Aparte
de sus compañeros del colectivo de Literatura General (Liliana y el doctor
Matta),
Marnia tenía sus preferencias que se fueron enraizando con el tiempo:
Violeta,
que era profesora de Literatura Cubana, se había hecho muy amiga suya, y
pasaban
mucho tiempo juntas. Además, Adita y a veces María (que atendía los
Seminarios
Martianos), con quienes a menudo podía compartir. El doctor Matta no
era
tan abierto como Liliana, aunque su trato era correcto y educado, pero Marnia
prefería
a la que era a su vez -extraña coincidencia- su jefa inmediata y su mejor
amiga,
al menos ella lo estimaba así, en la Universidad. Ahora estaba con Adita y
Violeta,
en la biblioteca, preparando ponencias y por supuesto, conversando.
--¿Qué
te parece si ponemos a ésta en la viva? -le preguntó Violeta a Adita.
--No
empiecen con su jodedera -exclamó Marnia.
--No
es jodedera. ¿O es que tú no te imaginas...?
--¿No
me imagino qué?
--Muchacha,
que Ernesto está girado para ti.
Marnia
abrió los ojos y trató de desentenderse del "aviso", pensando que se
trataba
de
una broma de sus compañeras. De ninguna manera iba a creer eso de Ernesto.
--Adita,
díselo tú, a ver si a ti te cree.
Pero
no hubo manera y las tres continuaron tomando notas, revisando materiales,
revistas
y periódicos viejos, y conversando en voz baja. A veces se les subían las
voces
y se les escapaban las risas, y la bibliotecaria las miraba muy seria desde su
buró,
haciendo que enseguida volvieran al susurro.
--¿Así
que tú no te has dado por enterada?
--Pero
¿van a seguir con eso?
Se
acercaba un evento importante en la Universidad: la Conferencia Lingüístico-
literaria,
y el alboroto que ya se veía venir era padre.
--Allá
tú que estás detrás del palo
--No
jeringuen más, coño. Suéltenme.
--Mira,
muchacha, vamos a ponerte en onda con un chisme de Ernesto que no
conoces.
Te conviene saberlo.
--No
jeringuen más con eso, recontra.
--Cuando
te enteres...
Ahora
fue Adita quien habló. Ella conocía bien el caso, pues Violeta todavía no
había
entrado en la Universidad cuando aquello sucedió.
--Ernesto
tuvo un ligue con Liliana.
Marnia
se quedó de un palmo. Por supuesto que ignoraba eso. Adita le dijo que allí
todo
el mundo lo sabía, pues se había dado un escándalo el día que la esposa de
Ernesto
hizo acto de presencia en son de guerra.
--Aquello
fue de película: figúrate que se puso a insultar a Liliana, a amenazarla,
delante
de todos. Si por poco eso termina con la policía metida aquí. Imagínate el
resto.
--Ustedes
me están corriendo una máquina con eso -dijo Marnia.
--Si
no quieres creerlo pregúntaselo a la propia Liliana. Tú no quieres creerlo
porque
claro,
quieres pasar por alto el aviso que te dimos.
--¿Qué
aviso, Adita?
--¡Ah!
Tú lo sabes muy bien, no te hagas la sueca.
Marnia
no había notado nada raro en Ernesto, salvo su manera de mirarla, pero
pensaba
que él miraba así a todas las mujeres del Departamento. Sin embargo,
algo
era cierto: ahora Marnia caía en cuenta de que varias veces sobre su mesa de
trabajo
aparecía una flor, en un bucarito minúsculo, y debajo una nota escrita con
letra
de molde, que decía más o menos "de tu admirador secreto". Ernesto,
tan
jodedor,
tan bromista, y tan zorro. ¿Quién iba a pensarlo? Aunque en definitivas,
pensaba
Marnia, él era un hombre y ella una mujer, "¿qué tendría eso de
particular?",
y se acordó de Oscar, que era el que tenía fama de ligón. Salieron de la
biblioteca
sonriéndose, Violeta y Adita mirando a Marnia de reojo y haciéndose
guiños.
Entonces Adita lanzó la concreta al preguntarle a Marnia:
--Y
hablando en plata, chica, ven acá: ¿a ti te gusta Ernesto?
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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