Y
aquí estamos yo y Mayra, como un par de gallinas en busca de un gallo, en el
atrio
de la Catedral, observando, que dice Mayra que observando a la gente se
aprende.
Desde el atrio se ve todo el parque y todo el movimiento de la gente que
está
en el parque o que pasa por el parque. Mayra me habla de las acabandas y
me
las va señalando una por una, para que las vayas conociendo y no te dejes
engatusar
por ninguna, porque estas niñas no son fáciles. En Santiago siempre hay
barcos
atracados en los muelles, por eso se ven tantos de esos marineros extranjeros
dando
vueltas por aquí. Dice Mayra que es que vienen de viajar por medio mundo,
figúrate,
se pasan semanas y semanas en el mar sin ver una mujer, a paja seca, a
cráneo
vivo y a ron puro, por eso enseguida que llegan se tiran aquí a buscar a las
acabandas,
tanto tiempo por ahí solitos, aburridos del azul del cielo y del mar, con
fotos
de mujeres encueras y haciéndose pajas espectaculares, cuando no tirándose
los
unos a los otros para consolarse. Increíble, ¿eh? Cómo sabrá Mayra todas esas
suciezas.
La miro de refilón sin apartar la vista de las muchachas que ella llama
acabandas.
Qué nombrecito. Me he propuesto callar y dejar que ella hable y me
informe,
porque ya me cansé de estar en babia siempre. Mayra me explica qué son
las
acabandas y por qué se llaman así. Niña, porque están acabando... y se ríe a
carcajadas
mientras enciende un cigarro. Me dice por qué ellas son tan solicitadas
por
esos tipos de los barcos y por otros extranjeros que pululan en el parque, que
dice
que esos son más finos, son técnicos de otros países que están tratando de
echar
adelante esta mierda, pero esta mierda no hay dios que la eche adelante.
También
hay turistas, dice Mayra. Algunos vienen con sus mujeres. A las acabandas
les
gustan los marineros porque como están desesperados por templarse una mujer
sueltan
la mosca mucho más rápido. Yo muevo la cabeza, diciendo que sí a todo,
para
ver hasta dónde llega esta cabrona. ¿Así que se dedican a sonsacar a esos
tipos
de los barcos? Mayra ni me mira. Me dice que hoy no se ven tantas, que
parece
que han recogido a unas cuantas. ¿Quién las ha recogido? ¿Quién va a
ser?
La policía, manita, estás en China. ¿Serás monga? Mayra me dice que las
acabandas
se acuestan con el más pinto nada más que por que les regalen unos
tennis
bonitos o unos cuantos fulas, pero me cuesta trabajo creerla, porque cómo
una
va a acostarse con un hombre, aunque no le guste, nada más que por un par
de
tennis o por dinero o por cualquier otra cosa. Mira, todas ellas son cúmbilas,
¿
comprendes?
Es un negocio, es algo así como... un consorcio, una organización, yo
qué
sé. ¿Te la llevas? No, Mayra, no me la llevo. Bueno... mira... Se rasca la
cabeza y
se
queda pensando. Estás exagerando, Mayra, qué organización ni qué pollo
desplumado,
chica, tienes una imaginación... podías dedicarte a escribir guiones
para
la televisión. Tú qué inocente eres, mija. Pero mira, oye esto: desde que
atraca
el
barco tú ves las acabandas alborotadas por todo el parque, haciendo planes
para
esa misma noche, revueltas, vamos, a la caza, si parecen un hormiguero
cuando
le echan luz brillante. ¿Tú has visto un hormiguero cuando le echan luz
brillante?
No es posible, eso que me dices no es posible. Mayra se ríe, se burla, se
dobla
de la risa a carcajadas, y me mira como diciendo ésta pasa de guanaja.
¿Tú
no ves que esos que vienen en los barcos dan hasta el culo por estar con una
hembra?
¿Eres tonta o qué? Tú me estás corriendo una máquina. Cuentos, esos son
cuentos.
Eso no puede ser verdad. ¿En qué país vivimos entonces? ¿O es que todas
las
muchachas son putas? Mayra sigue rascándose la cabeza. ¿Tendrá piojos? Yo
insisto:
ahora el gobierno no permite esas cosas... ahora... ¿Así que el gobierno...?
