Esta
es la primera vez que yo llego a mi casa después de las diez. Me tiemblan las
manos.
Me tiembla todo el cuerpo. Yo sé que mi padre está esperándome, sentado
en
la butaca, detrás de la puerta, yo lo sé, porque él no es de los que se paran
en
la
puerra a vigilar. Sí señor, sentado en la butaca con cara de toro furioso,
fumando,
cruzando
y descruzando las piernas, mirando su reloj cada cinco minutos, listo para
cuando
yo llegue y toque suavecito. Yo lo sé, cómo no voy a saberlo, si lo conozco
bien,
lo conozco muy bien. Sé que enseguida que me oiga tocar va a dar un brinco,
va
a tirar el cigarro en el suelo, va a abrir la puerta y se me va a quedar
mirando un
momento,
carraspeando la garganta, con la cara sudada por la rabia. Así mismo
como
me lo estoy imaginando. Mi padre no habla mucho conmigo, las descargas
se
las echa a mi mamá, la pobre, que las aguanta sin chistar. Bellaca que es. A mí
no,
a mì nada más que va a decirme: ¿así que en la calle hasta esta hora con ese
muerto
de hambre?, si me parece estarlo oyendo. Lo demás van a ser golpes, y
golpes
muy duros, me va a golpear con su fuerza de bruto, su furia de salvaje, y los
golpes
me van a doler mucho, voy a llorar, a gritar, y mi mamá va a aparecerse en
la
sala con su cara de Magdalena arrepentida, pero no va a hacer nada, nada más
que
llorar ella también. Y a la media hora todavía me va a arder el pellejo.
Animal.
Ah,
pero si mi padre me mete, yo sé lo que voy a hacer. Ya lo creo que sé lo que
voy
a hacer. Y lo que voy a hacer es que a partir de ese mismo momento voy a
empezar
a inventarle, sí, a hacerle cuentos chinos, a él y a mi mamá por ser tan
aguantona,
por permitir que él me pegue. Mentiras, muchas mentiras, total, si de
ellos
mismos he aprendido que hay que decir mentiras para que no la cojan a una
de
boba. Eso es lo que voy a hacer. Y voy a hacer mucho más, voy a escaparme
del
Pre para ir a encontrarme con Tony en el parque de Ferreiro cada vez que
tenga
un chance y al carajo lo demás. No digo yo. Qué se cree mi padre. Si piensa
que
me voy a quedar en la casa todo el día con las libretas en las manos, entre
esas
paredes churrosas y descascaradas mientras el bandido de Tony anda suelto
por
ahí por la libre, y va y se busca una guaricandilla que no lo deje embarcado
como
yo, de eso nada. Todo eso voy a hacer si mi padre me da una paliza por
aparecerme
después de la hora establecida. Y punto. ¡Ay! Ya tengo un revolisco en
la
cabeza que no me deja concentrarme, a ver si pierdo el año en el Pre por estar
corriéndole
detrás al cabroncito de Tony y jugándole cabeza a mi padre. Pero es
que
si lo dejo suelto se me corre, el muy sato se me corre, se busca otra y a mí
que
me
parta un rayo, y eso no puede pasar. Como están las muchachas hoy en día,
que
se enternecen con cualquier bobería que un lindoro como Tony les diga en el
oído.
Como me pasó a mí, que caí al tercer intento. Bribón. Eso es lo que es, un
bribón.
Como dice mi mamá, que hay una putangá en la calle que da grima,
¡ay,
hija!, tú ten mucho cuidado con esos figurines, ten mucho cuidado y no vayas
a
meter la pata, que después vas a lamentarte toda la vida. Ah, ya deben ser como
las
diez y media, Dios me ampare. Todavía no sé cómo pude zafarme de Tony, tuve
que
darle un empujón y poner cara de drama para convencerlo y así y todo mira
qué
hora es. La cara que debe tener mi padre, debe haberse fumado media
cajetilla,
pero allá él, que se reviente él, yo no voy a darle ese gusto. Si me mete,
aguanto
como una mula, y mañana ya veremos. A lo mejor me está esperando
con
el cinto de cuero en las manos para darme una paliza madre, porque él tiene
que
saber que yo estaba mateándome con Tony hasta esta hora, él tiene que
saberlo,
de bobo no tiene un pelo de los pocos que le quedan en la cabezota esa
de
toro que tiene. Cuántas cosas habrá hecho cuando era joven y cuántas hará
todavía,
que yo creo que él tiene algo por ahí, porque a mi mamá ni la toca y a
veces
yo los he oído en su cuarto, hablando bajito, y mi mamá empieza a llorar y
le
dice: ya tú no te ocupas de mí para nada y esas cosas. ¡Ay! Me tiemblan las
manos,
no puedo controlar estas manos, por Dios. Las diez y media por lo menos,
quizás
hasta más. Se lo dije a Tony, Tony, mira que ya es tarde, que me busco
problemas
en mi casa y después no me dejan salir sola por las noches, pero él qué
va,
ahí y ahí, y hasta quería que yo me encaramara encima de sus piernas en el
banco
y me bajara el blúmer, y yo sudando frío, tú te has vuelto loco, Tony, qué es
lo
que te pasa, y tuve que ponerme dura, porque si no este bicho me desgracia allí
mismo,
yo que estaba toda mojadita. Este Tony es tremendo, cuando empieza a
tocarme
me descompongo todita, él lo sabe, lo sabe muy bien, canallita que es.
Pero
por fin pude escaparme y salir de ese parque sudada y descompuesta, debo
parecer
un muñecón de carnaval. Y ahora a la casa a enfrentarme a la fiera.
Ahora
a mi padre le ha dado por pelear con mi mamá todos los días, por cualquier
cosita
que pase le zumba una descarga, y cada vez que se ponen a pelear yo me
meto
en mi cuarto y me escondo debajo de la colcha para no oír la pelea, pero
así
y
todo la oigo siempre, porque él grita a todo pecho y no hay Dios que lo pare.
Los
gritos
de mi padre, el llanto de mi mamá, lo oigo todo, y los vecinos disfrutando del
show.
Esas peleas me ponen muy nerviosa. Tengo los nervios a millón, las peleas por
un
lado, el Tony por otro, los estudios, el miedo a que me cojan con las manos en
la
masa,
¡ay!, qué va a ser de mí. Ah, pero a pesar de los pesares yo me voy a ver con
Tony
cada vez que me dé la real gana, eso sí, me escapo con él cuantas veces él
quiera,
de lo que no hay remedio, y me voy con él al fin del mundo, coño, a ver si
una
noche de éstas nos tenemos que quedar por ahí, como el otro día que nos
cogió
un aguacero torrencial y llegué a casa como un pollo mojado, suerte que el
toro
furioso no había llegado. Pero una noche de éstas nos vamos a tener que
refugiar
por ahí en algún lugar donde estemos los dos solos, completamente solos,
como
él tantas veces me ha pedido, y mi padre se queda el muy vaina en espera,
en
la sala, quién le viera la carota, con las colillas en el cenicero, el reloj en
la
mesita,
el cinto de cuero en las manos, ja ja ja, si me parece estarlo viendo, se va a
quedar
dormido en la butaca y va a abrir la boca como el hipopótamo del zoo,
qué
embarque. Vale la pena hacerlo solamente por joderlo un poco, bastante que
él
me jode a mí. Demasiado. Pues sí señor, eso es lo que va a pasar un día de
éstos,
oye,
mocosita, ¿cuándo vamos a estar solos tú y yo donde nadie nos moleste?, y yo
muda,
anda, vámonos para otro lugar, que aquí en el parque no podemos hacer
nada,
pues bastante que hacemos en el puñetero parque, con la oscuridad que
hay
allí, embúllate, me dice, y no, le digo, y él que sí y yo que no, y tú verás
qué bien
lo
vamos a pasar, porque este Tony se las sabe todas, siempre inventando, y la
otra
noche
por poco me convence, porque yo estaba que me derretía mientras Tony
me
daba mordiditas en el cuello y me pasaba las manos por todas partes. Si no
llega
a ser por aquellos estudiantes que llegaron a sapear, allí mismo me desgracio.
Pero
mi padre se va a joder, de verdad que se va a joder. Está bueno ya de
aguantar
tanto, qué carajo, y si se pone demasiado imperfecto lo que voy a hacer
es
fugarme con Tony. Sí, fugarme con Tony, venderle el cajetín a esa casa oscura
y
sucia y silenciosa, aunque al otro día, o a la otra semana, o cuando sea, yo me
aparezca
toda descuajaringada, y entones mi padre me va a dar la paliza más
fenomenal
que me ha dado desde que nací. Pero total, ¿qué me importan las
palizas?
