sábado, 9 de agosto de 2014

EL AULA SUCIA 35


Cuando Marnia tenía varios años de experiencia en la Universidad fue seleccionada

para trabajar durante un curso en el canal Tele-Turquino, que sólo trasmitía

programas para la provincia de Santiago de Cuba durante una hora al día. Mario,

que ya estaba "curado de espanto" con las cosas de la Universidad, no se asombró

mucho cuando ella se lo dijo.

--¿Así que para Tele-Turquino? -lanzó una carcajada que puso de mal humor a su

mujer-. No me extraña...quizás el próximo curso te manden para la Empresa de

Acopio.

Marnia no estaba muy convencida de la posible utilidad de esa estancia suya en un

lugar que nada tenía que ver con el magisterio universitario, sobre todo de la posible

utilidad que eso tendría para la propia Universidad.

--La doctora Morell me explicó que...

--Sí, ya sé: el cartelito de la integración laboral, de la diversidad de funciones, o de

cualquier otra memez que se les ocurra.

Al final del análisis conjunto que hicieron de la nueva, Mario se dijo que al menos ella

estaría ahora más cerca de la casa y se quitaría de encima el problema del

transporte, y a lo mejor ganaba nuevas experiencias de las que quizás podría sacar

algún provecho en el futuro. La doctora Morell llevó a Marnia al canal y la presentó

con su buena dosis de solemnidad, explicando en qué consistiría su trabajo.

--Esto es una proyección universitaria -dijo a los presentes-, que cumple con un

convenio que ya habíamos firmado desde hace algún tiempo, y yo estoy segura de

que el trabajo de la compañera Brauet va a ser muy útil y muy provechoso para

ambas partes -hizo una pausa y tomó un sorbo de agua-. Sólo les pido, compañeros,

que ayuden a la profesora Brauet, que aunque reúne todos los requisitos para

desempeñar un buen papel en este medio, es muy joven y además es todavía

relativamente nueva en la Universidad...

En sus primeros días en Tele-Turquino Marnia comprobó que el trabajo le gustaba:

era un mundo nuevo para ella, distinto por completo al de la Universidad. Aquí

debía asesorar programas, confeccionar guiones, elaborar con la dirección de

cada espacio todo lo que pudiera relacionarse, aunque de lejos, con la enseñanza

de la literatura. Había un programa semanal titulado Libros y letras, que ahora ella

asesoraría directamente, y que dirigía un amigo de Mario que enseguida se hizo

amigo suyo. Poco a poco, pero con pasos firmes, Marnia fue ganándose un lugar

destacado en el micro-canal. Caía bien, era predispuesta, no tenía reparos de

tiempo ni de espacio para hacer trabajos, y se llevaba bien con sus nuevos

compañeros en un ambiente más abierto sin tantos controles rígidos como en su

centro. En Tele-Turquino conoció una infinidad de actores, actrices, músicos,

guionistas, cantantes, bailarines, etc., que merodeaban por los estudios a cualquier

hora del día para grabar los programas o ensayar algún guion. Y así fue

compenetrándose con ese fascinante mundo de la televisión, sus problemas, sus

técnicas, sus engranajes y su mecanismo. Allí comprendió por qué la gente se

quejaba tanto de la programación: la televisión se había convertido para unos en

un medio de ganar dinero fácil, para otros en un trabajo como otro cualquiera, y

para la mayoría, en una rutina acostumbrada a repetir uno por uno todos sus

eslabones y todos sus clisés, las tomas, las secuencias, los chistes manoseados hasta

lo inverosímil, aburridos y con muy poca gracia. "Pujos", le decía a un compañero

suyo de la programación sabatina. Eso sin contar el poco tiempo disponible para

emitir programas y la reducida área de captación que tenía el canal.

--Por eso la gente se va para La Habana. Un mediocre en la capital se vuelve

famoso, sale en la tele y lo conoce todo el mundo. Un talento de aquí sólo es

conocido por los cuatro gatos de esta provincia, y nunca será nadie si se mantiene

aquí encerrado, por mucho valor que tenga.

--Yo he discutido eso un montón de veces, pero nadie me hace caso. Todo el

mundo me repite lo mismo: nosotros aquí no podemos...

--Lo que pasa es que aquí no tenemos recursos ni facilidades -en eso entró en el

local un asesor de programas históricos con varios vídeos.

--¿Lo ven? Esto me lo acabo de robar del ICAP. No querían prestármelos de ninguna

manera y ellos los tienen allí llenándose de polvo y humedad.

Marnia, su compañero y el asesor sonrieron con tristeza. Trabajar en un micro-canal

era eso: sufrir humillaciones y menosprecios por parte de la capital, y contentarse

con hacer mediocridades o con irse de allí cabizbajo y frustrado.

--Por eso nos acostumbramos a hacer mierdas, a hacer las cosas mecánicamente,

siempre de carreritas, y las cosas que se hacen así tienen que salir mal de todas

formas. ¿Qué tú opinas, compañera universitaria?

--¿Yo? -Marnia comprendió que lo de "universitaria" no era irónico, pero se puso seria

y los miró con decisión-: yo no creo que eso que tú has dicho justifique el mal trabajo

en su totalidad. Aquí, con todas las dificultades, se podría hacer algo mucho mejor

de lo que se hace.

--Ya tú verás cuando lleves tres meses en este vendaval.

--Bueno, ya veré cómo adaptarme a ciertas cosas -y se puso de pie con idea de

retirarse al local donde trabajaba-. Yo quiero adaptarme a este mundo, tan

distinto al mío, y sobre todo, no quiero ocasionar ningún conflicto aquí ni mucho

menos, pero eso sí: en mi trabajo no pienso hacer concesiones al facilismo ni al mal

gusto ni a nada de eso. Sí, no me miren así. ¿Concesiones? ¡Ni una sola pienso

hacer! -y se despidió de sus nuevos compañeros, que se miraron entre sí como

diciendo "dura la muchachita nueva, ¿eh?".

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

http://laenvolvencia.blogspot.com

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