--Así
que los alumnos despidieron el miedo?
Mario
toma un sorbo de café y enciende un cigarro.
--Dijeron
bastantes cosas, sí. Para como está la situación allí...
Marnia
se acomoda en una tumbona plegable y observa a su marido que lanza
bocanadas
al cielo raso.
--Si
todos los alumnos se pusieran de acuerdo, la dirección del Partido tendría que
cambiar
sus métodos. Cuando yo era estudiante había más unidad. Cuando el
Secretario
de lo que entonces se llamaba la Asociación de Alumnos se paraba en la
puerta
del aula y gritaba ¡huelgaaa!, no quedaba allí ni el profesor.
Ella
mueve la cabeza y lo mira de frente.
--Cuando
tú eras estudiante, querido, eran otros tiempos. Tú mismo me has contado
que
entonces los estudiantes ni siquiera sabían cuántos partidos políticos había en
el
país.
El
aplasta el cabo del cigarro en un cenicero improvisado y se inclina hacia ella.
--Claro,
porque entonces los estudiantes invertían su tiempo en recibir sus clases y no
hacían
otra cosa. Y por supuesto, ningún partido político se dedicaba a meterse con
nosotros,
ni a presionarnos, ni a adoctrinarnos, porque no teníamos que rendirle
pleitesía
a ninguno.
Se
quedan en silencio unos minutos. El comienza a juguetear con una de sus piernas
y
le hace cosquillas. Ella sonríe, y con su otra pierna comienza a golpear la
mano
que
le estira los dedos.
--A
veces pienso -dice Marnia- que es mejor haber nacido en este tiempo, así no se
sufre
como tú que estás sufriendo porque tienes un punto de comparación -hace
una
pausa y retira sus piernas, colocándolas encima del borde de la tumbona-. Yo,
como
desde que tengo uso de razón sólo conozco esto, no extraño nada, no añoro
nada.
Claro, sé que todo esto es una mierda, pero no tengo idea de cómo fue tu
tiempo
de estudiante, que de seguro que también tendría sus mierdas, ¿no?
Mario
se repliega y la mira, sonriente. Luego se acomoda. Los dos se recuestan y
dejan
descansar sus miradas en la puerta del balcón, a través de la cual, sentados
en
esa misma posición, sólo ven las nubes blancas y el cielo azul pálido. A esa
hora
todo
está tranquilo allá afuera, y ellos sienten la modorra del descanso.
--Puede
que tengas razón. Incluso yo a veces pienso que lo mejor sería ser un
estúpido.
Así no me daría cuenta de toda la mierda que padecemos y soportamos.
No
me daría cuenta de nada. Fíjate cómo la mayoría de la gente casi no se da
cuenta
de lo que está pasando. Al menos, viven menos angustiados.
--Claro
que no se dan cuenta, porque la mayoría de la población, como yo, nació y
se
crió después del triunfo de la Revolución, y desde que abrió los ojos lo único
que
está
viendo y oyendo es que esto es lo bueno, que esto es lo mejor, que esto es lo
único,
que todo lo pasado es malo, que patatín y que patatán. Y sin ninguna
opinión
en contra, imagínate.
Mario
se levanta. Recoge la tacita y el cenicero y los lleva a la cocina. Desde la
puerta
le dice que pensándolo mejor a él no le gustaría ser un estúpido, ni vivir como
un
estúpido, pero sí preferiría tener ahora quince años y vivir en ese sopor de la
aceptación
y el conformismo.
--¡Ay,
Mario! Si yo no te conociera. Tú no naciste para adaptarte a este medio ni
para
conformarte con él.
--No,
pero ¿qué puedo hacer? ¿Te acuerdas de lo que nos dijo Caner la última vez
que
estuvo aquí? Nos dijo que este es el pueblo más desarmado del planeta. ¿Te
acuerdas?
--Más
o menos. Y tiene razón. ¿Qué puede hacer la gente, si ni siquiera puede
disponer
de un cuchillo afilado?
