Los actos terroristas continúan golpeando a la
población que padece impotente la muerte,
la violencia, la destrucción, y las secuelas del
dolor inevitable que nada ni nadie puede al
parecer eliminar... la criminalidad campea y no hay
seguridad ni policía ni justicia que ponga
fin a la creciente indefensión que sienten los
ciudadanos, sobre todo los de a pie... cada
día llegan más inmigrantes y aunque la mayoría se
integra en el mercado laboral, muchos de
ellos, quizás demasiados, se mantienen ajenos,
sostenidos por ayudas y subsidios que les
da el Estado, creando problemas y rechazo en la
ciudadanía que se pregunta cuál será la
cifra tope de esta aceptación... el número de
mujeres maltratadas y asesinadas aumenta
sin que la justicia haga lo necesario para impedir
esta vergüenza... los nacionalismos y las
aspiraciones independentistas generan el peligro de
una desmembración del país que
hasta ahora parece hipotética, pero que si se deja de
la mano a la suerte nadie puede
predecir si este país se yugoslavizará o no, aunque
para algunos optimistas esto no pase
de ser una exageración... la tasa de desempleo no
acaba de cuajar en una bajada que dé
al menos la esperanza de superar esta otra lacra
que tanto molesta a los parados y a sus
familiares... Manuel no viaja a la capital tan a
menudo pues su salud no está del todo para
tanto trajín, lo que hace que nuestra relación se
haya hecho sólo epistolar... Ana y Javier
en lo mismo de siempre, en una especie de sopor en
la inercia del matrimonio eterno y
aparentemente feliz... Leila y su familia en estado
de tranquilidad en Getafe, a donde no
voy con frecuencia porque estoy saturado de dar
rueda... hace tiempo que no veo a mi
amigo Marcelo y me dijo José, el viejo del comedor,
que quizás se haya ido de España en
busca de lo que no ha encontrado aquí... Nereida
sigue con sus predicciones apocalípticas
que nunca se cumplen... mis coinquilinos no cejan
en su empeño de joderse el uno al
otro: el albañil saca del piso los tarecos del
vigilante y éste lo amenaza con denunciarlo
en la comisaría... mis hijos me envían e-mails de
vez en cuando y así me entero vía Ana de
cómo andan las cosas que ellos pueden decir allá en
la isla... de la emisora Top Radio sale
una vieja canción que me transporta a mi añorada
adolescencia... y mientras el mundo sigue
andando aunque mis ojos no se hayan cerrado (para
siempre) todavía me pregunto por qué
y no doy con la respuesta convincente, y cada nuevo
día, lamentablemente, descubro
que mi corazón se está llenando de odio, y también
me pregunto por qué si mis padres,
mis tíos, mis maestros desde la primaria me
enseñaron que sólo el amor genera felicidad
y que el odio no es nada bueno para la salud mental
(ni física)... pero tampoco encuentro
esa respuesta.
--Se nos fue la vida, carajo, como dice la
protagonista de la única pieza teatral del muy
cabrón de García Márquez. Lástima de talento con
esa personalidad servil al Gran Hijo de
Puta inmortal.
--No creo que de verdad estés llenándote de odio. Y
menos por uno de esos hijos de...
--No, claro, ese sólo se encargó de enseñarme que
el odio podía meterse en mis entrañas
cuando yo todavía era además de mortal muy pobre,
muy ingenuo y muy idealizador,
que esas cosas son fatales para alguien que aspira
a triunfar.
--Bueno, sí, es cierto eso que dices, porque aquí
en este país no se puede ser muy generoso
ni muy noble: los que no lo son se aprovechan y te
aplastan.
--Lástima que yo lo haya asimilado demasiado tarde.
--Nunca es demasiado tarde.
--¿Nunca? A mis años y en mi situación de espera
carente de perspectivas alentadoras...