-se
ríe
hasta desternillarse-. Claro, so boba, el gobierno no permite esas cosas, como
tú
dices,
claro, lo que pasa es que el gobierno no puede intervenirles la tota -y se ríe
sin
parar,
si sigue le va a dar una congestión-. Oye esto: dice la vieja Macaria / que
a su
marido
Agapito / le intervinieron el pito / para la reforma agraria. / Ella ha pedido
al
infiel
/ por conducto del Menoyo / que le intervengan el bollo, / pues no hace nada
con
él... y
me tengo que reír yo también, pensando de dónde carajos saca esta
puñetera
tantas cosas que tiene en esa cabecita. Pero me pongo seria cuando ella
deja
de reírse. Pero Mayra, entonces esas muchachas son todas unas putas de
verdad.
Con el tiempo me daría cuenta de hasta dónde llegaba mi inocencia,
como
ella me decía. Para mí lo que son es unas desgraciadas, no tienes más que
verles
las caras, y la facha que tienen. Míralas... Y me va señalando una por una a
todas
las acabandas que están en el parque: Ivonne, de las más populares y con
una
suerte del carajo, porque a pesar de que está en todas, siempre se escapa de
las
recogidas que hace la policía, yo creo que está ligada con alguno de ellos,
porque
óyeme... fíjate que una vez se enfrentó aquí mismo con la poli y hasta le
metió
un galletazo a uno de ellos que la estaba insultando o algo así, y el poli no
hizo
nada, la cargaron en un patrullero y a viaje. Yo le tengo un respeto...
¿Y
qué le hicieron? ¿Qué le hicieron? Pues al otro día estaba aquí, con el mismo
violín.
Raquel, que tiene una apuesta con Ivonne, a ver cuál se tira más extranjeros
en
un mes, y dice Mayra que apuestan plata. Que hasta los apuntan y todo.
Como
te lo estoy contando. No pongas esa cara, manita, ¿en qué se van a
entretener?
Mira, estas niñas, como les dice Marina, no tienen oficio ni beneficio, a
no
ser el beneficio que le sacan a los extranjeros que se duermen. Su bisne es
ese,
sacarle
la pasta a los extras que quieran hacer cositas con ellas, y siempre hay de
esa
categoría. Mayra engola la voz y me dice: "la juventud está
perdida"... y se ríe, y
me
dice que ya le duele la barriga de tanto reírse, no digo yo, y a mí me parece
que
me está cogiendo para su trajín, porque no me entra en la cabeza semejante
putería
en esas muchachas. Observo a Ivonne y a Raquel, pero Mayra sigue con su
relación:
Elenita, mira, es aquella que está un poco pasadita de peso, y de edad,
pero
está firme como una estaca, dice que de retiro nada, que le quedan muchos
colchones
que hundir todavía, es como la matrona de todas las demás que la
respetan
porque saben de la pata que cojea. Y la que está al lado se llama Isabel,
le
dicen Isa, Chabe, Chabela, Chabelita, Bess, algunos le dicen La Galleguita por
lo
colorada
que está, ¿no la ves? Bueno, de aquí no se ve bien, pero ya la verás. Esa
es
otra. Un marinero borracho le hizo la cicatriz que tiene debajo de la oreja
izquierda,
no se le nota porque ella se la tapa con el mechón. Pues óyeme esto:
Isabel
se le echó encima y si no los apartan le hubiera sacado los ojos, porque
estaba
furiosa y no creía en nadie. Sí, se los llevaron para la Tercera de Santo
Tomás,
pero
igual, al día siguiente todos felices y todos contentos y aquí no ha pasado
nada...
Mayra coge un respiro y después sigue informándome. Yo asombrada,
callando
y copiando. En la esquina de Santo Tomás hay otras acabandas que
Mayra
no puede identificar por las matas. Nos corremos al lado derecho del atrio y
Mayra
me hace señas, ¿ves aquellas dos?, me dice que son Silvia y La Rubia, y me
dice
que Silvia y La Rubia son asiduas a la casa de Marina, y que cada vez que
Silvia
se
aparece por allá va con un hombre distinto. Pero a Charito estas dos no le caen
bien
y cada vez que van les hace un frío que yo no sé cómo tienen cara de volver.
Charito
le dice a Silvia la cantimplora, de boca en boca y de mano en mano,
figúrate
tú. A Charito etas muchachas le dan asco, ¿tú sabes? Ah, sí. Dice Charito
que
ella se acuesta hasta con un elefante, si el elefante le gusta, pero por dinero
jamás,
ni por ninguna otra cosa, nada. Yo le digo que se deje de soplatuberías, que
la
vida no está para andarse con tanto romanticismo barato. ¿Tú qué crees?
No
le digo lo que creo para no empezar a discutir, porque yo pienso lo mismo que
Charito.
Mayra se queda un minuto en silencio. Seguimos observando las
acabandas
hasta que vuelve con su teque: para que tú veas, Marina les tiene
lástima,
dice que las acabandas son una partida de infelices, y que son así porque la
vida
las ha llevado a eso, la vida y la situación. ¿Qué tú crees? ¿Yo? Pues... pues
yo
lo
que creo es que tú estás tocada del queso, Mayra. Mayra no me replica, me da el
toque
sobre las últimas acabandas que se ven en el parque. Mira, aquella flaca es
Matilde,
allí, en la acera de Cubana de Aviación. Le dicen la Ollita de Presión,
cuidadito
con ella, ha estado varias veces presa, en El Caney. Esa es peligrosa... Hoy
faltan
algunas, no sé dónde estarán metidas. Algunas de estas niñas se pasan la
vida
en El Caney y cuando las sueltan llegan aquí y se ponen a decir que estuvieron
en
La Habana, y se ponen a contar las maravillas y todo lo que hicieron en la
capital,
y siempre hay gente que las cree. Hay dos que se regeneraron, dice Mayra,
dos
huérfanas de madre. El padre se casó con otra y se fue echando para el Norte.
Las
dejó aquí al garete y las dos se metieron a acabandas, pero parece que no
tenían
chispa, no vayas tú a creer que cualquiera puede ser acabanda. Ah, no. Hay
que
tener chispa. Dice que a los pocos meses desaparecieron del parque y que ella
se
enteró de que las dos están trabajando en los ferrocarriles, como ferromozas.
El
gobierno las puso a trabajar allí. Tienen buena pinta, la verdad. Según Mayra
los
sábados
se reúnen todas las acabandas en el parque, porque este es su gran día.
Entonces
Mayra se me queda mirando y me confiesa: yo, cuando estoy con algún
extranjero
lo que hago es que le saco bastante, sobre todo fulas, que es lo que
importa
en este país, y creo que en todo el mundo, qué carajo. ¿Y tú eres una
acabanda,
Mayra? ¿Yo una acabanda? No, mija, yo lo que soy es una mujer que
tiene
que buscarse la vida como sea, porque a mí nadie me da nada, ¿me sigues?
¿Y
por qué no te buscas un trabajo? ¿Un trabajo? Ja ja ja. ¿Que por qué no me
busco
un trabajo? Oye, te quedó bien eso, mi amiga, te quedó muy bien. Y Mayra
vuelve
a carcajearse y sigue con su jodedera. Las acabandas no son amigas mías
como
tú, por ejemplo. Yo las conozco, hago algunos bisnes con ellas, pero lo mío es
otra
cosa, mi socia, a mí nunca me ha gustado la juntamenta, y menos en lugares
públicos,
tú sabes. Se chotea una, y hay que cuidarse. Y estas niñas va y me dejan
con
las ganas, y me quedo sin guinda y sin gando por amor al arte, y de eso nada, ¿
me
copias? Y se ríe la muy cabrona, hoy está con la vena del chiste, del vacile,
de
la
jodentina. Como no trajo a Manolito se siente más liviana, o quizás pescó algún
punto
filipino y está haciendo tiempo conmigo hasta que el tipo enseñe los bigotes.
