Es
que yo soy una muchacha tímida, eso es todo. Sé que vas a decirme que dejar
que
sea el hombre quien tome la iniciativa no es más que una costumbre estúpida,
pero
aunque tú no lo creas yo soy una muchacha tímida. Entonces haces lo que
haría
cualquier hombre en esta situación: me caes encima con todo el peso de tu
cuerpo,
comienzas a hacerme las caricias que tú, como buen tiburón, sabes que no
puedo
resistir, y me haces sentir esos mismos deseos que tienes de matar de una vez
esta
ansiedad que desde hace varias noches venimos acumulando, pues lo demás
va
a ser el siempre descubierto secreto del amor, y lo vamos a hacer muy bien,
aunque
sea la primera vez, y lo vamos a hacer otra vez pasada media hora, para
que
después me digas que descanse y no confieses que tú también estás cansado,
porque
este trajín nos afecta a los dos aunque tú seas más fuerte, cierro los ojos y
pienso
en cosas bellas, sólo en cosas bellas, después, cuando la furia nos haya
dejado
exhaustos, susurros, cariñitos, abrazos, tazas de café, humo de cigarros, y
la
música del radiecito que trajiste, que me dices que me lo vas a regalar para
que
te
recuerde, so tonto, entonces me incorporo desnuda, camino por la habitación,
qué
desfachatez, te miro, ¿qué estarás pensando ahí tirado?, sin tapar tu desnudez,
así
como estás con ese pelo negro ensortijado que te cubre las orejas, y después de
un
rato de mirarnos, de descubrirnos tal cual somos realmente, conversamos como
si
estuviéramos sentados en aquel banquito de madera del parque y todo esto que
hemos
vivido no fuera otra cosa que un engaño de nuestra imaginación, hasta que
te
levantas, te pones el calzoncillo atlético que parece un blúmer, me haces
sentir
avergonzada
y enseguida te imito, cubriéndome el cuerpo, vas a la cocina a
tomarte
otro buchito, pero esta vez me traes el fondo de la taza que va a ser el
último
de la madrugada, porque el despertador, cuando enciendes la luz, marca
las
tres y un poco más, aunque a mí me parece que hace sólo un rato te dije en el
parque
que esta noche no me quedaba más remedio que enseñarte mi casa, no sé
ni
cómo me atreví, con lo regada que está, y te ríes cuando te lo recuerdo, ah, lo
asustada
que estaba, te ríes mucho, con los ojos y con la boca, con todo el cuerpo,
y
en esa risa no veo una pizca de tragedia, pero yo no soy como tú, en mi cara se
nota
la huella de las lágrimas, del dolor, del sufrimiento, y mi cuerpo está
cansado,
adolorido,
sofocado, encendemos un pitillo y tú sacas un libro de tu portafolios que
te
acompaña siempre y me dices oye esto: mi brazo alcanza apenas / a rodear la
delgada
/ línea de luna nueva que tiene tu cintura, me hablas de su autor, de Chile,
del
Premio Nobel, pero tu cara se pone seria porque tenías un viaje a ese país y
allá
dices
que han dado un golpe de estado y han matado al presidente Allende y tu
viaje
se fue al pico, puñetera política, exclamas en voz alta, yo que no sé nada de
esas
cosas, que no sé casi nada del mundo en que vivo, ni sé quién es ese Neruda ni
lo
que pasa fuera del pequeño ámbito en que me desenvuelvo apartada de tantas
noticias
que no me interesan, por eso te pido que me pongas al día para poder
hablar
contigo de esas cosas y no quedarme rezagada ignorándolo todo, aunque
me
dices que mejor como estoy, porque
quien ignora no sufre, regándome el pelo,
es
que todo lo que oigo trata de política y a mí la política me da arqueadas, ya
te
interesará,
ya te pondrás al día y verás cómo tú también manejas el temita como
todo
el mundo aquí, porque en este país todo es político y tienes que cogerle la
vuelta
y aprender para sobrevivir y si es posible para vivir mejor, como lo intentan
muchos,
está bien, querido, ya me explicarás, pero no ahora, amor, y no te pongas
triste,
olvídate del viaje, ya te darán otro, no te quejes, que tú viajas bastante
según
dice
Xiomara, y dentro de pocas horas tendremos que ir a trabajar los dos, dos
buenas
malas noches, qué barbaridad, y te pasas mi pantalón por la cara y el
cuello,
eso es como acariciarte, dices sonriéndote otra vez, nos tiramos en el
quicio
del pasillo, seguimos conversando, casi susurrando, que nos oye Aleida, no
tenemos
sueño, pero ahorita vamos a tener unas caras de lástima, a mí me va a
pesar
mucho más, tengo que madrugar todos los días, estoy muy débil y cansada,
pero
ahí en el patio, a la izquierda de nosotros, dentro de poco comenzará una luz
de
amanecer que esta vez alumbrará los deseos de vivir que ahora tengo, estos
terribles
deseos de vivir que hacía tanto tiempo ni siquiera pensaba que volvería a
sentirlos...
(continuará)
Augusto
Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas