domingo, 26 de octubre de 2014

EL AULA SUCIA 46

Cuando le concedieron la palabra, Marnia se puso de pie, y miró uno por uno a los

compañeros del Departamento que se encontraban en la asamblea. Había estado

pensándolo un buen rato, hasta que al fin se decidió: no podía quedarse con los

deseos de exponer su opinión, aunque el hacerlo le acarreara problemas y estar en

la mirilla de los dirigentes del Partido, que últimamente estrechaban el cerco en el

que ya la tenían encerrada. "Después de todo, ¿no dijo el Apóstol que el hombre

que no dice lo que piensa no es un hombre honrado?", había dicho en la última

reunión de su Departamento ante las reprimendas de Elvira. Venciendo su

nerviosismo, comenzó diciendo que habría que analizar el sistema nacional de la

enseñanza a todos los niveles, porque ella pensaba que podía mejorarse bastante.

--Yo veo que desde que el niño comienza el mismo pre-escolar lo atosigan de

palabras, de frases, de consignas, sobre asuntos que el niño no puede comprender.

Hasta le hablan de la guerra, de la sangre, de la violencia, de la muerte, y quizás

yo esté equivocada, pero el mundo infantil es otra cosa, ¿por qué sacrificárselo a

ese niño que ya tendrá tiempo suficiente para enterarse del horror?

Dijo que cuando un estudiante llegaba a la Universidad traía un almacén de

materiales y estudios políticos que lejos de ayudarle a integrarse en ese centro le

dificultaban su total asimilación de los estudios superiores.

--Son alumnos que apenas conocen las tablas aritméticas, la conjugación del

verbo amar en el presente del indicativo, y si acaso algunas capitales de países

americanos, aunque están al día en los asuntos políticos y almacenan en sus

cerebros todas las directrices ideológicas que les han echado encima en la

enseñanza secundaria.

Añadió que si creían que exageraba hicieran la prueba que ella había hecho en su

Departamento con otras compañeras, que aunque se mantuvo en secreto ahora

ella iba a mostrarles con sus sorprendentes resultados, en los que se notaba el poco

nivel de los educandos en materias necesarias para su graduación superior.

--Por eso yo me pregunto qué es lo que pasa con nuestro sistema nacional de

enseñanza. ¿Es correcto? ¿Es aplicable? ¿Da resultados? Porque hablando en plata,

una gran parte de la enseñanza en general consiste en materiales y manuales sobre

ideología y sí, está bien, acepto lo que me van a decir, que eso es necesario, sí, pero

aquí todo es necesario y pecar por exceso es tan negativo como lo contrario. Y por

cierto, hay que decir que muchos de esos estudios de ciencias sociales y políticas

que les impartimos a nuestros estudiantes ya hace rato que han sido desechados en

casi todas las Universidades del planeta, y yo aprovecho para hacerle un llamado a

la dirección del plantel a que se ponga al día en estas cuestiones tan importantes y

necesarias.

Continuó su intervención enumerando lo que ella entendía que funcionaba mal en

el sistema nacional de enseñanza del país, como la intolerancia con las opiniones

de los alumnos sobre aspectos candentes de la situación del país o de otros países o

de problemas que existían en la sociedad cubana actual, o la manía de acusar a

cualquiera que opinara distinto al Partido de diversionismo ideológico, o el exceso

de justificación ante lo mal hecho, o la tendencia a culpar siempre a los estudiantes

y nunca a los profesores, ni a la dirección del centro, o la casi nula inormación que

llegaba a los alumnos sobre la historia del país que no fuera la que se refería a la

Revolución y a sus líderes, o...

--Y en definitivas, compañeros, yo creo que un discurso por sí solo muy poco puede

hacer para desarrollar nuestro país, para elevar nuestra calidad de vida, para

resolver tantos y tantos problemas que tenemos, conocidos o no, y en fin, que es

muy bonito eso de la actitud revolucionaria, sí, pero si el que la tiene no conoce ni

las capitales de los países de América Latina, no creo que pueda servir de gran

ayuda para la construcción del socialismo, porque yo me pregunto si la mejor

actitud revolucionaria no es en nuestro caso ser un buen profesor y trasmitir a los

alumnos los conocimientos que les servirán en el futuro para echar adelante esos

grandes planes de desarrollo que tenemos y que no se pueden echar adelante

sólamente con buenas intenciones y con discursos políticos...

Y para terminar, Marnia, que estaba sudando y muy nerviosa, hizo una síntesis de

los errores que se cometían en la Universidad, siendo el más grave haber despedido

a los mejores profesores que tenía el centro por el simple hecho de que pensaban

con sus propias cabezas y no se dejaban encasillar en el esquema impuesto por el

Partido ante el cual nadie puede discrepar ni mucho menos opinar públicamente

en contra.

--Y lo más importante, compañeros: estamos graduando a cientos de estudiantes

que no se merecen el título universitario y los lanzamos a la calle a hacer

barbaridades y a poner el nombre de nuestro trabajo por el suelo. Porque aquí,

como han manifestado muchos de los futuros graduados, cualquiera se gradúa,

tenga o no méritos, capacidad y conocimientos que avalen esa graduación...

Antes de sentarse, Marnia miró a su alrededor: silencio absoluto. Pensó que no había

dicho todo lo que tenía que decir, pero se sentía muy cansada y no podía más.

Creía que había planteado lo correcto, y que lo había hecho con el fin de mejorar

la enseñanza en general, de mejorar el trabajo en la Universidad, de terminar con lo

mal hecho. Pero de pronto se sintió como una idiota: había sido ilusa si pensaba

que le iban a hacer caso. ¿Quién era ella para que nada menos que el sacrosanto

Partido fuera a hacerle caso? Ilusa y atrevida. Se sintió molesta consigo misma,

pensando que quizás no debió ni siquiera hablar en la asamblea. En definitivas, allí

todo el mundo ganaba trescientos, cuatrocientos, hasta más, y todo el mundo

quería seguir ganando eso, por lo que la casi totalidad del profesorado aceptaba

las cosas y no abría su boca para discrepar de ninguna orientación del Partido ni de

la Rectoría, y así aseguraban su permanencia tranquila y sin crearse problemas. ¿Era

eso lo mejor, lo más honesto, lo más honrado, lo más decente? No tenía una

respuesta clara a esas interrogantes. Lo hecho, hecho estaba, y ahora tendría que

esperar a ver qué hacían sus dirigentes por haber tenido el atrevimiento de erigirse

en voz acusadora de quienes pensaban igual pero callaban y no tenían valor de

enfrentarse al poder absoluto que regía los destinos del país. Lo único real era que

nadie había interrumpido su intervención y ella no sabía si eso era bueno o malo...

En la mesa presidencial de la asamblea Elvira se inclinó hacia Gabriela para

susurrarle algo al oído y esta última anotó algo en su cuaderno de apuntes.

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario