sábado, 8 de febrero de 2014

EL AULA SUCIA 9

A ver qué tengo para hoy. Ni un solo espacio en blanco. Hasta los domingos me los

tuercen: el comité, la defensa, el trabajo voluntario, la guardia. Ni me acuerdo de

cuándo fue la última vez que llevé a Aimée al zoológico, menos mal que ahora con

la escuela se entretiene bastante. Y de contra Mario: te veo muy nerviosa, trabajas

demasiado, necesitas vacaciones. Como si yo pudiera cogerlas cuando las necesito,

como las coge él, que las coge cuando le convienen. Cuando me tocan a mí, a

meterme en la casa con el trajín de Aimée y la tele por las noches. ¡Qué bonito!

Claro, su trabajo es tan diferente: viajar, en encuentros, conferencias, seminarios,

hospedarse en los buenos hoteles, comer buena comida, y sin ninguna preocupación

familiar: nada de cocinar, fregar, limpiar, lavar, planchar, y todo lo demás. Y menos

mal que cuando está aquí se encarga de las compras, que si no. Pero qué le vamos

a hacer. ¡Ay! La monotonía me tiene al borde del ingreso. Déjame seguir con la

agenda. Miércoles, día atravesado. ¿O es el jueves? Yo creo que para mí todos los

días son atravesados. Bueno, ya. Miércoles 15: a las 8 reunión del colectivo. Cuando

termine, llevar los stencils al mimeógrafo. Después devolver el libro de Africa a la

circulante, a ver si ya está disponible el de las culturas africanas de la antigüedad,

ejemplar único y siempre circulando. A las 2 junta de año. A las 4 despacho con la

vice-decana. Y si salgo temprano, terminar de pasar el informe de evaluación que

me pidieron ayer por la mañana. Y no tengo tique para el almuerzo, así que a hacer

la cola después de la una a ver si alcanzo. Casi nada. ¿Cómo no me va a gustar

quedarme un rato arrebujada cuando suena este maldito despertador? A esta hora

que es cuando la cama está rica de verdad, con ese airecito que se filtra por la

madrugada. ¡Ay, carajo! La misma rutina de todos los días: tender la cama, asearme,

lavarme la cara, cepillarme los dientes, colar café, ir a buscar la leche de Aimée,

preparar el desayuno, y lo más complicado: despertar a la niña, esa sí es dura, con

lo remolona que es, que a veces tengo que zarandearla para que se mueva. Yo

creo que esta niña nació cansada. ¿Serán así todos los niños? Debería dejar el radio

conectado, despertarse con música es tan agradable. Como quedarse dormida

con esos instrumentales de Radio Siboney. No sé por qué me da por apagarlo

cuando me estoy rindiendo, como sólo tengo que estirar el brazo, yo creo que ni me

doy cuenta. Dice Mario que para qué regalarle la música al silencio.

Decididamente carece de imaginación. Total, si apenas gasta y él ni se entera.

Ahora que está de viaje me siento más relajada, pero así y todo siempre tengo que

correr. Cuando  termine con Aimée a enfrentarme con la incógnita de la parada:

que si viene la guagua, que si se demora, que si está que no cabe ni un gatico, que

si para cerca o lejos de la P, y los pocos taxis que van a la Universidad pasan cada

tres horas y coger una botella se está poniendo de anjá. Nada, un fenómeno. Me

arreglo bien, me arreglo muy bien, me emperifollo, y cuando me desmonto en el

crucero parece que acabo de salir de un cañaveral. ¡Ay! Deberíamos comprar un

aire acondicionado, pero Mario no quiere, dice que me voy a tullir, muchacha, con

lo friolera que eres y pensando en un aire, estás de ingreso. ¡Qué gracioso! Siempre

se hace lo que él dice. Y después soportar el teque de la igualdad. Igualdad

mierda. Yo que soy la mujer trabajo mucho más que él, la casa y Aimée corren por

mi cuenta, porque él lo único que hace es llevarla a Coppelia y a casa de su hijo de

visita, y si acaso echarme una manito aquí, y eso si se lo pido, porque siempre me

está diciendo que no tiene mucho tiempo para estos trajines domésticos, es que tú

pierdes mucho tiempo, nené, no me explico por qué tienes que estar tanto rato

preparando un arroz con picadillo de soya, esa es la que me suelta. Sí. ¡Quién lo

viera! Bueno, ¿para qué martirizarme, si todo eso ya está establecido? Levántate,

