domingo, 22 de noviembre de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 43

Estaba en un pasillo largo, estrecho, oscuro, caminaba y caminaba y aparecía otro

pasillo, seguía caminando, buscando una puerta o una salida, pero al final no había

puerta ni salida, sólo otro pasillo y otro más y otro, era como un laberinto repleto de

pasadizos donde no encontraba ninguna salida y yo estaba condenada a caminar

y caminar sin poder salir de allí, y de pronto comenzó a nevar, la nieve caía con

fuerza y lo convertía todo en blanco, y yo corría y corría, tratando de escaparme,

pero no lograba huir, la nieve me perseguía por aquel laberinto, primero verde y

ahora blanco, hasta que no pude correr más y caí extenuada al suelo y mi cuerpo

comenzó a hundirse en la nieve. Pero de pronto oí una voz que me llamaba, Tania,

Tania, una voz que no era la de mi mamá ni la de Aurelia ni la de nadie conocido,

Tania, Tania, hasta que desperté sobresaltada. Pero enseguida me volví a dormir

y no recuerdo más. Me volví a despertar con la voz, ahora real, de Aurelia, que me

llamaba desde la puerta, Tania, Tania. Aurelia nunca toca. Todos los días me hace

lo mismo, se para frente a la puerta de la calle y me llama, entonces enseguida me

levanto y le abro, porque casi siempre que me llama todavía estoy dormida o en la

cama, pensando. Y mientras voy al baño a asearme, Aurelia va hasta la cocina y

pone orden. A mí me gusta quedarme un ratico en la cama, remoloneando,

oyendo el radio, y si hace frío, con la colcha encima, más, aunque aquí casi nunca

hace frío, pero a esa hora, cuando uno se despierta, es que la cama está rica de

verdad. Pero Aurelia no me da tregua, muchacha, ¿se te pegó la sábana? Le conté

mi sueño. Ay, si usted no me llama me dan las catorce en la cama. Aurelia trae algo

cada vez que viene. Hoy me ha traído un poco de manteca en un pomo bocón y

unas papas en un cartucho viejo, yo sé que a ti te encantan las papitas fritas, así

que aquí tienes para que te des gusto. A mí me da pena recibir tantas cosas y no

poder corresponderle, pero ella insiste tanto que tengo que quedármelas, no seas

boba, niña, si estas cosas me las trae Rafael del monte, no vayas a pensar que yo

las saco de mi cuota. Nos vamos para el fondo. Cuelo un poco de café y Aurelia

empieza a hablarme, como siempre, sentada en una silla, en el comedor. Por fin

¿vas a recoger la niña mañana? Sí, no se preocupe, Aurelia, yo la recojo y la traigo

para acá, para pasarme este fin de semana con ella, el domingo por la noche se

la llevo. Aurelia habló con un profesor amigo suyo sobre mi posible matrícula en la

Escuela de Comercio, el profesor le dijo que sí, que cómo una muchacha tan joven

iba a estar metida en su casa, sin estudiar, que eso no podía ser. Aurelia insiste y me

saca de mi abstracción, porque yo siempre estoy en las nubes, soñando despierta.

Cuando Aurelia toca el asunto de la escuela, pobre de mí. Qué pituita. Mira, Tania,

tú vas a pensar que yo quiero ocupar el lugar de tu mamá, pero no es eso, si yo me

preocupo por ti es... es porque tú sabes que te he cogido cariño, no porque seas la

madre de mi nieta, no, no es por eso, es... es porque te he cogido cariño de verdad,

y... yo lo sé, Aurelia, si le agradezco muchísimo todo lo que hace por mí. Ah, no, no

tienes que agradecerme nada. Se queda pensativa mientras yo recojo las tazas y

la cafetera. Me siento junto a ella. Todavía es temprano. Aurelia tiene la cara que

parece que le han dado una mala noticia. Me dice que ella hubiera querido tener

una hija, así como yo, pero ya ves, dos varones, y por desgracia el mayor en la

cárcel... no, espérate, no me digas nada, no te voy a hablar de él, despreocúpate,

yo siempre te he dado la razón en los problemas que has tenido con Tony, tú lo

sabes bien, pero eso no viene al caso, lo que pasa es que no he tenido suerte con

mi hijo mayor, tú sabes que yo siempre he luchado por que mis hijos se encaminen

lo mejor posible, y ya tú ves que Arturito es un modelo en su escuela, pero bueno,

eso no viene al caso, pues como te decía, siempre quise tener una hija hembra...

Hace una pausa y se queda como esperando que yo le diga algo, pero no abro mi

boca y ella continúa y me dice que a ella le encantan las niñas, que desde que era

chiquitica llegó a tener una buena colección de muñecas de todos los tamaños y

de todos los colores, era el único juguete que yo le pedía a los reyes. Me dice que

a todas las muñecas las tenía limpiecitas y con vestiditos lavados y planchados, sí

señor, y había que verlas, Tania, yo misma les hacía los vestiditos, y me dice que ella

las peinaba y se volvía loca cada vez que le dejaban una nueva, después, cuando

fui creciendo, comencé a sustituir las muñecas por las hijas de mis hermanas, hasta

que me casé y ya tú sabes. Aurelia me cuenta que cuando se quedó embarazada

se arrebató, pensando que iba a tener su propia hija de verdad, de carne y hueso,

que iba a poder tocarla, cargarla, olerla, besarla, dormirla, bañarla, ponerle talco,

y vestirla cuando fuera creciendo, y pegársela a la cara para así sentir su piel tan

suavecita, y quedarse un rato mirándola, pero nació varón, y ya tú sabes, después

quedé en estado otra vez y volví a tener varón, y por poco me muero en el parto,

por eso no he parido más y me he quedado con el deseo de tener la hembrita. Se

pone muy seria, me mira y me dice, sollozando, por eso no tienes que preocuparte

por lo que hago por ti, porque... así me entretengo y... vaya, que hazte cargo que

son cosas que yo hago por mi hija, porque... porque tú vienes siendo como una hija

para mí... sí, como una hija, como la hija que no pude tener...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

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