Cuando
Marnia tenía varios años de experiencia en la Universidad fue seleccionada
para
trabajar durante un curso en el canal Tele-Turquino, que sólo trasmitía
programas
para la provincia de Santiago de Cuba durante una hora al día. Mario,
que
ya estaba "curado de espanto" con las cosas de la Universidad, no se
asombró
mucho
cuando ella se lo dijo.
--¿Así
que para Tele-Turquino? -lanzó una carcajada que puso de mal humor a su
mujer-.
No me extraña...quizás el próximo curso te manden para la Empresa de
Acopio.
Marnia
no estaba muy convencida de la posible utilidad de esa estancia suya en un
lugar
que nada tenía que ver con el magisterio universitario, sobre todo de la
posible
utilidad
que eso tendría para la propia Universidad.
--La
doctora Morell me explicó que...
--Sí,
ya sé: el cartelito de la integración laboral, de la diversidad de funciones, o
de
cualquier
otra memez que se les ocurra.
Al
final del análisis conjunto que hicieron de la nueva, Mario se dijo que al
menos ella
estaría
ahora más cerca de la casa y se quitaría de encima el problema del
transporte,
y a lo mejor ganaba nuevas experiencias de las que quizás podría sacar
algún
provecho en el futuro. La doctora Morell llevó a Marnia al canal y la presentó
con
su buena dosis de solemnidad, explicando en qué consistiría su trabajo.
--Esto
es una proyección universitaria -dijo a los presentes-, que cumple con un
convenio
que ya habíamos firmado desde hace algún tiempo, y yo estoy segura de
que
el trabajo de la compañera Brauet va a ser muy útil y muy provechoso para
ambas
partes -hizo una pausa y tomó un sorbo de agua-. Sólo les pido, compañeros,
que
ayuden a la profesora Brauet, que aunque reúne todos los requisitos para
desempeñar
un buen papel en este medio, es muy joven y además es todavía
relativamente
nueva en la Universidad...
En
sus primeros días en Tele-Turquino Marnia comprobó que el trabajo le gustaba:
era
un mundo nuevo para ella, distinto por completo al de la Universidad. Aquí
debía
asesorar programas, confeccionar guiones, elaborar con la dirección de
cada
espacio todo lo que pudiera relacionarse, aunque de lejos, con la enseñanza
de
la literatura. Había un programa semanal titulado Libros y letras, que
ahora ella
asesoraría
directamente, y que dirigía un amigo de Mario que enseguida se hizo
amigo
suyo. Poco a poco, pero con pasos firmes, Marnia fue ganándose un lugar
destacado
en el micro-canal. Caía bien, era predispuesta, no tenía reparos de
tiempo
ni de espacio para hacer trabajos, y se llevaba bien con sus nuevos
compañeros
en un ambiente más abierto sin tantos controles rígidos como en su
centro.
En Tele-Turquino conoció una infinidad de actores, actrices, músicos,
guionistas,
cantantes, bailarines, etc., que merodeaban por los estudios a cualquier
hora
del día para grabar los programas o ensayar algún guion. Y así fue
compenetrándose
con ese fascinante mundo de la televisión, sus problemas, sus
técnicas,
sus engranajes y su mecanismo. Allí comprendió por qué la gente se
quejaba
tanto de la programación: la televisión se había convertido para unos en
un
medio de ganar dinero fácil, para otros en un trabajo como otro cualquiera, y
para
la mayoría, en una rutina acostumbrada a repetir uno por uno todos sus
eslabones
y todos sus clisés, las tomas, las secuencias, los chistes manoseados hasta
lo
inverosímil, aburridos y con muy poca gracia. "Pujos", le decía a un
compañero
suyo
de la programación sabatina. Eso sin contar el poco tiempo disponible para
emitir
programas y la reducida área de captación que tenía el canal.
--Por
eso la gente se va para La Habana. Un mediocre en la capital se vuelve
famoso,
sale en la tele y lo conoce todo el mundo. Un talento de aquí sólo es
conocido
por los cuatro gatos de esta provincia, y nunca será nadie si se mantiene
aquí
encerrado, por mucho valor que tenga.
--Yo
he discutido eso un montón de veces, pero nadie me hace caso. Todo el
mundo
me repite lo mismo: nosotros aquí no podemos...
--Lo
que pasa es que aquí no tenemos recursos ni facilidades -en eso entró en el
local
un asesor de programas históricos con varios vídeos.
--¿Lo
ven? Esto me lo acabo de robar del ICAP. No querían prestármelos de ninguna
manera
y ellos los tienen allí llenándose de polvo y humedad.
Marnia,
su compañero y el asesor sonrieron con tristeza. Trabajar en un micro-canal
era
eso: sufrir humillaciones y menosprecios por parte de la capital, y contentarse
con
hacer mediocridades o con irse de allí cabizbajo y frustrado.
--Por
eso nos acostumbramos a hacer mierdas, a hacer las cosas mecánicamente,
siempre
de carreritas, y las cosas que se hacen así tienen que salir mal de todas
formas.
¿Qué tú opinas, compañera universitaria?
--¿Yo?
-Marnia comprendió que lo de "universitaria" no era irónico, pero se
puso seria
y
los miró con decisión-: yo no creo que eso que tú has dicho justifique el mal trabajo
en
su totalidad. Aquí, con todas las dificultades, se podría hacer algo mucho
mejor
de
lo que se hace.
--Ya
tú verás cuando lleves tres meses en este vendaval.
--Bueno,
ya veré cómo adaptarme a ciertas cosas -y se puso de pie con idea de
retirarse
al local donde trabajaba-. Yo quiero adaptarme a este mundo, tan
distinto
al mío, y sobre todo, no quiero ocasionar ningún conflicto aquí ni mucho
menos,
pero eso sí: en mi trabajo no pienso hacer concesiones al facilismo ni al mal
gusto
ni a nada de eso. Sí, no me miren así. ¿Concesiones? ¡Ni una sola pienso
hacer!
-y se despidió de sus nuevos compañeros, que se miraron entre sí como
diciendo
"dura la muchachita nueva, ¿eh?".
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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