--No
te puedes quejar: mira qué hora es.
Mario
miró su reloj y sonrió. Ella había regresado muy temprano, teniendo en cuenta
que
en su Departamento se celebraría la cacareada asamblea anual de méritos
y
deméritos, con una bien ganada fama de estar entre las kilométricas.
--¿Y
ese milagro? -Mario destapó el termo y vertió lo que quedaba en una taza que
después
le pasó.
--Nada,
que parece que Oscar estaba apurado y dio machete.
Marnia
había obtenido tres méritos laborales: cumplidora de la emulación,
obtención
de un premio en un evento crítico en el que había participado, y
pertenecer
a la Defensa.
--¿Y
ser cumplidora de la emulación es un mérito?
--Pues
sí, se considera un mérito. El nombrecito se las trae: cumplidora de la
emulación
socialista. Un poco rimbombante, ¿no crees?
--Bueno,
supongo que tengo que felicitarte, ¿no? Por lo menos ya tienes algo que te
va
a servir de mucho -Mario sonrió con cierto dejo de ironía-. Acuérdate: por muy
buena
que seas dando clases, si no tienes méritos no docentes, por no llamarlos
políticos,
olvídate.
Después
de la evaluación el trabajo de Marnia había aumentado: en el
Departamento
de Literaturas la solicitaban para cualquier cosa relacionada con
pruebas,
exámenes, concursos, etc., y ella nunca se negaba, porque en realidad se
sentía
feliz de poder analizar y discutir lo que otros escribían y creaban. Ya formaba
parte
activa de su colectivo de trabajo y el cansancio que sentía cuando regresaba
a
su casa lo olvidaba conversando con Mario sobre el trabajo de ambos.
--¿Vas
a ir por fin mañana a ese encuentro?
--Sí.
Soy jurado. No sólo en la Universidad te cogen a ti para el trajín -Mario
encendió.
--Pero
a ti te gusta eso.
--Eso
es mi trabajo, nené -y viró la cabeza para lanzar el humo, pues si algo
detestaba
ella era ese vicio. Pero el amor hace milagros y soportar ese olor a
tabaco
y a humo era parte del precio.
--Total,
las mismas caras. Todos escribiendo lo mismo -Mario se resignó a una
acostumbrada
sesión donde no aparecía nada nuevo-. No hay padres con hijos
anormales,
a nadie se le está cayendo el techo encima, todo el mundo acude
puntual
al trabajo, la juventud está encantada de vivir como vive, reina el
entusiasmo
ante las tareas que el Partido orienta... en fin, que la literatura que hoy se
escribe
aquí es sólo eso: no hay prostituas ni alcohólicos ni drogadictos ni disidentes
ni
nada. Todo el mundo feliz y realizado.
--Y
por eso tú no lees libros de autores cubanos y eso te va a dejar atrás, porque
otros
sí los leen y están al día en eso.
--¿Quién
dice que no los leo? Yo lo que hago es una selección, porque hay algunos
que...
pero sí los leo, sí, tengo que disparármelos, al menos los fundamentales, que
no
todos son tan infames, hay algunos excelentes, pero son los menos. Es que la
literatura
cubana de la actualidad sólo enfoca ciertos temas y trata ciertos
problemas
que pudieran existir en... digamos, en Holanda. Ningún autor del patio
refleja
en sus obras la realidad, la problemática del país, la real situación que
atravesamos.
Y cuando alguno lo hace, le caen encima y lo apachurran.
--¿Y
no será que esos autores publican solamente esas cosas? ¿No crees que hay
mucha
gente que sí está haciendo una literatura seria, crítica? No es mi asignatura,
pero
yo leo muchos autores cubanos y creo que exageras. Los hay muy buenos.
--No
exagero. Yo leo mucho más que tú y te digo que no exagero. Puede ser eso
que
dices, que hay gente que escribe cosas serias, pero la literatura de un país es
la
que
se publica, no la que se guarda en las gavetas porque no resiste la censura.
Rieron
con desgana. Mario era uno de los que guardaba en la gaveta casi todo lo
que
escribía, en espera de "tiempos tolerantes". A veces ganaba algún
premio en un
concurso
no muy exigente, pero él consideraba que su obra mejor permanecía
inédita.
--Es
que tú eres muy tajante en tus señalamientos.
--¿Muy
tajante? ¿Así que yo soy muy tajante?
--Pues
sí, querido, otros disimulan un poco y así se van introduciendo. Tú podrías
hacer
lo mismo, sin hacer concesiones, y poco a poco...
--Ya
lo creo que sí -Mario se recostó a la pared y observó a su mujer. Cada vez que
tocaban
el tema caían en el escabroso asunto de la censura, o de la autocensura,
que
él consideraba peor aún-. ¿Tú pretendes que me ponga a escribir novelitas
edulcoradas
con el triunfalismo?
--No,
claro que no, pero sí podrías escribir obras publicables, aunque guardes otras
con
más seriedad, y así introducirte en el mundillo literario no sólo como el autor
que
todo
el mundo sabe que eres, sino como un autor editado y reconocido... Mira,
querido,
hay que dejarse de ilusiones inútiles: aquí para salir a la luz pública tú
tienes
que
escribir haciendo concesiones o tratar otros temas no tan espinosos que
permitan
la edición de tus obras. Si no, nunca serás un escritor, porque esta situación
no
va a cambiar en un plazo muy corto. De otro modo estarás condenado a...
--¡A
la gaveta!
--Pues
sí, a la gaveta, o a enviar tus obras al extranjero, donde no hay tanto
remandingo
ni a ningún editor le interesa lo que tú pienses del gobierno ni del reino
celestial.
Pero cuidado, porque si en el extranjero te publican algo que aquí no pasa
la
censura, lo que te espera no es de amigo.
Mario
se pasó el índice por el cuello.
--Después
de todo -dijo-, ya lo escribió Padilla: al poeta, despídanlo, / ese no tiene
aquí
nada que hacer.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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