sábado, 27 de junio de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 22

A veces hasta el cumpleaños de Bertica se me olvida. La semana entera con

Aurelia, en el Internado, y para colmo los sábados allá en casa de su abuela,

lo hago para que descanses, me dice Aurelia. Y me paso todo el sábado sola hasta

el día siguiente que me la trae y puedo tenerla conmigo unas horas, porque Aurelia

viene a recogerla para que duerma con ella en su casa y al día siguiente para el

Internado de cabeza. Desde que nació Bertica ha estado casi todo el tiempo con

Aurelia, primero aquí en la casa y después en ese Internado de todos los demonios,

y yo aquí sola, descansando, como dice Aurelia. Pero ¿de qué carajos voy a

descansar? Porque ni de la casa ya me ocupo, la misma Aurelia se aparece un día

cualquiera y recoge, ordena, barre, pasa la balleta, y yo sigo descansando. Y de

tanto descansar me voy a volver paralítica. No te angusties, mi vida, la niña está

muy bien cuidada, no le falta nada, y allí hay muchos niños como ella para jugar y

entretenerse y hacer amiguitos, y allí los niños aprenden muchas cosas, y cuando

empiece la primaria ya Bertica estará bastante adelantada, no te preocupes...

¡Mi hija! ¡Ahhh! Ni siquiera pude darle de mamar, por eso Aurelia fue la solución para

mis padres. Caída del cielo, por eso enseguida la llamaron, la atendieron como a

una señorona de prosapia, hasta le regalaron cosas de valor de la casa que Aurelia

no quería aceptar, pero tanto le dieron que al final se tranzó. No sé si le regalarían

dinero, eso Aurelia no me lo ha dicho ni yo se lo voy a preguntar. A mí me dejaron

una cuenta en el banco y de eso estoy viviendo, hasta que se acabe, que no sé

qué coño voy a hacer si antes mis padres no resuelven el problema de mi salida

con Bertica. Mis padres cada vez se ocupan menos de escribirme, a veces alguna

llamadita que tengo que cruzar a la casa de Aleida, que tiene teléfono, para hablar

con mi mamá unos minutos, porque mi padre sólo me dice cuatro palabras y un

beso y nada más, y siempre la misma cantinela, que ya estamos resolviendo lo del

viaje, no te preocupes, y etcétera. Después de todo es una suerte que Aurelia venga

a darme vueltas y se ocupe de la niña, si no, el suicidio me coge, insomnios, asma,

dolores de cabeza, preocupaciones, fracasos, desesperanzas. A mi edad cualquier

muchacha estaría pensando en novelitas de Corín Tellado, en fiestas, en jóvenes de

su edad, enamoriscándose, y en fin, viviendo, en una palabra, y yo mírenme aquí

encerrada, aunque dice Aurelia que es porque quiero. ¿Por qué no vas al cine con

alguna amiga, o al parque, o a alguna fiesta, para que conozcas jóvenes como tú?

Pobre Aurelia. No comprende. Y yo que no quería que viniera. ¿Y quién carajo se va

a encargar de la niña? ¿Tú? Si tú ni siquiera sabes sacar a la perra a mear, mocosa

engreída. No sólo mi padre, hasta mi mamá me reprochaba mi actitud. ¿Cómo vas

a criar tú una niña, si tú estás todavía para que te cuiden? Pero el tiempo es el divino

médico que todo lo cura, porque con el tiempo aquel odio que yo sentía por Aurelia

se ha convertido en cariño, y ahora Aurelia se ha vuelto imprescindible para mí, y

además, ella no tiene la culpa de haber parido a un tipo como el Tony, seguro que

lo está sufriendo tanto como lo sufrí yo todo el tiempo que estuve casada con él.

Aurelia siempre me trata con mucho cariño y se porta muy bien conmigo y con

Bertica, y todo lo hace con una sonrisa. Por eso yo me he encariñado tanto con

Aurelia que a veces me parece que Aurelia es mi mamá. El nacimiento de la niña

cambió todavía más mi vida: por ella tuve que dejar los estudios, y a mí me gustaba

el Pre, me gustaba mucho, allí pasé muy buenos ratos y creo que en la escuela,

desde la primaria, es donde único yo me he sentido feliz. Bertica, sí, claro que sí, los

problemas que me trajo que yo no tenía ni la más remota idea de cómo afrontarlos

y solucionarlos, y apenas con una leve conciencia de lo que me esperaba. Mejor no

pensar. Pensar es un castigo, una tortura que yo misma me impongo, y para colmo

inútil, pensando no puedo resolver ni  hostias. Lo único que consigo pensando es

atormentarme y lamentarme inútilmente, y añorar una vida distinta que yo creo que

nunca tendré. Ah, si pudiera vivir otra vez todo lo haría distinto. Nada de mi vida me

gusta, Pero en fin, que esa es mi condena, estoy condenada a pensar y recordar. Y

nada más... Y menos mal que ahora tengo a Aurelia, y que Bertica está en buenas

manos, a pesar de que son manos poseedoras que se quieren quedar siempre con

ella. Por eso Bertica siempre está clamando por su abuelita, ¿cuándo viene mi

abuelita?, como si su abuelita fuera su madre, la muy puñetera. Tan pocos años y ya

sabe demasiado la jiribilla esta. Grandísima y malcriadísima que está. Y cuando le

cae bien alguien es una panacea, pero si le cae mal es capaz de darle una patada

en la misma rodilla. Bertica para aquí, Bertica para allá, y todo el mundo con lo

mismo, qué niña tan lista, cómo sabe esa criatura, cuando vaya a la escuela va a

destacar, vengan a ver las cosas que se le ocurren, y así Aurelia se encarga de

hacerle propaganda a la niña prodigio, como si de verdad Bertica fuera un genio, y

Bertica es como todos los niños de su edad. Pero lo peor es que cuando alguien, al

menos que yo lo haya oído o me haya enterado, dice algo de la niña, dice la nieta

de Aurelia, no la hija de Tania, qué linda está la nietecita de Aurelia, ¿no la has visto?

Maldita sea mi suerte. Lo que digo, que mejor es no pensar, ojalá existiera alguna

medicina para perder la memoria. Porque eso es lo que yo quisiera, perder la

memoria. No acordarme ni de mi nombre. Así no me acordaría tampoco de que

Bertica no es que no esté conmigo mucho tiempo, sino que me parece que es que

no quiere estar conmigo...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

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