Al
salir de una reunión en la que se había analizado el caso de un alumno que
siempre
hacía preguntas que el Partido consideraba capciosas, Gabriela y Elvira
continuaron
discutiendo con algunos de los profesores que participaron en esa
especie
de juicio político que se hacía en la Universidad como costumbre. El
alumno
se había defendido, alegando su derecho a preguntar lo que quisiera, a
conocer
y opinar sobre cualquier asunto, sin necesidad de esperar -fue lo que dijo
textualmente-
"a que el Partido me indique lo que puedo pensar, decir y hacer".
--Aunque
soy muy joven, compañeros -dijo el alumno-, nací libre, me siento libre,
y
moriré siendo libre, y a mí nadie tiene que indicarme cómo tengo que entender
las
cosas y actuar en consecuencia, pues tengo un cerebro y con él pienso,
analizo
y entiendo o no entiendo todo cuanto me rodea... y para lo que no
entienda...
bueno, para eso están ustedes, para responder a todas mis preguntas
y
no inventar fantasmas que no existen.
Elvira
le había contestado que él tenía serios problemas ideológicos y que su
actitud
sería discutida en el comité de base de la UJC con la presencia de la FEU,
posteriormente
a esa discusión con el Partido de la Facultad, y que allí se
determinaría
qué hacer al respecto. Marnia había opinado que no estaba de
acuerdo
con sancionar a nadie sólo por preguntar, y exclamó con énfasis que
"ojalá
todos mis alumnos tuvieran tantas inquietudes, así se les desarrollaría mucho
más
la mente y la capacidad para después aprender y después enseñar", y al
final
había expresado que según su parecer esa era la única solución a la
ignorancia
que muchos todavía tenían, incluyéndose ella misma, sobre los
problemas
fundamentales de la situación del país.
--Fíjate,
Marnia -le dijo Gabriela al salir de la reunión-: tú eres una orientadora
política
por encima de todo, tú tienes que limitarte a dar tus clases de literatura
general,
y a la vez trasladar a tus alumnos las orientaciones que te da el Partido,
¿comprendes?
--Pero
yo no soy militante del Partido, yo...
--Mira,
aquí todos los profesores tienen que guiarse por las orientaciones del Partido,
sean
o no militantes, no me explico cómo tú todavía tienes dudas en ese sentido.
--Bueno,
está bien, pero entonces, cuando un alumno me pregunte algo que esté
fuera
del marco de mi asignatura, o de esas orientaciones que tú dices, ¿qué le
digo?
¿Que no sé? ¿Que sé y no estoy autorizada a responderle?
--No.
Simplemente le dices que su pregunta se aparta de tu asignatura y ya. Y si
quiere
más información, que venga a vernos, que nosotros le vamos a dar toda la
información
que necesite conocer.
Marnia
la miró con deseos de mandarla al carajo, pero se contuvo. Elvira salió a la
palestra
para defender el punto de vista de su jefa en el Partido. Ese era el punto de
vista
del Partido, y no se podía cuestionar.
--Mira,
Marnia, yo creo que lo que pasa en tus clases es, precisamente, que tú les
permites
a tus alumnos que se suelten demasiado, porque tú misma les das alas para
que
se suelten. A mí jamás me hacen ese tipo de preguntas.
--¿Será
que te tienen miedo? -preguntó Marnia con sorna.
--Yo
no muerdo, así que no veo por qué tienen que tenerme miedo.
--De
todos modos, Elvira, yo no veo que eso sea nada del otro mundo.
Gabriela
intercedió:
--Tú
no lo ves, Marnia, porque tú no eres militante, y no tienes el bagaje político
de
los
militantes, que de paso te digo que deberías pasar algún curso de este tipo
para
que
te superes también en el aspecto ideológico y político. Ya hablaremos de eso.
En
el grupo se encontraban, además, Adita, María y Violeta, pero ninguna de ellas
dijo
nada. Al llegar a la planta baja se detuvieron. Cada una tomaría un rumbo
diferente.
--Voy
para el local del Partido, que Elvira me llamó -dijo Adita-, y tú refréscate,
mi
amiga
-le dijo a Marnia-, ya verás cómo el Partido tiene la razón.
--Como
siempre -exclamó Marnia, caminando junto a María, hacia el estanquillo.
Gabriela
y Elvira no se veían ya. Violeta se acercó al estanquillo, pero les dijo a
María
y a Marnia que se iba a tomar café, lo que las otras desecharon. Las dos se
pusieron
a conversar con algunos alumnos que revisaban revistas y periódicos sin
comprar
nada.
--Me
parece que te tienen el ojo echado, Marnia. Ten cuidado.
--No,
María, cuidado deben tener ellas. Yo no hago nada malo. Yo solamente
respeto
a mis alumnos, porque quiero que ellos me respeten, ¿no?
--Sí,
pero... -María miró a todas partes, temerosa de algún oído indiscreto- pero tú
sola
no vas a resolver ningún problema, y hay que estar loco para enfrentarse al
Partido.
Hasta ahora, que yo sepa, nadie le ha ganado una bronca a esa gente del
Partido.
Ellos tienen el poder, tienen el control, lo tienen todo...
--Todo
no -Marnia sonrió con desgano-: ellos no tienen la razón. Y algún día -dijo,
con
un periódico en las manos- se demostrará que ellos no tienen la razón -y
diciéndole
adiós a María mientras guardaba el periódico en su portafolios-: y óyeme
lo
que te digo: algún día se demostrará que ellos nunca tuvieron la razón.
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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