Me
desplomo en la cama con la cabeza rajada del dolor, pensando en las dichosas
acabandas:
que duermen hasta el mediodía, que se preparan por la tarde para sus
movimientos,
sus contactos, sus bisnes, que salen al anochecer, como las lechuzas,
en
busca de sus presas, que se concentran en el parque Céspedes en espera de los
posibles
clientes de su oficio, que son capaces de acostarse con un borracho sucio y
apestoso
con tal que les suelte el dinero, que madrugan noche a noche envueltas
en
alcohol y tabaco, en camastros de posadas de segunda con toallas húmedas,
en
una ilusión de placer en el que ellas no creen, Dios me ampare. Apago la luz,
trato
de conciliar el sueño, pero Mayra me sigue atormentando: si tú les miras las
caras
de cerca les ves unas ojeras que nunca se les quitan, cambio de posición,
pero
la voz de Mayra, como en sueños, me sigue diciendo que las acabandas esto,
lo
otro, lo de más allá, que torna y que vira, y yo adormecida... me levanto, voy
al
baño
a mirarme al espejo, estoy vestida como si acabara de llegar de una fiesta,
me
miro de cerca a los ojos y en mis ojos hay una huella de cansancio, de mala
noche,
de agotamiento, una huella que no puedo disimular con polvo, colorete,
sombra,
pomada, no, no puedo, y tengo patas de gallina que me van resaltando
desde
el borde de las cejas, los párpados, los pómulos, y unas ojeras que parece
que
me han dado una paliza, ¡ay!, y por primera vez noto que mis mejillas se hunden
en
mi cara y dan paso a unas estrías que me van cubriendo parte de la cara, y el
llanto,
la tristeza, el sueño viejo, toda la cara reflejada en el espejo como si yo
tuviera
cuarenta años... entonces tomo un frasco de colonia y lo lanzo contra el
espejo
que se hace añicos, pero los pedacitos se convierten en burbujas de cristal
que
saltan y me rozan la cara, y comienzo a echar sangre, mi cara se llena de
sangre,
el baño se llena de sangre, torrentes de sangre que traspasan las paredes
del
baño y salen y se deslizan por toda la casa, doy un grito enorme que estremece
la
mampostería y el baño se derrumba, las toallas, los jabones, el cubo, la
balleta,
el
cesto de basura, la ducha, el lavabo, los papeles higiénicos se me enrollan el
el
cuello,
los trocitos de cristal me rozan, me hieren, doy un grito otra vez con todas
mis
fuerzas y todo se oscurece, todo se me viene encima, todo... Me desperté
sobresaltada,
me senté en la cama, encendí la luz, miré el reloj, me pasé las manos
por
la cara y la cabeza, reaccioné, corrí hasta el baño, encendí la luz, me miré en
el
espejo
colgado encima del lavabo que se mantenía intacto igual que todo lo
demás...
caray, sueño, vigilia, realidad, ya no sé qué es lo que vivo realmente y qué
es
lo que sueño o imagino, entonces veo mi cara, la misma cara que tenía cuando
salí
de casa... Regresé a mi cuarto y me volví a acostar, pero inútil, no pude
dormir,
y
me puse a pensar, a recordar. Por Dios, qué pesadilla. ¿Y las acabandas?
¿Habría
yo
visto todo aquello? O sería también cosa de mi acelerada imaginación. Recordé
que
Mayra había venido a buscarme para irnos al cine, y que después nos llegamos
al
parque para ver las acabandas, como ella me había prometido, te las voy a
enseñar,
te voy a detallar una por una quiénes son y qué hacen, ven conmigo el
sábado,
es el mejor día para encontrarlas allí a todas. ¡Ah! Qué dolor de cabeza...
Si
yo me viera así como esas muchachas, viejas antes de tiempo. Todavía me cuesta
creerlo.
Comienzo a relajarme. Sé que no voy a dormirme otra vez y tampoco quiero
dormirme
otra vez. Ojalá fumara, así me entretendría echando humo a ver si con el
humo
puedo hacer figuritas en el aire o círculos como hace Mayra. Tengo la nariz
tupida.
Ojalá no me dé ahora un ataque de asma, es lo que me falta. Mañana voy
a
buscar a Bertica, dejé que Aurelia se quedara hoy con ella para ir al parque
con
Mayra,
pero mañana, que ya es hoy, me pasaré todo el día con ella, la llevaré a
algún
lugar donde pueda divertirse, donde haya otros niños que jueguen con ella,
así
me distraeré yo también, que buena falta me está haciendo, y dejaré tranquila
a
Mayra por un tiempo. Sí, por un tiempo. Tengo que ocuparme de Bertica, de mí
misma,
de mi casa, tengo que ver qué hago con mi vida y con mi situación, porque
pasa
el tiempo y nada, de mis padres nada, y sigo aquí metida, sin esperanza de
salir
de esta mierda de país, de mejorar mi vida, de encontrar un respiro que me deje
al
menos creer que todavía puedo confiar en Dios, y que Dios no se ha olvidado de
mí...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
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