Escena
5
(La
sala del crimen. Penumbras. El ama de llaves, el chofer y el jardinero,
sentados. Un ataúd donde se supone que descansan los restos del que en vida
fuera el Mayordomo. Seis velas a los lados. Los personajes conversan en voz
baja. Ruido de tormenta. Ventana que se abre y se cierra batida por el viento.
Las velas amenazan con apagarse de un momento a otro. Música de suspenso, que fluctúa
con el sonido del viento y la tormenta durante toda la escena. Aparece una
sombra oscura que se detiene detrás del ataúd, alza los brazos y hace
murumacas. Tommy la descubre)
TOMMY:
(Aterrorizado) ¡Un fantasma! (La sombra desaparece. Los demás reaccionan) ¡Un
fantasma, mamacita! (Se levanta, se toca la cabeza, grita) ¡Aaayyyyy! (Sale
corriendo)
FLOWER:
Aquí hay gato encerrado. (Se para y mira)
MADAME
CLAREE: ¿Qué busca usted ahí, mijtej Flowej?
FLOWER:
(Buscando) El gato. Pero no lo veo por ninguna parte.
MADAME
CLAREE: ¿Y qué le ha sucedido al pobje Tommy?
FLOWER:
Parece que se convenció de que no nos van a pagar este mes y se largó para
siempre.
MADAME
CLAREE: Pejo gjitó que había visto un fantasma, ¿no lo escuchó usted?
FLOWER:
(Sin dejar de buscar) No me va a decir que a sus años usted todavía cree en
eso, madame.
MADAME
CLAREE: ¡Hum! (Mira a todas partes con recelo y huele) No me gusta esto.
(Pausa) Yo cjeo que lo mejoj que hacemos es lajgajnos bien lejos de aquí.
FLOWER:
¿Largarnos? ¿Y quién nos va a pagar el mes?
MADAME
CLAREE: ¡Hum! Sí, tiene usted jazón, pejo...
FLOWER:
¡Sssssh! (Se escuchan toques en la puerta)
¡Silencio en la noche! (Ambos se paralizan) ¡Oiga! ¿Qué cree que es eso?
MADAME
CLAREE: (Reacciona) ¡Oh! Pejo qué tontos somos, mistej Flowej. Es que están
tocando a la puejta.
FLOWER:
(Duda) ¿Está segura de que es eso lo que oímos? (Se repiten los toques, ahora
fuertes) ¿Quién diablos podrá ser a esta hora?
MADAME
CLAREE: Pejo, ¿qué hace usted ahí pajado, hombje? Abja la puejta.
FLOWER:
Estoy pensando. Y oyendo. (Más toques desesperados)
MADAME
CLAREE: Pejo, poj Dios, acabe de abjij la puejta de una vez. (La puerta amenaza
derrumbarse)
FLOWER:
Sí, creo que sí, que eso es lo que voy a hacer. (Abre. Entra un sujeto raro y
extraño, de aspecto lamentable, vestido completo de gris oscurísimo. Se
escuchan los compases de La marcha fúnebre)
MORITURI:
(Peleando, en seguidilla) ¡Buenos días! Si es que ustedes los tienen buenos,
porque yo los tengo perros. ¿Ustedes están sordos o se empinaron el codo
demasiado temprano? ¿Qué diablos les pasaba que no abrían la dichosa puerta?
¡Qué barbaridad! Cada día está más deficiente la servidumbre humana (Los mira
de arriba a abajo), porque ustedes, no pueden negarlo, pertenecen a la servidumbre
de esta mansión. ¡Recoño! Ni que yo fuera un usuario. (Muecas, gestos, etc.)
Sí, no sólo se ve que ustedes pertenecen a los que obedecen, sino que lo hacen
bastante deficientemente. Para ser domésticos, mejor yo alquilaría un perro San
Bernardo. ¡Caramba! (Flower y Madame Clarée están estupefactos) No, si yo lo
digo: no se puede confiar en ningún recomendado, ya ni eso, por muy buenas
referencias que traiga. (Señala la puerta) Cuatro horas ahí parado, mojándome,
y ustedes como si tal cosa. (Se mueve, nervioso, se sacude la ropa) Y yo toca
que toca, clama que clama, grita que grita, y ustedes parece que atracándose de
cascaritas de piña rancia. (Se les encima, les manotea, los amenaza, etc.) Me
quejaré. ¡Ah, sí! Ya lo creo que me quejaré al señor de esta casa. No digo yo
si me quejaré. (Flower se le acerca humildemente, y trata de hablarle) ¿Qué
desea usted, señor mío?
FLOWER:
Usted perdone, señor, pero... sólo quiero preguntarle quién es usted y qué es
lo que desea.
MORITURI:
(Cambia totalmente) ¿Que quién soy yo? ¿Así que no me presenté? (Como a sí
mismo) ¿Que quién soy yo y qué es lo que deseo? (Mira el ataúd y reacciona)
¡Ay,mi madre! Si ya se me había olvidado que a mí me contrató el Jefe de Escena
para hacer el papel de Funerario. (En actuación) ¡Ohhhh! (Flower regresa a su
lugar) ¡Eeeeehhh! Ustedes perdonen, señores... yo he venido a cumplir la triste
misión de trasladar los restos mortales del pobre señor Brone a su última
morada... (Flower y Madame Clarée suspiran aliviados) ¡Qué triste misión la
mía! (Lloriquea)
FLOWER:
(Se levanta y se le acerca) Sí, ya sabemos que es una triste misión, pero
cálmese, buen hombre. (Mira el ataúd) Ya no hay nada que hacer.
