A
veces hasta el cumpleaños de Bertica se me olvida. La semana entera con
Aurelia,
en el Internado, y para colmo los sábados allá en casa de su abuela,
lo
hago para que descanses, me dice Aurelia. Y me paso todo el sábado sola hasta
el
día siguiente que me la trae y puedo tenerla conmigo unas horas, porque Aurelia
viene
a recogerla para que duerma con ella en su casa y al día siguiente para el
Internado
de cabeza. Desde que nació Bertica ha estado casi todo el tiempo con
Aurelia,
primero aquí en la casa y después en ese Internado de todos los demonios,
y
yo aquí sola, descansando, como dice Aurelia. Pero ¿de qué carajos voy a
descansar?
Porque ni de la casa ya me ocupo, la misma Aurelia se aparece un día
cualquiera
y recoge, ordena, barre, pasa la balleta, y yo sigo descansando. Y de
tanto
descansar me voy a volver paralítica. No te angusties, mi vida, la niña está
muy
bien cuidada, no le falta nada, y allí hay muchos niños como ella para jugar y
entretenerse
y hacer amiguitos, y allí los niños aprenden muchas cosas, y cuando
empiece
la primaria ya Bertica estará bastante adelantada, no te preocupes...
¡Mi
hija! ¡Ahhh! Ni siquiera pude darle de mamar, por eso Aurelia fue la solución
para
mis
padres. Caída del cielo, por eso enseguida la llamaron, la atendieron como a
una
señorona de prosapia, hasta le regalaron cosas de valor de la casa que Aurelia
no
quería aceptar, pero tanto le dieron que al final se tranzó. No sé si le
regalarían
dinero,
eso Aurelia no me lo ha dicho ni yo se lo voy a preguntar. A mí me dejaron
una
cuenta en el banco y de eso estoy viviendo, hasta que se acabe, que no sé
qué
coño voy a hacer si antes mis padres no resuelven el problema de mi salida
con
Bertica. Mis padres cada vez se ocupan menos de escribirme, a veces alguna
llamadita
que tengo que cruzar a la casa de Aleida, que tiene teléfono, para hablar
con
mi mamá unos minutos, porque mi padre sólo me dice cuatro palabras y un
beso
y nada más, y siempre la misma cantinela, que ya estamos resolviendo lo del
viaje,
no te preocupes, y etcétera. Después de todo es una suerte que Aurelia venga
a
darme vueltas y se ocupe de la niña, si no, el suicidio me coge, insomnios,
asma,
dolores
de cabeza, preocupaciones, fracasos, desesperanzas. A mi edad cualquier
muchacha
estaría pensando en novelitas de Corín Tellado, en fiestas, en jóvenes de
su
edad, enamoriscándose, y en fin, viviendo, en una palabra, y yo mírenme aquí
encerrada,
aunque dice Aurelia que es porque quiero. ¿Por qué no vas al cine con
alguna
amiga, o al parque, o a alguna fiesta, para que conozcas jóvenes como tú?
Pobre
Aurelia. No comprende. Y yo que no quería que viniera. ¿Y quién carajo se va
a
encargar de la niña? ¿Tú? Si tú ni siquiera sabes sacar a la perra a mear,
mocosa
engreída.
No sólo mi padre, hasta mi mamá me reprochaba mi actitud. ¿Cómo vas
a
criar tú una niña, si tú estás todavía para que te cuiden? Pero el tiempo es el
divino
médico
que todo lo cura, porque con el tiempo aquel odio que yo sentía por Aurelia
se
ha convertido en cariño, y ahora Aurelia se ha vuelto imprescindible para mí, y
además,
ella no tiene la culpa de haber parido a un tipo como el Tony, seguro que
lo
está sufriendo tanto como lo sufrí yo todo el tiempo que estuve casada con él.
Aurelia
siempre me trata con mucho cariño y se porta muy bien conmigo y con
Bertica,
y todo lo hace con una sonrisa. Por eso yo me he encariñado tanto con
Aurelia
que a veces me parece que Aurelia es mi mamá. El nacimiento de la niña
cambió
todavía más mi vida: por ella tuve que dejar los estudios, y a mí me gustaba
el
Pre, me gustaba mucho, allí pasé muy buenos ratos y creo que en la escuela,
desde
la primaria, es donde único yo me he sentido feliz. Bertica, sí, claro que sí,
los
problemas
que me trajo que yo no tenía ni la más remota idea de cómo afrontarlos
y
solucionarlos, y apenas con una leve conciencia de lo que me esperaba. Mejor no
pensar.
Pensar es un castigo, una tortura que yo misma me impongo, y para colmo
inútil,
pensando no puedo resolver ni hostias.
Lo único que consigo pensando es
atormentarme
y lamentarme inútilmente, y añorar una vida distinta que yo creo que
nunca
tendré. Ah, si pudiera vivir otra vez todo lo haría distinto. Nada de mi vida
me
gusta,
Pero en fin, que esa es mi condena, estoy condenada a pensar y recordar. Y
nada
más... Y menos mal que ahora tengo a Aurelia, y que Bertica está en buenas
manos,
a pesar de que son manos poseedoras que se quieren quedar siempre con
ella.
Por eso Bertica siempre está clamando por su abuelita, ¿cuándo viene mi
abuelita?,
como si su abuelita fuera su madre, la muy puñetera. Tan pocos años y ya
sabe
demasiado la jiribilla esta. Grandísima y malcriadísima que está. Y cuando le
cae
bien alguien es una panacea, pero si le cae mal es capaz de darle una patada
en
la misma rodilla. Bertica para aquí, Bertica para allá, y todo el mundo con lo
mismo,
qué niña tan lista, cómo sabe esa criatura, cuando vaya a la escuela va a
destacar,
vengan a ver las cosas que se le ocurren, y así Aurelia se encarga de
hacerle
propaganda a la niña prodigio, como si de verdad Bertica fuera un genio, y
Bertica
es como todos los niños de su edad. Pero lo peor es que cuando alguien, al
menos
que yo lo haya oído o me haya enterado, dice algo de la niña, dice la nieta
de
Aurelia, no la hija de Tania, qué linda está la nietecita de Aurelia, ¿no la
has visto?
Maldita
sea mi suerte. Lo que digo, que mejor es no pensar, ojalá existiera alguna
medicina
para perder la memoria. Porque eso es lo que yo quisiera, perder la
memoria.
No acordarme ni de mi nombre. Así no me acordaría tampoco de que
Bertica
no es que no esté conmigo mucho tiempo, sino que me parece que es que
no
quiere estar conmigo...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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