La
prensa, la radio, la televisión, variaciones sobre el mismo tema y ni siquiera
del
gran
Paganini. Cualquiera se cansa, a no ser que sea un mequetrefe que disfrute
con
las cuatro constantes de la vida en esta sociedad: 1) el fútbol, 2) la
política, 3) el
famoseo
indecente, y 4) la publicidad. Del fútbol no se escapa nadie (inocente de
mí
que pensé que podía hacerlo). De la política tampoco, pues dondequiera que
mire
y que oiga ahí está, ubicua, con la misma cantaleta. Lo del famoseo pasa ya
de
tontería y se convierte en una lamentable perdedera de tiempo. Y la publicidad,
mejor
ni acordarse, te la encuentras hasta en los servicios de las terminales de
autobuses.
Sí, cualquiera se cansa, y yo estoy cansadísimo, física, mental, emocional
y
espiritualmente. Física, porque a ocho años de distancia en este puñetero
paraíso
todavía
tengo que dedicar una parte importante de mi tiempo a gestionar mi
continuidad
en la dulce sobrevivencia del exilio de los pobres y los desconocidos.
Mental,
porque el ametrallamiento con las mismas caras y los mismos gestos en
periódicos,
emisoras y canales de tv desarticula la más degustada estabilidad.
Emocional,
porque como Selene no se decide y mi bolsillo permanece impávido ni
pensar
siquiera en un encuentro agradable que alivie en algo mi carencia de cariño
femenino.
Y espiritual, porque la satisfacción de ver alguna de mis obras en imprenta
ya
ha pasado a un recuerdo resignado (uno más) en el capítulo de la nostalgia, a
pesar
de que Cortázar dijo un día que "todo lo que se escribe hoy y que vale la
pena
leer etá orientado hacia la nostalgia" (más o menos sic). El caso, es,
Xoximín,
que
aquí estoy porque llegué y aunque vine ni vi ni vencí, y lo demás es la Balada
del
café triste
de Carson McCullers, si es que esa novelita es de esa autora, que ya
estoy
que casi no me queda nada que perder. Manuel insiste en darme ánimos,
parece
que le gusta la palabrita, porque en cada encuentro que tenemos me la
suelta:
"hombre, que no es para tanto, por lo menos tienes un subsidio, algo es
algo,
ánimo".
Pero sigo cansado y con el peso de que llevo ocho años intentando ser útil y
la
burocracia por un lado y los tres nadies por el otro, es como para salir
corriendo.
--Tú
y yo nos parecemos hasta en la manera de hablar. Perdimos el lenguaje de
nuestros
países de origen y tampoco hablamos como los habitantes del país de
adopción.
O sea, que no se sabe con qué acento ni con qué vocabulario
nos
hacemos entender, si es que nos hacemos entender, cosa no muy fácil en estos
tiempos
que galopan.
--Precisamente
esa circunstancia es lo que hace a nuestra fraseología interesante,
cuando
alguien que no nos conoce nos escucha no sabe de dónde diablos somos.
--Por
eso cuando escribo me doy cuenta de que el lenguaje que utilizo se
entremezcla,
lo que puede ser bueno o malo según el lector que me lea, si es que
alguno
me lee, que ya me estoy temiendo que aparte de ti, de Ana, de Leila,
Ningunita
Soledad Unaida.
--Pues
mira, yo creo que si pones esos nombres que inventas en tus obras, al menos
los
que te lean, que siempre habrá idiotas para todo, disfrutarán con esas
ocurrencias,
y no dudes de que a alguna parturienta que tenga tu libro en la
cabecera
se le ocurra ponerle alguno de esos nombres al que acaba de traer al
mundo.
--¡Eureka!,
como dijo... no me acuerdo si fue Arquímedes o Jacinto el loco... ya
ahorita
no me voy a acordar de quién soy ni de dónde estoy ni de qué carajo hago
aquí...
pero recórcholis, me acuerdo del refrán que me soltó mi ex allá en el
aeropuerto,
en la despedida. Porque no sé si sabes que yo me llevo mejor con mis
mujeres
después de los divorcios que cuando hemos estado conviviendo bajo el
mismo
techo...
--No,
no me lo habías dicho, pero ya van tres veces que me citas ese refrán de tu ex
y
no me acabas de decir en qué consiste su virtud.
--¿La
del refrán o la de mi ex?
--Por
cierto, ¿cuál de tus ex te despidió en el aeropuerto? ¿O se pusieron de acuerdo
todas
para ir en conjunto a darte el último adiós?
--No,
mi querer, fue la última, sólo la última, la que más cerca me tenía a la hora
de
subirme
al avión y emprender mi nuevo derrotero y que me quiten lo bailao, como
dice
Juan Pringao.
--No
te vuelvas cutre, hortera, vulgar, que esas cualidades no van con tu
personalidad.
--Tienes
razón, querida mía, perdóname, es que uno se contagia con la tele y con el
aire
que se respira mayoritariamente. Eso no puede evitarse. Por eso me cuestiono y
no
acabo de encontrar la respuesta a mi pregunta perpetua, permanente, vitalicia y
eterna.
--Mira,
déjate de buscarle las cuatro patas al gato que sólo tiene cinco si contamos
con
el rabo y óyeme una cosa: si no me dices ahora ese refrán que te dijo tu ex,
estás
castigado.