MORITURI:
(Se sienta, abatido, lloriqueando) ¡Aaayyyyy! (Llora) ¡Qué vida más desdichada
la del pobre señor Brone! (Llora fuerte) Tan buena persona como era. (Flower le
da palmaditas mientras Madame Clarée se solidariza con el llanto) ¡Que Dios
tenga piedad de su alma! (Pausa llorosa) Déjenme verlo por última vez... (Se
levanta lentamente, da unos pasos, se acerca al ataúd, levanta la tapa, mira
dentro) ¡AAAYYYYY! (Sale disparado de un salto como si tuviera veinte años.
Flower y Madame Clarée se acercan al ataúd, miran dentro)
FLOWER
Y MADAME CLAREE: ¡AAAYYYYY! (Salen corriendo juntos en el momento en que entra
Tommy. Chocan los tres, caen al suelo, se levantan, hablan al unísono,
tropiezan con el ataúd que cae al suelo, miran los tres)
FLOWER, MADAME CLAREE Y TOMMY: ¡AAAYYYYY! (Confusión y espanto: el
ataúd está vacío. Tratan de salir corriendo, chocan, gritan, miran el ataúd
cuyo interior debe verse del público, chocan, gritan, hasta que al fin logran
seguir los pasos de Morituri. Queda la escena sola. El ataúd está hecho
pedazos, las velas apagadas, las cortinas desprendidas, el mueblario es un
desastre, etc. Entra el Narrador)
NARRADOR:
Amables televidentes: ha llegado el momento de ofrecer a ustedes la gran
sorpresa que éste, su canal del momento, les tiene reservada para esta noche
única. Ahora entrará en acción, asombrosa, increíblemente, y por segunda vez en
el mismo inning... (Golpe musical de impacto) ¡El Mayordomo! (Aplausos,
murmullos, silbidos, gritos, comentarios. El Narrador se retira muy
discretamente. Entra el Mayordomo, como la primera vez que entró, hace una
reverencia al público, y se pone en situación)
MAYORDOMO: JO JO JO JO JO JO JO... ¡Qué bien me ha salido la
cosa! ¡Cómo me he divertido! JO JO JO JO JO... (Al público) Creían que
me habían eliminado, ¿eh? (Carcajada sarcástica) JE JE JEEE JE JEEE... Pues no.
Estoy vivito y coleando. Miren. (Se mueve todo) Todo ha sido un tupe, un
formidable tupe para liquidar a esa miserable de Teresa. (Grave) ¡La maté,
coño! (Suspira) Y nadie sospechará de mí. JO
JO JO JO JO... (Se
asoma el Narrador)
NARRADOR:
La historia se repite, amigos. Fíjense bien: (Señala al Mayordomo) Mírenlo
ahora cómo se acerca al extremo de la sala, observen cómo se pega, el muy
vaina, a la cortina que increíblemente todavía se mantiene en el lugar, vean
cómo de allí mismo sale la misma mano umbría empuñando la misma sevillana tipo
Chicago 39, que le atraviesa de espalda a pecho al Mayordomo, el pobre, infeliz
por dos veces y efímero por segunda vez, como el reclamo del último beso a una
ingrata. (El Mayordomo ejecuta las acciones al tiempo que las enumera el
Narrador) Y... ¡cataplún! (El Mayordomo cae al suelo) Fíjense ahora cómo la
vela se apaga, el nuevo bastón se parte en dos, los espejuelos arreglados se
rompen, el bombín recuperado vuelve a desaparecer, la bufanda que le regaló su madrina
se desenrolla, se le sale otra vez la dentadura postiza, y lentamente, para que
ustedes no puedan ver nada de lo que está sucediendo y se queden en la luna de
Valencia, la luz, que era ya muy escasa, se convierte en nula, porque...
(Aparece Teresa, resucitada subrepticiamente, y le da un garrotazo al Narrador,
que se desploma sin decir ni pío pío, maíz pa' los pollitos. En la otra mano
empuña la sevillana ensangrentada con jugo de tomate vencido, que muestra al
público con mucho orgullo)
TERESA: JI JI JI JI JI JI
JI... ¡Qué bien me ha salido la cosa! ¡Cómo me he divertido! JI JI JI JI JI...
(Al público) Creían que me habían elminado, ¿eh? (Carcajada sardónica) JU JU
JUUU JU JUUU... Pues no. Estoy vivita y coleando. Miren. (Se mueve toda) Todo
ha sido un tupe, un formidable tupe para liquidar a ese miserable de Azhom.
(Grave) ¡Lo maté! ¡Lo maté, carajo! (Suspira) Y nadie sospechará de mí. JI JI
JI JI JI... (Lanza garrote y sevillana al lunetario. Entonces, desde el
gallinero, se levanta Pucha Peineta, grita "¡fuera!", y le lanza una
bota "vaquetetumbo" a la actriz, con tanta puntería que le da en
plena chola, dejándola más fría que una paloma mensajera en los Alpes suizos al
anochecer. Del público gritan "¡bravo!, ¡bravo!", etc. Pasa un largo
minuto. Entra el Jefe de Escena, mira al Narrador inconciente, reconoce a la
actriz en el suelo, y se dirige al público)
JEFE
DE ESCENA: Caballeros, esto está malo y medio. Esta mujer está muerta de
verdad. (El público se ríe) No, no es relajo, la actriz está fiambre. ¡Por mi
madre, coño! Hay que llamar a la policía. (Mira el cuerpo del Narrador y hace
una mueca) Y yo creo que aquél (Señala) también colgó el sable. (Pausa)
Señores, por favor, ¿hay algún médico en la sala? (Oscuridad, desorden,
confusión, sobresalto, pánico, etc. ¡Chirrín chirrán! Esto no da
más...)
(final
del trayecto, o sea: no continuará)
AUGUSTO LAZARO
Santiago
de Cuba, 1981.
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