--Toma,
aquí tienes el modelo.
Ernesto
le entregó un modelo de evaluación -el primero que veía- y le explicó cómo
debía
llenarlo.
--¿Y
tengo que evaluarme yo misma?
--No
exactamente... tienes que hacerte una especie de autoevaluación y
entregármela,
yo la reviso, la redacto definitivamente, y te llamo para analizarla
juntos.
Marnia
se sentó en su puesto y leyó los parámetros en el modelo. "Así que tengo
que
poner
aquí lo que he hecho, cómo yo creo que lo he hecho, y por supuesto, las
cosas
positivas y negativas. ¡Ah! Yo no sirvo para estarme elogiando yo misma,
tendré
que poner sólo las cosas negativas". Le costaba trabajo escribir:
recordaba
más
o menos las cosas que durante ese tiempo ella había realizado, las visitas que
había
recibido de Liliana y del propio Ernesto a sus clases, sus comentarios, las
puntuaciones
que había obtenido (cinco o cuatro, nunca menos, y eso se lo habían
celebrado),
etc. "Unas clases correctamente impartidas", decía Ernesto. "Yo
diría que
algunas
veces fueron clases excelentemente impartidas", decía Liliana. Y ahora
Marnia
estaba escribiendo opiniones sobre sí misma, lo que nunca antes había
hecho
en ningún centro de trabajo o estudios, exceptuando las autobiografías
que
le pedían en el Pedagógico. ¡Autobiografía! Qué curiosa le resultaba esa
palabra.
Pensaba que nadie podía ser objetivo consigo mismo, que cada ser
humano
siempre tendía al autobombo, siempre justificaba sus errores y culpaba a
otros
o a causas ajenas de sus fracasos y de sus meteduras de pata. "No, esto no
es
serio.
Mi evaluación deben hacerla otros, yo no debería poner ni una coma aquí en
este
modelo", meditaba, aunque seguía escribiendo, porque así estaba
establecido
y
a estas alturas, aunque estaba lejos de cansarse de luchar, ya se había
convencido
de que ella sola no podía cambiar esas reglas del juego. Cuando
terminó
fue a buscar a Ernesto para entregarle el modelo. Ernesto le sonrió, "¿ya
tú
ves
que no fue tan difícil?", y guardó el modelo junto a otros similares que
tenía en su
mesa.
--Después
yo te llamo -le dijo.
A
los pocos días Ernesto la citó para la reunión donde serían analizadas las
evaluaciones
de todos los profesores de Literatura. Marnia se puso nerviosa. Era la
primera
vez que se iba a discutir su trabajo por todos sus compañeros del
Departamento.
Lo comentó con Mario.
--Figúrate,
eso es con todos los profesores del Departamento, y me dijo Ernesto que
esa
reunión es kilométrica.
--¿Otro
maratón? No te preocupes, ya me estoy acostumbrando.
-¡Ay,
Mario!
En
su casa Marnia preparaba clases, leía libros y materiales sobre obras que
entraban
en su especialidad, consultaba documentos y trabajos de otros profesores,
etc.
A veces se llegaba hasta la biblioteca provincial, cuando no disponía de
ninguna
referencia a alguna clase que debía impartir.
--Mañana
es la reunión, mi querer. Tendrás que arreglártelas aquí con el almuerzo y
con
la niña.
--No
te preocupes. Y no te pongas nerviosa, cariño, que ni Aimée ni yo nos vamos a
quedar
sin almorzar.
A
pesar de las recomendaciones de Mario, al otro día llegó muy excitada a la
Universidad.
A las nueve ya estaban casi todos los profesores de Literatura. Sólo
faltaba
la doctora Morell, que estaba reunida con la Decana. Marnia se sentó al
final
de la mesa de reuniones, junto a una joven profesora con la que había
congeniado
bien y que la informaba de los pormenores de la evaluación.
--Nada
del otro mundo, muchacha, ya verás qué simple es todo.
Marnia
observó uno por uno a sus compañeros de trabajo. En un papel suelto había
anotado
sus nombres y las materias que impartía cada uno, con algunas
observaciones
elementales sobre sus características personales. Le faltaba
una
profesora que estaba de viaje por algún país de Europa.
--Aquí
se viaja cantidad, no te preocupes, ya nos tocará a nosotras -le dijo su ya
casi
amiga,
Violeta, con una sonrisa de esperanza.
Marnia
comprobó que en total eran trece los profesores del Departamento,
contando
a la Decana, que enseñaba lenguas clásicas y pertenecía al mismo
grupo.
"Número fatal, según los supersticiosos", y dividió el total por
sexos: 9 mujeres, 4
hombres,
"somos mayoría", le sonrió a Violeta, alzando la vista en el momento
en
que
entraba la doctora Morell y saludaba, con su sonrisa discreta de siempre.
--La
compañera Milagros les ruega la disculpen, pero está muy enredada con esos
informes
para el Ministerio, figúrense.
La
reunión se desarrolló más de prisa que lo que Marnia había calculado. Cada
evaluación
era leída por el jefe del colectivo correspondiente, que pedía después
que
opinaran los demás. Casi todos decían más o menos lo mismo. Al final, la
doctora
Morell leyó las evaluaciones de los jefes de colectivos y se hizo lo mismo.
Pocas
discrepancias, algunas críticas muy suaves, y así hasta la hora del almuerzo.
Sólo
quedaban tres trabajos que discutir y el doctor Oropesa sugirió continuar hasta
terminar,
pero la mayoría sentía ya latidos en sus intestinos y Oropesa tuvo que
conformarse
con la interrupción. En el comedor, Marnia se sentó junto a Violeta y
Ada.
Cuando Liliana pasó junto a ellas, le dijo, haciéndole un guiño: "cuidado,
estás
traicionando
al colectivo" y se sentó en la mesa donde estaba el doctor Mata.
--Es
verdad, no me había dado cuenta -dijo Marnia, sonriéndose, ya que Violeta y
Ada
eran profesoras de otro colectivo y no de Literatura General como ella, Liliana
y
el
doctor Mata-. Me van a crucificar.
El
menú que degustaron estaba compuesto de algo que parecía ser un arroz
amarillo
con pedacitos de carne de lata y pedazos, éstos abundantes, de yuca
hervida
sin mojo. Había refrescos instantáneos, bastante fríos por cierto, y pancitos
bon.
A las dos de la tarde no había un solo profesor en el Departamento. La doctora
Morell
entró con sus papeles, se sentó, miró a su alrededor, y comprendió una vez
más
que su lucha por la puntualidad sería larga, dura, difícil, casi heroica, y
además,
infructuosa.
--Yo
creo que la compañera Brauet se ha desenvuelto bien, a pesar del poco
tiempo
que lleva con nosotros -dijo Ernesto, al terminar la lectura de la evaluación
de
Marnia.
--Y
de su poca experiencia -agregó Liliana.
--Sí,
a mí me parece que la evaluación es correcta -puntualizó el doctor Mata.
Y
el doctor Oropesa, Oscar -que habló a nombre de la sección sindical-, y
Violeta,
repitieron
lo mismo con otras palabras. En resumen, Marnia salió bien parada de su
primera
reunión de evaluación y al hablar sólo dijo que no creía correcto que el
mismo
profesor escribiera en un modelo lo que había hecho, y sobre todo, cómo
consideraba
que había trabajado, pues ese método restaba objetividad al análisis
evaluativo,
lo que provocó algunas miradas entre la doctora Morell, Elvira y Ada,
aunque
estas dos últimas no dijeron nada.
--Bueno,
es lo que está establecido -la doctora Morell miró a sus compañeras de la
mesa-...
quizás no sea lo más perfecto, pero el MES lo ha establecido así. Nosotros no
podemos...
no podemos cambiar eso.
Poco
a poco los profesores fueron saliendo del local. La doctora Morell permaneció
varios
minutos
más, organizando sus papeles. Frente a sus ojos descansaba la evaluación de la
profesora
Marnia Brauet Infante. La releyó, y una sonrisa apenas perceptible acompañó
su
gesto de satisfacción...
--¿Qué
te parece? -le preguntó Marnia a su marido después de contarle los pormenores
de
la reunión.
--No
esperaba menos de ti.
Mario
la haló por un brazo y la besó suavemente. En las recomendaciones finales
de
su evaluación se calificaba el trabajo de Marnia con un BIEN y se solicitaba
proponer
su pase al nivel inmediato superior. Marnia estaba contenta. Su primer
curso
en la Universidad había transcurrido sin mayores dificultades y poco a poco la
armonía
se iba restableciendo en su hogar. Aimée ya comenzaba la primaria y
ahora
estaba entretenida todo el día en la escuela y Mario seguía con sus viajes y
sus
actividades en la ciudad. Eso le daba a ella un margen para dedicarse a sus
asuntos
en la casa. A veces Mario se ausentaba varios días, otras veces ella se iba a
la
casa de sus padres y era él quien se quedaba solo. Con ese régimen los dos se
mantenían
en constante espera de nuevos encuentros que hacían su vida de
casados
algo siempre floreciente. Las descargas de Mario continuaron, pero muy
espaciadas.
--Ahora
sólo te falta que te aumenten el sueldo.
--¡Ay,
Mario!, quien te oye y no te conoce piensa que sólo te interesa el vil metal.
Se
echaron a reír.
--Oye,
una cosa: me llama la atención que aquí en tu evaluación no se hace
mención
a los aspectos políticos. Digo, no me has dicho nada sobre el particular, y
eso
en este país es punto menos que imposible de soslayar.
--A
mí me extrañó -Marnia se encogió de hombros-, pero pensé que como soy la
más
nueva del Departamento lo dejarían para más adelante.
Mario
se quedó pensativo unos instantes.
--Vas
a tener que activarte en ese aspecto -le dijo-. No te queda otro remedio, si
quieres
progresar en la Universidad.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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