No
existe amor sin sexo (al menos eso creo) pero sexo sin amor... demasiado. Y lo
peor
es que yo creo que dentro de poco tiempo sólo va a existir el sexo. Así que
óyeme,
Pancracio, deja de soñar y pon los pies en tierra firme, que esa ninfa
celestial
que
sueñas a tus años no la vas a encontrar ni en los cuentos de Andersen. Y menos
mal
que tú sueñas todavía, yo ya no canto ni como frutas verdes (las maduras están
cada
día más caras). Ya ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que besé a una
mujer,
que abracé un cuerpo femenino, que hice el amor, como se dice mal, con
una
amante apasionada, cariñosa y tierna al mismo tiempo. Cosa casi imposible
hoy,
pero las tuve así y no pocas en mis tiempos buenos, o sea, cuando yo era yo,
como
le dije a la señora aquella vez.
--¿Y
ahora no eres tú? Entonces, ¿quién eres, cariño? ¿El gato con botas?
Las
ninfas no existen, de acuerdo, y las féminas que reúnan esas tres virtudes
tampoco,
pero lo mío no cae en esa categoría de sueños en extinción galopante,
no
señor, digamos que ni siquiera con alguna putilla del patio que pide más de lo
que
vale, y me temo que cuando me toque la cabrona suerte (si es que algún día
me
toca) no me acuerde bien de cómo se hace la cosa. Y si eso sucede tendré que
acudir
a mi amigo Marcelo para que me dé un mínimo técnico que me ayude a salir
del
mal trance.
--¿Se
puede vivir sin amor? Dime lo que piensas de verdad y no te hagas la chiva
loca
ni la interesante.
--¿La
interesante? ¡Qué cosas se te ocurren! Y la chiva loca. Vamos...
--¿Me
vas a contestar la pregunta?
--¡Qué
cosas, qué cosas se te ocurren! Pues claro que se puede vivir sin amor.
Mírame
a mí.
--¿Y
sin sexo?
--Hombre,
¿es que quieres confesarme? No conocía tus inclinaciones hacia el
sacerdocio.
Y además, no das el tipo.
--No
quiero que me confieses nada, sólo estoy tratando de encontrar respuestas que
no
encuentro a pesar de dedicarle al tema más tiempo del que debiera.
Me
gusta poner en aprietos a Selene. Sus ojos, tan azules como el añil, brillan
entonces
como una estrella desprendida, y su boca se convierte en una especie de
puchero
de niña malcriada que enternece. Pero Selene es capaz de escapársele al
mismísimo
don Genaro Ulloa hasta en un callejón sin salida.
--¿Otro
de tus personajes inventados? Porque ya me estoy creyendo que todos esos
tipos
que me nombras salen de tu imaginación, incluyendo a ese Cuquito con su
papalote.
--Te
equivocas, querida, Genaro Ulloa era, porque liquidó hace ya bastante tiempo,
pero
era tan real y tan de carne y hueso como tú y el Menda. No vale la pena
remover
sus restos, así que otro día.
--Está
bien. Y para contestarte, preguntón, yo creo que se puede vivir sin todo lo que
no
sea agua y pan, y pronto se producirán pastillas que eliminen ambos elementos.
--De
acuerdo, pero entonces... ¿sería la vida sin amor y sin sexo digna de vivirse?
--La
vida es digna o no, amigo mío, no por lo que se tenga o se desee, sino por
cómo
se viva, por la personalidad y las características de cada persona. Y cada
persona
tiene que disfrutar lo que pueda disfrutar y no perder el tiempo ni
angustiarse
deseando cosas que no va a poder tener o disfrutar aunque viva cien
años.
¿Cuántos seres humanos hay que sufren porque desean tener más de lo que
tienen
y no pueden tenerlo? Tú mismo me lo has dicho, que el hombre siempre está
deseando
lo que no tiene, y cuando lo tiene enseguida comienza a desear otra
cosa,
así que la vida, con amor o sin él, con sexo o sin él, será tan agradable o tan
desagradable
como seamos capaces de hacérnosla.
--¡Bravo!
No aplaudo porque molestaría a tus huéspedes, pero me has dejado
tururato,
cosa linda. Te has vuelto toda una filósofa. Lo que yo digo y repito, tienes
aptitudes
para el escenario.
--Tú
también las tienes... pero para otras cosas.
Vivir
sin extasiarse recordando unas horas junto a quien nos endulza cada momento
de
su compañía, unas caricias leves como prólogo enriquecedor del encuentro,
unos
besos quizás apurados y quizás bajo la lluvia o en la arena de una playa, sí,
vivir
sin
contar con la mitad compensatoria ante la desbandada de la sucia existencia,
sí,
vivir
así, sin lo fundamental para poder llamarnos seres humanos, lamentándonos
constantemente
de carecer del más bello sentimiento ideado por el hombre, ¿eso
es
vivir? Una vieja canción de mi país dice que "es el amor la mitad de la
vida", lo
que
significa que quien no tenga amor sólo podrá vivir a medias. Y si a la falta de
amor
se une la carencia del placer erótico o sexual o como se les ocurra llamarlo a
los
especialistas en definiciones gramaticales o sensoriales (no es ése mi caso),
que
se
traduce en insatisfacción sostenida (es ése mi caso) no queda más remedio que
reconocer
que mandarse a la aventura del exilio, sobre todo cuando se cuentan
años
por muchas décadas, solo y sin compañía, no pasa de una tontería con ribetes
de
necedad, o...
--Y
si eso no bastara, querida, añade un ajiaco de fealdad, vejez, calvicie,
soledad,
aislamiento, pobreza, y... vamos, que hay que reírse: la risa es lo único que
te
libra del suicidio en estas condiciones.
--Y
te faltó añadir los achaques, las torpezas, el poquísimo respeto que sientes
por ti
mismo
y la escasísima autoestima que brilla por su ausencia en tu personalidad...
Pues
sí, tienes razón: haces bien, haces muy bien en reírte de tus mismas tonterías,
y
perdona
mi franqueza que en este caso puede ser brutal, como la tuya... Anda ya,
hombre.
Mejor ponte a leer las aventuras de Pinolín y Canelón y a mirar caer la lluvia
a
través de la ventana. Porque tienes ventana, ¿no? Y la lluvia es gratis.
--Estás
más clara que un litro de Lanjarón.
--Y
tú no vayas a ponerte oscuro como una noche sin luna en una cueva.
--Por
eso te quiero tanto, Selene, porque sin ti... no tendría ni lluvia ni ventana.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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