--Es
cierto, algunos de nosotros incumplimos nuestra principal tarea, que es asistir
a
clases,
pero hay que analizar por qué no asistimos, porque lo más fácil es plantear
que
somos indisciplinados, poco serios, apáticos...
--Para
eso estamos aquí, Alejandro.
--Sí,
pero ya nos hemos reunido muchas veces para eso, y el caso es que siempre
nos
echan un sermón y nos hacen una promesa que jamás se cumple y nos
proponen
un plan que nunca se ejecuta.
--Alejandro
tiene razón, profesora. No es la primera vez que nos reunimos las dos
partes
para discutir este problema de la incomunicación alumno-profesor.
--De
acuerdo, David, pero fíjate que hoy estamos aquí todos los profesores de la
Facultad
y algunos invitados, está la Dirección, está el Partido, está la UJC, y están
ustedes,
los alumnos, y la FEU. Yo creo que tenemos suficiente marterial humano
para
analizar, discutir, buscarle una solución al problema. O a los problemas, si
son
varios,
como oigo que dicen por ahí.
--Pero
yo pienso que los demás problemas se relacionan con éste.
--Bien,
bien. Ya comenzamos por oír a los alumnos, después hablaremos nosotros
como
profesores, y al final todo el que quiera dar una opinión al respecto. Aquí
todo
el
mundo va a hablar, todo el mundo va a decir lo que quiera decir, y se van a
plantear
todos los problemas que se tengan que plantear. Y ustedes, alumnos,
tiene
luz verde. Ustedes me conocen y saben que yo no hablo por hablar.
--Permiso
para hablar.
--A
ver, Enriqueta, tira tú la primera piedra.
--Mire,
profesora, yo pienso que la razón fundamental por la que muchos de nosotros
faltamos
a clases es que tenemos varios profesores que no son capaces de
motivarnos.
¿Qué pasa? Que venimos aquí a sentarnos en una silla incómoda, en un
aula
calurosa, durante un par de horas, y lo que oímos es una repetición mecánica
de
un texto escrito por otro. Y eso no es muy edificante que digamos, ¿no?
--Permiso,
profe. Sobre eso que dice Ketty: mejor nos quedamos en la casa, en short
y
chancletas, con el libro en la mano y una música suave como fondo, y si tenemos
un
buen ventilador a mano, en menos tiempo matamos el gallo y sin pasar trabajos
con
el transporte.
--Por
eso hay veces que nos sorprenden leyendo una novela en plena clase, porque
mire,
usted sabe que hay profesores que lo que hacen es leernos la bibliografía, que
deben
sabérsela de memoria, y si acaso comentar algo de lo que viene en el
programa
o en el texto y óigame, así no se entusiasma nadie.
--Pero
no todos los profesores son así, Ramón.
--Cierto,
profe, pero tampoco todos los alumnos faltamos a clases.
--Teresa.
--Yo
quiero poner un ejemplo: ¿algunos de ustedes han asistido a una clase de la
profesora
Liliana?
--No
empiecen conmigo...
--Muchos
de nosotros, Tere.
--Pues
bien, a que no encuentran una silla vacía en una clase de Liliana. ¿Y por
qué?
Pues hay que ir a verla, para que vean cómo hay que dar una clase.
--No
te pongas colorada, Liliana, tus alumnos te están haciendo justicia.
--Cojan
a otro, muchachos, y suéltenme algún día.
--También
es verdad que nosotros llegamos aquí con muchos lastres, porque los
profesores
que tuvimos en la enseñanza media no fueron capaces de darnos la
base
que se necesita para entrar en la Universidad.
--Y
sin embargo, henos aquí.
--Y
aquí nos fundimos, o desertamos, o lo que es peor: nos graduamos de todas
maneras,
compañeros, y salimos a la calle a hacer barbaridades, o a no hacer
nada,
porque eso es otra cosa: aquí el que no deserta se gradúa, todo el mundo se
gradúa,
aunque no conozca ni la tabla de multiplicar.
--Tienes
razón, David, pero eso es un problema muy complejo, y creo que ustedes,
aunque
son muy jóvenes, conocen la historia de la formación de profesores en este
país
tras el triunfo de la Revolución, y conocen la herencia que encontró la
Revolución
al llegar al poder. Pero no se asusten, no les voy a repetir la historia, no.
Ahora
bien, ¿qué podemos hacer? ¿Sacar de aquí a esos profesores que a juicio de
ustedes
no son capaces de motivarlos para que asistan a clases? Eso tendríamos
que
analizarlo muy cuidadosamente. Y en todo caso, si sacáramos de aquí a esos
profesores,
o a algunos de ellos, ¿a quiénes pondríamos en su lugar? ¿Y a quiénes
ponemos
en la enseñanza media? Porque un profesor no se fabrica apretando un
botón.
--Ni
con buenos deseos tampoco.
--Bueno,
profe, sí, usted tiene razón , pero yo creo que por lo menos habría que ver
por
qué se ha llegado a esta situación, cómo empezó a gestarse este problema,
quién
o quiénes son culpables... porque esas cosas a nosotros no nos las explican.
--Bueno,
Ramón, yo creo que con eso no resolveríamos nada. El mal está hecho, y
tiene
raíces muy hondas.
--Cierto,
profesora, pero ¿hasta cuándo tenemos que arrastrar ese mal?
--Te
confieso que no lo sé, Gelasio. El Partido lo ha analizado, pero el Partido no
es
un
mago, aunque hay quienes piensan que sí.
--Con
permiso. Otra cosa: mire, profe, usted sabe que aquí hay alumnos que pasan
los
exámenes y los aprueban, y algunos con muy buenas notas. Pues resulta que son
alumnos
que nunca asisten a esas clases de que hablábamos. Copian la materia
por
algún compañero, se justifican, vienen, y salen bien. Para mí, eso es una
muestra
de
que asistir a clases no es imprescindible.
--Bien,
compañeros. Yo creo que este asunto de la motivación en las clases, o de la
falta
de motivación, no vamos a poder resolverlo aquí ahora, por decreto. Si la
compañera
Gabriela me permite...
--Adelante,
Elvira.
--Miren:
yo creo que se podrían hacer dos cosas: una, permitir que los alumnos no
asistan
a clases, como he oido que opinan algunos, pero eso sería inadmisible,
porque...
bueno, eso sería apartarse de las normas establecidas... y otra, hacer un
trabajo
fuerte con esos profesores que señalan los alumnos... un trabajo político con
ellos,
a ver cómo pueden resolver ese problema y mejorar sus clases.
