--Comenzamos
la reunión, compañeros, por favor.
Ernesto
abrió el fail y leyó el orden del día. Pidió a los asistentes que opinaran.
Nadie
alzó la mano. Violeta y Marnia susurraban mientras Ernesto leía un mamotreto
del
MES. "¿Así que te fue bien en Sancti Spiritus?". "Pues sí,
muchacha, mejor de lo
que
suponía. Nos hospedamos en Los Claveles, un motelito muy rico que está junto a
una
laguna, con piscina, cabaret, música indirecta, de todo. ¿Tú no has estado
allí?".
"No,
nunca, la única vez que he salido de aquí fue a Bayamo, pero allí nos metieron
en
un albergue de Educación que parecía una posada". "Pues yo lo pasé
bien, la
verdad
que no puedo quejarme". "¿Y tu marido qué?". "Ay, mija,
Mario es así, me
echa
una descarga, pero al final se tranza". "Pues el mío es..."
--Marnia
y Violeta, que tienen una microasamblea allá atrás, a ver si se ponen para
la
cosa, que esto es largo.
Ernesto
las miró unos segundos, ambas se callaron, y siguió la reunión. Marnia abrió su
portafolios
y sacó una carpeta en la que se agrupaban todos los modelos, revisando
los
que se discutírían en la reunión. Algunos serían renovados, otros se
suprimirían,
aparecerían varios nuevos orientados por el MES, "el MES parece que
nada
más que se ocupa de enviar modelos", dijo Marnia, muy bajito, pero Ernesto
alzó
la vista y la miró, haciéndole un gesto de regaño. "Estoy indisciplinada,
sí, tiene
razón,
después hablamos, Viole", y atendió a la explicación. Los modelos
desfilaron
en
carretilla: el P-O, donde se hacía constar, semana tras semana, la cantidad de
horas
que se dedicarían a seminarios, clases prácticas, evaluaciones, conferencias,
durante
el semestre ("lo que debe hacer cada miembro del Departamento"), el
P-1,
donde
se ordenaban los temas que se impartirían por orden de impartición -y aquí
Marnia
pensó ¡qué palabrita!-, divididos en semanas ("lo que hace cada
profesor"),
el
P-4, una especie de sábana que se entregaba a profesores y alumnos, donde se
informaba
sobre la planificación definitiva de horarios de las asignaturas y toda la
organización
sobre cuándo tocaban las evaluaciones, los seminarios, las
conferencias,
etc., partiendo de los anteriores documentos ("lo que debe hacer el
vice-decanato"),
el PROGRAMA, documento en el que se seleccionaban los
contenidos
a impartir en un año de cualquier carrera según necesidades ("lo que se
supone
que hace el jefe de cada disciplina, pero que casi siempre lo hace el propio
profesor"),
el Plan ABC, documento rector que llegaba desde la Universidad de La
Habana
y no del MES, como si esa Universidad fuera la madre, entre otras cosas
mandona,
de todas las demás del país, y... pero Violeta se puso el dedo índice en
los
labios y Marnia tuvo que volver al modelaje y a la reunión, donde se indicaban
los
contenidos generales que debían impartirse para que se adecuaran o
especificaran
en cada centro en los programas, y por último, el Plan Bibliográfico,
que
debía elaborar el profesor,, para informar la bibliografía, activa y pasiva,
que
necesitaba
su asignatura, para asignársela a los estudiantes. Esto, claro estaba, si
existía
esa bibliografía, pues La Habana hacía sus planes contando con su biblioteca
nacional
-que tenía de todo-, sus fuentes de reserva capitalinas, otras biblios de la
capital,
y en fin, que no podía de ningún modo compararse con Santiago, donde
apenas
existía una fuente paupérrima y muy deteriorada que no ofrecía chance
para
seleccionar, por ejemplo, La montaña mágica y decirle a los alumnos:
vayan a
buscar
un ejemplar de esa obra, porque a lo peor no existía ni siquiera uno solo en la
sala
de Literatura.
--¿Alguna
duda? ¿Preguntas? ¿Sugerencias?
Sólo
risas. Ernesto caía bien porque siempre mostraba el lado bueno -aunque no lo
tuvieran-
de las cosas y siempre sonreía, aunque hablara de un velorio. Violeta y
Marnia,
que eran las más nuevas del Departamento, no tenían dudas, no tenían
preguntas,
pero Marnia tenía quejas y tenía sugerencias. Se arriesgó y alzó la mano.
--A
ver, Marnia.
--Ernesto,
yo sólamente quería plantear que nosotros aquí deberíamos proponer
nuestras
propias obras a estudiar, teniendo en cuenta la bibliografía que está a
nuestro
alcance, y no guiarnos mecánicamente por esa relación que nos manda La
Habana.
Silencio
absoluto. Hasta ese momento, en la Universidad se había acatado esa
especie
de rectoría tácita e implícita de la capital, pero Marnia pensó que no habría
sido
por acuerdo de sus compañeros, sino por lo que era la razón poderosa y común
en
el Departamento, quizás en toda la Universidad: aceptar sin discutir lo que
venía
"de
arriba".
--Bien.
¿Alguien quiere decir algo sobre lo que ha planteado Marnia?
Ernesto
estaba serio. Pocas veces lo estaba. Elvira levantó la mano.
--Yo
pienso, compañeros, que en esta reunión no debemos tocar ese aspecto, ya
que
aquí estamos analizando el modelaje que debemos llevar en este curso...
además
-Elvira miró a Marnia, muy seria-, si la compañera Brauet tiene esa opinión,
yo
propongo discutirla en una reunión ordinaria del Departamento, pero no aquí, no
ahora.
Marnia
miró de refilón a Violeta, como diciéndole "facultosa la Secretaria, ¿no
crees?,
como siempre, tratando de ganar tiempo para prepararse", pero Violeta le
hizo
un guiño y como nadie más abrió la boca, Ernesto aprovechó para dar por
terminado
el asunto y pasar a la reflexión que cada cierto tiempo se hacía del
dichoso
modelaje. A las tres horas y media la reunión agotó sus posibilidades,
quedando
las cosas como estaban al principio: continuaban tales modelos sin
cambios,
se suprimían otros tales por sugerencia de La Habana, se creaban nuevos
por
lo mismo, y colorín colorado. Adita se acercó a Marnia a la salida y le dijo
que
tuviera
cuidado con Elvira, "esa no es jamón, yo la conozco bien, acuérdate que
las
dos
estamos en el mismo núcleo del Partido", y le recomendó que no se lanzara
a
arreglar
el mundo, porque correría el mismo camino que los anteriores que quisieron
arreglarlo
allí, "porque no vayas a creerte que tú eres la primera que plantea eso de
la
rectoría de la capital".
--¿Y
qué destino corrienron esos anteriores que tú dices?
--Mira...
-Adita hizo una mueca- te invito a la cafetería, después del almuerzo, ya
hablaremos
de eso -Marnia miró a Violeta-... claro, las invito a las dos, por supuesto.
Las
tres se dirigieron hacia el comedor.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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