Al
fin se terminó la maldita asamblea. Ah. Ya no podía aguantar más, ensopada de
sudor
y mirando el puñetero relojito ruso que compré con el último salario, oyendo
hablar
mierda a todo el que pedía la palabra sólo para repetir lo mismo que había
dicho
el que habló antes que él, porque es que todos dicen lo mismo, como decía
el
compañero Eduardo, bien, yo quería decir más o menos lo que dijo la compañera
Elena,
no, si yo opino igual que el compañero Erasmo. Ave María Purísima, ay, y sin
darme
cuenta digo estas palabras a media voz y sin pecado concebida, me susurra
Nancy,
sentada junto a mí, al levantarnos y cargar nuestras sillas ortopédicas hasta
su
lugar de origen. Niña, no es tu primera asamblea, ¿por qué te quejas tanto?,
oye,
acostúmbrate,
que recién has comenzado a aprender cómo se pierde el tiempo en
el
trabajo sin trabajar, y se ríe, es una jodedora, sí, y tiene una lengua que le
llega al
ombligo
si la saca, pero es mi amiga, la única amiga que tengo en la oficina esta
churrosa
y calurosa, y que menos mal que me hace la vida laboral más llevadera.
Oye,
Nancy, dime cómo tú te has aclimatado a esta envolvencia, porque óyeme, a
mí
no me acaba de entrar, pues imagínate, yo llevo años discutiendo los mismos
problemas
y tomando los mismos acuerdos en todas las asambleas y no resolviendo
ninguno,
así que lo mejor es irse acostumbrando. Ya, ya veo y ya oigo. Pues sí, mija,
que
la administración va a ocuparse de eso, ajá, que el sindicato va a afrontar ese
asunto,
que nosotros, compañeros, los obreros, como si aquí hubiera algún obrero,
¿te
das cuenta?, bla bla bla, y una no puede escaparse, sí puede, lo que pasa es
que
tú no puedes inventar excusas todos los días de asamblea, porque aunque son
un
poco socotrocos se dan cuenta, y bueno, te buscas un lío, pero algunas veces
puedes
enfermarte de la garganta, o tener una indigestión con diarrea que ni caso,
o
se te puede morir una tía que te crió cuando eras niña y no puedes dejarla sola
en
el velorio, pobrecita, y ay, Nancy, contigo no se aburre nadie, oye, pues
claro,
niña,
pero acuérdate del refrán que dice que el que a buen árbol se arrima, sí, ya
sé,
no, no sabes nada, déjame terminar, al que a buen árbol se arrima, buen tronco
le
cae encima, y nos reímos a carcajadas, ya fuera del local, tremenda tipa Nancy.
Bueno,
vamos, te invito a un café con abundante agua ahí en la esquina, por lo
menos
te lo sirven calientico y si tenemos suerte hasta con agua fría. Gracias, mi
amiga,
y yo te invito a un cigarro que aquí tengo la caja que compré esta mañana
en
el mercado oscuro. Más risas. No te preocupes, me dice, ya te aclimatarás, la
cosa
es cogerle el golpe y hacer lo que hace todo el mundo, estoy cogida, hasta el
tope,
agotada, ya me ves, y después la canción del majá. ¿La canción del majá?
Ah,
así que no la conoces. Pues pon mucha atención y abre las guatacas, que ese
es
el himno de nosotros, los empleados de esta empresa de construcción industrial,
como
si aquí hubieran tantas industrias, la verdad que estos nombrecitos, pero ya,
la
canción del majá, vamos, que mi madre me lo decía siempre, hija, el juego
ilustra
y
el trabajo embrutece, ja ja ja, y se ríe, se ríe la muy, pero acaba de decirme
lo de
esa
canción, Nancy, que me tienes en stand by, y entramos en la cafetería, Nancy
se
acerca y me susurra al oído: aquí estamos, compañeros, / firme el sindicato
está /
sin
parar el día entero / igualito que el majá, y no podemos aguantar la risotada
que
hace que los usuarios de la cafetería nos miren con deseos de enterarse de qué
nos
reímos. Garzón y Central, lugar propicio para pasar el tiempo haciendo chistes
y
riéndose uno de toda la mierda que nos rodea, ¿cómo yo no me había dado
cuenta
antes de que eso era lo mejor que podía hacer?, reírme y mandar al carajo
al
mundo entero, a los problemas, a las vecinas, a todo, coño, y gacias a Nancy
que
me
ha abierto los ojos mucho más que la propia Marina. Eso. ¿Y tu hija cómo anda?