--A
ver, Reinaldo.
--Mire,
profe, eso que dice la profesora Elvira de faltar a clases autorizadamente..,.
--No,
Reinaldo, ya yo aclaré que eso sería inadmisible, porque...
--Perdóneme,
déjeme aclarar bien. Mire, faltar a clases a mí me parece que no sería
la
mejor solución. No, no sería la mejor solución. Yo creo que si eso se autoriza,
las
aulas
se quedarán vacías... ¿Se ríen? Pero en fin, yo lo que creo es que se podrían
hacer
exámenes, oposiciones, pruebas, evaluaciones, no sé, algo que permita que
sólo
los profesores que están verdaderamente capacitados sean profesores de la
Universidad.
--Bueno,
¿qué opinan los de la mesa?
--Eso
me parece una idea descabellada. Es irrealizable.
--Yo
no sé cómo podría hacerse eso. Primero tendría que aprobarlo el Ministerio,
claro.
--Sí,
eso sería lo ideal, pensándolo bien, pero... lo que tú señalabas: ¿qué haríamos
con
esos profesores que quedaran fuera? Porque eso es un problema muy, pero muy
delicado.
--No
sólo delicado, eso es un problema ético, social, político... hasta económico.
--Vamos
a ver: lo que dice Marnia me parece correcto, eso es un problema muy
delicado,
compañeros, hay que pensar muy bien las cosas, no soltarlas así como
así.
Hay que hacer un informe sobre todas estas cosas, de todas estas ideas, de las
proposiciones,
a ver. Y hay que elevarlo enseguida.
--Permiso.
Elevarlo, pero defendiendo nuestra posición, profe, porque siempre que
elevamos
algo, aunque lo hagamos con cien firmas, si hay un funcionario de esos en
las
altas esferas que no está de acuerdo, lo plancha.
--Raúl
tiene razón, compañeros. Pero hay que hacer algo, porque nuestra
Universidad
se está convirtiendo en una escuela nacional.
--Bueno,
bueno, está bien. Hay otras cosas... por aquí tengo muchas notas, muchas...
--Permiso,
profesora. Una cosa que también nos golpea mucho: la comunicación del
profesor
con sus alumnos depende mucho, a mi modo de ver, de la confianza que
esos
alumnos tengan en el profesor. Y vamos a llamar a las cosas por sus nombres,
¿eh?
¿Qué confianza se puede tener en un profesor que dice las cosas a medias, o
que
incluso oculta las cosas?
--Explícate,
Orlando, que eso no está claro.
--Miren,
compañeros: a veces yo mismo le he preguntado algo a algún profesor,
algo
sobre un asunto que no se nos ha informado oficialmente, pero que todo el
mundo
conoce por comentarios que siempre se hacen en los pasillos, por rumores,
por...
--Si
pusieras un ejemplo concreto ganaríamos en claridad.
--Pues
lo pongo, profesora. Miren: cuando aquí se decidió, no sé por qué ni por quién
sacar
al profesor Pardo de la Universidad, no se nos informó nada, absolutamente
nada.
Me refiero a cuando se tomó esa decisión, porque después sí se nos dijo...
--Sí,
después, cuando hasta por las emisoras extranjeras estaban comentando la
noticia.
--Bueno,
bueno, compañeros, no vamos a exagerar. Sigue, Orlando.
--Bueno,
mi ejemplo: le pregunté a la profesora Elvira, aquí presente, como ella es la
Secretaria
del Núcleo del Partido de Literatura, y ¿saben lo que me contestó?
--Sí,
lo sabemos, te contestó que eso era un problema político y que no debía
discutirse
en las aulas.
--¿Fue
así o no fue así, compañera Elvira?
--Fue
así. A mí me orientaron que si me preguntaran contestara eso.
--Por
favor, hagan silencio, compañeros. Yo misma se lo orienté en la reunión del
Partido,
Orlando. Eso fue lo que se determinó en aquel momento. Después, todos
tuvieron
la información.
--Pues
ahí lo tiene, profesora. Yo me pregunto: ¿por qué tenemos que esperar y
esperar,
y enterarnos por fuentes ajenas a la Universidad? Oiganlo bien: ajenas a la
Universidad,
sobre cosas que ocurren aquí, en la Universidad. ¿No es mejor decirlo
todo
enseguida y así evitar las bolas, los rumores, hasta los inventos?
--Y
lo que es peor, que si nos cogen comentando eso, Dios nos libre, hasta nos
pueden
acusar de diversionismo ideológico.
--Ramón,
que no es para tanto.
--Porque
usted, compañero Oscar, como profesor, nunca ha tenido que soportar
que
en un aula le echen una descarga por estar haciendo comentarios sobre los
problemas
no aclarados oficialmente.
--¿Y
quién tiene la culpa? ¿Por qué no han sido aclarados?
--Yo
creo que ustedes tienen razón, muchachos. Yo por lo menos estoy de acuerdo
en
que siempre hay que darles una respuesta clara a todas las preguntas, a menos
que
no sepamos la respuesta, y en ese caso podemos remitir a quien pregunta a
alguien
que sí la sepa.
--Yo
no estoy de acuerdo contigo, Oscar. Yo, como profesora, no creo que los
alumnos
tengan que conocerlo todo. ¿O es que aquí no hay cosas reservadas, o
incluso
secretas? Cosas que no tiene por qué conocerlas todo el mundo.
--Discrepo
con usted, profesora. Pienso que lo que se oculta no es honesto ni
ayuda.
--Silencio,
compañeros, silencio. A ver, Enriqueta.
--Pienso
igual que David. Lo que se oculta hace más daño que lo que se divulga.
Por
lo menos aquí en la Universidad.
--Vamos
a hacer silencio...
--Lo
que pasa es que hay miedo de plantearle las cosas a los alumnos.
--¿Miedo
a qué, Teresa? Aclara eso, por favor.
--Miedo,
profesora. Hay miedo, y lo digo con toda responsabilidad.
--Yo
estoy de acuerdo con Tere. Aquí hay miedo, señores. ¿Y saben lo que yo pienso
de
todo esto? Pues yo pienso que quien tiene miedo sencillamente no está seguro de
su
ideología.
--Si
no hacemos silencio, si no pedimos la palabra, no podemos entendernos,
compañeros.
¡Por favor!
--Permiso,
profe.
