sábado, 5 de abril de 2014

EL AULA SUCIA 17

--No te puedes quejar: mira qué hora es.

Mario miró su reloj y sonrió. Ella había regresado muy temprano, teniendo en cuenta

que en su Departamento se celebraría la cacareada asamblea anual de méritos

y deméritos, con una bien ganada fama de estar entre las kilométricas.

--¿Y ese milagro? -Mario destapó el termo y vertió lo que quedaba en una taza que

después le pasó.

--Nada, que parece que Oscar estaba apurado y dio machete.

Marnia había obtenido tres méritos laborales: cumplidora de la emulación,

obtención de un premio en un evento crítico en el que había participado, y

pertenecer a la Defensa.

--¿Y ser cumplidora de la emulación es un mérito?

--Pues sí, se considera un mérito. El nombrecito se las trae: cumplidora de la

emulación socialista. Un poco rimbombante, ¿no crees?

--Bueno, supongo que tengo que felicitarte, ¿no? Por lo menos ya tienes algo que te

va a servir de mucho -Mario sonrió con cierto dejo de ironía-. Acuérdate: por muy

buena que seas dando clases, si no tienes méritos no docentes, por no llamarlos

políticos, olvídate.

Después de la evaluación el trabajo de Marnia había aumentado: en el

Departamento de Literaturas la solicitaban para cualquier cosa relacionada con

pruebas, exámenes, concursos, etc., y ella nunca se negaba, porque en realidad se

sentía feliz de poder analizar y discutir lo que otros escribían y creaban. Ya formaba

parte activa de su colectivo de trabajo y el cansancio que sentía cuando regresaba

a su casa lo olvidaba conversando con Mario sobre el trabajo de ambos.

--¿Vas a ir por fin mañana a ese encuentro?

--Sí. Soy jurado. No sólo en la Universidad te cogen a ti para el trajín -Mario encendió.

--Pero a ti te gusta eso.

--Eso es mi trabajo, nené -y viró la cabeza para lanzar el humo, pues si algo

detestaba ella era ese vicio. Pero el amor hace milagros y soportar ese olor a

tabaco y a humo era parte del precio.

--Total, las mismas caras. Todos escribiendo lo mismo -Mario se resignó a una

acostumbrada sesión donde no aparecía nada nuevo-. No hay padres con hijos

anormales, a nadie se le está cayendo el techo encima, todo el mundo acude

puntual al trabajo, la juventud está encantada de vivir como vive, reina el

entusiasmo ante las tareas que el Partido orienta... en fin, que la literatura que hoy se

escribe aquí es sólo eso: no hay prostituas ni alcohólicos ni drogadictos ni disidentes

ni nada. Todo el mundo feliz y realizado.

--Y por eso tú no lees libros de autores cubanos y eso te va a dejar atrás, porque

otros sí los leen y están al día en eso.

--¿Quién dice que no los leo? Yo lo que hago es una selección, porque hay algunos

que... pero sí los leo, sí, tengo que disparármelos, al menos los fundamentales, que

no todos son tan infames, hay algunos excelentes, pero son los menos. Es que la

literatura cubana de la actualidad sólo enfoca ciertos temas y trata ciertos

problemas que pudieran existir en... digamos, en Holanda. Ningún autor del patio

refleja en sus obras la realidad, la problemática del país, la real situación que

atravesamos. Y cuando alguno lo hace, le caen encima y lo apachurran.

--¿Y no será que esos autores publican solamente esas cosas? ¿No crees que hay

mucha gente que sí está haciendo una literatura seria, crítica?  No es mi asignatura,

pero yo leo muchos autores cubanos y creo que exageras. Los hay muy buenos.

--No exagero. Yo leo mucho más que tú y te digo que no exagero. Puede ser eso

que dices, que hay gente que escribe cosas serias, pero la literatura de un país es la

que se publica, no la que se guarda en las gavetas porque no resiste la censura.

Rieron con desgana. Mario era uno de los que guardaba en la gaveta casi todo lo

que escribía, en espera de "tiempos tolerantes". A veces ganaba algún premio en un

concurso no muy exigente, pero él consideraba que su obra mejor permanecía

inédita.

--Es que tú eres muy tajante en tus señalamientos.

--¿Muy tajante? ¿Así que yo soy muy tajante?

--Pues sí, querido, otros disimulan un poco y así se van introduciendo. Tú podrías

hacer lo mismo, sin hacer concesiones, y poco a poco...

--Ya lo creo que sí -Mario se recostó a la pared y observó a su mujer. Cada vez que

tocaban el tema caían en el escabroso asunto de la censura, o de la autocensura,

que él consideraba peor aún-. ¿Tú pretendes que me ponga a escribir novelitas

edulcoradas con el triunfalismo?

--No, claro que no, pero sí podrías escribir obras publicables, aunque guardes otras

con más seriedad, y así introducirte en el mundillo literario no sólo como el autor que

todo el mundo sabe que eres, sino como un autor editado y reconocido... Mira,

querido, hay que dejarse de ilusiones inútiles: aquí para salir a la luz pública tú tienes

que escribir haciendo concesiones o tratar otros temas no tan espinosos que

permitan la edición de tus obras. Si no, nunca serás un escritor, porque esta situación

no va a cambiar en un plazo muy corto. De otro modo estarás condenado a...

--¡A la gaveta!

--Pues sí, a la gaveta, o a enviar tus obras al extranjero, donde no hay tanto

remandingo ni a ningún editor le interesa lo que tú pienses del gobierno ni del reino

celestial. Pero cuidado, porque si en el extranjero te publican algo que aquí no pasa

la censura, lo que te espera no es de amigo.

Mario se pasó el índice por el cuello.

--Después de todo -dijo-, ya lo escribió Padilla: al poeta, despídanlo, / ese no tiene

aquí nada que hacer.

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


(continuará)

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