domingo, 24 de mayo de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 19

Y aquí estamos yo y Mayra, como un par de gallinas en busca de un gallo, en el

atrio de la Catedral, observando, que dice Mayra que observando a la gente se

aprende. Desde el atrio se ve todo el parque y todo el movimiento de la gente que

está en el parque o que pasa por el parque. Mayra me habla de las acabandas y

me las va señalando una por una, para que las vayas conociendo y no te dejes

engatusar por ninguna, porque estas niñas no son fáciles. En Santiago siempre hay

barcos atracados en los muelles, por eso se ven tantos de esos marineros extranjeros

dando vueltas por aquí. Dice Mayra que es que vienen de viajar por medio mundo,

figúrate, se pasan semanas y semanas en el mar sin ver una mujer, a paja seca, a

cráneo vivo y a ron puro, por eso enseguida que llegan se tiran aquí a buscar a las

acabandas, tanto tiempo por ahí solitos, aburridos del azul del cielo y del mar, con

fotos de mujeres encueras y haciéndose pajas espectaculares, cuando no tirándose

los unos a los otros para consolarse. Increíble, ¿eh? Cómo sabrá Mayra todas esas

suciezas. La miro de refilón sin apartar la vista de las muchachas que ella llama

acabandas. Qué nombrecito. Me he propuesto callar y dejar que ella hable y me

informe, porque ya me cansé de estar en babia siempre. Mayra me explica qué son

las acabandas y por qué se llaman así. Niña, porque están acabando... y se ríe a

carcajadas mientras enciende un cigarro. Me dice por qué ellas son tan solicitadas

por esos tipos de los barcos y por otros extranjeros que pululan en el parque, que

dice que esos son más finos, son técnicos de otros países que están tratando de

echar adelante esta mierda, pero esta mierda no hay dios que la eche adelante.

También hay turistas, dice Mayra. Algunos vienen con sus mujeres. A las acabandas

les gustan los marineros porque como están desesperados por templarse una mujer

sueltan la mosca mucho más rápido. Yo muevo la cabeza, diciendo que sí a todo,

para ver hasta dónde llega esta cabrona. ¿Así que se dedican a sonsacar a esos

tipos de los barcos? Mayra ni me mira. Me dice que hoy no se ven tantas, que

parece que han recogido a unas cuantas. ¿Quién las ha recogido? ¿Quién va a

ser? La policía, manita, estás en China. ¿Serás monga? Mayra me dice que las

acabandas se acuestan con el más pinto nada más que por que les regalen unos

tennis bonitos o unos cuantos fulas, pero me cuesta trabajo creerla, porque cómo

una va a acostarse con un hombre, aunque no le guste, nada más que por un par

de tennis o por dinero o por cualquier otra cosa. Mira, todas ellas son cúmbilas, ¿

comprendes? Es un negocio, es algo así como... un consorcio, una organización, yo

qué sé. ¿Te la llevas? No, Mayra, no me la llevo. Bueno... mira... Se rasca la cabeza y

se queda pensando. Estás exagerando, Mayra, qué organización ni qué pollo

desplumado, chica, tienes una imaginación... podías dedicarte a escribir guiones

para la televisión. Tú qué inocente eres, mija. Pero mira, oye esto: desde que atraca

el barco tú ves las acabandas alborotadas por todo el parque, haciendo planes

para esa misma noche, revueltas, vamos, a la caza, si parecen un hormiguero

cuando le echan luz brillante. ¿Tú has visto un hormiguero cuando le echan luz

brillante? No es posible, eso que me dices no es posible. Mayra se ríe, se burla, se

dobla de la risa a carcajadas, y me mira como diciendo ésta pasa de guanaja.