--A
ver, Raúl.
--Miren,
compañeros, aquí llevamos mucho tiempo cometiendo el mismo error. Yo le
hago
esa crítica al Partido y a la dirección de la Universidad. Mucho secreteo,
mucho
misterio, y eso no ayuda. Hay miedo a plantear las cosas claramente. ¿Por
qué?
¿Es que se hacen cosas mal hechas? Porque si yo estoy convencido de que
estoy
haciendo algo justo y correcto, no tengo por qué tener miedo a decirlo, ni a
hacerlo.
--Opino
igual que Raúl. El caso de ese profesor es un ejemplo diáfano. Se sacó de
aquí
por problemas políticos, según se nos informó cuando el chisme hizo crisis.
Pero
¿qué
problemas políticos? Porque eso es otra cosa: está de moda eso de
encasquetarle
a cualquiera que tiene problemas políticos, y muchas veces el tipo
no
tiene ningún tipo de problemas.
--No,
muchas veces el que los tiene es el que se los encasqueta.
--Te
quedó bien eso, Gerardo.
--Bueno,
eso sucede lo mismo con profesores que con alumnos.
--Sí,
pero con los alumnos sucede mucho más, y mucho más frecuentemente.
--Señores,
eso es muy delicado, hay que tener mucho cuidado, porque eso invalida
a
cualquier ciudadano en este país.
--¿Y
tú crees, Marnia, que los problemas políticos no tienen importancia?
--Yo
creo que sí la tienen, Gabriela, pero también creo que primero habría que
determinar
cuáles son esos problemas, porque mira, ahora mismo aquí estamos
planteando
cosas que si las planteáramos en alguna reunión no oficial nos crearían
problemas
políticos. Es un ejemplo, claro.
--Yo
no creo que nada que se haya planteado aquí pueda crearle a nadie
problemas
políticos.
--Permiso.
usted no lo cree, profe, porque aquí lo estamos planteando en una
reunión
oficial, como dijo la profesora Marnia, y en presencia del Partido. Otra cosa
sería
que alguno de nosotros hiciera esos comentarios en privado.
--Mira,
Elena, yo creo que este tipo de comentarios no tiene por qué hacerse en
privado.
--Por
favor, compañeros, vamos a pedir la palabra.
--Discrepo
con usted, profesora. Yo creo que cualquier persona tiene derecho a
hablar
de lo que le parezca, ¿no? En su casa, en la calle, en la Universidad. ¿O es
que
se le va a decir a la gente lo que puede y lo que no puede hablar en privado?
--Por
favor, que hace rato que tengo la mano levantada.
--Sí,
Pedro.
--La
cuestión, compañeros, radica en eso que planteó Elisa: el Partido controla todo
lo
que se puede o no se puede decir y comentar. Eso es todo. Y a mí eso me parece
un
tremendo error.
--No
estoy de acuerdo contigo, Pedro. El Partido no obliga a nadie a decir esto o
aquello.
El Partido no es un instrumento represivo, como algunos de ustedes
pretenden
hacer creer.
--Bien,
compañeros, un poco de calma, ¿eh? A ver, Clarita.
--No,
yo sólo quería decir que los problemas no pueden resolverse con teques. A
nosotros,
a estas alturas, me parece que eso es una muestra de inmadurez de quien
los
da.
--Correcto,
Clarita, estoy contigo en eso.
--Es
que yo no comprendo cómo es que todavía hay profesores que cuando se ven
en
un aprieto cuando les hacemos preguntas de las que llaman capciosas, y eso,
apelan
al teque, al patriotismo, como si con eso fueran a salir del paso, como si con
eso
fueran a convencernos de lo que no estamos convencidos.
--¿De
la mesa?
--Yo,
por ejemplo... bueno, ustedes me conocen, yo no soy amiga de dar teques, no,
pero
pienso que los alumnos no tienen por qué manejar todos los problemas que
maneja
el Partido. No sólo los alumnos, ni siquiera todo el profesorado. Y me parece
que
con eso no se ofende a nadie, no se humilla a nadie. El Partido tiene sus
propios
problemas,
sus propios asuntos, que considera que no todos deben ser del dominio
público.
Creo que tiene ese derecho, ¿no? ¿Por qué tenemos que publicar esos
asuntos
en la prensa?
--Sí,
compañera Ada, pero entonces... ¿cómo encontramos nosotros explicaciones
autorizadas
ante ciertas circunstancias políticas que no se publican en la prensa?
--¿Por
ejemplo?
--Por
ejemplo, un problema de índole internacional que no se haya publicado aquí,
pero
sí en el extranjero.
--Permiso,
profesora. Mire, perdóneme, pero yo creo que no hay que controlar ni
orientar
nada. Sencillamente, que cada profesor piense con su cerebro y exponga
sus
ideas, que conteste lo que él crea que debe contestar, de acuerdo a esas ideas,
no
a las ideas de otros, que pueden estar equivocadas, ¿no? Porque cualquiera
puede
equivocarse. O sea, cada cual que emita su opinión. La polémica a mí me
parece
que redundaría más en beneficios colectivos que el esquematismo, la duda,
el
temor...
--Chico,
lo que tú quieres es implantar la anarquía.
--Yo
no quiero implantar la anarquía, yo lo que quiero es que se me respete y se me
trate
como a un ser humano pensante que soy y no como a un mongólico, como a
una
marioneta.
--Por
favor, compañeros, por favor, hagan silencio. Así no podemos continuar la
discusión.
Hagan silencio y pidan la palabra. A ver, los compañeros de la mesa.
--Yo
creo que esta reunión ha perdido sus objetivos, Gabriela.
--Oscar.
--Bueno,
yo creo que podemos continuar, pero... es que me parece que los alumnos
están
muy excitados, no sé...
--Doctora
Morell, usted no ha dicho una palabra.
--Yo
opino exactamente igual que Oscar.
--¿Alguien
más? Los alumnos... sobre el mismo tema... allá atrás hay una especie de
miniasamblea,
vamos a ver.
--Con
permiso, profe. No, es que estábamos discutiendo aquí... no sólo las críticas
deben
estar dirigidas a nuestros profesores, muchos de nosotros no deberíamos estar
aquí,
estudiando en la Universidad... realmente creo que no estábamos preparados.
--Silencio,
compañeros. Pidan la palabra. Reinaldo.
--Para
ser justos tendríamos que depurar las filas de las dos partes.
--Yo
creo que nos estamos desviando del asunto principal.
--Sí,
yo estoy de acuerdo con Elvira, porque en definitivas, los que ya estamos aquí
vamos
a continuar aquí, lo mismo profesores que alumnos. Por eso lo que tenemos
que
hacer es resolver la situación con los que estamos y para los que estamos.
--De
acuerdo.
--¿Más
opiniones?
--Todo
es importante, compañeros, porque miren: nosotros vamos a graduarnos y
vamos
a salir de aquí, a trabajar, sin tener realmente una gran capacidad para
desempeñar
un buen papel y contribuir al desarrollo del país, y eso no es más que
un
globo.
--Alejandro,
estabas calladito.
--Permiso,
compañeros. Sí, eso es lo que sucede: un globo, lo que se maneja con
números
fríos, y que no refleja de verdad la situación de la enseñanza universitaria
en
nuestro país.
--Bien,
bien. Primero hay que dejar bien claro eso de no decir las cosas, de ocultarlas
y
de no dar respuestas, etc. Eso que ustedes plantearon. Miren: lo primero que
ustedes
tienen que hacer es participar más activamente en esta lucha por mejorar
nuestra
Universidad. Porque, tengo que decirlo aquí: ustedes no hacen nada
preguntando
y recibiendo evasivas o teques. ¿No piensan lo mismo? Ustedes tienen
que
exigir, protestar, plantear las cosas al nivel que sea necesario... ah, sí,
pero
exigiéndose
también ustedes mismos, siendo parte activa de esta lucha, haciendo
suyas
todas las tareas del Partido, de la UJC, de la FEU, en fin, las tareas comunes
que
en definitivas van a ayudar a mejorar nuestra enseñanza. Asumir su papel de
verdad,
no sólo preguntando o cuestionando, formar parte de ese todo cuando ese
todo
que somos tenga una victoria o un revés, y sentirse responsables ante cada
victoria
y cada revés. Y entonces exigirnos más después, con moral, con
conocimiento
de causa. Porque fíjense: si un profesor, citando un ejemplo anterior,
les
da una respuesta ambigua o evasiva, como dicen ustedes, o les dispara un teque
que
yo creo que tampoco es lo mejor, y ustedes se quedan tranquilos, callados,
hablando
entre sí en los pasillos...
--Perdone,
profe, pero es que a veces llevamos estos problemas a la UJC o al mismo
Partido
y en ambas instancias nos dicen que eso se discutirá después, en su
oportunidad,
y el caso es que pasa el tiempo y esa oportunidad no acaba de llegar,
y
solamente cuando el problema hace crisis el Partido toma partido, y valga la
redundancia,
y entonces se nos aclara la situación.
--O
se intenta aclararnos la situación, Ramón, porque no siempre se logra. Como
dijo
la
profesora, el Partido no es un mago, ¿verdad?
--Yo
creo que las ironías no conducen a nada, Gelasio.
--No
son ironías, profesora, yo...
--Compañeros,
vamos a referirnos a lo que estamos discutiendo. Vamos a dejar los
malos
entendidos aparte.
--Por
mí...
--No,
compañera, los malos entendidos hay que hacerlos buenos.
--Bien,
bien... A ver... ¿alguien más?
--Yo
pregunto: y si nadie nos aclara una duda, una inquietud, ¿qué hacemos?
--Mira,
Raúl, como profesor y como militante del Partido te digo que no existe nada
que
no pueda aclararse. Además, yo estoy en la mejor disposición de atenderlos a
todos
y de aclararles cuantas dudas tengan, siempre que estén al alcance de mi
cerebro,
¿no?, de mis conocimientos, que tampoco soy Leonardo da Vinci, ¿eh?
Pero
si nadie les resuelve, vengan conmigo, ya verán que no tienen necesidad de
oír
a ninguna emisora extranjera.
--¡Bravo
por Oscar!
--Bueno,
pero... supongamos que se nos aclara y que no estamos de acuerdo con
esa
aclaración o con esa explicación que nos den, o con la medida, no sé...
--Silencio,
compañeros. Vamos a pedir la palabra.
--Pues
Ketty tiene razón, porque mire, yo estoy seguro de que usted, de que ustedes
todos
nos darán la orientación correcta, sí, pero siempre desde el punto de vista del
Partido,
¿no? Pero como dijo Ketty: si no estamos de acuerdo...
--Pero
muchacho, ¿cómo no van a estar de acuerdo con una orientación del
Partido?
--Mire,
profesora, le voy a decir una cosa: ni el Partido ni usted ni ninguno de los
que
estamos aquí somos infalibles, ¿no? Y nosotros, como seres pensantes, podemos
discrepar.
¿O no podemos?
--Vamos
a hacer silencio, por favor.
--Yo
creo que esta reunión se debe suspender, Gabriela.
--¿Suspenderse?
¿Por qué?
--Mira,
Gabriela, tú que estás dirigiendo esta reunión, si se va a poner en entredicho
la
opinión del Partido, yo me voy de aquí.
--Mire,
profesora, eso no fue lo que...
--Cálmate,
Elvira, que tú también estás un poco alterada.
Yo creo que todos
estamos
un poco alterados, ¿no? Bueno, Enriqueta tiene derecho a discrepar, Elvira,
y
nosotros a sacarla de su error. Vamos a ver si podemos entendernos. A ver,
compañeros,
¿alguien más quiere opinar sobre este asunto?
--Perdóneme,
profesora, pero a mí me parece que no es ningún crimen no estar de
acuerdo
con alguna orientación del Partido. No sé los demás.
--Yo
creo que es normal, no se puede estar de acuerdo con todo, ¿o vamos a seguir
con
esa falsa unanimidad?
--Señores,
yo creo, y que me perdone la compañera del núcleo, que se ha hecho
una
tragedia de una simple opinión contraria, que como dijo David, es lo más
normal
que existe. Miren: mi marido y yo tenemos discrepancias, y algunas muy
serias,
y a veces hasta nos fajamos allá en la casa... no se rían, que esto es muy
serio.
Pues
bie--Es
cierto, algunos de nosotros incumplimos nuestra principal tarea, que es asistir
a
clases,
pero hay que analizar por qué no asistimos, porque lo más fácil es plantear
que
somos indisciplinados, poco serios, apáticos...
--Para
eso estamos aquí, Alejandro.
--Sí,
pero ya nos hemos reunido muchas veces para eso, y el caso es que siempre
nos
echan un sermón y nos hacen una promesa que jamás se cumple y nos
proponen
un plan que nunca se ejecuta.
--Alejandro
tiene razón, profesora. No es la primera vez que nos reunimos las dos
partes
para discutir este problema de la incomunicación alumno-profesor.
--De
acuerdo, David, pero fíjate que hoy estamos aquí todos los profesores de la
Facultad
y algunos invitados, está la Dirección, está el Partido, está la UJC, y están
ustedes,
los alumnos, y la FEU. Yo creo que tenemos suficiente marterial humano
para
analizar, discutir, buscarle una solución al problema. O a los problemas, si
son
varios,
como oigo que dicen por ahí.
--Pero
yo pienso que los demás problemas se relacionan con éste.
--Bien,
bien. Ya comenzamos por oír a los alumnos, después hablaremos nosotros
como
profesores, y al final todo el que quiera dar una opinión al respecto. Aquí
todo
el
mundo va a hablar, todo el mundo va a decir lo que quiera decir, y se van a
plantear
todos los problemas que se tengan que plantear. Y ustedes, alumnos,
tiene
luz verde. Ustedes me conocen y saben que yo no hablo por hablar.
--Permiso
para hablar.
--A
ver, Enriqueta, tira tú la primera piedra.
--Mire,
profesora, yo pienso que la razón fundamental por la que muchos de nosotros
faltamos
a clases es que tenemos varios profesores que no son capaces de
motivarnos.
¿Qué pasa? Que venimos aquí a sentarnos en una silla incómoda, en un
aula
calurosa, durante un par de horas, y lo que oímos es una repetición mecánica
de
un texto escrito por otro. Y eso no es muy edificante que digamos, ¿no?
--Permiso,
profe. Sobre eso que dice Ketty: mejor nos quedamos en la casa, en short
y
chancletas, con el libro en la mano y una música suave como fondo, y si tenemos
un
buen ventilador a mano, en menos tiempo matamos el gallo y sin pasar trabajos
con
el transporte.
--Por
eso hay veces que nos sorprenden leyendo una novela en plena clase, porque
mire,
usted sabe que hay profesores que lo que hacen es leernos la bibliografía, que
deben
sabérsela de memoria, y si acaso comentar algo de lo que viene en el
programa
o en el texto y óigame, así no se entusiasma nadie.
--Pero
no todos los profesores son así, Ramón.
--Cierto,
profe, pero tampoco todos los alumnos faltamos a clases.
--Teresa.
--Yo
quiero poner un ejemplo: ¿algunos de ustedes han asistido a una clase de la
profesora
Liliana?
--No
empiecen conmigo...
--Muchos
de nosotros, Tere.
--Pues
bien, a que no encuentran una silla vacía en una clase de Liliana. ¿Y por
qué?
Pues hay que ir a verla, para que vean cómo hay que dar una clase.
--No
te pongas colorada, Liliana, tus alumnos te están haciendo justicia.
--Cojan
a otro, muchachos, y suéltenme algún día.
--También
es verdad que nosotros llegamos aquí con muchos lastres, porque los
profesores
que tuvimos en la enseñanza media no fueron capaces de darnos la
base
que se necesita para entrar en la Universidad.
--Y
sin embargo, henos aquí.
--Y
aquí nos fundimos, o desertamos, o lo que es peor: nos graduamos de todas
maneras,
compañeros, y salimos a la calle a hacer barbaridades, o a no hacer
nada,
porque eso es otra cosa: aquí el que no deserta se gradúa, todo el mundo se
gradúa,
aunque no conozca ni la tabla de multiplicar.
--Tienes
razón, David, pero eso es un problema muy complejo, y creo que ustedes,
aunque
son muy jóvenes, conocen la historia de la formación de profesores en este
país
tras el triunfo de la Revolución, y conocen la herencia que encontró la
Revolución
al llegar al poder. Pero no se asusten, no les voy a repetir la historia, no.
Ahora
bien, ¿qué podemos hacer? ¿Sacar de aquí a esos profesores que a juicio de
ustedes
no son capaces de motivarlos para que asistan a clases? Eso tendríamos
que
analizarlo muy cuidadosamente. Y en todo caso, si sacáramos de aquí a esos
profesores,
o a algunos de ellos, ¿a quiénes pondríamos en su lugar? ¿Y a quiénes
ponemos
en la enseñanza media? Porque un profesor no se fabrica apretando un
botón.
--Ni
con buenos deseos tampoco.
--Bueno,
profe, sí, usted tiene razón , pero yo creo que por lo menos habría que ver
por
qué se ha llegado a esta situación, cómo empezó a gestarse este problema,
quién
o quiénes son culpables... porque esas cosas a nosotros no nos las explican.
--Bueno,
Ramón, yo creo que con eso no resolveríamos nada. El mal está hecho, y
tiene
raíces muy hondas.
--Cierto,
profesora, pero ¿hasta cuándo tenemos que arrastrar ese mal?
--Te
confieso que no lo sé, Gelasio. El Partido lo ha analizado, pero el Partido no
es
un
mago, aunque hay quienes piensan que sí.
--Con
permiso. Otra cosa: mire, profe, usted sabe que aquí hay alumnos que pasan
los
exámenes y los aprueban, y algunos con muy buenas notas. Pues resulta que son
alumnos
que nunca asisten a esas clases de que hablábamos. Copian la materia
por
algún compañero, se justifican, vienen, y salen bien. Para mí, eso es una
muestra
de
que asistir a clases no es imprescindible.
--Bien,
compañeros. Yo creo que este asunto de la motivación en las clases, o de la
falta
de motivación, no vamos a poder resolverlo aquí ahora, por decreto. Si la
compañera
Gabriela me permite...
--Adelante,
Elvira.
--Miren:
yo creo que se podrían hacer dos cosas: una, permitir que los alumnos no
asistan
a clases, como he oido que opinan algunos, pero eso sería inadmisible,
porque...
bueno, eso sería apartarse de las normas establecidas... y otra, hacer un
trabajo
fuerte con esos profesores que señalan los alumnos... un trabajo político con
ellos,
a ver cómo pueden resolver ese problema y mejorar sus clases.
--A
ver, Reinaldo.
--Mire,
profe, eso que dice la profesora Elvira de faltar a clases autorizadamente..,.
--No,
Reinaldo, ya yo aclaré que eso sería inadmisible, porque...
