Bertica
no se cansa de preguntar, pero yo sí me canso de responder, de inventar, de
mentir,
porque a una vejiga como Bertica no se le puede decir todo lo que quiere
saber,
¿y por qué mi papá no vive aquí con nosotras?, ¿y por qué mi papá nunca
viene
a verme?, ¿cuándo tú me vas a llevar a ver a mis otros abuelitos?, mami,
¿dónde
están mis abuelitos?, ¿cómo es que yo no vivo aquí contigo, mami?, y no sé
qué
carajo le voy a contestar, si cada vez que me pregunta algo me dan ganas de
llorar
y muchas de esas preguntas me las hago yo misma y no encuentro respuestas.
El
desgraciado de Tony en la cárcel, que ni se acuerda de que tiene una hija, ¿y
qué
tú quieres que yo haga si estoy aquí metido, so yegua?, es lo que me grita cada
vez
que yo le hablo de Bertica, de que necesita un padre que se ocupe de ella, y
me
pongo a llorar y viene el guardia a ver qué pasa. Es verdad que Tony no puede
hacer
mucho desde la cárcel, pero por lo menos podría preguntarme si la niña
necesita
algo y encargarle a Aurelia que le compre algún regalito para que se lo
entregue
a nombre suyo, pero no, gritos y maldiciones, muecas y palabrotas, y se
levanta
y se va antes de que termine el tiempo de visita, por eso ya yo casi no
voy
a
llevarle a Bertica. Está muy bien que me pase porque nunca debí ir a verlo, a
ver si
se
imagina que yo quiero algo con él todavía, hubiera preferido dejar que Aurelia
le
llevara
a la niña y a viaje, si está preso es porque robó y si robó es un ladrón, y los
ladrones
están en la cárcel, aunque aquí hay más ladrones fuera que dentro de las
cárceles,
pero eso no me incumbe. Después la cantaleta de Bertica cuando está
conmigo,
mami, yo quiero una muñeca bien grandota para jugar con ella y
acostarla
a dormir conmigo en mi camita, mami, cómprame esa trusita tan linda
para
ir a la playa el domingo, mami, llévame al zoológico a ver el hipopota, cómo
habla
esta jiribilla, no se cansa, igual que la tía Emilia, coño, un papagayo con
pilas
alcalinas...
Cállate ya, Bertica, me vas a volver loca, ya me duele la cabeza, coño,
descansa
las cuerdas vocales, hija mía, y hasta las consonantes, qué barbaridad,
ya
no puedo... y entonces me doy cuenta de que Bertica sólo es una pobre niña
que
quiere saber, conocer, estar acompañada, y que se siente muy desamparada
sin
ese padre que ella sabe que tienen las niñas que ella conoce, y el corazón se
me
va
a reventar, yo gritándole, regañándola, descargando mi rabia con ella que es la
única
que no tiene la culpa de nada, ven, mi amor, ven acá, y la beso, la abrazo, la
aprieto
contra mi, y me lamento de carecer de esa gracia que tenía mi mamá para
hacerme
los cuentos que me hacía, y de no haber visto la nieve para contarle lo
bella
que es, y lo único que puedo hacer es complacerla en lo poco en que puedo
complacerla,
¿de verdad que me vas a llevar a ver el hipopota?, y así transcurren
estos
mínimos momentos que yo paso con mi única hija los domingos, unos retazos
de
tiempo que se me van en naderías sin hacer nada que valga la pena mientras
que
mi hija permanece encerrada en ese Internado de todos los demonios con su
abuela,
alejada de mí, para no acordarse de que no tiene papá, y para acordarse
de
que tiene mamá sólamente cuando llega aquí y me encuentra con los brazos
abiertos
para cargarla y sonreírle y darle cariñitos mientras se me llenan los ojos de
lágrimas
y entonces se la alcanzo a Aurelia y me voy al fondo de la casa, me meto
en
el baño y a llorar de lo lindo, maldiciendo mi suerte, sin comprender, por más
que
me
lo pregunte, por qué este mundo asqueroso e injusto está tan desastrosamente
hecho,
¡ay!, tanto, como si lo hubiera hecho un aprendiz de constructor o un
incapacitado
de la mano de obra o un buen hijo de puta...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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