sábado, 12 de julio de 2014

EL AULA SUCIA 31

La noticia causó conmoción en el profesorado: la Facultad de Artes y Letras

desaparecía y en su lugar se crearía lo que fue denominado como Facultad de

Ciencias Sociales y Humanísticas, fusionándose en ella las especialidades de

Literatura, Idiomas, Lingüística, Filososofía, Historia, y a última hora se decidió

que también Historia del Arte. Todo llegó de La Habana en un paquete de diez

kilos de papeles (informes, planes, resoluciones, medidas, fundamentaciones,

proyectos, metodologías, programas, organigramas por colectivos, secciones y

departamentos, memorandos, circulares, etc.), y se convirtió en la comidilla

diaria en ese alto centro docente. Cuando se encontraban varios profesores y

empleados, no dejaban de comentar la nueva, la explosiva nueva, como la

bautizó el doctor Oropesa, rematando su aporte con una sentencia: "no se

preocupen, dentro de un par de años nos ponen con los técnicos de

computación". Aparte de las preguntas que todos se hacían, llamó la atención el

nombramiento de una nueva Decana de la Facultad, quedando Milagros como

una profesora más en el Departamento de Literaturas.

--¿Y quién carajo es esa doctora Reyes? -preguntó Violeta, que nunca había

oído ese nombre.

--¡Muchacha! -Adita abrió mucho los ojos y tiró el cigarro-. Esa sí que no es

jamón. Una vieja peleona que todo lo encuentra mal, imagínate.

--No, como Milagros no va a ser, seguro -exclamó Ernesto, haciendo una mueca

y abriendo los brazos como diciéndole al grupo que había que resignarse y

esperar, a ver qué sucedía.

--Como Milagros claro que no va a ser -Adita bajó la voz-, si a Milagros ni

siquiera le gusta que le digan doctora.

--Pues a ésta sí le gusta -dijo Liliana-, cuidado con llamarla por su nombre

omitiendo ese título.

Violeta, Adita, Ernesto, Liliana y Marnia, que coincidieron en el Departamento,

comentaban el cambio, todos con cierto pesimismo. Ahora habría que compartir,

pensaban, no sólo la organización del trabajo, sino quizás hasta el local de

Literarura, al menos con Lingüística, o con Idiomas, o tal vez colocaran a todas

las especialidades en un mismo salón, sacando de allí a Literatura, porque

todos no cabrían en tan reducido espacio.

--Mira, Adita, aquí todo es posible -Ernesto sonrió, como siempre-. Además,

como nosotros no hacemos vida sedentaria en este local...

--Puede ser -dijo Violeta lanzando su gota de veneno- que tengamos que

compartir las mesas, los burós...

--Sí, y puede ser que tú tengas que sentarte en las piernas de Pascual.

El doctor Pascual era un viejo profesor de Idiomas, flaco y desencajado, que

siempre estaba piropeando a las muchachas más jóvenes de la Facultad, sobre

todo a las alumnas nuevas, y era víctima de burlas y choteos por parte de ellas y

de algunos profesores testigos de sus desmanes extemporáneos.

--Señores -Marnia habló por primera vez-, ¿ustedes se imaginan a Milagros ahí

sentada, como si nada, después de tantos años en el Decanato?

Todos guardaron silencio. El cambio de estructura, de organización, incluso de

funciones -la Universidad de La Habana había enviado una circular orientando

un nuevo método para impartir la enseñanza especializada en algunas

asignaturas-, todo parecía tan absurdo que no podían sustraerse a la

preocupación. Era lógico: un cambio siempre es preocupante, trae sorpresas

que no pueden preverse, y algunas desagradables. Siempre sucedía así: nadie

podía vaticinar si esos cambios serían positivos o negativos ni para quiénes, si

mejorarían el trabajo o lo complicarían. Ernesto llamó a Liliana en un aparte y se

sentó con ella en la mesa colectiva. Los demás salieron.

--No sólo es Milagros la que se va a sentar ahí como si nada -dijo Ernesto.

--No embromes.

--Eres la primera en enterarte: ya yo no soy el Jefe del Departamento de

Literaturas. Tú lo sabes, cada nuevo jefe trae a su gente. A ti también te van a

desplumar posiblemente, creo yo. Date cuenta de que esto es una decisión

importante de la doctora Reyes... -hizo una reverencia y los dos se echaron a

reír.

Después de todo, era mejor que llorar.

Augusto Lázaro
@augustodelatorr

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