sábado, 28 de junio de 2014

EL AULA SUCIA 29

Cuando Marnia regresó de Dos Caminos, donde había pasado tres días ayudando a

su mamá, convalesciente de un fuerte ataque de asma, se encontró un papelito

que alguien había echado por debajo de la puerta. No había nadie en la casa.

Tomó el papel y lo leyó: "en la Plaza de Marte, a la una de la tarde". A lo mejor se

equivocaron, pensó, lamentándose esta vez de no haber participado en la anterior

asamblea donde se informó sobre el acto que se celebraría este sábado, "así no

tendría dudas". Ella estaba justificada, pero le molestaba no tener la información

exacta. Seguro que la trajo Adita, razonó, porque Adita era, de todos sus

compañeros del Departamento, la que vivía más cerca, y siempre que había algo

en el tapete, acostumbraba a pasar por su casa y darle la noticia. "Pero qué raro, a

la una de la tarde. Si el acto es a las cuatro". Colocó la citación encima del frío.

Esperaría a Mario a ver si él sabía algo, y si no, se llegaría a casa de Adita, después

del baño, la comida y las cosas de Aimée. "Y así saldré de dudas". Porque Marnia no

era de las que se quedan con algo por dentro sin saber a ciencia cierta, eso la

ponía nerviosa, y ella no estaba en esos días para nerviosismos inútiles...



Mario no sabía nada, por lo que ella decidió ir a casa de Adita después de comer.

Dejó a Aimée jugando en el parque y a Mario embobado con una novela de terror

de John Saul. Adita no estaba en su casa y Marnia se sintió frustrada por esa gestión

infructuosa. De regreso, la duda seguía molestándola, pues si la citación era

correcta, ella debía estar mañana sábado en la Plaza de Marte a la una en punto, y

aunque este tipo de actos no le interesaban, para Marnia la puntualidad -todavía-

era una virtud que seguía apreciando y practicaba, en la medida de sus

posibilidades, diariamente, en la Universidad. "Pero... ¿por qué me citan para la una,

si el acto es a las cuatro?". Lo había leído en el periódico y el periódico no podía

equivocarse. "Bueno, sí, puede equivocarse, se equivoca bastante, pero en una

cosa así, de esta envergadura, en primera plana y con letras enormes... no no no, no

puede". Ya frente a su edificio, miró su reloj y se dio cuenta de que había terminado

la novela extranjera que pasaban por la tele, por el silencio que se notaba en los

apartamentos, algunos de los cuales subían el volumen de sus aparatos hasta el

límite de decibelios que cualquier oído podía soportar. "Dentro de poco este será un

país de sordos". Mañana quería llevar a Aimée al zoológico, porque Marnia era de

los que piensan que se debe estudiar, trabajar, y dedicar tiempo y espacio al

descanso y al esparcimiento. A las doce de la noche ya Mario y Aimée se

acercaban al segundo sueño y Marnia seguía en la cama, pensando en el papel.

"¿Será posible que un papel de porquería me tenga desvelada?". Pensó que la

gente del sindicato siempre exageraba, pero que ahora había apretado, por eso

creía que a lo mejor sería algo más serio que un simple acto político como tantos

que se realizaban diariamente. "Seguro que Adita estaba apurada y se le olvidó

aclararme en el papel". Pero de pronto Marnia recordó que el papel decía algo así

como hora de estar y después la una de la tarde. Se levantó cuidadosamente para

no despertar a su marido y tomó la citación que ahora descansaba sobre la

cómoda. Se dirigió al baño y encendió la luz para leerla por enésima vez. Y la leyó:

punto de reunión: Plaza de Marte. Hora de estar: 1.00 pm. "¿Hora de estar?" Se rascó

la cabeza, tratando de penetrar el misterio, pero llegó a la conlcusión de que lo

mejor que podía hacer era acostarse y tratar de dormir. Mañana se enteraría

cuando llegara a la Plaza de Marte...



La mañana se le fue lentamente. Mario se llevó a la niña a casa de su hijo en El

Salado, y cuando regresó con Aimée se encontró a Marnia leyendo el papel.

¿Todavía con eso?, le dijo y le hizo señas a Aimée  girando un dedo alrededor

de la oreja. Los dos se pusieron a trajinar en la cocina y el almuerzo mientras Mario

le contaba de su visita y de los niños. Cuando el digital del edificio dio las doce, ya

Marnia tenía listo un almuerzo digno del mejor de los sábados. Mario la miró y le

dijo báñate enseguida, nené, porque yo tengo que satisfacer el estómago y

acuérdate, querubín, que tienes que estar en la Plaza de Marte a la una en punto,

y se carcajeó con gusto....



Y a la una en punto Marnia entró en el área de la Plaza de Marte, sofocada, y se

metió entre el gentío que comentaba, reía, sudaba, con banderas en las manos,

cartones, telas con consignas, y enseguida buscó a sus compañeros de la

Universidad. Por fin divisó a Violeta, a Elvira, al doctor Oropesa y a Neysa, que

conversaban muy entretenidos, como si todos estuvieran en un baile de graduación.

Marnia llegó junto a ellos y los saludó. Recordó que en el periódico salió una

orientación de alguien que enumeraba una a una las consignas que debían

enarbolarse en la concentración. Parece que quien orientó esto se cree que somos

mongólicos... ¿o es que lo somos de verdad?, comentó con Violeta en voz baja.