¿Tú no ves que esos que vienen en los barcos dan hasta el culo por estar con una

hembra? ¿Eres tonta o qué? Tú me estás corriendo una máquina. Cuentos, esos son

cuentos. Eso no puede ser verdad. ¿En qué país vivimos entonces? ¿O es que todas

las muchachas son putas? Mayra sigue rascándose la cabeza. ¿Tendrá piojos? Yo

insisto: ahora el gobierno no permite esas cosas... ahora... ¿Así que el gobierno...? -se

ríe hasta desternillarse-. Claro, so boba, el gobierno no permite esas cosas, como tú

dices, claro, lo que pasa es que el gobierno no puede intervenirles la tota -y se ríe sin

parar, si sigue le va a dar una congestión-. Oye esto: dice la vieja Macaria / que a su

marido Agapito / le intervinieron el pito / para la reforma agraria. / Ella ha pedido al

infiel / por conducto del Menoyo / que le intervengan el bollo, / pues no hace nada

con él... y me tengo que reír yo también, pensando de dónde carajos saca esta

puñetera tantas cosas que tiene en esa cabecita. Pero me pongo seria cuando ella

deja de reírse. Pero Mayra, entonces esas muchachas son todas unas putas de

verdad. Con el tiempo me daría cuenta de hasta dónde llegaba mi inocencia,

como ella me decía. Para mí lo que son es unas desgraciadas, no tienes más que

verles las caras, y la facha que tienen. Míralas... Y me va señalando una por una a

todas las acabandas que están en el parque: Ivonne, de las más populares y con

una suerte del carajo, porque a pesar de que está en todas, siempre se escapa de

las recogidas que hace la policía, yo creo que está ligada con alguno de ellos,

porque óyeme... fíjate que una vez se enfrentó aquí mismo con la poli y hasta le

metió un galletazo a uno de ellos que la estaba insultando o algo así, y el poli no

hizo nada, la cargaron en un patrullero y a viaje. Yo le tengo un respeto...

¿Y qué le hicieron? ¿Qué le hicieron? Pues al otro día estaba aquí, con el mismo

violín. Raquel, que tiene una apuesta con Ivonne, a ver cuál se tira más extranjeros

en un mes, y dice Mayra que apuestan plata. Que hasta los apuntan y todo.

Como te lo estoy contando. No pongas esa cara, manita, ¿en qué se van a

entretener? Mira, estas niñas, como les dice Marina, no tienen oficio ni beneficio, a

no ser el beneficio que le sacan a los extranjeros que se duermen. Su bisne es ese,

sacarle la pasta a los extras que quieran hacer cositas con ellas, y siempre hay de

esa categoría. Mayra engola la voz y me dice: "la juventud está perdida"... y se ríe, y

me dice que ya le duele la barriga de tanto reírse, no digo yo, y a mí me parece

que me está cogiendo para su trajín, porque no me entra en la cabeza semejante

putería en esas muchachas. Observo a Ivonne y a Raquel, pero Mayra sigue con su

relación: Elenita, mira, es aquella que está un poco pasadita de peso, y de edad,

pero está firme como una estaca, dice que de retiro nada, que le quedan muchos

colchones que hundir todavía, es como la matrona de todas las demás que la

respetan porque saben de la pata que cojea. Y la que está al lado se llama Isabel,

le dicen Isa, Chabe, Chabela, Chabelita, Bess, algunos le dicen La Galleguita por lo

colorada que está, ¿no la ves? Bueno, de aquí no se ve bien, pero ya la verás. Esa

es otra. Un marinero borracho le hizo la cicatriz que tiene debajo de la oreja

izquierda, no se le nota porque ella se la tapa con el mechón. Pues óyeme esto:

Isabel se le echó encima y si no los apartan le hubiera sacado los ojos, porque

estaba furiosa y no creía en nadie. Sí, se los llevaron para la Tercera de Santo Tomás,

pero igual, al día siguiente todos felices y todos contentos y aquí no ha pasado

nada... Mayra coge un respiro y después sigue informándome. Yo asombrada,

callando y copiando. En la esquina de Santo Tomás hay otras acabandas que

Mayra no puede identificar por las matas. Nos corremos al lado derecho del atrio y

Mayra me hace señas, ¿ves aquellas dos?, me dice que son Silvia y La Rubia, y me

dice que Silvia y La Rubia son asiduas a la casa de Marina, y que cada vez que Silvia

se aparece por allá va con un hombre distinto. Pero a Charito estas dos no le caen

bien y cada vez que van les hace un frío que yo no sé cómo tienen cara de volver.

Charito le dice a Silvia la cantimplora, de boca en boca y de mano en mano,

figúrate tú. A Charito etas muchachas le dan asco, ¿tú sabes? Ah, sí. Dice Charito

que ella se acuesta hasta con un elefante, si el elefante le gusta, pero por dinero

jamás, ni por ninguna otra cosa, nada. Yo le digo que se deje de soplatuberías, que

la vida no está para andarse con tanto romanticismo barato. ¿Tú qué crees?

No le digo lo que creo para no empezar a discutir, porque yo pienso lo mismo que

Charito. Mayra se queda un minuto en silencio. Seguimos observando las

acabandas hasta que vuelve con su teque: para que tú veas, Marina les tiene

lástima, dice que las acabandas son una partida de infelices, y que son así porque la

vida las ha llevado a eso, la vida y la situación. ¿Qué tú crees? ¿Yo? Pues... pues yo

lo que creo es que tú estás tocada del queso, Mayra. Mayra no me replica, me da el

toque sobre las últimas acabandas que se ven en el parque. Mira, aquella flaca es

Matilde, allí, en la acera de Cubana de Aviación. Le dicen la Ollita de Presión,

cuidadito con ella, ha estado varias veces presa, en El Caney. Esa es peligrosa... Hoy

faltan algunas, no sé dónde estarán metidas. Algunas de estas niñas se pasan la

vida en El Caney y cuando las sueltan llegan aquí y se ponen a decir que estuvieron

en La Habana, y se ponen a contar las maravillas y todo lo que hicieron en la

capital, y siempre hay gente que las cree. Hay dos que se regeneraron, dice Mayra,

dos huérfanas de madre. El padre se casó con otra y se fue echando para el Norte.

Las dejó aquí al garete y las dos se metieron a acabandas, pero parece que no

tenían chispa, no vayas tú a creer que cualquiera puede ser acabanda. Ah, no. Hay

que tener chispa. Dice que a los pocos meses desaparecieron del parque y que ella

se enteró de que las dos están trabajando en los ferrocarriles, como ferromozas.

El gobierno las puso a trabajar allí. Tienen buena pinta, la verdad. Según Mayra los

sábados se reúnen todas las acabandas en el parque, porque este es su gran día.

Entonces Mayra se me queda mirando y me confiesa: yo, cuando estoy con algún

extranjero lo que hago es que le saco bastante, sobre todo fulas, que es lo que

importa en este país, y creo que en todo el mundo, qué carajo. ¿Y tú eres una

acabanda, Mayra? ¿Yo una acabanda? No, mija, yo lo que soy es una mujer que

tiene que buscarse la vida como sea, porque a mí nadie me da nada, ¿me sigues?

¿Y por qué no te buscas un trabajo? ¿Un trabajo? Ja ja ja. ¿Que por qué no me

busco un trabajo? Oye, te quedó bien eso, mi amiga, te quedó muy bien. Y Mayra

vuelve a carcajearse y sigue con su jodedera. Las acabandas no son amigas mías

como tú, por ejemplo. Yo las conozco, hago algunos bisnes con ellas, pero lo mío es

otra cosa, mi socia, a mí nunca me ha gustado la juntamenta, y menos en lugares

públicos, tú sabes. Se chotea una, y hay que cuidarse. Y estas niñas va y me dejan

con las ganas, y me quedo sin guinda y sin gando por amor al arte, y de eso nada, ¿

me copias? Y se ríe la muy cabrona, hoy está con la vena del chiste, del vacile, de

la jodentina. Como no trajo a Manolito se siente más liviana, o quizás pescó algún

punto filipino y está haciendo tiempo conmigo hasta que el tipo enseñe los bigotes.