--¿Castigado?
¿Y cómo, cosa linda?
--Pues
como más te duele... a no verme durante una semana.
--¡Ajá!
Así que sabes que eso es lo que más me dolería. Ten cuidado, negra, que a
veces
los castigos se vuelven contra quien los impone. De todos modos, como yo me
cuestiono
a partir de ese refrán, si es que es un refrán, te lo voy a endosar: "vale
más
fracasar
intentando triunfar que no triunfar por temor a un fracaso". Puedo
repetirte
el
dialoguito que ejecutamos inmediatamente después: yo: échale, ese no lo había
oído,
¿de quién es?, ella: quizás sea de mi cosecha, no me menosprecies, yo: nunca
menosprecio
a las mujeres, lo sabes muy bien, ella: sigue con esa técnica, quizás allá
en
tu nueva patria caiga alguna, yo: eres mi mejor ex, ella: y tú serás mi último
recuerdo...
¿Qué te parece?
--Hombre,
tu memoria está de academia, y luego dices que la estás perdiendo.
Digo,
si fue así exactamente, aunque creo que lo has inventado ahora mismo.
--Fue
así exactamente, como te lo estoy contando. Y lo que te decía, que me guío
por
esas palabras de mi ex para saber si vale la pena fracasar intentando triunfar,
porque
a estas alturas ya yo no estoy seguro de que mi decisión forzosa haya sido la
correcta.
Mira, este exilio es un paraíso para algunos y un infierno para la mayoría, y
lo
peor, no hay término medio, porque el término medio es casi un infierno
también,
y
yo, querida, estoy entre el medio y el fondo. Dice una información del diario
gratuito
que a juzgar por lo que yo recibo estoy por debajo del nivel de pobreza. Y
estoy
al borde del nivel de indigencia, porque fíjate en esto: lo que yo cobro por
subsidio
es menos de la mitad de la media de pensiones mínimas para jubilados.
¿Qué
te parece?
--Sin
comentarios, querido. Voy a ver cómo están mis huéspedes, que al menos ellos
no
me atolondran con sus quejas y sus lamentos.
--Anda,
ve a ver a tus huéspedes, pero reconoce que yo he sido tu huésped
preferido
en toda la historia del hostal Odessa.
--¡Qué
engreído estás! ¡Y qué atrevido eres! ¿Cómo sabes lo que me ha ocurrido en
todos
estos años en que tú no te habías aparecido en mi existencia?, tan tranquila
hasta
que tú llegaste con aquella chica, que Cecilia me dijo que era muy mona y
que
parecía tu hija y no tu mujer, porque ella se creyó que ustedes eran una
pareja
que venía buscando un lugar para...
Si
Leila se entera. El caso es que actualmente, librado ya de ciertas
aprehensiones,
me
ha dado por cuestionarme en todos los aspectos de mi vida, que por supuesto, si
la
repitiera no haría nada exactamente igual, pero que lo hecho, hecho está y hay
que
joderse y arrastrar las charranadas que uno ha cometido. Una vida inútil es
algo
lamentable,
sobre todo si esa inutilidad te la han impuesto y no la sientes por tu
propia
culpa, como en mi caso, que a mí me impusieron el camino para que ahora
me
sienta totalmente inútil y sin poder remediar esa inutilidad tras innumerables
y
vanos
intentos por ser útil y por serme útil a mí mismo, pues como dice Marcelo, si
tú
no
te ayudas, ¿cómo carajo vas a ayudar a los demás? Cuando estaba aquí recién
llegado
no quería ni siquiera tomar leche, pensando que mis hijos no tenían leche en
mi
país, hasta que me di cuenta de que con no tomarla no resolvía nada, pues no
podía
enviársela a ellos, y empeoraba mi situación al no lograr mantenerme en buen
estado
físico y mental para algún día poder ayudarlos. Pero ¡ah, Catana!, el canto
de
las sirenas es mierda comparado con las maravillas que yo de tonto imaginaba
que
me iba a encontrar en esta patria nueva, la tierra de las oportunidades, el
país
de
los sueños, la panacea, el non-plus-ultra, la salvación, el fin... y de aquello
nada y
de
lo otro ¿quién se acuerda?
--Ya
te lo dije desde la primera vez que hablamos, querido: idealizar a alguien o a
algo
es una muestra de inmadurez y además es una tontería. Pon los pies en la tierra
de
una vez, que esta no es la tierra de Jauja.
Estoy
solo, metido en mi cuarto, cansado de pensar, analizar, recordar, y sobre todo
de
dudar, y hasta he llegado, en los momentos de mayor incertidumbre, a
preguntarme
si hice bien o mal en venir a este país, donde paso y pasaré ignorado,
pobre,
inédito, y totalmente inútil en el límite de la frustración: sin poder hacer
nada
por
esta sociedad y sin que esta sociedad haga nada por mí. Hace días no sé nada
de
Ana ni de Leila. Hace meses que Radhis no me escribe. Hace un siglo que Manuel
no
me llama. De mis hijos sé tan poco que casi no sé nada. Y para colmo, los
periódicos
de esta mañana traen en sus primeras planas el último atentado de los
terroristas:
muertos, heridos, destrucción, ruina, y lo que más duele: impunidad... Es
como
para tomarse un pomo entero de Fenobarbital... ¿O no?
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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