Hace poco leí en una revista extranjera que Cuba es el único país del mundo donde

los trabajadores jamás desfilan para protestar por algo, le dijo Violeta en un susurro y

mirando a todas partes. Y ambas se integraron al grupo. ¿Un nuevo horario de

verano?, le preguntó Marnia a Adita tan pronto ésta llegó, enseñándole el papelito.

No, muchacha, le dijo Adita riéndose, es que el sindicato marcó como hora de estar

aquí la una, parece que para tener más tiempo para que la gente se organice, y

suspiró resignada, tú sabes cómo es la gente de regada y de impuntual, hay que

salir en bloques y bajar por Aguilera hasta el área del acto. Marnia se quedó

perpleja, más por la aceptación de sus compañeros (y de ella misma después de

todo) que por la exageración de citar a la gente tres horas antes del comienzo del

acto. ¿Qué haría ella allí una hora antes de salir en bloques, aparte de cuchichear

de lo lindo sobre cosas intrascendentes? Liliana se apareció a la una y media y

Marnia se distrajo, pensando que bien pudiera haber terminado la blusita que le

estaba haciendo a Aimée en esa hora allí perdida, pues ella había llegado a la una

en punto a la Plaza de Marte...



A las dos alguien gritó ¡nos fuimos! y el gentío se acomodó en sus bloques y

comenzó a bajar por Aguilera alzando las telas y coreando las consignas que

alguien repetía como solista de pie. Estaba nublado y no hacía mucho calor,

por lo que Marnia se sintió mejor caminando calle abajo. ¿Así que hora de estar?,

se repetía mientras caminaba muy despacio, pues la avalancha se detenía en

cada esquina al encontrarse con otros grupos que también participaban. Adita y

Violeta la sacudían de vez en cuando, porque Marnia caminaba abstraída, dándole

vueltas a ese invento de la hora de estar y de la hora de partir y de la hora de

llegar, que si salieron a las dos de la Plaza de Marte y a ese paso y con semejante

aglomeración en cada esquina, con más paradas que el tren lechero que iba a

Camagüey, llegarían a la Alameda a las tres, aunque el comienzo del acto sería a

las cuatro. Sin dudas, le dijo a Adita en un aparte, los que utilizan este recurso

subestiman el valor del tiempo, y con las responsabilidades que todos tenemos...

pero Adita se le quedó mirando como si no hubiera oído nada...



Faltando diez minutos para las tres el bloque llegó a la Alameda. Ahora todos

debían esperar allí mirando, conversando, pero sobre todo, en el caso de Marnia,

repitiéndose por qué razón la habían citado para la una si a las tres se encontraban

en el área del acto y todavía faltaba una hora larga para su comienzo. ¿No

dormiste anoche?, le preguntó Neysa, encendiendo un cigarro, y Marnia le confesó

que durmió mal, sin decirle por qué, y sin oír la bulla y la música de los altavoces

que aturdían por su volumen exageradamente alto. Y mientras salía el sol Marnia

sacó la cuenta de que para estar allí a las cuatro tenía que llegar a las tres, y para

llegar a las tres tenía que salir de la Plaza de Marte a las dos, y para salir de la Plaza

de Marte a las dos tenía que estar allí a la una, y para estar allí a la una tenía que

salir de su casa a las doce y cuarenta y cinco (suerte que vivía cerca), y para salir de

su casa a las doce y cuarenta y cinco tenía que almorzar a las doce, y para...

¡VIVAAA!, Adita la sacudió al corear el grito unánime, y Marnia volvió la cabeza, miró

su reloj y suspiró, comenzando a sudar: las tres y media...



A las cuatro menos cinco Marnia parecía más calmada. Pensó que también podía

haber arreglado la olla de  presión que no ajustaba bien y hasta dormir su siestica

sabatina, ¿por qué no?, si no la hubieran citado para la una (o si ella hubiera hecho

caso omiso de la citación), y otra vez se desentendió de la masa que envolvía su

grupo, pocos en realidad por el Departamento de Literatura. Marnia tenía deseos

de gritar, pero no para corear consignas, sino para quejarse, no sabía a quién, que

"óigame, con este método lo que se garantiza es la irritación, y se relaja el concepto

de puntualidad, y se crea una atmósfera de caos y de desconcierto al leer la

citación, y la hora de estar y la hora de comenzar y... ¡nooooo!", ahora, además de

pensarlo lo dijo, lo gritó, si para cada uno de los mil y un asuntos que tenemos entre

manos se necesita un tiempo para estar y otro para comenzar, y alzó la voz al

máximo de su garganta, llamando la atención entre la gente que rodeaba su

grupo, no, recoño, cerró los puños, pateó el suelo, el tiempo no es cosa de juego, y

entonces sintió la sacudida de Violeta y de Neysa y se dio cuenta de que sus

compañeros y parte del público cercano la miraban, y Violeta: ¿no almorzaste?,

y Neysa: ¿te sientes mal, muchacha?, y todos murmurando, mirándola fijamente,

pasmados, porque nunca la habían visto así... Cuando logró calmarse y les dijo que

no había problemas, que se sentía bien, etc., Adita le hizo señas y le dijo mira quién

acaba de llegar, y Marnia vio por encima de su hombro la sonrisa de Oscar y su cara

entalcada sin una gota de sudor. Oscar la saludó y le dijo ¿qué es lo que hay, cosa

linda? Marnia miró su reloj que marcaba exactamente las cuatro de la tarde, y fue

a decirle una barbaridad al Secretario del Sindicato, pero tuvo que pararse en firme

porque en ese momento comenzaron a escucharse las notas del himno nacional...



Augusto Lázaro
@augustodelatorr


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