Estaba
en un pasillo largo, estrecho, oscuro, caminaba y caminaba y aparecía otro
pasillo,
seguía caminando, buscando una puerta o una salida, pero al final no había
puerta
ni salida, sólo otro pasillo y otro más y otro, era como un laberinto repleto
de
pasadizos
donde no encontraba ninguna salida y yo estaba condenada a caminar
y
caminar sin poder salir de allí, y de pronto comenzó a nevar, la nieve caía con
fuerza
y lo convertía todo en blanco, y yo corría y corría, tratando de escaparme,
pero
no lograba huir, la nieve me perseguía por aquel laberinto, primero verde y
ahora
blanco, hasta que no pude correr más y caí extenuada al suelo y mi cuerpo
comenzó
a hundirse en la nieve. Pero de pronto oí una voz que me llamaba, Tania,
Tania,
una voz que no era la de mi mamá ni la de Aurelia ni la de nadie conocido,
Tania,
Tania, hasta que desperté sobresaltada. Pero enseguida me volví a dormir
y
no recuerdo más. Me volví a despertar con la voz, ahora real, de Aurelia, que
me
llamaba
desde la puerta, Tania, Tania. Aurelia nunca toca. Todos los días me hace
lo
mismo, se para frente a la puerta de la calle y me llama, entonces enseguida me
levanto
y le abro, porque casi siempre que me llama todavía estoy dormida o en la
cama,
pensando. Y mientras voy al baño a asearme, Aurelia va hasta la cocina y
pone
orden. A mí me gusta quedarme un ratico en la cama, remoloneando,
oyendo
el radio, y si hace frío, con la colcha encima, más, aunque aquí casi nunca
hace
frío, pero a esa hora, cuando uno se despierta, es que la cama está rica de
verdad.
Pero Aurelia no me da tregua, muchacha, ¿se te pegó la sábana? Le conté
mi
sueño. Ay, si usted no me llama me dan las catorce en la cama. Aurelia trae
algo
cada
vez que viene. Hoy me ha traído un poco de manteca en un pomo bocón y
unas
papas en un cartucho viejo, yo sé que a ti te encantan las papitas fritas, así
que
aquí tienes para que te des gusto. A mí me da pena recibir tantas cosas y no
poder
corresponderle, pero ella insiste tanto que tengo que quedármelas, no seas
boba,
niña, si estas cosas me las trae Rafael del monte, no vayas a pensar que yo
las
saco de mi cuota. Nos vamos para el fondo. Cuelo un poco de café y Aurelia
empieza
a hablarme, como siempre, sentada en una silla, en el comedor. Por fin
¿vas
a recoger la niña mañana? Sí, no se preocupe, Aurelia, yo la recojo y la traigo
para
acá, para pasarme este fin de semana con ella, el domingo por la noche se
la
llevo. Aurelia habló con un profesor amigo suyo sobre mi posible matrícula en
la
Escuela
de Comercio, el profesor le dijo que sí, que cómo una muchacha tan joven
iba
a estar metida en su casa, sin estudiar, que eso no podía ser. Aurelia insiste
y me
saca
de mi abstracción, porque yo siempre estoy en las nubes, soñando despierta.
Cuando
Aurelia toca el asunto de la escuela, pobre de mí. Qué pituita. Mira, Tania,
tú
vas a pensar que yo quiero ocupar el lugar de tu mamá, pero no es eso, si yo me
preocupo
por ti es... es porque tú sabes que te he cogido cariño, no porque seas la
madre
de mi nieta, no, no es por eso, es... es porque te he cogido cariño de verdad,
y...
yo lo sé, Aurelia, si le agradezco muchísimo todo lo que hace por mí. Ah, no,
no
tienes
que agradecerme nada. Se queda pensativa mientras yo recojo las tazas y
la
cafetera. Me siento junto a ella. Todavía es temprano. Aurelia tiene la cara
que
parece
que le han dado una mala noticia. Me dice que ella hubiera querido tener
una
hija, así como yo, pero ya ves, dos varones, y por desgracia el mayor en la
cárcel...
no, espérate, no me digas nada, no te voy a hablar de él, despreocúpate,
yo
siempre te he dado la razón en los problemas que has tenido con Tony, tú lo
sabes
bien, pero eso no viene al caso, lo que pasa es que no he tenido suerte con
mi
hijo mayor, tú sabes que yo siempre he luchado por que mis hijos se encaminen
lo
mejor posible, y ya tú ves que Arturito es un modelo en su escuela, pero bueno,
eso
no viene al caso, pues como te decía, siempre quise tener una hija hembra...
Hace
una pausa y se queda como esperando que yo le diga algo, pero no abro mi
boca
y ella continúa y me dice que a ella le encantan las niñas, que desde que era
chiquitica
llegó a tener una buena colección de muñecas de todos los tamaños y
de
todos los colores, era el único juguete que yo le pedía a los reyes. Me dice
que
a
todas las muñecas las tenía limpiecitas y con vestiditos lavados y planchados,
sí
señor,
y había que verlas, Tania, yo misma les hacía los vestiditos, y me dice que
ella
las
peinaba y se volvía loca cada vez que le dejaban una nueva, después, cuando
fui
creciendo, comencé a sustituir las muñecas por las hijas de mis hermanas, hasta
que
me casé y ya tú sabes. Aurelia me cuenta que cuando se quedó embarazada
se
arrebató, pensando que iba a tener su propia hija de verdad, de carne y hueso,
que
iba a poder tocarla, cargarla, olerla, besarla, dormirla, bañarla, ponerle
talco,
y
vestirla cuando fuera creciendo, y pegársela a la cara para así sentir su piel
tan
suavecita,
y quedarse un rato mirándola, pero nació varón, y ya tú sabes, después
quedé
en estado otra vez y volví a tener varón, y por poco me muero en el parto,
por
eso no he parido más y me he quedado con el deseo de tener la hembrita. Se
pone
muy seria, me mira y me dice, sollozando, por eso no tienes que preocuparte
por
lo que hago por ti, porque... así me entretengo y... vaya, que hazte cargo que
son
cosas que yo hago por mi hija, porque... porque tú vienes siendo como una hija
para
mí... sí, como una hija, como la hija que no pude tener...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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