--Perdóneme,
déjeme aclarar bien. Mire, faltar a clases a mí me parece que no sería
la
mejor solución. No, no sería la mejor solución. Yo creo que si eso se autoriza,
las
aulas
se quedarán vacías... ¿Se ríen? Pero en fin, yo lo que creo es que se podrían
hacer
exámenes, oposiciones, pruebas, evaluaciones, no sé, algo que permita que
sólo
los profesores que están verdaderamente capacitados sean profesores de la
Universidad.
--Bueno,
¿qué opinan los de la mesa?
--Eso
me parece una idea descabellada. Es irrealizable.
--Yo
no sé cómo podría hacerse eso. Primero tendría que aprobarlo el Ministerio,
claro.
--Sí,
eso sería lo ideal, pensándolo bien, pero... lo que tú señalabas: ¿qué haríamos
con
esos profesores que quedaran fuera? Porque eso es un problema muy, pero muy
delicado.
--No
sólo delicado, eso es un problema ético, social, político... hasta económico.
--Vamos
a ver: lo que dice Marnia me parece correcto, eso es un problema muy
delicado,
compañeros, hay que pensar muy bien las cosas, no soltarlas así como
así.
Hay que hacer un informe sobre todas estas cosas, de todas estas ideas, de las
proposiciones,
a ver. Y hay que elevarlo enseguida.
--Permiso.
Elevarlo, pero defendiendo nuestra posición, profe, porque siempre que
elevamos
algo, aunque lo hagamos con cien firmas, si hay un funcionario de esos en
las
altas esferas que no está de acuerdo, lo plancha.
--Raúl
tiene razón, compañeros. Pero hay que hacer algo, porque nuestra
Universidad
se está convirtiendo en una escuela nacional.
--Bueno,
bueno, está bien. Hay otras cosas... por aquí tengo muchas notas, muchas...
--Permiso,
profesora. Una cosa que también nos golpea mucho: la comunicación del
profesor
con sus alumnos depende mucho, a mi modo de ver, de la confianza que
esos
alumnos tengan en el profesor. Y vamos a llamar a las cosas por sus nombres,
¿eh?
¿Qué confianza se puede tener en un profesor que dice las cosas a medias, o
que
incluso oculta las cosas?
--Explícate,
Orlando, que eso no está claro.
--Miren,
compañeros: a veces yo mismo le he preguntado algo a algún profesor,
algo
sobre un asunto que no se nos ha informado oficialmente, pero que todo el
mundo
conoce por comentarios que siempre se hacen en los pasillos, por rumores,
por...
--Si
pusieras un ejemplo concreto ganaríamos en claridad.
--Pues
lo pongo, profesora. Miren: cuando aquí se decidió, no sé por qué ni por quién
sacar
al profesor Pardo de la Universidad, no se nos informó nada, absolutamente
nada.
Me refiero a cuando se tomó esa decisión, porque después sí se nos dijo...
--Sí,
después, cuando hasta por las emisoras extranjeras estaban comentando la
noticia.
--Bueno,
bueno, compañeros, no vamos a exagerar. Sigue, Orlando.
--Bueno,
mi ejemplo: le pregunté a la profesora Elvira, aquí presente, como ella es la
Secretaria
del Núcleo del Partido de Literatura, y ¿saben lo que me contestó?
--Sí,
lo sabemos, te contestó que eso era un problema político y que no debía
discutirse
en las aulas.
--¿Fue
así o no fue así, compañera Elvira?
--Fue
así. A mí me orientaron que si me preguntaran contestara eso.
--Por
favor, hagan silencio, compañeros. Yo misma se lo orienté en la reunión del
Partido,
Orlando. Eso fue lo que se determinó en aquel momento. Después, todos
tuvieron
la información.
--Pues
ahí lo tiene, profesora. Yo me pregunto: ¿por qué tenemos que esperar y
esperar,
y enterarnos por fuentes ajenas a la Universidad? Oiganlo bien: ajenas a la
Universidad,
sobre cosas que ocurren aquí, en la Universidad. ¿No es mejor decirlo
todo
enseguida y así evitar las bolas, los rumores, hasta los inventos?
--Y
lo que es peor, que si nos cogen comentando eso, Dios nos libre, hasta nos
pueden
acusar de diversionismo ideológico.
--Ramón,
que no es para tanto.
--Porque
usted, compañero Oscar, como profesor, nunca ha tenido que soportar
que
en un aula le echen una descarga por estar haciendo comentarios sobre los
problemas
no aclarados oficialmente.
--¿Y
quién tiene la culpa? ¿Por qué no han sido aclarados?
--Yo
creo que ustedes tienen razón, muchachos. Yo por lo menos estoy de acuerdo
en
que siempre hay que darles una respuesta clara a todas las preguntas, a menos
que
no sepamos la respuesta, y en ese caso podemos remitir a quien pregunta a
alguien
que sí la sepa.
--Yo
no estoy de acuerdo contigo, Oscar. Yo, como profesora, no creo que los
alumnos
tengan que conocerlo todo. ¿O es que aquí no hay cosas reservadas, o
incluso
secretas? Cosas que no tiene por qué conocerlas todo el mundo.
--Discrepo
con usted, profesora. Pienso que lo que se oculta no es honesto ni
ayuda.
--Silencio,
compañeros, silencio. A ver, Enriqueta.
--Pienso
igual que David. Lo que se oculta hace más daño que lo que se divulga.
Por
lo menos aquí en la Universidad.
--Vamos
a hacer silencio...
--Lo
que pasa es que hay miedo de plantearle las cosas a los alumnos.
--¿Miedo
a qué, Teresa? Aclara eso, por favor.
--Miedo,
profesora. Hay miedo, y lo digo con toda responsabilidad.
--Yo
estoy de acuerdo con Tere. Aquí hay miedo, señores. ¿Y saben lo que yo pienso
de
todo esto? Pues yo pienso que quien tiene miedo sencillamente no está seguro de
su
ideología.
--Si
no hacemos silencio, si no pedimos la palabra, no podemos entendernos,
compañeros.
¡Por favor!
--Permiso,
profe.
--A
ver, Raúl.
--Miren,
compañeros, aquí llevamos mucho tiempo cometiendo el mismo error. Yo le
hago
esa crítica al Partido y a la dirección de la Universidad. Mucho secreteo,
mucho
misterio, y eso no ayuda. Hay miedo a plantear las cosas claramente. ¿Por
qué?