Marnia, arréglate, olvídate de los problemas, que esa es la fórmula ideal para

resolverlos. Ya lo creo que sí: lo que se olvida es como si no existiera, ¡ja! Pues manos

a la obra. A fin de cuentas yo no soy Enma Bovary. ¡La agenda! ¡El portafolios! El

fenómeno vigueta. Me estoy pareciendo a los esquimales: todo al alcance de la

mano. Dice Mario que eso es haraganería. Quién sabe. A este portafolios no le cabe

ni una citación de la FMC. Esa es otra. Bueno, a las 8 reunión del colectivo. Ja. Creo

que todavía no hace un mes desde la última reunión. ¿Qué tiñosa me lanzarán en

ésta? Son especialistas en inventar tareas y soltárselas a una de ahora para luego y

después quieren que una se apure, que lo deje todo para dedicarse a ellos. Y estas

reuniones son todas iguales: citan para las 8 y a las y media no ha llegado ni la mitad

de los profesores. Y siempre discutimos los mismos problemas. Y además la baraúnda

de informes, planes, análisis, evaluaciones,  mil directivas del Ministerio que

languidecen en las gavetas, chequeo del comportamiento de la metodología, qué

nombrecito ese, es como para intoxicarse. Y la fumadera, porque casi todos fuman y

tengo que dispararme el humo como si yo también tuviera el vicio, y eso que la vice-

decana planteó en la última reunión que sería mejor dar un receso cuando reparten

el café para que los fumadores se fueran con su humo a otra parte, pero qué va:

son mayoría los viciosos. El mejor día aquello va a coger candela. Odio las reuniones,

los cigarros, el humo. ¡Por Dios! Si yo fuera gobierno dedicaría toda esa tierra a la

siembra de viandas, que por cierto no están tan abundantes. ¡Ah!, qué tonta soy.

Estoy pensando como el que quiere arreglar el mundo. A ver qué más. Llevar los

stencils al mimeógrafo, estoy atrasada con eso, tengo que entregarlos el lunes. Estos

compañeritos del mimeógrafo siempre están sobrecargados de trabajo. Mire,

compañera, venga, compruébelo usted misma: ¿usted cree que podemos sacar

todo esto en un día? Y es verdad, no pueden. Una vez me dijo el jefe del taller que

iba a pedir una reunión con la Administración Central para plantear este problema,

porque al mimeógrafo llevan hasta citaciones de colectivos que sólo tienen cinco

profesores. Pues entonces, a buscar quien me tire estos stencils, y dónde, y cuándo,

que no es fácil, porque el que más y el que menos tiene papeles para un título

Huracán. No digo yo. Papeles para las cucarachas y los ratones en las rinconeras

donde van a parar todos. Y si se mojan, por favor. Si tengo tiempo antes del

almuerzo llegaré a la biblioteca a entregar este libro de Africa, a ver si devolvieron el

dichoso ejemplar ese. Hasta hace poco aquí nadie se acordaba de ella. Bueno. El

libro ese, siempre que voy a sacarlo alguien lo tiene, van a tener que repartir

pretiques. Allí hay más títulos que los taxis de socios. ¡Ay, esta agenda! ¿Quién habrá

inventado las agendas? Seguro que alguien que no tenía nada que hacer. Y total,

para llenarlas de reuniones y de tareas que lo único que hacen es lograr que una

pierda el poco tiempo que tiene para vivir, porque la vida se ha convertido en eso:

reuniones, tareas, corre corres, un fenómeno. ¿Y lo demás qué? A ver qué tiran hoy

en la tablilla del comedor. Nunca me acuerdo de sacar el tique, normal en mí, por

eso tengo que apuntarlo todo en esta agenda de mierda. Qué cosa. A comer

sorpresa, la cola de los sin tiques, y sin techo para cobijarse del sol del mediodía Por

favor. Luego Mario con sus sermones: si sigues así te veo en la sala T, porque a veces

tengo que volar el turno, qué remedio, y como él no pierde una comida ni por lo

que dijo el cura, no puede comprender que yo tenga que perder algunas por falta

de tiempo, y es cierto que he rebajado unas libritas, pero no es para tanto. Después

dicen que las mujeres somos exageradas. Ni siquiera podré pasar el informe para el

Decanato antes del almuerzo, a no ser que se lo dé a la Secretaria de la Facultad,

que siempre está detrás del palo, cuando una entra en su oficina casi no la ve por

los montones de papeles que tiene encima del buró. Un pollo picando maíz, dice

Oscar. Como que aquí cualquiera es secretaria, no digo yo. No sé en qué pedacito

del día podré sentarme a darle tecla a este informe. Vamos a ver. Bueno, el

almuerzo, si la suerte me acompaña, y la imprenta, y la biblioteca, y todo lo demás.

Tendré que salir con el último bocado, sin pasar por el baño para verme la cara, a

buscar un lugar y una máquina de escribir para sentarme tranquila y sin que nadie

me interrumpa, cosa muy difícil. Qué manera de joder con estos informes de

mierda, que todos dicen lo mismo, y casi todos los días piden alguno, y yo creo que

nadie los lee, siempre están en China con lo que se les comunica por escrito.

Cualquiera se obstina. Y antes de las 2, porque a las 2 es la Junta de Año, y esa

junta se las trae, hay una profesora que planteó que iba a discutir la indisciplina de

ese grupo de periodismo al que yo le doy clases. ¿Qué indisciplina? Será con ella,

porque conmigo nada de eso. Es que nos hemos vuelto quejosos e hipercríticos,

como dice la Secre del Partido del Departamento, la muy enérgica doña Elvira:

compañeros, no se puede tener una actitud hipercrítica ante los problemas, lo que

hay que hacer es resolverlos. Cómo no, resolverlos dando muela como ella. Así que

a las 2. A las 2 y media, si acaso. La última junta comenzó cuarenta minutos después

de la hora fijada. Qué poco se respeta el tiempo ajeno, como si una no tuviera mil

cosas que hacer. Se ha perdido el rigor. Como ya todo el mundo está

acostumbrado a que las reuniones comiencen media hora después, todo el mundo

llega una hora después y eso es un círculo vicioso. Pero no me voy a atormentar por

eso, no señor, si a las 2 y media no ha comenzado, adiós Lolita, que bastantes cosas

tengo que hacer para estar allí sentada esperando las conduermas de los citantes y

de los rezagados, que son la mayoría. Y que la jefa de ese grupo me llame a contar,

porque la voy a poner gira. ¡Ay, madre mía! Voy a aprovechar para llevarle a la vice

este resumen de las investigaciones del grupo de Historia del Arte. Dios me ampare.

Y que no sé ni dónde diablos lo he metido. Aquí en el portafolios no lo veo. Siempre

me pasa lo mismo, carga para aquí, carga para allá, ni un ómnibus de flete. De

tanto revisar la agenda le paso por encima a las anotaciones y ni me doy cuenta de

lo que dicen. ¡Qué barbaridad! ¿Y qué querrá la vice? No es muy amiga de estarla

citando a una por cualquier bobería. No tiene tiempo, siempre está atarugada. Pero

eso sí, para decirme que prepare las maletas,  que me voy la semana que viene

para Italia, seguro que no es. Esa suerte la tienen otros, que viajan al extranjero casi

todos los cursos. Así que la junta de año y el despacho con la vice. ¿A qué hora

saldré hoy de la Universidad? Ayer llegué aquí cuando se estaban terminando los

muñequitos, suerte que Aimée pudo verlos en casa de Mariela, que si no, ¿quién la

aguanta?¡Ay! ¿Cuándo voy a tener un día desahogado?... Bueno, creo que eso es

todo por hoy. Lástima fuera. A las 4, sí, y que esa sí es puntual, llegas cinco minutos

después y te echa una descarga, y yo no estoy para descargas de nadie, ya con las

que me echa Mario aquí tengo de sobra. Después de eso salir de allí como un

cohete, la parada se pone a esa hora que parece una cola de blumers. Yo no sé de

dónde sale tanta gente. Y mañana lo que tengo es mucho:  nada menos que el

claustro de carrera. ¡Dios me coja confesada!, como dice mami. Pero no, desde

ahora no voy a sufrir, no señor. Hoy es hoy, mañana será otro día. Va y se derrumba

el edificio y no hay claustro ni carrera ni nada, y Marnia entre escombros, ¡huy, qué

horror! Las cosas que se me ocurren. Dígame usted. Salir a las 5 de la tarde, y pararse

allí, a pleno sol, que con la hora de verano el sol de las 5 es el de las 4, cuando más

caliente está. Parada, cansada, al sol, después de diez horas metida en ese

laberinto, con ganas de llegar aquí y tirarme en una cama, y a esa hora Aimée, el

fogón, el fregadero, el copón bendito. Y esta noche quiero ver ese serial español

que está interesante, después de tanto bodrio de producción casera, y luego dicen

que somos extranjerizantes. ¡Ay! Diez libras de papeles en este portafolios, lo menos.

Papeles, mamotretos, folletos metodológicos, mierda. Déjame no encenderme la

sangre, yo sola no voy a componer ningún entuerto. Todavía no me he levantado y

ya estoy extenuada, se me cierran los ojos, lo que me pide el cuerpo es una horita

más aquí, con la musiquita suave, y esperar. Y pensar que todo va a salirme al quilo,

que llegando a la parada va a pasar una guagua vacía, que en el comedor van a

servirme rápido, caliente y bueno, que Aimée se va a portar divinamente... Estoy

soñando. A luchar con la burocracia. Yo creo que la burocracia es inmortal, como

las cucarachas, también resistiría una guerra nuclear. Treinta años apuntándole con

la mirilla telescópica y no acabamos de darle el tiro decisivo. Como dice esa

encuesta de ALMA MATER, que todos los días gastamos demasiado tiempo, esfuerzo

y humor improductivamente, que las reuniones, la mayoría innecesarias, que las

colas, que las esperas del transporte, que las citaciones para las más disímiles tareas,

sin mencionar la atención en los servicios y la carencia de ellos muchas veces... no

no no, una barbaridad... Ya casi no nos dejan tiempo para la familia, el hogar, y

todavía hablan del tiempo libre y hasta quieren planificarlo. Esto tengo que

contárselo a Mario, coño, ¿cómo no se me había ocurrido? El tampoco lee Alma

Máter. ¡Huy! Mira qué hora es ya. Este reloj se desboca a esta hora y yo aquí

elucubrando, devanándome los sesos, husmeando en el portafolios. Levántate,

Marnia, no bobees más. A ponerme los patines, que si sigo así voy a llegar tarde otra

vez. Menos mal que el viernes tengo clases con los alumnos de Periodismo. La única

tarea que me gusta de verdad: dar clases. Lástima que no sea eso lo que tenga que

hacer todo el tiempo...


Augusto Lázaro

@augustodelatorr


(continuará)

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