Cuando
Marnia regresó de Dos Caminos, donde había pasado tres días ayudando a
su
mamá, convalesciente de un fuerte ataque de asma, se encontró un papelito
que
alguien había echado por debajo de la puerta. No había nadie en la casa.
Tomó
el papel y lo leyó: "en la Plaza de Marte, a la una de la tarde". A
lo mejor se
equivocaron,
pensó, lamentándose esta vez de no haber participado en la anterior
asamblea
donde se informó sobre el acto que se celebraría este sábado, "así no
tendría
dudas". Ella estaba justificada, pero le molestaba no tener la información
exacta.
Seguro que la trajo Adita, razonó, porque Adita era, de todos sus
compañeros
del Departamento, la que vivía más cerca, y siempre que había algo
en
el tapete, acostumbraba a pasar por su casa y darle la noticia. "Pero qué
raro, a
la
una de la tarde. Si el acto es a las cuatro". Colocó la citación encima
del frío.
Esperaría
a Mario a ver si él sabía algo, y si no, se llegaría a casa de Adita, después
del
baño, la comida y las cosas de Aimée. "Y así saldré de dudas". Porque
Marnia no
era
de las que se quedan con algo por dentro sin saber a ciencia cierta, eso la
ponía
nerviosa, y ella no estaba en esos días para nerviosismos inútiles...
Mario
no sabía nada, por lo que ella decidió ir a casa de Adita después de comer.
Dejó
a Aimée jugando en el parque y a Mario embobado con una novela de terror
de John Saul. Adita no estaba en su casa y Marnia se sintió
frustrada por esa gestión
infructuosa.
De regreso, la duda seguía molestándola, pues si la citación era
correcta,
ella debía estar mañana sábado en la Plaza de Marte a la una en punto, y
aunque
este tipo de actos no le interesaban, para Marnia la puntualidad -todavía-
era
una virtud que seguía apreciando y practicaba, en la medida de sus
posibilidades,
diariamente, en la Universidad. "Pero... ¿por qué me citan para la una,
si
el acto es a las cuatro?". Lo había leído en el periódico y el periódico
no podía
equivocarse.
"Bueno, sí, puede equivocarse, se equivoca bastante, pero en una
cosa
así, de esta envergadura, en primera plana y con letras enormes... no no no, no
puede".
Ya frente a su edificio, miró su reloj y se dio cuenta de que había terminado
la
novela extranjera que pasaban por la tele, por el silencio que se notaba en los
apartamentos,
algunos de los cuales subían el volumen de sus aparatos hasta el
límite
de decibelios que cualquier oído podía soportar. "Dentro de poco este será
un
país
de sordos". Mañana quería llevar a Aimée al zoológico, porque Marnia era
de
los
que piensan que se debe estudiar, trabajar, y dedicar tiempo y espacio al
descanso
y al esparcimiento. A las doce de la noche ya Mario y Aimée se
acercaban
al segundo sueño y Marnia seguía en la cama, pensando en el papel.
"¿Será
posible que un papel de porquería me tenga desvelada?". Pensó que la
gente
del sindicato siempre exageraba, pero que ahora había apretado, por eso
creía
que a lo mejor sería algo más serio que un simple acto político como tantos
que
se realizaban diariamente. "Seguro que Adita estaba apurada y se le olvidó
aclararme
en el papel". Pero de pronto Marnia recordó que el papel decía algo así
como
hora de estar y después la una de la tarde. Se levantó cuidadosamente
para
no
despertar a su marido y tomó la citación que ahora descansaba sobre la
cómoda.
Se dirigió al baño y encendió la luz para leerla por enésima vez. Y la leyó:
punto
de reunión: Plaza de Marte. Hora de estar: 1.00 pm. "¿Hora de estar?"
Se rascó
la
cabeza, tratando de penetrar el misterio, pero llegó a la conlcusión de que lo
mejor
que podía hacer era acostarse y tratar de dormir. Mañana se enteraría
cuando
llegara a la Plaza de Marte...
La
mañana se le fue lentamente. Mario se llevó a la niña a casa de su hijo en El
Salado,
y cuando regresó con Aimée se encontró a Marnia leyendo el papel.
¿Todavía
con eso?, le dijo y le hizo señas a Aimée
girando un dedo alrededor
de
la oreja. Los dos se pusieron a trajinar en la cocina y el almuerzo mientras
Mario
le
contaba de su visita y de los niños. Cuando el digital del edificio dio las
doce, ya
Marnia
tenía listo un almuerzo digno del mejor de los sábados. Mario la miró y le
dijo
báñate enseguida, nené, porque yo tengo que satisfacer el estómago y
acuérdate,
querubín, que tienes que estar en la Plaza de Marte a la una en punto,
y
se carcajeó con gusto....
Y
a la una en punto Marnia entró en el área de la Plaza de Marte, sofocada, y se
metió
entre el gentío que comentaba, reía, sudaba, con banderas en las manos,
cartones,
telas con consignas, y enseguida buscó a sus compañeros de la
Universidad.
Por fin divisó a Violeta, a Elvira, al doctor Oropesa y a Neysa, que
conversaban
muy entretenidos, como si todos estuvieran en un baile de graduación.
Marnia
llegó junto a ellos y los saludó. Recordó que en el periódico salió una
orientación
de alguien que enumeraba una a una las consignas que debían
enarbolarse
en la concentración. Parece que quien orientó esto se cree que somos
mongólicos...
¿o es que lo somos de verdad?, comentó con Violeta en voz baja.
Hace
poco leí en una revista extranjera que Cuba es el único país del mundo donde
los
trabajadores jamás desfilan para protestar por algo, le dijo Violeta en un
susurro y
mirando
a todas partes. Y ambas se integraron al grupo. ¿Un nuevo horario de
verano?,
le preguntó Marnia a Adita tan pronto ésta llegó, enseñándole el papelito.
No,
muchacha, le dijo Adita riéndose, es que el sindicato marcó como hora de estar
aquí
la una, parece que para tener más tiempo para que la gente se organice, y
suspiró
resignada, tú sabes cómo es la gente de regada y de impuntual, hay que
salir
en bloques y bajar por Aguilera hasta el área del acto. Marnia se quedó
perpleja,
más por la aceptación de sus compañeros (y de ella misma después de
todo)
que por la exageración de citar a la gente tres horas antes del comienzo del
acto.
¿Qué haría ella allí una hora antes de salir en bloques, aparte de cuchichear
de
lo lindo sobre cosas intrascendentes? Liliana se apareció a la una y media y
Marnia
se distrajo, pensando que bien pudiera haber terminado la blusita que le
estaba
haciendo a Aimée en esa hora allí perdida, pues ella había llegado a la una
en
punto a la Plaza de Marte...
A
las dos alguien gritó ¡nos fuimos! y el gentío se acomodó en sus bloques y
comenzó
a bajar por Aguilera alzando las telas y coreando las consignas que
alguien
repetía como solista de pie. Estaba nublado y no hacía mucho calor,
por
lo que Marnia se sintió mejor caminando calle abajo. ¿Así que hora de estar?,
se
repetía mientras caminaba muy despacio, pues la avalancha se detenía en
cada
esquina al encontrarse con otros grupos que también participaban. Adita y
Violeta
la sacudían de vez en cuando, porque Marnia caminaba abstraída, dándole
vueltas
a ese invento de la hora de estar y de la hora de partir y de la hora de
llegar,
que si salieron a las dos de la Plaza de Marte y a ese paso y con semejante
aglomeración
en cada esquina, con más paradas que el tren lechero que iba a
Camagüey,
llegarían a la Alameda a las tres, aunque el comienzo del acto sería a
las
cuatro. Sin dudas, le dijo a Adita en un aparte, los que utilizan este recurso
subestiman
el valor del tiempo, y con las responsabilidades que todos tenemos...
pero
Adita se le quedó mirando como si no hubiera oído nada...
Faltando
diez minutos para las tres el bloque llegó a la Alameda. Ahora todos
debían
esperar allí mirando, conversando, pero sobre todo, en el caso de Marnia,
repitiéndose
por qué razón la habían citado para la una si a las tres se encontraban
en
el área del acto y todavía faltaba una hora larga para su comienzo. ¿No
dormiste
anoche?, le preguntó Neysa, encendiendo un cigarro, y Marnia le confesó
que
durmió mal, sin decirle por qué, y sin oír la bulla y la música de los
altavoces
que
aturdían por su volumen exageradamente alto. Y mientras salía el sol Marnia
sacó
la cuenta de que para estar allí a las cuatro tenía que llegar a las tres, y
para
llegar
a las tres tenía que salir de la Plaza de Marte a las dos, y para salir de la
Plaza
de
Marte a las dos tenía que estar allí a la una, y para estar allí a la una tenía
que
salir
de su casa a las doce y cuarenta y cinco (suerte que vivía cerca), y para salir
de
su
casa a las doce y cuarenta y cinco tenía que almorzar a las doce, y para...
¡VIVAAA!,
Adita la sacudió al corear el grito unánime, y Marnia volvió la cabeza, miró
su
reloj y suspiró, comenzando a sudar: las tres y media...
A
las cuatro menos cinco Marnia parecía más calmada. Pensó que también podía
haber
arreglado la olla de presión que no
ajustaba bien y hasta dormir su siestica
sabatina,
¿por qué no?, si no la hubieran citado para la una (o si ella hubiera hecho
caso
omiso de la citación), y otra vez se desentendió de la masa que envolvía su
grupo,
pocos en realidad por el Departamento de Literatura. Marnia tenía deseos
de
gritar, pero no para corear consignas, sino para quejarse, no sabía a quién,
que
"óigame,
con este método lo que se garantiza es la irritación, y se relaja el concepto
de
puntualidad, y se crea una atmósfera de caos y de desconcierto al leer la
citación,
y la hora de estar y la hora de comenzar y... ¡nooooo!", ahora, además de
pensarlo
lo dijo, lo gritó, si para cada uno de los mil y un asuntos que tenemos entre
manos
se necesita un tiempo para estar y otro para comenzar, y alzó la voz al
máximo
de su garganta, llamando la atención entre la gente que rodeaba su
grupo,
no, recoño, cerró los puños, pateó el suelo, el tiempo no es cosa de juego, y
entonces
sintió la sacudida de Violeta y de Neysa y se dio cuenta de que sus
compañeros
y parte del público cercano la miraban, y Violeta: ¿no almorzaste?,
y
Neysa: ¿te sientes mal, muchacha?, y todos murmurando, mirándola fijamente,
pasmados,
porque nunca la habían visto así... Cuando logró calmarse y les dijo que
no
había problemas, que se sentía bien, etc., Adita le hizo señas y le dijo mira
quién
acaba
de llegar, y Marnia vio por encima de su hombro la sonrisa de Oscar y su cara
entalcada
sin una gota de sudor. Oscar la saludó y le dijo ¿qué es lo que hay, cosa
linda?
Marnia miró su reloj que marcaba exactamente las cuatro de la tarde, y fue
a
decirle una barbaridad al Secretario del Sindicato, pero tuvo que pararse en
firme
porque
en ese momento comenzaron a escucharse las notas del himno nacional...
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr