(glosando, con
perdón, a dña. Hildegardis Goyenechea)
ESTA CASA MIA
DONDE YA NO RESPIRO
tu perfume, el perfume que siempre dejabas en
la almohada
después del
intermedio a un nuevo encuentro
desenfrenado y a
la vez tan lleno de ternura en el epílogo
esta casa mía
donde sólo ha quedado la rememoración
de nuestro
atormentado amor amenazado siempre
por tus
nerviosas miradas al reloj y tus impedimentos
para dedicarnos
por entero a amarnos sin más paliativos
que la muerte
cuando al fin nos separara
aunque nos
habíamos jurado en el vórtice
del placer
disfrutado hasta el clímax
amarnos hasta
después de muertos
¡qué ilusos!
¡qué desatinados tan inmersos
en el escaso
tiempo y en el reducido espacio
que cobijó
nuestro inusual cariño!
y ahora ¡ay! ya
no queda más que el resto
de lo poco que
pudimos permitirnos
en esta casa mía
tan llena de tarecos
de cosas
inútiles que me rodean
cuando
inevitable y repetidamente
te echo tanto de
menos
Augusto Lázaro
(inédito)
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