¿Es que se hacen cosas mal hechas? Porque si yo estoy convencido de que
estoy
haciendo algo justo y correcto, no tengo por qué tener miedo a decirlo, ni a
hacerlo.
--Opino
igual que Raúl. El caso de ese profesor es un ejemplo diáfano. Se sacó de
aquí
por problemas políticos, según se nos informó cuando el chisme hizo crisis.
Pero
¿qué
problemas políticos? Porque eso es otra cosa: está de moda eso de
encasquetarle
a cualquiera que tiene problemas políticos, y muchas veces el tipo
no
tiene ningún tipo de problemas.
--No,
muchas veces el que los tiene es el que se los encasqueta.
--Te
quedó bien eso, Gerardo.
--Bueno,
eso sucede lo mismo con profesores que con alumnos.
--Sí,
pero con los alumnos sucede mucho más, y mucho más frecuentemente.
--Señores,
eso es muy delicado, hay que tener mucho cuidado, porque eso invalida
a
cualquier ciudadano en este país.
--¿Y
tú crees, Marnia, que los problemas políticos no tienen importancia?
--Yo
creo que sí la tienen, Gabriela, pero también creo que primero habría que
determinar
cuáles son esos problemas, porque mira, ahora mismo aquí estamos
planteando
cosas que si las planteáramos en alguna reunión no oficial nos crearían
problemas
políticos. Es un ejemplo, claro.
--Yo
no creo que nada que se haya planteado aquí pueda crearle a nadie
problemas
políticos.
--Permiso.
usted no lo cree, profe, porque aquí lo estamos planteando en una
reunión
oficial, como dijo la profesora Marnia, y en presencia del Partido. Otra cosa
sería
que alguno de nosotros hiciera esos comentarios en privado.
--Mira,
Elena, yo creo que este tipo de comentarios no tiene por qué hacerse en
privado.
--Por
favor, compañeros, vamos a pedir la palabra.
--Discrepo
con usted, profesora. Yo creo que cualquier persona tiene derecho a
hablar
de lo que le parezca, ¿no? En su casa, en la calle, en la Universidad. ¿O es
que
se le va a decir a la gente lo que puede y lo que no puede hablar en privado?
--Por
favor, que hace rato que tengo la mano levantada.
--Sí,
Pedro.
--La
cuestión, compañeros, radica en eso que planteó Elisa: el Partido controla todo
lo
que se puede o no se puede decir y comentar. Eso es todo. Y a mí eso me parece
un
tremendo error.
--No
estoy de acuerdo contigo, Pedro. El Partido no obliga a nadie a decir esto o
aquello.
El Partido no es un instrumento represivo, como algunos de ustedes
pretenden
hacer creer.
--Bien,
compañeros, un poco de calma, ¿eh? A ver, Clarita.
--No,
yo sólo quería decir que los problemas no pueden resolverse con teques. A
nosotros,
a estas alturas, me parece que eso es una muestra de inmadurez de quien
los
da.
--Correcto,
Clarita, estoy contigo en eso.
--Es
que yo no comprendo cómo es que todavía hay profesores que cuando se ven
en
un aprieto cuando les hacemos preguntas de las que llaman capciosas, y eso,
apelan
al teque, al patriotismo, como si con eso fueran a salir del paso, como si con
eso
fueran a convencernos de lo que no estamos convencidos.
--¿De
la mesa?
--Yo,
por ejemplo... bueno, ustedes me conocen, yo no soy amiga de dar teques, no,
pero
pienso que los alumnos no tienen por qué manejar todos los problemas que
maneja
el Partido. No sólo los alumnos, ni siquiera todo el profesorado. Y me parece
que
con eso no se ofende a nadie, no se humilla a nadie. El Partido tiene sus
propios
problemas,
sus propios asuntos, que considera que no todos deben ser del dominio
público.
Creo que tiene ese derecho, ¿no? ¿Por qué tenemos que publicar esos
asuntos
en la prensa?
--Sí,
compañera Ada, pero entonces... ¿cómo encontramos nosotros explicaciones
autorizadas
ante ciertas circunstancias políticas que no se publican en la prensa?
--¿Por
ejemplo?
--Por
ejemplo, un problema de índole internacional que no se haya publicado aquí,
pero
sí en el extranjero.
--Permiso,
profesora. Mire, perdóneme, pero yo creo que no hay que controlar ni
orientar
nada. Sencillamente, que cada profesor piense con su cerebro y exponga
sus
ideas, que conteste lo que él crea que debe contestar, de acuerdo a esas ideas,
no
a las ideas de otros, que pueden estar equivocadas, ¿no? Porque cualquiera
puede
equivocarse. O sea, cada cual que emita su opinión. La polémica a mí me
parece
que redundaría más en beneficios colectivos que el esquematismo, la duda,
el
temor...
--Chico,
lo que tú quieres es implantar la anarquía.
--Yo
no quiero implantar la anarquía, yo lo que quiero es que se me respete y se me
trate
como a un ser humano pensante que soy y no como a un mongólico, como a
una
marioneta.
--Por
favor, compañeros, por favor, hagan silencio. Así no podemos continuar la
discusión.
Hagan silencio y pidan la palabra. A ver, los compañeros de la mesa.
--Yo
creo que esta reunión ha perdido sus objetivos, Gabriela.
--Oscar.
--Bueno,
yo creo que podemos continuar, pero... es que me parece que los alumnos
están
muy excitados, no sé...
--Doctora
Morell, usted no ha dicho una palabra.
--Yo
opino exactamente igual que Oscar.
--¿Alguien
más? Los alumnos... sobre el mismo tema... allá atrás hay una especie de
miniasamblea,
vamos a ver.
--Con
permiso, profe. No, es que estábamos discutiendo aquí... no sólo las críticas
deben
estar dirigidas a nuestros profesores, muchos de nosotros no deberíamos estar
aquí,
estudiando en la Universidad... realmente creo que no estábamos preparados.
--Silencio,
compañeros. Pidan la palabra. Reinaldo.
--Para
ser justos tendríamos que depurar las filas de las dos partes.
--Yo
creo que nos estamos desviando del asunto principal.
--Sí,
yo estoy de acuerdo con Elvira, porque en definitivas, los que ya estamos aquí
vamos
a continuar aquí, lo mismo profesores que alumnos. Por eso lo que tenemos
que
hacer es resolver la situación con los que estamos y para los que estamos.
--De
acuerdo.
--¿Más
opiniones?
