La
noticia causó conmoción en el profesorado: la Facultad de Artes y Letras
desaparecía
y en su lugar se crearía lo que fue denominado como Facultad de
Ciencias
Sociales y Humanísticas, fusionándose en ella las especialidades de
Literatura,
Idiomas, Lingüística, Filososofía, Historia, y a última hora se decidió
que
también Historia del Arte. Todo llegó de La Habana en un paquete de diez
kilos
de papeles (informes, planes, resoluciones, medidas, fundamentaciones,
proyectos,
metodologías, programas, organigramas por colectivos, secciones y
departamentos,
memorandos, circulares, etc.), y se convirtió en la comidilla
diaria
en ese alto centro docente. Cuando se encontraban varios profesores y
empleados,
no dejaban de comentar la nueva, la explosiva nueva, como la
bautizó
el doctor Oropesa, rematando su aporte con una sentencia: "no se
preocupen,
dentro de un par de años nos ponen con los técnicos de
computación".
Aparte de las preguntas que todos se hacían, llamó la atención el
nombramiento
de una nueva Decana de la Facultad, quedando Milagros como
una
profesora más en el Departamento de Literaturas.
--¿Y
quién carajo es esa doctora Reyes? -preguntó Violeta, que nunca había
oído
ese nombre.
--¡Muchacha!
-Adita abrió mucho los ojos y tiró el cigarro-. Esa sí que no es
jamón.
Una vieja peleona que todo lo encuentra mal, imagínate.
--No,
como Milagros no va a ser, seguro -exclamó Ernesto, haciendo una mueca
y
abriendo los brazos como diciéndole al grupo que había que resignarse y
esperar,
a ver qué sucedía.
--Como
Milagros claro que no va a ser -Adita bajó la voz-, si a Milagros ni
siquiera
le gusta que le digan doctora.
--Pues
a ésta sí le gusta -dijo Liliana-, cuidado con llamarla por su nombre
omitiendo
ese título.
Violeta,
Adita, Ernesto, Liliana y Marnia, que coincidieron en el Departamento,
comentaban
el cambio, todos con cierto pesimismo. Ahora habría que compartir,
pensaban,
no sólo la organización del trabajo, sino quizás hasta el local de
Literarura,
al menos con Lingüística, o con Idiomas, o tal vez colocaran a todas
las
especialidades en un mismo salón, sacando de allí a Literatura, porque
todos
no cabrían en tan reducido espacio.
--Mira,
Adita, aquí todo es posible -Ernesto sonrió, como siempre-. Además,
como
nosotros no hacemos vida sedentaria en este local...
--Puede
ser -dijo Violeta lanzando su gota de veneno- que tengamos que
compartir
las mesas, los burós...
--Sí,
y puede ser que tú tengas que sentarte en las piernas de Pascual.
El
doctor Pascual era un viejo profesor de Idiomas, flaco y desencajado, que
siempre
estaba piropeando a las muchachas más jóvenes de la Facultad, sobre
todo
a las alumnas nuevas, y era víctima de burlas y choteos por parte de ellas y
de
algunos profesores testigos de sus desmanes extemporáneos.
--Señores
-Marnia habló por primera vez-, ¿ustedes se imaginan a Milagros ahí
sentada,
como si nada, después de tantos años en el Decanato?
Todos
guardaron silencio. El cambio de estructura, de organización, incluso de
funciones
-la Universidad de La Habana había enviado una circular orientando
un
nuevo método para impartir la enseñanza especializada en algunas
asignaturas-,
todo parecía tan absurdo que no podían sustraerse a la
preocupación.
Era lógico: un cambio siempre es preocupante, trae sorpresas
que
no pueden preverse, y algunas desagradables. Siempre sucedía así: nadie
podía
vaticinar si esos cambios serían positivos o negativos ni para quiénes, si
mejorarían
el trabajo o lo complicarían. Ernesto llamó a Liliana en un aparte y se
sentó
con ella en la mesa colectiva. Los demás salieron.
--No
sólo es Milagros la que se va a sentar ahí como si nada -dijo Ernesto.
--No
embromes.
--Eres
la primera en enterarte: ya yo no soy el Jefe del Departamento de
Literaturas.
Tú lo sabes, cada nuevo jefe trae a su gente. A ti también te van a
desplumar
posiblemente, creo yo. Date cuenta de que esto es una decisión
importante
de la doctora Reyes... -hizo una reverencia y los dos se echaron a
reír.
Después
de todo, era mejor que llorar.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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