El muchacho de la playa se
llama René. A los cuatro meses le di el teboté, ya no le
soportaba tanta satería. El
único defecto que tenía, que se enamoraba hasta de un
palo de escoba con saya. Al
principio mucha furia, me zarandeaba contra la pared,
me apretaba, me empujaba,
todo el tiempo dándome jan, no sé de dónde sacaba
tanfa fuerza para tenerla
siempre tiesa y dispuesta a meterse en cuanta entrada yo
tuviera, y yo me dije coño,
este tipo es un bárbaro y lo tengo loco, qué vacilón. Qué
vacilón. Pues sí. Las
primeras semanas que se fueron volando, no parábamos, es que
me dejaba muerta en cada
encuentro, qué manera de templar en esos días, si para
salir de la cama había que
pegarme un cable eléctrico en las nalgas. Hasta cuando
Bertica estaba en la casa
quería joder. Un día Bertica le dio una patada en la misma
rodilla que por poco le rompe
la rótula, René puso cara de perro rabioso, pero sólo
le dijo vete a ver si ya puso
la puerca, vejiga mocosa, y nos echamos a reír. Después
se fue enfriando, hasta que
se congeló, y me lo dijo, que eso es lo bueno que tiene,
flaca, estoy desquiciado por
una negrita que conocí en un baile en Siboney, coño,
qué negrita, perdóname, pero
no puedo evitarlo, y ahí mismo me dio un beso más
frío que un helado de mango y
se largó. Nada es eterno, ni las cucarachas. Además
qué aburrido sería el mundo
si todo fuera eterno. Mejor no, como dice el refrán, en
la variedad está el gusto.
Pero eso sí, cuando yo estoy con un hombre, ese hombre
tiene que dedicarse solamente
a mí, y René lo sabía. Nada de canitas al aire ni de
encuentros casuales en
fiestas con el alcohol subido, ni tuve que hacer el papel de
hombre, figúrate, no, yo no
creo en eso. Comemierdas que son muchas mujeres que
aguantan más que un yunque y
no señor, no somos gallinas que tienen que dejar
que el gallo se encarame
encima de veinte y a pisar se ha dicho. ¿Compartir la
carne? No, ricurita, la carne
es individual, hasta la de comer que nadie comparte
porque dan tan poca que no da
ni para repetirla en la semana. Claro, la nueva es
la atractiva, la oficial,
cuando pasa el primer fuego, empieza a aburrir, ya conocen
los lunares que tiene y cómo
reacciona si le hacen cosquillas, qué va, siempre lo
mismo. Por eso se lo dije,
mira, René, no me importa que no puedas evitarlo, pero
esto se acabó, recoge tu
portante y arranca, y entonces él se despidió como si él
hubiera decidido terminar con
aquel beso refrigerado. Cuando me separé de René
casi me vuelvo loca, creo que
más de la rabia que de otra cosa, porque me dejaba
por otra el sinvergüenza, lo
que no me sucedió con Tony ni con Rudy, pero me llamé
a contar y a rey muerto rey
puesto, aunque no tuviera el rey puesto tan pronto. Yo
pasé por el desespero de un
amor que se va por dos veces y no voy a tirarme al
abandono otra vez, que pichas
hay para escoger en Santiago y ya vendrá otro
clavo que me saque éste. René
fue una buena experiencia, me ayudó a graduarme
en las mañas que hay que usar
para que no llegue ningún pipiolo a inflarme la
barriguita, y con él disfruté
de lo lindo, tanto, que me costó unas libritas el ajetreo
diario, hundimos la cama, y
siempre como en la textilera, meter tela y sacar tela.
Lo recuerdo con cariño,
porque nunca me trató mal y me hizo sentir todo el placer
que una mujer puede sentir
con un hombre, o al menos eso creo. Dice Aleida que
cuando las mujeres nos
abrimos de piernas es porque nos cerramos de cabeza.
Nada, que el tiempo ha ido
madurando mi cabecita ingenua y ya estoy cujeada
para repetir mis errores con
los hombres. Ya no soy la misma, no. No soy la misma.
Y creo que jamás seré la
misma...
(continuará)
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