A un gustazo un trancazo. ¿Qué es lo que él quiere? ¿Que yo no me vea
más
con Tony? Pues de eso nada, monada. Me veo con Tony las veces que me
salga
del papo, mañana mismo vuelvo a estar con él y que mi padre me meta todo
lo
que quiera meterme. Y si un día me quedo embarazada, con una barriga, como
le
gusta decirme a cada rato, que pase lo que pase. Ya me veo soportando la
descarga,
¿no te lo dije?, ahí lo tienes, con esa sonrisita socarrona que él se gasta.
Total,
si eso sucediera, mi mamá se va a enterar tarde o temprano, todo el mundo se
va
a enterar tarde o temprano, y mi mamá se va a poner a dar gritos y mi padre se
va
a escandalizar, y ella a tomar sus pastillas y él a pegarme, y mi casa se va a
convertir
en una confusión de lágrimas, de gritos, de palabrotas, de amenazas, de
golpes,
de dolores, de pastillas para los nervios, de cosas tiradas y rotas, de corre
corre,
de cuchicheos, de llamadas telefónicas, de consultas al médico, de
secreticos,
de silencio... ¿no te lo dije?, ahí lo
tienes. Entonces yo no voy a oír nada.
Nada
nada. Absolutamente nada. Me pondré a pensar en Tony, trataré de
explicarme
a mí misma por qué hicimos lo que hicimos y no podré entender mi
situación.
Hasta que corran las semanas y los meses y suceda lo que tiene que
suceder,
esto tiene una sola solución: que se haga un legrado, eso es lo que dirá mi
padre,
tú estás loco, y eso es lo que dirá mi mamá. Y a llorar, a gritar, a rezar,
pero yo
no
voy a oírlos, yo no voy a oír nada, nada más que el silencio, porque mi casa se
va
a
convertir en eso cuando explote el escándalo. Después mis padres se pondrán de
acuerdo,
qué remedio, y decidirán lo que hay que hacer sin contar conmigo para
nada.
Me llevarán al médico, pero el médico les va a decir que es demasiado tarde
para
hacerme un legrado, que lo siente mucho, que debo tener la criatura, y ahí sí,
la
mundial, mi padre pelea, grita, patalea, casi se vuelve loco, mi mamá a tomar
pastillas,
a esconderse en su cuarto, a rezar padrenuestros y avemarías, pero al fin
y
al cabo, a las dos o tres semanas ya me veo sentada en una silla vieja, en una
oficina
vieja, húmeda, apestosa, llena de papeles y de archivos viejos, húmedos,
apestosos,
y a mi lado está Tony, muy serio, muy bien vestido, qué elegante se ve,
de
dónde habrá sacado ese traje azul prusia que tan bien le queda, y yo, cómo
estoy
yo vestida, debo estar también muy elegante, porque aquí todo el mundo
está
elegante, y miren a este señor que nos está mirando, que también tiene un traje
azul
prusia y nos mira muy serio, alto y canoso, flaco como un güin, es que todos
están
serios, qué estará pasando. Y ahora este señor nos mira por encima de sus
espejuelitos
que tienen un esparadrapo en una pata, y allá atrás están mis padres
y
esa gente que no conozco, pero el señor nos está como sermoneando, nos está
diciendo
que tenemos que firmar ese papel que nos pone delante, encima del
buró,
que después lo tienen que firmar mis padres y esa gente que está allá atrás,
que
parece que son amigos de mis padres, y ahora este señor nos lee un mamotreto
que
tiene en sus manos huesudas que le tiemblan, qué flaco está el pobre, el traje
le
baila,
y nos dice que yo y Tony ya estamos casados legalmente, qué cosa, que yo y
Tony...
no, ¿cómo es eso?, no entiendo ni jota, y el señor nos dice que ahora yo y
Tony
ya somos marido y mujer, y... Dios mío, ¿yo y Tony marido y mujer?, pero qué
coño
es esto, no entiendo nada, no sé nada, y esa gente de allá atrás, no se ve
nada,
esto está muy oscuro, y mis padres, y Tony, y el señor que nos estaba leyendo
el
mamotreto, ¿dónde se metieron todos?, qué oscuro está esto, no veo casi nada,
qué
oscuro está este callejón, si sale alguien y me asalta, qué hago, si me violan
aquí
mismo, que eso sucede a cada rato, Dios mío, si me sucede algo malo, qué
oscuro,
menos mal que ya me falta poco para llegar a mi casa, mi madre, y qué
tarde
es ya, es tardísimo, ya deben ser como las once de la noche, sí, como las
once,
Dios me ampare, o más de las once, sí, más de las once, misericordia, ¡ay!,
hoy
mi padre me mata...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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