El
nuevo contrato de Marnia estipulaba que los docentes de la Facultad debían
viajar,
dentro y fuera del país, en cumplimiento de las necesidades, compromisos u
obligaciones
de la Universidad, cuando el Decanato lo estimara conveniente. A su
vez,
fijaba un nuevo salario de acuerdo con su categoría, de $310.00, lo que
entusiasmó
a Mario que, riéndose, medio en serio y medio en broma, le dijo que su
meta
debía ser alcanzar los cuatrocientos.
--¡Cuánto
gana Oropesa? ¿Eh? ¿Y la doctora Morell? ¿Cuánto gana la doctora
Morell?
¿Y muchos otros que ahora no me vienen a la memoria? Porque si una cosa
buena
tiene la Universidad es eso, que paga los salarios más altos de toda la
provincia.
--Es
verdad. Pero también es verdad que allí se quema el más pinto.
--No
tanto, lo que pasa es que tú tomas todo lo que te orientan con demasiado
rigor,
todavía no te has acostumbrado a hacer lo que hace todo el mundo, sí sí sí, y
después
engavetar en el cerebro la mayoría de las cosas que te orientan. Por eso
corres
el riesgo de quemarte.
--Qué
fácil tú lo ves, querido. Se ve que en tu trabajo andan al garete y no
chequean
nada.
--Porque
si quisieran ellos saben que no les resultaría fácil.
--Bueno,
en fin... que esa es la cosa. Ahora con la viajadera, imagínate. Ya me
soltaron
que tengo que ir a Guantánamo la semana que viene, así que vete
preparando.
--Ya
me preparé desde que me informaste del aumento del sueldo, porque esa
gente
jamás da algo gratuitamente.
El
viaje a Guantánamo estaba señalado para un viernes, pero esta vez irían cinco
profesores
del Departamento, que servirían como tribunales de trabajos hechos por
alumnos
de la facultad guantanamera. Marnia pensaba si sería como Sancti Spíritus
y
recordaba cómo se libró aquella vez en que Violeta pidió la cara de la moneda
que
Neysa tenía en su mano y le tocó perder. Oscar también iría esta vez, pero con
otras
tres que resultaron ser Liliana, María y Neysa. Estas dos últimas hablaban con
Marnia
sobre el viaje y sus dificultades, pues ellas ya habían viajado a esa provincia
varias
veces.
--No,
mi vida, no te pienses que te va a salir como la vez que fuiste a Sancti
Spíritus
-le
decía la propia Neysa a Marnia-: allá, como no hay otra cosa, te mandaban a
ese
motelito lindo que tú dices, pero en Guantánamo te van a hospedar en un
albergue
de Educación junto con todos los demás, y con varias familias de
cucarachas
y de guayabitos.
--Y
sin aire acondicionado -agregaba María-, con la comida de los obreros del
MINED.
--Y
sin música indirecta -replicaba Neysa.
--Ustedes
me hablan como si yo fuera sola a una isla deshabitada.
Marnia
se reía en silencio, imaginándose la cara que pondría Mario si estuviera
oyendo.
Estaban en la hemeroteca registrando publicaciones anteriores a 1959, sólo
accesibles
a un pequeño grupo con un permiso especial del Partido.
--Aquí
ninguna colección está completa. Faltan revistas y tabloides culturales, y la
ORTO
es una lástima que tenga tan pocos ejemplares.
--¿Y
qué me dicen de ORIGENES?
--No,
y luego los queridos compañeros de La Habana -y Neysa hizo un paréntesis
para
respirar- quieren que nosotros apliquemos mecánicamente el plan de
contenidos
que ellos -y otro paréntesis respiratorio- generosamente nos envían...
Después
de un largo rato registrando y anotando, las tres salieron del local y se
encaminaron
al Departamento, que ahora estaba más arriba y cuyo personal
compartía
con Lingüística en un pequeño espacio
que no respondía a las
necesidades
de los dos grupos, aunque eso sí, tenía mejor ventilación y habían
colocado
mesas y burós para cada profesor.
--Subir
estas escaleras con este calor...
--Decididamente
hemos perdido con estos cambios.
--Sobre
todo hemos perdido con los nuevos jefes -Neysa no podía ocultar su
desacuerdo-.
Nada, que Milagros tenía sus cosas, pero con ella todo era más...
digerible.
Entraron
en el Departamento. Sólo había dos profesoras de Lingüística y el doctor
Oropesa,
sentado como siempre en su buró, que habían respetado y trasladado
con
sumo cuidado bajo su propia supervisión.
--Buenos
días, doctor.
--Ahora
mejores, con la presencia de ustedes.
Marnia
se sentó en su puesto a resolver el intríngulis de las notas que había sacado
de
la hemeroteca. Neysa hizo lo mismo. María conversó con Oropesa unos minutos y
después
se despidió. Cuando Marnia se concentró en lo suyo, pensó en
Guantánamo.
Conocía la ciudad, pero muy pocas veces la había visitado, en su
tiempo
de estudiante. Le preocupaba el viaje. Aimée le daba mucha guerra y no
podía
llevarla, y dejarla con Mario... "él apenas se dedica a controlarla, y
cuando se
quedan
los dos solos ella coge calle y anda por la libre". Pero mandarla a la
casa de
sus
padres también sería problemático, aunque allá estaría entretenida con la hija
de su
hermana
Mercy, que se encontraba en la meditación constante de si irse del país o
quedarse.
Al fin decidió consultar el asunto con Mario. "En definitivas, Aimée es
casi
su
hjija, ¿qué más le da quedarse con ella esos tres días?
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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