--¿Y
antes? Porque cuando la dictadura de Batista los revolucionarios les quitaban
las
armas a los policías y a los casquitos. ¡Y bien que se las quitaban!
--Pero
antes había otra realidad y la gente sabía, conocía, tú mismo me lo has
dicho,
porque yo no conocí esa realidad. Antes, la gente estaba... digamos, mejor
informada.
Sí, eso mismo, mejor informada.
--Claro,
tenía todos los medios de difusión masiva privados al alcance y casi todos
eran
enemigos de Batista. Batista sólo tenía un periódico. ¡Ah! Pero ahora los
nuevos
jerarcas
han aprendido de aquello y por eso no le dan chance a nadie.
--O
sea, que la gente no puede hacer nada.
--Bueno...
-Mario sigue trajinando en la cocina, sin saber lo que está haciendo en
realidad-,
algo podría hacerse, sí. Sí. Algo podría hacerse, cómo no.
--¿Tú,
por ejemplo? ¿Tú podrías hacer algo? Vamos, querido.
--Yo
solo no. Yo no tengo complejo de Cristo. No, claro que no. Yo solo no puedo
hacer
ni hostia. ¿Y quién me seguiría?
--Pues
entonces caemos en el círculo vicioso: nadie puede hacer nada, porque...
¿cuántos
pensarán como tú? No, nadie puede hacer nada, y aquí la gente está en
otra
cosa: el que se va, se va, y el que se queda sólo piensa en irse, y los demás
que
se
jodan.
--Sí,
tienes razón. Conformarse... resignarse... bonitas palabras para un pueblo que
se
está
desintegrando, ¿eh?
--¡Ay,
Mario!, mira que tú y yo gastamos tiempo hablando de lo mismo, viejo. Ya ni
siquiera
comentamos el último libro que leímos, ni la película que vimos anoche en
la
tele. ¿Qué nos pasa? ¿Es que esto no se puede evitar?
En
eso sienten el timbre y oyen la voz de Aimée que dice "mami, ábreme".
Marnia le
abre.
Enseguida que entra, la niña va hacia el refrigerador, lo abre, y saca un
batido
que
tenía guardado, se lo empina, y después va hasta su cuarto a registrar sus
cosas,
y
regresa con un juego de parchís, y les dice "voy al otro edificio a jugar
con Jazmín
y
su hermanita", y sale, antes de que su madre le diga que está bien, que
puede ir,
que
no se demore, que tiene que bañarse, etc. Mario se rasca la cabeza y se vuelve
a
sentar junto a Marnia. Y piensa, todavía riéndose de lo que ella le dice,
"esta niña
no
calienta la casa", que es verdad que la vida de los dos se está
convirtiendo en un
diálogo
monótono, rutinario, inútil, monotemático, como posiblemente la vida de la
inmensa
mayoría de los cubanos. Mario piensa que eso no puede obviarse, aunque
quizás
ellos podrían darle un tono de variante, porque Marnia ha dado un puntillazo
al
clavo ardiendo de sus intimidades: su vida, últimamente, es sólo eso:
levantarse y
soportar
la escasez de jabón, de pasta dental, de detergente, de alimentos, los
apagones
interminables, el calor, la falta de agua, averiguar qué llegó al mercadito
y
a la carnicería y a la bodega, si hoy despacharán el pan temprano o tarde (los
apagones
controlan la producción en todos los niveles), si van a poner el gas este fin
de
semana, si les toca el kerosén en el próximo reparto... en fin, que Mario
concluye
en
que él y su mujer tienen que hacer un esfuerzo por darle a su vida de casados
algún
aliciente, un incentivo que no los desboque por el precipicio del tedio que
terminaría
derrotando su amor. Pero ¿qué?, ¿cómo?, ¿de qué forma librarse de la
cotidianeidad?
Y se lo dice.
--¿Cómo?
