domingo, 25 de agosto de 2013

NO ES UNA FLOR QUE VUELA 32

PRIMERA PARADA. MENDEZ ALVARO. En un tren de cercanías. Regreso para rescatar

de los recuerdos mis nueve meses de estancia en aquel centro de acogida que fue

mi mejor época dentro de estos casi nueve años de exilio.

--Si tienes que usar gafas deberías llevarlas siempre puestas, como yo. Mi oculista me

lo recomendó cuando tuve que empezar a usarlas: "no se los quite nunca, sólo para

bañarse y para dormir, así su hipermetropía avanzará más lentamente". ¿Sabes

cómo se les llama a las gafas en mi país?

--Me imagino que una de esas palabritas rimbombantes.

--No, mujer, no tanto. Se les llama espejuelos. Sustantivo masculino plural.

Selene padece astigmatismo. Le gusta leer, pero con el trabajo del hostal tiene una

excusa para hacerlo poco. Yo no tengo ninguna, leo constantemente, así se me va

el tiempo. Con gafas parece más joven, contradictoriamente. Ahora las lleva

puestas para ver el paisaje.

--¿Nunca has estado en esa villa?

--Pues no, fuera de la capital sólo he estado en varios pueblos donde conozco a

algunos ex-huéspedes, porque aquí no tengo familia. Ni aquí ni en ningún otro

lugar.

--Pues verás dónde viví durante nueve meses. Lo que no sé es si podremos entrar

en el piso o si todavía estará usándose como centro de acogida de solicitantes

de asilo.

--No importa, nos vamos a divertir si no te pones triste.

SEGUNDA PARADA. DOCE DE OCTUBRE. Las manos de Selene son finas y sus dedos

largos. A veces se pinta las uñas, pero a ella no le gusta pintarse. Sólo lleva un reloj

pulsera diminuto, unos pendientes muy discretos, y un collar con la foto de sus

padres.

--Una confesión: contigo entré por primera vez en el Planetario y en el cine IMAX. Y

oye esto: cuando estábamos dentro de la sala oscura disfrutando del filme me sentí

como en aquellos años en que yo iba al cine, en plena adolescencia, con mis

primeras noviecitas. Eran noviecitas de besitos furtivos, ¿me entiendes?

--¿Y en algún momento pensaste que yo era una de aquellas chicas con las cuales

ibas al cine a... a ver películas?

--Te confieso que durante toda la función estuve imaginándomelo. Pero no tuve el

valor de hacer algo más que darle rienda suelta a mi imaginación.

Me gustan sus manos a pesar de que están algo gastadas por el tiempo y por el

trabajo. Sus manos dicen casi tanto como sus ojos azulísimos. Me hubiera gustado

verla cuando era una jovencita, en persona, pues en fotos la he visto muchas veces.

--Hiciste muy bien en no hacer algo más. ¿No te parece que ya estamos pasaditos

de edad para esas cosas? Quien nos viera en algo pensaría que somos dos viejos

que no hicieron nada parecido cuando podían hacerlo.

--Te preocupa demasiado el qué dirán, querida. Suelta esa lacra, por favor, que

nada en la vida está condicionado por la edad, a no ser el esfuerzo físico pesado

que los viejos no pueden hacer. Lo demás, no es más que un prejuicio.

TERCERA PARADA: ORCASITAS. Casualmente aquí radica el comedor donde

actualmente cubro mis necesidades alimentarias. Le tomo una mano a Selene y

me quedo mirándole los dedos y las uñas. Me la acerco a la boca y la beso

superficialmente. Ella sólo sonríe y la retira.

--¿Y vienes a comer aquí todos los días?

--De lunes a viernes. Para el fin de semana nos dan bolsas con enlatados y esas

cosas, conservas, etc.

--Pero desde donde tú vives tendrás que utilizar varios transportes.

--Si vengo directamente desde casa un autobús hasta Atocha y de allí en este

mismo tren. Me gusta el lugar y la comida es muy buena.

Mientras atravesamos la llanura pelada me pongo a pensar que es una lástima que

este país tenga que cargar con las plagas del terrorismo, la delincuencia, la pésima

aplicación de la justicia, el desempleo... porque podría ser un lugar ideal para vivir.