Mi
hija bien, cada día más insoportable, preguntando y pidiendo, y cuando no le
hago
caso la perreta a todo volumen, hazte cargo. Se cree que yo soy millonaria o
que
estoy ligada con el Presidente de Cubanacán. No, si yo sé que no es fácil esta
vida
que tú llevas, trabajando por el día y estudiando por la noche, ah, yo no
podría,
la verdad, por eso te admiro, Tania, porque tú los tienes grandes. Sí, es que
tengo
que joderme, algún día te contaré la historia, no la vas a creer. Pues yo me
gradué
hace algunos años y no sé todavía cómo carajo me metí en esa oficina de
mierda.
Ya llevo allí tres añitos, mi vida, eh, aguantando el calor y el mal olor y el
churre
y todo lo que ya tú conoces y aguantas también. Nada. ¿Y siempre estuvo
así?
¿Qué cosa?, la oficina. Ay, mira, vamos a tomarnos el café y no me busques
la
lengua, suerte que la gente que trabaja allí no es mala gente, por eso yo me he
aguantado,
que si no ya le hubiera vendido el cajetín. Toma, pon la tacita allí, que
tengo
que ver en qué me voy, que ya tú sabes, que a esta hora el transporte está,
¿a
esta hora dices?, coño, está bueno eso, sí, a esta hora nada más. Nancy vive
cerca,
al menos si el transporte se pone impertinente puede ir caminando aunque
se
derriengue por el camino, según ella misma me ha dicho, yo a veces también
me
voy a la patica, aunque vivo más lejos, pero qué carajo, a ver si se me
desarrollan
las piernas palillos. Después de todo es mejor caminar, si me subo en una
guagua
o en un camión ómnibus de ésos, llego a casa empapada y con una peste
a
grajo que no hay quien se me acerque. Pal carajo, me dice Nancy, estos cigarros
están
cada día peor, voy a tener que dejar el vicio, aunque dice mi hermana Inés
que
es más fácil dejar una virtud que un vicio, y otra vez nos reímos, la verdad,
con
esta
mujer la paso divinamente. Bueno, Nancy, nos vemos mañana, a ver si cojo
una
botella, no, mija, no te molestes, tienes que enseñar las tetas o los muslos
para
que
un cabrón de éstos te pare y te lleve y después aguantarle los toqueteos dentro
del
carro, camina, que eso es saludable, según dicen los médicos, mira, mañana te
voy
a contar la experiencia que tuve con un militar que me paró en la carretera un
día,
tú verás lo que me hizo el muy hijo de puta, mañana, mira qué hora es ya. Y
me
pongo a caminar por Garzón pensando en Nancy, en lo que hemos hablado
sobre
el trabajo, en lo que inventa la gente para zafarle el cuerpo, en fin, y se me
olvida
que todavía me queda la dichosa escuela para acabar de joderme, si allí
tuviera
una amiga como Nancy no estaría tan mal, no señor, pero en fin, que aquí
tienes
que hacer lo que hace todo el mundo si no quieres quemarte, tengo dos
buenas
maestras, Marina y ahora Nancy, pues a seguir sus enseñanzas, porque una
de
dos, o te da un infarto, o te conceden un cuarto en Mazorra. Y gratis.
(continuará)
Augusto
Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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