarte totalmente nocáu. El pollo se queda así,
hipnotizado,
esperando el lengüetazo que lo convierta en fiambre. Ja. Y así mismo
te
quedaste tú cuando el donjuanito de Rudy te lanzó el silbido, te empapaste
todita,
so guanaja. Y ya ves lo que pasó. Un
majá. Eso es lo que es el cabrón de
Rudy.
Pero yo no le hice caso a Mayra. Niña, si ese anda como un verraco detrás del
culo
de Charito, pero Charito no le hace ni puñetero caso, dice que ella no está
para
alumnos de primaria. Y aparecí yo, de prima. Y Rudy me cogió para el trajín.
Pero
lo peor, que me pasó lo que me tenía que pasar. Por segunda vez. Pues voy y
se
lo digo, Rudy, creo que estoy embarazada. ¿Qué tú dices?. Pero cómo no iba a
estarlo
si yo no sabía cómo tenía que cuidarme ni nada de eso. ¿Qué pretendes,
que
yo me haga cargo del paquete ese? Mira que llamarle paquete a un hijo que
le
hacen a una. Tiene gracia. Y tuvo gracia de verdad, porque la jaranita me costó
un
legrado, el primer legrado que me hice, y el último, porque ya lo juré, recoño,
que
después de Tony no le paro ni a Dios. Y de legrados cero, que para eso aprendí
muy
bien cómo tengo que cuidarme para que ningún vaina venga y me infle de
gratis.
Porque lo que pasé con eso fue peor que estar condenada en el infierno. La
cagástrofe...
empezó el corre corre, porque yo no quería que nadie se enterara, y
tuve
que pagarle a un joven que me llevó Mayra para que me hiciera la donación
de
sangre, que sin eso no te hacen aquí ningún tipo de tabajo de cirugía en ningún
hospital.
No, mi vida, eso es lo que está establecido, tienes que traer una donación
de sangre a tu nombre si quieres salir de ese
apuro, y ya lo sabes para la próxima
vez,
así que cuídate, o a parir, que tener un hijo es algo bonito, sí,
maravilloso...
Así
me dijo la enfermera en la recepción del hospital. Hija de puta. Y eso que en
este
país
la salud pública es gratuita, que si no tendría que hacerme el legrado yo
misma.
Gracias
a Mayra que me ayudó y me consiguió al muchacho ese. Niña, que Toño no
se
lo va a decir a nadie, a ese nada más le interesa la plata, le das los treinta
pesos y
olvídate.
Pero el drama comenzó de verdad después que el Toño me entregó el
papel
con el cuño y la firma y todo eso que exigen para cualquier cosa: pues ir al
hospital,
entregar el papel, explicar mi problema, dar mis datos, inventar mil excusas
para
no parir, soportar la descarga que me echa la doctora que se encarga del
julepe,
tan joven y ya viene a hacerse una interrupción, le dice la muy cabrona a la
enfermera
que me mira con cara de imbécil, cómo está nuestra juventud, qué
horror,
coger el turno, enredarse con el papeleo, que no es un jamón, los análisis, el
temor
a que no quisieran hacerme el legrado por tener la hemoglobina baja, pero
gracias
a Dios no la tenía baja, la leche que me tomo diariamente debe ser, porque
la
carne no se ve en mi fogón desde que yo era una niña que soñaba con la nieve,
y
entonces seguir el curso normal en estos casos: las preguntas, los consejos,
las
recomendaciones,
las miradas curiosas, pero al final llegó lo realmente terrible... sí,
una
sensación de soledad, de amargura, de decaimiento, de impotencia, de hastío
que
sientes cuando llegas allí y te ponen una batona blanca que te queda
demasiado
grande, te rasuran, te cortan sin decirte ni lo siento, te acuestan en una
mesita
tan estrecha que casi no puedes moverte, oyes a otras mujeres quejándose,
mentándole
la madre al tipo que las mandó allí a joderse, tiradas como perras en
espera
de que te hagan lo que te van a hacer para sacarte el problema de
adentro...
nos miran, nos tocan, nos viran, nos mueven, nos trajinan, nos zarandean,
y
la gorra, los guantes, las batas, todo blanco y todo verde, y entonces te abren
las
piernas
como si estuvieran manipulando una palanca de metal, te meten las manos
allá
dentro de tu intimidad, te acomodan, te empiezan a raspar, a raspar, a raspar,
Dios
mío, y sientes deseos de decir malas palabras, y las dices, coño, cojones,
pinga,
putas,
maricones, y gritas, y te cagas en la maldita hora en que llegaste a este
mundo
cochino, y te quieres morir, acordándote de toda la generación del cabrón
que
te hizo esto, y lloras, gritas, protestas por la tosquedad de la comadrona, te
coges
odio a ti misma, pero cómo yo he caído en esto, por qué no me supe cuidar,
cuándo
voy a escarmentar, y le coges odio al médico, a las enfermeras, al hospital,
al
que barre, a la mujer que tienes cerca, a la gente, a los hombres, por qué me
acosté
con ese bicho, mal rayo lo parta, mamón, asqueroso, hijo de puta, y al final
maldices
el placer que disfrutaste que por cierto no fue la gran cosa que esperabas,
hasta
que sientes una especie de desfallecimiento, de sueño, de resignación, un
deseo
muy grande de no levantarte jamás de ese camastro sucio incómodo, de no
hacer
otra cosa que quedarte allí mirando las paredes con los ojos cerrados... y las
ventanas,
el techo, no quiero verle la cara a ningún ser humano, ni a mi madre, a
nadie,
que me doy cuenta de todo por mi asma y la anestesia, y todo me parece
humillante,
y cuando llego a mi casa medio muerta me pongo a llorar y creo que
he
estado llorando casi todo el día... por la noche no puedo dormir, pensando en
Bertica
que está con Aurelia, siempre ajena a los momentos más trascendentales de
su
madre, pensando en mis pocos amigos, y no quiero llamar a Aleida porque estoy
que
doy lástima, pero sobre todo, pensando en el cabrón de Rudy, desaparecido
del
mapa, que ni siquiera fue a darme una vuelta al hospital el muy... y todavía me
faltaba
el golpe contundente: a los pocos días, cuando por fin logré calmarme y
reponerme
un poco, lo primero que hice fue tratar de averiguar algo sobre el gran
canalla
desaparecido, y lo único que pude averiguar fue que el muy desgraciado
estaba
regando por el Pre que yo era un palito fácil. Nada menos que un palito fácil
el
muy hijo de puta... Eso era todo lo que había dejado en Rudy. Un palito fácil.
El
mundo
me cayó encima con su fuerza aplastante, porque yo todavía, so monga,
guardaba
cierta ilusión hacia Rudy. No podía evitarlo, no quería evitarlo. Y saber
que
Rudy decìa eso de mí fue como si me cayeran a toletazos...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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