--Todo
es importante, compañeros, porque miren: nosotros vamos a graduarnos y
vamos
a salir de aquí, a trabajar, sin tener realmente una gran capacidad para
desempeñar
un buen papel y contribuir al desarrollo del país, y eso no es más que
un
globo.
--Alejandro,
estabas calladito.
--Permiso,
compañeros. Sí, eso es lo que sucede: un globo, lo que se maneja con
números
fríos, y que no refleja de verdad la situación de la enseñanza universitaria
en
nuestro país.
--Bien,
bien. Primero hay que dejar bien claro eso de no decir las cosas, de ocultarlas
y
de no dar respuestas, etc. Eso que ustedes plantearon. Miren: lo primero que
ustedes
tienen que hacer es participar más activamente en esta lucha por mejorar
nuestra
Universidad. Porque, tengo que decirlo aquí: ustedes no hacen nada
preguntando
y recibiendo evasivas o teques. ¿No piensan lo mismo? Ustedes tienen
que
exigir, protestar, plantear las cosas al nivel que sea necesario... ah, sí,
pero
exigiéndose
también ustedes mismos, siendo parte activa de esta lucha, haciendo
suyas
todas las tareas del Partido, de la UJC, de la FEU, en fin, las tareas comunes
que
en definitivas van a ayudar a mejorar nuestra enseñanza. Asumir su papel de
verdad,
no sólo preguntando o cuestionando, formar parte de ese todo cuando ese
todo
que somos tenga una victoria o un revés, y sentirse responsables ante cada
victoria
y cada revés. Y entonces exigirnos más después, con moral, con
conocimiento
de causa. Porque fíjense: si un profesor, citando un ejemplo anterior,
les
da una respuesta ambigua o evasiva, como dicen ustedes, o les dispara un teque
que
yo creo que tampoco es lo mejor, y ustedes se quedan tranquilos, callados,
hablando
entre sí en los pasillos...
--Perdone,
profe, pero es que a veces llevamos estos problemas a la UJC o al mismo
Partido
y en ambas instancias nos dicen que eso se discutirá después, en su
oportunidad,
y el caso es que pasa el tiempo y esa oportunidad no acaba de llegar,
y
solamente cuando el problema hace crisis el Partido toma partido, y valga la
redundancia,
y entonces se nos aclara la situación.
--O
se intenta aclararnos la situación, Ramón, porque no siempre se logra. Como
dijo
la
profesora, el Partido no es un mago, ¿verdad?
--Yo
creo que las ironías no conducen a nada, Gelasio.
--No
son ironías, profesora, yo...
--Compañeros,
vamos a referirnos a lo que estamos discutiendo. Vamos a dejar los
malos
entendidos aparte.
--Por
mí...
--No,
compañera, los malos entendidos hay que hacerlos buenos.
--Bien,
bien... A ver... ¿alguien más?
--Yo
pregunto: y si nadie nos aclara una duda, una inquietud, ¿qué hacemos?
--Mira,
Raúl, como profesor y como militante del Partido te digo que no existe nada
que
no pueda aclararse. Además, yo estoy en la mejor disposición de atenderlos a
todos
y de aclararles cuantas dudas tengan, siempre que estén al alcance de mi
cerebro,
¿no?, de mis conocimientos, que tampoco soy Leonardo da Vinci, ¿eh?
Pero
si nadie les resuelve, vengan conmigo, ya verán que no tienen necesidad de
oír
a ninguna emisora extranjera.
--¡Bravo
por Oscar!
--Bueno,
pero... supongamos que se nos aclara y que no estamos de acuerdo con
esa
aclaración o con esa explicación que nos den, o con la medida, no sé...
--Silencio,
compañeros. Vamos a pedir la palabra.
--Pues
Ketty tiene razón, porque mire, yo estoy seguro de que usted, de que ustedes
todos
nos darán la orientación correcta, sí, pero siempre desde el punto de vista del
Partido,
¿no? Pero como dijo Ketty: si no estamos de acuerdo...
--Pero
muchacho, ¿cómo no van a estar de acuerdo con una orientación del
Partido?
--Mire,
profesora, le voy a decir una cosa: ni el Partido ni usted ni ninguno de los
que
estamos aquí somos infalibles, ¿no? Y nosotros, como seres pensantes, podemos
discrepar.
¿O no podemos?
--Vamos
a hacer silencio, por favor.
--Yo
creo que esta reunión se debe suspender, Gabriela.
--¿Suspenderse?
¿Por qué?
--Mira,
Gabriela, tú que estás dirigiendo esta reunión, si se va a poner en entredicho
la
opinión del Partido, yo me voy de aquí.
--Mire,
profesora, eso no fue lo que...
--Cálmate,
Elvira, que tú también estás un poco alterada.
Yo creo que todos
estamos
un poco alterados, ¿no? Bueno, Enriqueta tiene derecho a discrepar, Elvira,
y
nosotros a sacarla de su error. Vamos a ver si podemos entendernos. A ver,
compañeros,
¿alguien más quiere opinar sobre este asunto?
--Perdóneme,
profesora, pero a mí me parece que no es ningún crimen no estar de
acuerdo
con alguna orientación del Partido. No sé los demás.
--Yo
creo que es normal, no se puede estar de acuerdo con todo, ¿o vamos a seguir
con
esa falsa unanimidad?
--Señores,
yo creo, y que me perdone la compañera del núcleo, que se ha hecho
una
tragedia de una simple opinión contraria, que como dijo David, es lo más
normal
que existe. Miren: mi marido y yo tenemos discrepancias, y algunas muy
serias,
y a veces hasta nos fajamos allá en la casa... no se rían, que esto es muy
serio.
Pues
bien: nos fajamos, sí, pero como nos queremos y los dos estamos por la misma
causa,
seguimos juntos, y no nos alarmamos por no pensar lo mismo.
--Pero
compañeros, ¿es que nosotros tenemos que ser todos iguales? ¿Tenemos que
pensar
todos lo mismo? Pues si eso es así, tráiganos los uniformes y las carrozas.
--¿Tú
lo ves, Gabriela? Con esas ironías no se puede continuar.
--Compañeros,
por favor, no se extralimiten. Vamos a dar las opiniones con seriedad.
A
ver, Elisa, que te veo ahí un poco apurada por hablar.
--No,
yo sólo quería proponer que hagamos un receso, porque me parece que ahí
afuera
hay una meriendita que nos vendría muy bien. ¿Qué ustedes creen?
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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