La
niña, la preciosa niña, desde que salió de mi vientre comenzó a crear poblemas:
que
se llame Ana, dice mi padre, porque así se llamaba su madre, no, que se llame
Rosario,
dice mi mamá, aunque no delante de mi padre, porque así se llamaba su
mamá,
mis abuelas, las dos muertas, que ya yo no me acuerdo de ninguna. Pero
Tony
con su cuchareta: no no no, ni Ana ni Rosario, mi hija se llamará Berta, como
su
abuela,
y no voy a discutir más este asunto, porque aunque tú y yo ahora estemos
divorciados,
es mi hija, coño, y va a seguir siendo
mi hija hasta que yo me muera.
Tony
enredando la pita, para no perder la costumbre. Se lo digo a mis padres y ellos
se
afincan cada vez más en lo suyo, que Ana, que Rosario, que ya ese joven nada
tiene
que ver contigo, dice mi mamá, que a la mierda el muerto de hambre ese,
dice
mi padre, y en definitivas si Tony no da su autorización no le van a acepar a
la
niña
ninguno de esos nombres, según está estipulado, me dice un abogado que
conocí
en el Pre. Pero a mí, que soy la madre, la que la llevó dentro nueve meses,
no
me dicen nada, no me pregunta nadie, mi opinión no vale un quilo, soy un cero
a
la izquierda, un parche pegado, un trapo de cocina, en éste y en todos los
asuntos
de
mi casa y mi familia, y hasta de mi propia hija. ¡Aaay! Estoy aburrida y
cansada
de
todo, de esta puñetera casa, de mis padres que sólo piensan en lo suyo y ni se
acuerdan
de que yo existo y tengo voz y voto, del sanaco de Tony que sigue
enredando
la pita, de todo, de todo, de todo. Hasta de mi hija ya me estoy
cansando
por anticipado, porque si fuera sólo el nombre, pero lo que me va a caer
encima
ya me lo imagino. El bautizo, por ejemplo, que esa es otra historia. Mis padres
con
que la niña tiene que bautizarse como Dios manda, Tony con que de eso nada,
que
él no va con eso de los curas y la iglesia, y yo, que ya me da lo mismo la
chicha
que
el jugo de piña, porque lo que me pide el cuerpo, tan estropeado como me lo
dejó
la dichosa niña, es no buscarme más problemas con nadie ni por nada, que le
pongan
como les salga y al carajo. Es mi hija, la voy a alimentar, a criar, a querer
lo
mismo
si se llama Ana que Rosario que Berta que Sisebuta. Ya estoy obstinada. El
asma
también con su jodienda, debilitándome cada vez que se le antoja, los
problemas
de la casa y ahora la niña, que es el problema mayor, y no sé cómo
rayos
voy a salir de todo este berenjenal. Con mi mamá ya no puedo contar y no
tengo
a nadie más con quien contar. Yo no cargo a la niña demasiado, porque se
acostumbra
y después no hay quien le aguante las perretas si no la cogen siempre.
La
cuna está preciosa, al menos en eso se la comió mi padre. Y la niña no da
mucha
guerra por ahora, por las noches se despierta algunas veces cuando está
mojadita,
pero enseguida se rinde otra vez. Ya aprendí a cambiarle el pañal, a
secarla
y a dormirla. A veces me cuesta, pero al fin lo logro. Soy su madre y este
muerto
tengo que cargarlo yo, porque para eso la traje al mundo sin contar con
ella.
Pero mi vida ha cambiado por completo, ahora es un tumulto, un movimiento
constante,
un quehacer que no da tregua, el llanto de la niña, la toma de leche en
biberones,
mis tetas no dan ni para una curielita, los pañales, la vigilancia, no vaya a
ser
que se desenganche un alfiler de la cuna y se lo clave en un ojo o en la cara,
el
corre
corre cuando grita y nadie sabe por qué grita, y a todas horas a moverse, a
lavar
los pañales, hervir los biberones, jugar con ella cuando está despierta,
dormirla
cuando
se pone majadera, hacerle gracias, muecas, gestos, para que se ría y se
entretenga,
cantarle nanas para que se tranquilice, enseñársela a los mirones que
vienen
a verla como si fuera un fenómeno de circo y a brindarles crema de vie o el
aliñao
ese que hace mi mamá, que dice que es lo que se brinda cuando nace un
niño
y los parientes, amigos o vecinos vienen a ver y después a chismear con sus
amigotes
de ocasión. Y yo de celadora de parientes, amigos y vecinos, por si acaso.
Y
esa señora de Vista Alegre que parece tan amiga de mis padres, que hacía un
siglo
que no ponía sus pies aquí, que no me acuerdo ni de cómo se llama, que viene
con
alguno de sus hijos siempre, porque parece que tiene un montón, siempre trae a
uno
distinto. Pues sí señor, esta es mi nueva vida desde que nació la niña: la niña
al
despertarme,
la niña por la mañana, por el mediodía, por la tarde, por la noche, por
la
madrugada, la niña que ahora ocupa el centro de mis pensamientos y de mis
acciones
como lo ocupó el truhán de Tony cuando lo conocí. Y a hervir los pañales,
los
biberones, la ropa, el agua, todo eso, y a veces no alcanza la luz brillante
para
encender
el fogón y hervir lo que toque. Menos mal que mis padres trajeron un
montón
de cosas de esas tiendas especiales y hasta un gorrito para el frío, como si
estuviéramos
en la Siberia. En fin, que estoy obstinada... ¡Obstinada! ¡Estoy obstinada!
Una
mañana se aparece en la casa nada menos que la madre de Tony, que yo ni
me
acordaba de ella. Me asombro cuando entra y mi mamá la recibe con mucha
amabilidad,
casi con cariño, pase, pase, Aurelia, la estaba esperando, venga, y
Aurelia
pasa, saluda a mi mamá, me mira y me saluda de lejos, y enseguida abre
un
bolso que trae y ante mis asombrados ojos saca un sinfín de marugas, pelotas
de
goma, ositos de peluche, campanitas de metal en colores, muñequitos y cuantas
cosas
más que yo no me acordaba ni mis padres parece que tampoco que sirven
para
entretener a los bebitos. Qué barbaridad. Entonces mi mamá le dice venga,
Aurelia,
venga a ver qué criaturita tan linda es su nietecita, y yo me pongo a
elucubrar
y me pregunto por qué entonces Tony dice que la niña se va a llamar
como
su abuela si su abuela no se llama Berta, y se me enreda otra vez el meollo y
me
empieza a doler la cabeza con el nombre, la niña, los biberones, los pañales,
Aurelia,
los juguetes, Tony, yo con una hija, casi no lo creo, yo casada, divorciada,
parida,
no, no, no lo creo, no puede ser, a los catorce años, a los quince, una
chiquilla
culicagada que todavía no sabe ni limpiarse el culo, esto no puede
estarme
sucediendo en realidad, no señor, no puede, no, esto no es más que
una
pesadilla, esto tiene que ser una horrible pesadilla...
(continuará)
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com
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