Mira, Tania, métete esto en esa cabecita linda que tienes: deja que cada cual sea

lo que sea, ande con quien le dé su gana, no cojas calenturas por cosas que a ti no

te importan, vive tu vida, manita, y manda al carajo a los demás, que así se te van a

quitar esos dolores de cabeza que te tienen tan jodida. Ah, es que tú te complicas

demasiado, vieja, deja que cada cual haga de su bollo un guayo y de su culo un

pararrayos... y yo mejor me largo y la dejo aquí esperando el punto. No vale la

pena, tiene razón en eso, en el fondo es mi amiga y es verdad que eso es lo que

debe importarme y no lo que haga con su cuerpo que es de ella y no mío ni un

carajo la vela. No voy a pensar más en las musarañas ni en esas cochinadas de las

acabandas con los que quieran hacerlas, que conmigo no las hacen a fin de

cuentas, así que a seguirle la corriente a esta cabrona, y detente lengua, como

decía Lengualisa, la de la radio, no armar con ella la tremolina, que total, yo ni estiro

ni encojo ni la manta es mía... y al carajo las acabandas, que si una le mete un

punzón en el pecho a otra a mí qué coño me importa, que si aparece el cadáver

de alguna en la Alameda qué más me da, que si Ivonne, que si Leticia, que si

Matilde, que nada, so boba, que eres una boba de marca mayor, qué inocente

eres, qué comemierda, por lo menos tienes que agradecerle a Mayra que te haya

abierto los ojos, qué guanaja, por eso se ha reído tanto conmigo y de mí, Dios del

cielo, pero qué estúpida, qué horror, pero ya, basta ya, se acabó la monguita del

grupo, me voy para el carajo, Mayra, nos vemos mañana, bueno, chao, ya tú sabes,

y bajo las escaleras del atrio a millón, cruzo la calle Heredia, casi corro, voy a la

acera de San Pedro, llego a Aguilera casí como una perseguida, aturdida,

confundida, paro un taxi, ya me duele la cabeza, sabía que me iba a doler la

cabeza con tanta perorata, subo al taxi, no quiero saber más de las acabandas, le

doy la dirección de mi casa, qué barbaridad, como mi casa, quiero estar en mi

casa, el taxi se desliza por Aguilera con rumbo a la Plaza de Marte y al llegar me

siento relajada, me adormezco, el taxi dobla por Garzón, ahora cierro los ojos y me

pongo a pensar en Bertica, en ese Internado de todos los demonios que la está

alejando de mí, tengo que ir a sacarla yo misma, no esperar a que Aurelia me la

lleve los fines de semana, que a veces se pasa todo el sábado y no la veo casi, y si

voy a recogerla a su casa me encuentro con que se la ha llevado al cine o al

zoológico o a casa de alguna amiga suya que tiene otros niños para que Berica

juegue y se entretenga, la pobre Aurelia no lo hace por maldad, es que quiere

ayudarme, pero siempre con la niña a cuestas, y esto no puede suceder por más

tiempo, porque Bertica no va a querer estar conmigo, con su madre, si esto sigue así,

que es mi hija, recoño, quiero tenerla en mi casa, que es su casa, quiero que esté

todo el tiempo posible conmigo, quiero ser yo la que la lleve al cine o al zoológico o

a donde me dé la gana, el chofer me da un grito, me he quedado dormida, creo

que he soñado con Bertica en el taxi, Dios mío, le pago al chofer y me bajo, estoy

frente a la puerta de mi casa vacía y en silencio, llena de polvo y de malos

recuerdos, mi casa que se está pareciendo a la casa de Marina, cualquier día se me

cae encima, me duele la cabeza, un vaso de leche con dos aspirinas y a la cama,

no tengo ánimos para hacer otra cosa, no, estoy agotada, necesito dormir doce

horas seguidas, después ya veré lo que hago, con Bertica, con Mayra, con mi casa,

con Aurelia, con todo, sobre todo conmigo misma, ahora no, ahora necesito dormir,

dormir, dormir... a ver si sueño con la nieve...

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com






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