-ella se levanta, se estira el short, y se revuelve el pelo. Lo mira fijamente
unos
segundos-. Pues mira, se me ocurre que para empezar, podríamos ir esta noche
a
ver esa obra de teatro que ha causado tanto revuelo... ¿cómo se llama?
Mario
se levanta, también se riega el pelo y la mira, con una sonrisa irónica.
--¿Cómo
se llama? Primero pregúntame cuál es el tema de la obra. Después me
invitas...
porque tú me invitas, ¿no?
Marnia
se acerca a la cocina.
--¿Quieres
más? -le pregunta, mostrándole el termo de café.
--Claro.
Pero antes déjame decirte que esa obra ha causado tanto revuelo porque
trata
sobre los problemas que confrontan los jóvenes para no convertir sus vidas en
una
rutina miserable... por algo Cultura quiere retirarla de la escena. ¿Te das
cuenta?
¿Te
das cuenta de lo difícil que resulta nuestra hermosa realidad?
--Toma
-le dice Marnia y le alcanza la tacita en la que ella ya ha tomado un sorbo.
--De
todos modos, si quieres, nos vamos al teatro esta noche. Y cuando salgamos,
nos
imaginamos que estamos caminando por las calles de París, y que hace un frío
de
esquimal, y que tú me abrazas y me dices que estás medio tullida, y etc. ¿No te
parece
que echar a volar nuestra imaginación es una buena fórmula para
olvidarnos
de la realidad que nos rodea?
Salen
al balcón a mirar a la gente. Abajo, el parque del edificio siempre está
animado,
los vecinos conversan sobre lo mismo, y a veces se consuelan pensando
que
algún día tendrán un nuevo tema de conversación.
--Mercy
me dijo que quizás se llegue hoy por aquí. Está con el asunto de su salida.
--¿Por
fin se decidió?
--Por
fin. Se va del país. Creo que piensa casarse con ese extranjero. Lo que no sé
es
cómo
se llevará a Merceditas, porque no todos los hombres cargan con una hija
ajena.
--Como
yo.
--Como
tú. Aunque en tu caso, tu y Aimée se
han compenetrado de tal forma que
no
parecen padrastro e hijastra, sino padre e hija.
--A
pesar de los pesares.
--Claro,
como todo en la vida, siempre hay un pero, a veces varios.
--En
fin, que no te he oído decir si vamos al teatro esta noche.
--Bueno...
-Marnia queda pensativa, pero no sobre el teatro, sino sobre su hermana
que
dentro de poco saldrá del país y será un punto menos de apoyo para ella.
Siempre
estuvieron muy unidas desde que eran un par de vejigas malcriadas que se
pasaban
el día mataperreando por las calles polvorientas de Dos Caminos de San
Luis.
También su madre estaba enferma, el asma no le daba tregua, y ella tendría
que
darle sus vueltas, y este fin de semana quería ir a verla, pero tenía una
jornada
de
trabajo voluntario en la Universidad.
--Sí,
ya sé, últimamente tus trabajos llamados voluntarios se han hecho más
frecuentes
y más inútiles. Ir a limpiar lo que las empleadas de limpieza no limpian, ir
a
recoger la basura que los empleados de áreas verdes no recogen.. esa gente
debe
estarse partiendo de la risa a costa de ustedes, los tontos que van allí a
hacerles
el trabajo. Pero además de ser una tontería por parte de ustedes, es una
inmoralidad
ir a hacerle el trabajo a empleados que cobran por hacerlo.
--No
te alebrestes, querido, que tú sabes cómo son esas cosas.
--Claro
que lo sé. Y claro que esos trabajos voluntarios tuyos vas a tener que
espaciarlos
un poco, porque esta jodedera me saca de quicio. Y óyeme una cosa:
este
fin de semana te vas a ver a tu mamá, que cuando ella te falte te vas a dar
cuenta
de que una madre no se sustituye con todas las Universidades del planeta...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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