Cucarachas,
muchas cucarachas... son inmortales: son los únicos seres vivientes que
sobrevivirían
a una guerra nuclear, según dicen algunos científicos. Seres omnipotentes
que
se reproducen inevitablemente y se adaptan a las peores condiciones de vida y
de
insecticidas.
Están en todas partes, por muy limpios y aseados que seamos los bípedos, en
todos
los países y en todos los climas. En fin, que estos animalitos tan cuquis nos
han
acostumbrado
a convivir con ellos sin remedio creado. Hasta se han compuesto
canciones
en su honor, como esa que dice “la cucaracha, la cucaracha, / ya no puede
caminar...", y cuentos como el de la
Cucarachita Martina, y quizás hasta haya por ahí
alguna
novelucha que las eleve a la categoría de personajes literarios famosos
(cualquier
día
comparecen en la telemierda para revelar sus indecencias como cualquier
famosete
de
turno). ¡Ah, Catana! Pues a lo que voy: me llama el albañil, me lleva a la
cocina, abre
uno
de los clósets, y me enseña una tonga de alimentos regados que tiene el
vigilante allí
y
me señala con el dedo, de lejos, algunas cucas que se pasean por encima de unas
galletas
dulces, y por los bordes de una lata de mermelada abierta, y me espeta con
calma:
"así mismo se las come el asqueroso éste", y se vuelve, cerrando el
clóset de un
tirón.
Eso yo no lo había visto porque yo nunca abro ningún clóset, ya que no guardo
nada
en ninguno, bastante chungos que están, y porque además las cosas del vigilante
no
me llaman la atención. Pero el albañil está al tanto de todos sus movimientos y
se las
sabe
todas sobre el personaje. El vigilante sólo se ocupa de llenar el piso de
tarecos,
trapos,
papeles, piezas sucias, y sobre todo de periódicos, y el albañil se ocupa de
tirarlos
a
la basura y de rajar del otro, otorgándole improperios reiterativos que no
hacen mella
en
los oídos a los que van dirigidos, pues el otro tipo sigue con sus cosas y así
pasan las
glorias
de este mundo
mientras yo sirvo de receptáculo de quejas de uno y de observador
de
cochinadas de otro. Cuestión, que dondequiera que me ponga (por eso de aquí no
me
saca ni el pelotón de Caramés) me encuentro con personas de esa catadura y lo
mejor
es adaptarse al medio. Sí, porque lo demás es inútil, y como decía mi madre,
"el que
nace
cochino muere lechón". Así que loor a las cucas, que adornan nuestro
hábitat con
tanto
donaire de inmortalidad.
--Ahora
me sales con que careces de posibilidades. Siempre traes algo nuevo, por lo
menos
no eres aburrido.
--Hasta
en eso me parezco a ti, querida, porque tú de aburrida tienes tanto como de
rusa.
Ya
no eres ni rusa ni ucraniana ni nacionalizada ni... bueno, así estaré yo dentro
de muy
poco
tiempo.
El
exiliado va perdiendo su origen, su idiosincrasia, su árbol genealógico, su
todo, poco a
poco
y sin remedio. Sólo le van quedando los recuerdos del país perdido, hasta que
llega
un
día en que ni eso.
--Anda
ya, existencialista de pacotilla. Te pareces a Crisanto el higienista.
--A
ése no lo conozco. ¿Es un nuevo huésped?
--No
señor, no es ningún huésped, es... en fin, que no vale la pena.
--Nada
vale la pena, nené. Este mundo está perdido, olvido y camino y a viaje.
--Pues
de lo que me contaste, aquí en el hostal no hay cucarachas, que por algo yo
riego
cada
día el Matón enriquecido con la buena limpieza. ¿Encontraste alguna cuando
estabas
aquí? A que no.
--¿Estábamos
hablando de las cucarachas o de mis posibilidades?
--Ya
yo no sé de qué rayos estábamos hablando. Tú me trastornas el entendimiento.
--Mejor
vamos a tomar café a la esquina y a ver qué se nos pega.
--A
ver qué se te pega a ti, porque a mí no me interesa que se me pegue nada... ni
nadie,
hombre
de Dios.
En
estos días me temo que vamos a tener candanga continuada, porque el albañil
estará
rebajado
de servicio por prescripción facultativa según me confesó, y el vigilante está
de
vacaciones,
así que la coincidencia, porque parece que ninguno se decide a viajar a
ningún
sitio, o sea, los encontronazos, van a estar a la orden del día. Pero los
periódicos y
las
cucarachas no desaparecen, los unos aunque el alba se encargue de diezmarlos
diariamente,
y las otras, porque se reproducen más que las malas noticias de la tele.
--Está
bueno el café, ¿verdad? Oye, Selene, ¿cómo es posible que tú con tantos años
aquí
no te hayas acostumbrado al café? Oye, no, no me ripostes, no quiero decir que
el
té
que haces todas las tardes no sea una exquisitez, lo decía por...
--¿Tú
has perdido ya todos los gustos, las costumbres y los hábitos que tenías en tu
país?
--Casi
todos, querida. Ya te detallé que no me debo a mí mismo, a lo que sienta deseos
de
hacer o comer o tomar, porque para esas tres cosas hay que tener los bolsillos
si no
llenos
por lo menos con peso.
--¿Nos
tomamos otro? Verdad que está bueno.
Mis
posibilidades, que Selene no quiere oír, para este fantástico exilio, son:
1)
posibilidades
económicas: ninguna, continuar sobreviviendo con el subsidio que pasará a
pensión cuando cumpla diez años de estancia en el país, y pensar en un empleo a
mi edad...
2)
posibilidades
literarias: casi ninguna, las editoriales sólo le publican a los conocidos con
nombre o las obras de tan mal gusto que arrasan en las librerías, y en los
concursos ya se conocen los premiados desde que aparecen las convocatorias, así
que...
3)
posibilidades
de amor, familia, hogar: poquísimas, porque tendría que encontrar a una mujer a
la que no le interesara mi situación en general y que además superara la media
rueda y estuviera en condiciones de unirse en matrimonio a un casi anciano sin
perspectivas de mejora, contando por supuesto en que ella tuviera al menos
algunos dones, porque tampoco voy a enredarme con una guaricandilla desahuciada
por estar acompañado en la cercana ancianidad...
4)
posibilidades
de regresar a mi patria: muy pocas, el Hijo de Puta parece que no piensa
morirse por ahora y cuando eso ocurra, ni el sabio Sall Ohmón se imagina lo que
va a suceder en el terruño...
5)
posibilidades
de vivir diez, veinte, treinta años más: bueno, eso no depende del Menda ni de
nadie, ni siquiera de los funcionarios que controlan mi vida, así que a esperar
a ver en qué para la cosa.
Es
más que probable que los periódicos y las cucarachas hagan mutis del piso donde
vivo
que
algunas de esas posibilidades se tornen realidades efectivas y factibles. Y
mientras,
además
de leer, escribir, oír música, ver películas regulares en la tele, comer, tomar
chocolate
y mucho líquido aunque no tenga gripe, hacer alguna gestión nueva cada vez
que
me la pidan, asearme, descansar, dormir, dar rueda por toda la ciudad, disfruto
del
teatro
humorístico-dramático en mi propia casa con dos personajes que ya quisiera el
mismísimo
Quevedo haber creado: el albañil y el vigilante, con quienes paso mis horas de
ocio
(¿?) entretenido ante sus encontronazos que por cierto, debería escribirles un guion
para
que enriquecieran su vocabulario, sobre todo sus palabritas dulces y sonoras
como
cerdo,
puerco, repugnante, coño, carajo, cojones, etc. Sería más divertido.
–Pensándolo
mejor, me gustaría conocer a ese par de ellos, aunque a buen resguardo.
–Ya
te dije que a ti no te despedazarían, porque ellos mismos no se han despedazado
entre
sí y no creo que lo hagan, porque si lo hacen se les acabaría el argumento que
los
mantiene
con deseos de enfrentarse diariamente por la misma causa.
–Entonces...
¿crees que puedo ir a visitarte? Pero tendría que ser cuando esos dos se
estuvieran
piropeando...
–Eso
es muy difícil, monada, pues no puedo decirte a qué hora exactamente pueden
coincidir
ambos en la casa. De todos modos, trataré. En tu coche no creo que demores
más
de media hora.
–Hombre,
parece que te has olvidado de los atascos y de ese informe del tránsito que
dice
que dentro de cinco años en esta ciudad no se podrá circular en vehículos
motores.
–Es
verdad. Tienes razón, pero bueno, ya arreglaremos eso. Pero de aquí a allá, en
lugar
de
ir a mi casa deberías ir conmigo a algún lugar bonito, propicio y barato.
–Y
te faltó decir que por la noche, ¿me equivoco?
–Ya
te dije y te repito que tú nunca te equivocas, nené.
–Tengo
que reconocer que tu poder de insistencia es admirable. Lástima que sea inútil.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
(continuará)
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