Nananina. Aquí, hasta para intentar ganar dinero
hay que tener dinero. Dime cómo
carajo puedo competir en un concurso literario,
suponiendo que creyera en su
honestidad, si para armar una novela, fotocopiarla,
encuadernarla, y certificarla,
hay que tener dinero. Y digo esto porque de la
única manera que saldría de mi actual
situación es ganándome un premio literario
importante que me diera un respiro, ya
que te reitero que ocho de los nueve problemas que
tengo actualmente pueden ser
resueltos con el vil metal. O sea, que de no ganar
ningún premio importante y de no
poder sacar alguna de mis obras de la imprenta no
veo ninguna posibilidad de
mejoría, porque una herencia cuantiosa no voy a
recibir y no juego loterías ni nada
parecido y tampoco voy a encontrar una botija con
millones de euros en un contenedor.
--Bueno, al menos ya te quedan menos problemas que
cuando nos conocimos, ¿te
acuerdas? Me dijiste que tenías diez y nueve
problemas. Han mermado bastante, ¿no?
--No te burles, eran diez y nueve de verdad aunque
nunca te los enumeré, porque no
me ibas a creer, pero eran diez y nueve. Y como
ahora, sólo uno para el que no necesitaba
el dinerillo.
--Muy bien. Pero dime una cosa: ¿Y yo qué? ¿Yo no
cuento en tus posibilidades?
Selene se me queda mirando con cara de niña
regañada. Le acaricio el pelo y deslizo mis
dedos por sus mejillas sonrosadas. La beso. Quizás
ella sea la compensación a la carencia
casi total de todo lo demás. Ella misma me lo dijo:
no se puede tener todo, a veces hay
que renunciar a una cosa para tener otra. Pero eso
no me consuela. Yo estoy situado en
esa minoría que ha tenido que renunciar a
demasiadas cosas para tener algunas, pues
la mayoría ha hecho al revés: ha renunciado a
algunas cosas para tener muchas,
algunos demasiadas, mientras nosotros los de a pie
estamos expuestos, además de a la
nostalgia que dan el exilio y los años (en mi caso)
a estos estados depresivos que cada
vez son más frecuentes y más duraderos sin que
puedan evitarse. Pero la voz de
Selene me regresa al mundo real:
--Vamos, contéstame: ¿yo no cuento nada en tus
posibilidades?
Entonces me doy cuenta quizás por primera vez de
que Selene es la única razón para
que yo no me lance delante de un tren de cercanías
cuando la depre me aplasta por las
tardes y ya no encuentro ningún incentivo que me
impulse a continuar sobreviviendo.
Pero ella logra sacudirme y me hace pensar que no
todo está para tirar en el latón de
basura, que hay algo que incluso a los desesperados
sin esperanza mantiene pegados
a la superficie, porque estamos convencidos una vez
más entre tantas otras veces, que
la vida nos ha sido funesta, pero que nosotros los
miserables mortales tampoco hemos
sido capaces de cambiar nuestros destinos y de
enfrentarnos a esa vida funesta con la
fuerza y la razón de quien lucha contra la
adversidad. Miro fijamente a Selene, le tomo
la cabeza entre mis manos, la acerco un poco más, y
la beso suave, largamente, como
si con ese beso, con el abrazo que ahora nos damos,
me estuviera convenciendo de
que ella puede, podrá siempre, en cualquier
circunstancia adversa o negativa, tirarme
una cuerda cuando el agua alcance la nariz y me
impida respirar aire puro.
--¡Eso! Es que tú eres eso, amor: tú eres ese aire
puro que a veces me falta.
Ella me mira, se sonríe sin entender del todo, y
recuesta su cabeza en mi hombro.
Quizás la felicidad sea esto, no lo sé. Lo único
que sé es que ella y yo tendremos que
dedicar nuestras fuerzas unidas a luchar, a ver si
al fin vislumbramos en el fondo del
túnel una luz... una tenue, lejana, esperanzadora
luz que nos libere al fin de esta
capitulación ante la terrible realidad que nos ha
tocado afrontar en la etapa final de
nuestras vidas...
FIN
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
Madrid, a principios del siglo XXI.
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