--Siempre terminamos hablando de cosas desagradables. ¿No podremos olvidarnos

nunca de comentar desgracias? Y luego tú dices que los telediarios sólo informan

desgracias.

--Precisamente, criatura: eso se pega, ¿comprendes? En este país dondequiera que

tú vayas y cualquier cosa que veas, oigas, leas, se refiere a las desgracias. La

influencia es mucha.

CUARTA PARADA: PUENTE ALCOCER. Es curioso que aquí casi no existan calles, plazas,

villas, con números, como en otras ciudades o en otros países como el mío, donde

hay repartos enteros cuyas calles todas tienen nombres numéricos. Un día me voy a

poner a investigar.

--¿Ya te sientes mejor? Porque cuando salimos tenías una cara...

--Contigo me siento bien a cualquier hora, pero a veces se me sale la situa.

--¿La situa? ¿Quieres decir la situación? Vaya, hombre, que para entenderte hay

que pasar un máster.

--Ya tú estás acostumbrada a mi fraseología, no creo que te resulte demasiado difícil

entenderme. Al principio a mí también me costaba trabajo entender aquí a la

gente. Y ya ves.

Pocas veces se pone un vaquero (en mi país les llaman pitusas, aunque vaquero ya

se ha asimilado). Es delgada, pero a mí siempre me han gustado las delgadas. La

masa compacta ni en mujeres ni en política.


--¿Terminaste el libro que te di?

--Todavía. Estoy con la novela que... ya tú sabes. Quiero terminarla cuanto antes, el

primer pase, porque después viene el trabajo más duro, que es aplicar la tijera,

como decía Hemingway.

--O sea, cortar todo lo que no sea imprescindible.

--Exacto. Por cierto, ¿has leído algo de Hemingway? Tiene dos novelas que se

refieren a este país.

--Creo que hace muchos años leí la del pescador solitario. ¡Hala! Que se parece a ti.

QUINTA PARADA: VILLAVERDE ALTO. Selene sonríe. Yo sonrío. El pesimismo no es del

todo gratuito, como el ser humano tiene su nacimiento, su formación, su adultez y su

afianzamiento en la vejez cuando ésta es lúcida.

--Yo pudiera haber sido músico. Desde niño me apasionó la música, sin embargo, mis

padres se empeñaron en que estudiara Economía, lo que no me ha servido para

nada, pues la que estudié en mi país ya caducó y la de aquí y de ahora la

desconozco totalmente. Y con las letras ya ves lo que he podido conseguir.

--Las letras aquí no caminan, querido. La cultura no interesa, porque no vende.

--Ya me lo dijo Leila. Venía todas las semanas a buscarme y nos íbamos a comer a

una fondita que tenía las paredes cargadas de cuadros taurinos. ¡Ah! Aquellos

tiempos no se van a repetir.

Y mientras ella mira por la ventanilla rayada del vagón yo recuerdo aquellos viajes

de un lugar a otro con Leila, adaptándome a una nueva realidad que poco a poco

Iba golpeándome y arrancándome la venda de los ojos. Pero demasiado tarde.

--Increíble, ¿verdad? Con tantísimos años en este país y nunca había pasado por

aquí.

--Pero ya estás pasando y me alegro, porque esto te hará recordarme aunque un

día te arrepientas de haberme conocido.

--Anda ya, que tu pesimismo es incurable, hombre.

--Puede ser, pero tú podrías curarlo. Y sabes cómo.

SEXTA PARADA. ZARZA QUEMADA. Aquí, en la tienda Alcampo, me compré mi

primer vaquero en una oferta con un pulóver enguatado, cuando yo vivía en el

centro de acogida. Entonces me entregaban una cantidad de dinero semanal

para mis gastos generales.

--Desde que te conozco mi vida ha cambiado como no me imaginé que algo o

alguien podría cambiarla. No sé si será bueno o malo, sólo sé que me he olvidado

un poco de cómo yo vivía y he abandonado bastante mi trabajo en el hostal, y eso

sí sé que no es bueno.

--Y tan fácil como te sería convertir lo malo en bueno.

--Ya basta, que contigo nunca puedo estar segura de que no sigas insistiendo. Te

chiflan las cosas difíciles.

--Vaya vaya... dos tiros certeros a mi haber. Mira, tesoro, un gran poeta de mi país

dijo que sólo lo difícil es estimulante. Lezama Lima, no sé si lo conoces...

--No.

--...y el otro tiro: ya no dices imposible, sino difícil, o sea, que poco a poco, con

muchos esfuerzos de mi parte, te estás... digamos... ablandando.

Por las ventanillas pasan hacia atrás tierras no cultivadas y tierras cultivadas, pero

esta zona tiene muchas edificaciones, talleres, almacenes, empresas, carreteras,

puentes, pasos a nivel, árboles medianos, y sobre todo, gente. Gente en todas

partes.

--¿Falta mucho?

--Sólo tres paradas. Cálmate, que no vamos a descarrilarnos.

SÉPTIMA PARADA. LEGANES. Selene me mira fijamente, sin moverse. Como si se

preguntara qué está haciendo aquí conmigo, tan lejos de sus ocupaciones y tan

cerca de renovar su vida rutinaria y monótona como la mía y la de tantos que viven

tan mecánicamente.

--¿Y piensas llevarme a comer a esa fondita donde comías con Leila?

--No, querida mía, esa fondita pertenece a los recuerdos de Leila y además, yo con

ella no tuve ningún vínculo erótico.

--Conmigo tampoco lo tienes.

--Pero contigo no pierdo la esperanza de tenerlo. Y pronto.

--Eres engreído, atrevido, machacoso, puntilloso, perseverante... yo no sé...

--Te faltaron algunos calificativos como imposible, imprevisible, insoportable, ¿se te

han olvidado? Me los decías en el hostal en casi todas nuestras conversaciones.

--Pues tengo otros que ahora no me vienen, pero que ya conocerás. Y pronto.

Dentro de dos minutos llegaremos. Selene está nerviosa. O excitada. Es casi un

milagro que yo haya podido convencerla de que me acompañara en este viaje

alrededor de los recuerdos. Por fin está saliendo de su conservadurismo estático.

A ver si continúa o retrocede.

--Qué callada estás. Prepárate para descender y para caminar.

--Y para comer, que tengo hambre.

--¿Te ha dado ahora por la gula? A propósito: tienes que confesarme cuántos

pecados capitales has cometido desde que dejaste la inocencia infantil.

--No me gusta esa palabra: tienes.

--Está bien, entonces debes confesarme tus pecadillos como yo te he confesado

los míos.

--Me confesaste algunos, estoy segura de que no todos, y también estoy segura

de que has cometido muchos más que yo.

OCTAVA PARADA: LA SERNA.  Algunos jodedores le dicen La Sarna, no sé por qué

razón, porque he caminado por sus calles y no he visto ningún perro sarnoso.

Esta es la puerta de esa ciudad a donde no había vuelto desde que salí de ella

con el carné de asilado.

--Algunos jodedores, sí... seguro que tú entre ellos.

--Pero Selene...¡qué opinión tan fea tienes de mí!

--Tan fea como tan real. Como si no te conociera.

--Pues te juro que yo no tengo nada que ver con ese nombre tan injusto.

Le riego el pelo que hoy lleva suelto, aunque no está bastante largo. Es rubia como

una moneda de oro de ley y muy blanca. Se ve que nunca coge sol. Tendría que

llevarla a la playa o en todo caso a una piscina, pero para ambas cosas hay que

tener pasta.

--Tengo que arreglarme este pelo. Parece una fregona.

--Ahora que hablas de eso, yo tengo que pelarme, como decimos allá. Cortarme

el pelo, es que me lo corto cada cuatro meses, al tres, para ahorrar.

--Eres un gran ahorrador. No en balde estudiaste Economía.

La tomo por el brazo y la levanto, porque se ha quedado inmóvil, como si el tren

no se hubiera detenido en nuestra última parada. Bajamos al andén, atravesamos

la estación totalmente renovada, y salimos al fresco: aquí fuera nos espera

Fuenlabrada...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

(continuará)


No hay comentarios:

Publicar un comentario