¿Dónde
se habrá metido? Casi las cinco y ni se asoma. Después se aparece con un
cuento.
No levanta dos cuartas del suelo y ya quiere envolverme. Porque se las sabe
todas:
que la seño me cogió para ordenar el librero del aula, que me encontré con
Joelito
y tuve que explicarle lo que dieron hoy porque él no había podido asistir, que
recibimos
visita, que esto, que lo otro, parece una abogada la chiquilla esta.
Después
dice Mario que yo la castigo demasiado. A veces se va con la amiguita de
los
altos y tengo que salir a buscarla a las diez de la noche. Si esto es ahora qué
será
cuando
cumpla los quince. Cuando yo tenía su edad no me atrevía ni a mirar a los
ojos
a mami cuando me regañaba, y ahora esta niña no sólo me mantiene la
mirada,
sino que me contesta y me dice que no la atosigue. Ja. Y siempre en la
calle:
mami, voy al parquecito de allá abajo, y me asomo al balcón y no se ve ni su
sombra
por ningún lugar, yo creo que se pierde por allá detrás para que yo no
pueda
verla. Un día voy a averiguar dónde se mete, no digo yo si lo voy a averiguar.
Y
aquí que no hace ni hostias, ir a buscar el pan y eso casi a la cañona, y si la
pongo
a
fregar hace una mueca. Parece que esta niña nació cansada. Ah, pero para el
juego
y la jodedera con las amiguitas siempre está dispuesta, de eso no se cansa.
Voy
a tener que ponerme dura con ella, cuando tenga un par de años más va a
querer
gobernarme y eso sí que no, que bastantes cosas tengo encima con la
Universidad,
con Mario y con la casa, y cuando venga a darme cuenta ¡pum!, en la
fuácata,
y no, cariños míos, los quiero muchísimo a los dos, pero no se piensen que
me
van a dejar en la fuácata, de eso nada, monada, no señor, de eso nada y de lo
otro
cero. Tengo que ponerme para la cosa, que ya son muchos, demasiados
problemas
que tengo, sí, quizás como todo el mundo, pero a mí me interesan los
míos,
no los de todo el mundo, qué carajo. Y además, ejerciendo de ama de casa:
que
el mercadito, que la carnicería, que la bodega, que el punto de luz brillante,
que
el pan no sale hasta las cinco y si no está Aimée, allá va Marnia con la
bolsita a
traerlo,
que no han puesto el agua y son casi las seis, que el apagón lleva ya cuatro
horas
y el calor está que jode, que las guaguas no se ven ni en los talleres, que el
correo
se demora siglos, que se rompió el elevador, que la vecina de los bajos con
sus
escándalos con el marido, ¡nooooo! Demasiados problemas. Ah, pero yo no me
voy
a quemar, de ninguna manera me voy a quemar. Ya está bueno de tanta
jodienda,
que se creen que soy el punching-bag de todos y no señor. No lo soy. A
Aimée
voy a tener que cortarle las alas antes de que levante el vuelo, de verdad
que
sí. Desde hace un tiempo viene sobresaliéndose, por algo Caridad me dice
que
yo consiento demasiado a esa vejiga, como le dice. Y sí, una verdadera vejiga
es
lo que es y mira tú cómo la consientes, ah, no, la mía entra por el aro
enseguida o
le
zumbo un pescozón que se queda hipnotizada del tiro, así que arrea con ella,
después
te vas a arrepentir. Es verdad, los niños se forman desde que nacen y
Aimée...
primero con sus abuelos, bueno, como todos los abuelos, pero coño, no tan
calvo,
después por su papá que la malcría hasta el tope, dice que porque nunca
está
con él y figúrate, si se va a pasar conmigo un par de días no la voy a tener a
régimen
dictatorial, no, claro que no, si la que se tiene que joder soy yo, yo soy la
que
tiene que embutirle el vinagre, por eso ella se vuelve loca cuando el padre
viene
a recogerla y se la lleva, ya lo creo, allá está por la libre, a gozar se ha
dicho.
Pero
tengo que hacer algo, porque esta niña está un poco salida del tiesto y ya va
siendo
hora de que le dé un parón. Disciplina militar es lo que necesita. Luego será
peor.
Pero bien, después veré. Creo que por ahí viene. El otro día por poquito
cierran
la
panadería y nos quedamos sin el triste pancito que nos dan por la libreta y
entonces
al día siguiente arranca para la escuela con un buchito de café en el
estómago
y no, así no la mando más, no señor, que se va a desmayar en el aula y
dígame
usted. Allá viene, en cámara lenta. Le gusta la calle desde temprano, mal
negocio.
Allá viene con Normita y su mamá, que siempre la acompaña a esta hora,
menos
mal. Otra que es de anjá la Normita esa. Y Mario después con su lequeleque,
pero
mi amor, si nada más que es una niña, no la atormentes tanto, porque él se
pone
a juguetear con ella y los dos divirtiéndose y la única zoqueta que se pone
hecha
una furia es la verraca de Marnia... Pues ya verán. Mario tiene su razón, si
ellos
se
ponen con sus verracadas, que se las arreglen y ni me llamen para nada. Al
carajo,
que resuelvan sus líos ellos solos. Yo tengo que ponerme un poco para mí,
porque
si no, entre la Universidad, la comida, Aimée, las botellas, Mario para colmo,
me
van a mandar para Jagua y dicen que allí se manda un frío que ni contar.
Bueno,
ahí está Aimée, ahora corre desde la parada donde se queda la Normita. A
buscar
el pan, a prepararle el baño y la comida y otro día más que ya casi se me
fue
y no he podido siquiera ver el ensayo ese de Rodríguez Rivera que me
recomendó
Adita para la clase del lunes. Veré qué puedo hacer por la noche.
Arriba,
niña, que te cogen las seis, vamos, ¡vuela!
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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