El
trabajo en el canal Tele-Turquino fue absorbiendo a Marnia a tal punto que
apenas
tenía tiempo para ocuparse de las cosas de Aimée, y a pesar de la
condescendencia
de Mario, no faltaban discusiones por lo que ella llamaba
"incomprensiones
masculinas del trabajo de la mujer en nuestra sociedad", palabras
que
él denominaba "retórica de cafetería". Marnia se ausentaba de su casa
bastantes
horas diariamente, a pesar de no tener que invertir una buena parte de su
tiempo
en el transporte. Mario no podía comprenderlo, analizando que ese micro-
canal
trasmitía sólamente una hora al día.
--¿Y
para garantizar esa horita de mierda tienen una nómina de cien empleados?
Estos
eran locutores, artistas, técnicos, guionistas, asesores, directrores, personal
de
servicio,
choferes, etc. Una nómina inflada, según Mario, que entregaba a la
población
un producto por debajo de la calidad requerida en una programación
que
se suponía que debía contribuir al esparcimiento, a la educación, a elevar el
nivel
cultural de los televidentes, y a otras cosas más ambiciosas que para qué
mencionarlas.
--La
programación es pésima, lo que pasa es que ahora tú estás allí y eso te gusta y
claro,
no puedes decir que la programación es pésima.
Pero
Marnia derivaba la conversación hacia otros temas. En el canal ella se reunía
con
los asesores para discutir algún guion dramático, asistía a los seminarios que
se
impartían
sobre la técnica televisiva moderna, caminaba por toda la ciudad con
grupos
del personal calificado para hacer entrevistas, recoger información, grabar
lugares
de interés histórico o cultural, en fin, y su vida, aunque muy agitada, tenía
siempre
ese incentivo de la variedad y no estaba sujeta al rigor de un horario
definido.
Los primeros meses los pasó Marnia dedicada a los trabajos de la televisión.
No
veía claramente su vinculación con la Universidad. La doctora Morell le
insistía en
que
era uno de los muchos convenios que firmaba la Universidad con organismos
afines,
y que después de ese curso allí Marnia podría incorporar a sus clases
elementos
de ese importantísimo medio de difusión masiva, para que sus alumnos
tuvieran
conocimientos, aunque mínimos, ya que algunos de ellos al graduarse
serían
ubicados en la televisión. Casi todas las mañanas Marnia salía con Georgina y
algún
equipo de la TV para filmar. Así fue conociendo los secretos de ese mundo y
además
fue ejercitándose en el manejo de la confección de programas: escribió
guiones
para Libros y letras, hizo algunos programas especiales con figuras del
arte y
la
literatura que visitaban la ciudad, asesoró proyectos de programas didácticos,
educativos
y dramáticos, compartió con sus nuevos compañeros los momentos de
tensión
cuando se presentaba algún inconveniente técnico u organizativo, o
cuando
se esperaba a un invitado para algún programa en vivo y faltando pocos
minutos
el invitado no acababa de llegar. Pero también compartió muchos
momentos
agradables: a veces se iban al Motel Versalles o a algún lugar turístico a
celebrar
cualquier cosa, o por el simple gusto de darse unos tragos y hablar sobre
asuntos
que nada tuvieran que ver con el trabajo, cosa casi imposible, porque éste
afloraba
inevitablemente. En esas correrías Marnia se dio cuenta de que Antonio
estaba
interesado en ella. Se sintió deseada por él. Antonio era director de
programas
al igual que Georgina, un hombre de unos treinta y pico, alto, casado y
con
dos hijos, y con un amplio bigote negro al parecer teñido. Una especie de
figurín
que llamaba la atención de las mujeres por su buen porte y porque su tipo
generalmente
atraía, además de que siempre estaba bien vestido, limpio y con olor
a
colonia. Marnia no quiso demostrar que lo sabía en los primeros requerimientos
que
le hacía el hombre y continuó con él sus normales relaciones laborales, pero a
veces
tenía que estar con él a solas en alguna gestión fuera del edificio central del
canal,
y Antonio siempre aprovechaba esos encuentros para insinuarse. En Tele-
Turquino
los comentarios se hicieron inevitables, aunque siempre había comentarios
y
no sólo sobre Marnia, por eso ella no les hizo mucho caso, hasta que un día, en
una
oficina de control que tenían los asesores, pasadas las cinco de la tarde,
Marnia
se
encontró con Antonio al regresar de una grabación que se había realizado en el
Museo
Bacardí. A esa hora no había un alma: ya los asesores se habían ido y el
personal
técnico-operativo se encontraba en el estudio, en espera del comienzo de
las
trasmisiones. Marnia se sorprendió al abrir la puerta y no supo qué hacer, pero
entró,
y con un movimiento instintivo cerró la puerta detrás de sí. Después de todo, ¿
qué
tenía aquello de particular? Entonces él le dijo que la estaba esperando (ella
debía
acudir a esa oficina a guardar sus papeles antes de regresar a su casa), y que
ya
lo había hecho esperar demasiado, que no podía más, y que ella tenía que
saber
que él estaba desatinado por su culpa. Todo eso se lo soltó de zopetón, casi
sin
respirar, mientras Marnia apenas podía abrir y cerrar ojos y boca. Permanecía
de
pie,
junto a la puerta, con todos sus músculos en tensión, frente al buró donde él
se
encontraba
sentado, y no atinaba a decir ni hacer nada. Antonio se puso de pie y
antes
de que ella pudiera reaccionar, la tomó por los hombros y trató de besarla. En
ese
momento Marnia sintió el agradable olor del agua de colonia que él usaba
siempre,
intentó dar pasos hacia atrás, pero chocó contra la puerta y se quedó
paralizada,
temblando, no sabía si de miedo o de emoción, mientras él se apretaba
contra
ella y la atraía, más y más, hasta que Marnia sintió, sin comprender del todo
lo
que estaba sucediendo, los labios de Antonio pegados a los suyos, y un
estremecimiento
que no determinó en ese momento si era de rechazo o de agrado.
Mantuvo
su cuerpo en tensión, pegado a la puerta, sus brazos a los lados, inmóviles,
y
sus ojos cerrados, como si toda ella se hubiera elevado por unos segundos a
miles
de
millas sobre la tierra, y viera desde allá arriba la ciudad pequeñita,
alejándose de
sus
ojos que ahora comenzaban a abrirse y a mirar ese rostro que tenía pegado a su
rostro,
que le repetía palabras y frases sin sentido, que le susurraba, que... pero
Marnia
reaccionó de pronto, le dio un empujón con ambas manos, volvió la cara,
abrió
la puerta y salió de la oficina apresuradamente...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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