Mira,
Tania, métete esto en esa cabecita linda que tienes: deja que cada cual sea
lo
que sea, ande con quien le dé su gana, no cojas calenturas por cosas que a ti
no
te
importan, vive tu vida, manita, y manda al carajo a los demás, que así se te
van a
quitar
esos dolores de cabeza que te tienen tan jodida. Ah, es que tú te complicas
demasiado,
vieja, deja que cada cual haga de su bollo un guayo y de su culo un
pararrayos...
y yo mejor me largo y la dejo aquí esperando el punto. No vale la
pena,
tiene razón en eso, en el fondo es mi amiga y es verdad que eso es lo que
debe
importarme y no lo que haga con su cuerpo que es de ella y no mío ni un
carajo
la vela. No voy a pensar más en las musarañas ni en esas cochinadas de las
acabandas
con los que quieran hacerlas, que conmigo no las hacen a fin de
cuentas,
así que a seguirle la corriente a esta cabrona, y detente lengua, como
decía
Lengualisa, la de la radio, no armar con ella la tremolina, que total, yo ni
estiro
ni
encojo ni la manta es mía... y al carajo las acabandas, que si una le mete un
punzón
en el pecho a otra a mí qué coño me importa, que si aparece el cadáver
de
alguna en la Alameda qué más me da, que si Ivonne, que si Leticia, que si
Matilde,
que nada, so boba, que eres una boba de marca mayor, qué inocente
eres,
qué comemierda, por lo menos tienes que agradecerle a Mayra que te haya
abierto
los ojos, qué guanaja, por eso se ha reído tanto conmigo y de mí, Dios del
cielo,
pero qué estúpida, qué horror, pero ya, basta ya, se acabó la monguita del
grupo,
me voy para el carajo, Mayra, nos vemos mañana, bueno, chao, ya tú sabes,
y
bajo las escaleras del atrio a millón, cruzo la calle Heredia, casi corro, voy
a la
acera
de San Pedro, llego a Aguilera casí como una perseguida, aturdida,
confundida,
paro un taxi, ya me duele la cabeza, sabía que me iba a doler la
cabeza
con tanta perorata, subo al taxi, no quiero saber más de las acabandas, le
doy
la dirección de mi casa, qué barbaridad, como mi casa, quiero estar en mi
casa,
el taxi se desliza por Aguilera con rumbo a la Plaza de Marte y al llegar me
siento
relajada, me adormezco, el taxi dobla por Garzón, ahora cierro los ojos y me
pongo
a pensar en Bertica, en ese Internado de todos los demonios que la está
alejando
de mí, tengo que ir a sacarla yo misma, no esperar a que Aurelia me la
lleve
los fines de semana, que a veces se pasa todo el sábado y no la veo casi, y si
voy
a recogerla a su casa me encuentro con que se la ha llevado al cine o al
zoológico
o a casa de alguna amiga suya que tiene otros niños para que Berica
juegue
y se entretenga, la pobre Aurelia no lo hace por maldad, es que quiere
ayudarme,
pero siempre con la niña a cuestas, y esto no puede suceder por más
tiempo,
porque Bertica no va a querer estar conmigo, con su madre, si esto sigue así,
que
es mi hija, recoño, quiero tenerla en mi casa, que es su casa, quiero que esté
todo
el tiempo posible conmigo, quiero ser yo la que la lleve al cine o al zoológico
o
a
donde me dé la gana, el chofer me da un grito, me he quedado dormida, creo
que
he soñado con Bertica en el taxi, Dios mío, le pago al chofer y me bajo, estoy
frente
a la puerta de mi casa vacía y en silencio, llena de polvo y de malos
recuerdos,
mi casa que se está pareciendo a la casa de Marina, cualquier día se me
cae
encima, me duele la cabeza, un vaso de leche con dos aspirinas y a la cama,
no
tengo ánimos para hacer otra cosa, no, estoy agotada, necesito dormir doce
horas
seguidas, después ya veré lo que hago, con Bertica, con Mayra, con mi casa,
con
Aurelia, con todo, sobre todo conmigo misma, ahora no, ahora necesito dormir,
dormir,
dormir... a ver si sueño con la nieve...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com