Hola,
verraco. Sí, contigo mismo que me estás leyendo ahora. ¿Así que te gastaste
la
pastica en este libro? Ja. Lo que hay que ver. Se ve que no te enteras de nada,
hijo.
Se ve que no sabes que gastar dinero en libros es como atracarse de virutas de
pino
ruso. ¡Ah! A que no pensaste cuántas pizzas te podías comer con ese dinerito. O
cuántos
cafés te podías tomar. O cuántas otras cosas que seguramente necesitas
más
que ponerte a leer esta mierda. Sí, hombre, sí, no pongas esa cara de cuiclo.
Este
libro es una mierda. Ya te darás cuenta según vayas leyéndolo, si es que pasas
de
esta primera página. Porque no creo que seas tan gilipollas, más de lo que has
demostrado
ser al comprar lo que únicamente un mequetrefe como tú sería capaz
de
comprar, y pasarte de la raya sería ya un caso patológico. Así que ponte en
onda,
nene. Y despabílate, que el mundo es de los livianos, y si acaso te gusta leer,
lo
que yo pongo en duda en esta época, pues vete a una biblioteca y lee gratis,
que
con la que está cayendo no se puede estar despilfarrando la pasta, y parece
que
tú no estás forrado que digamos. ¿Que si este libro es una mierda por qué lo
han
publicado? ¡Ay, muchacho! De verdad que vives en la inopia perpetua. ¿Es que
todavía
no te has enterado de que aquí, mientras más basura escribas más chance
tienes
de que te la publiquen? Eso es lo que vende, hijo mío. Como esas revistas de
idioteces
para los idiotas, o esos programas de estupideces para los estúpidos, o esas
tertulias
políticas donde todos quieren hablar al mismo tiempo, o sobre el fútbol,
donde
ídem de lienzo, o sobre cualquier memez que pueda atraer público para
ver
y oír. Pues eso, majín. Pero lo tuyo es de anjá, porque a estas alturas ya va
siendo
cosa rara encontrarse con alguien capaz de desembolsar tremenda suma en
un
libro de esos que llaman serio. Y total, para después, cuando llegue a la
página 4
cerrarlo,
lamentarse de la tontería y de lo cretino que se ha sido, y lanzarlo al latón
de
basura, ja ja, y esperar que Jacinta lo saque hasta el contenedor junto al
resto de
la
mierda que genera cualquier casa de vecino diariamente. Me das pena, chico.
Mucha
pena. Porque hasta El Tato se ha dado cuenta de que aquí la literatura se ha
convertido
en un negocio, como el fútbol, y ha dejado de ser arte, si es que algún
día
lo fue, pues siempre he leído (sí, yo también cometo esa estupidez de ponerme
a
leer algo de vez en cuando, no creas que tú eres el único) que las artes son
seis:
música,
danza, teatro, pintura, escultura y arquitectura, y que al cine lo han llamado
los
contertulios de cafetería barata el séptimo arte. Y en esa relación no veo nada
que
se parezca a las letras, pues por eso, vamos, tengo dudas. A ti no te voy a dar
cuerda,
un sanaco como tú que se gasta 20 euros en un libro como éste, vaya,
estaría
perdiendo facultades, como me decía mi madre. Pues ¿por dónde iba? Ah,
pues
mi madre va a tener razón. A ver... ¡qué memoria! Tendré que ir a ver a Montse
a
la farmacia y preguntarle si es verdad que De Memory te pone como un elefante
con
un par de ampollas diarias. En fin. Ya. Las artes, la literatura. Eso. Me
pregunto
qué
carajo es entonces la literatura, si no es un arte. ¿Una ciencia? ¿Un tratado?
¿Un
entretenimiento como los play station esos? Ni el mismísimo Cervantes podría
sacarme
de la oscuridad. Pero dejemos eso a los expertos, que ni tú ni yo lo somos,
y
tú menos, por lo que has hecho con tus 20 euritos. A lo mejor buscando en un
diccionario.
Pues como te decía, que sigo sin saber qué rayos es la literatura, y a
estas
alturas ya no quiero saberlo, ¿de qué me serviría? Bueno, ¿estás en la onda de
coger
al vuelo palabritas de lujo? Pues anda. Ni el filósofo japonés Hemero Teka. No.
Pero
bueno, ¿qué nos importa eso a ti y a mí? Mira, no sé tú, pero a mí lo que me
importa
es sacar una modesta cantidad de pasta vendiendo esta mierda que
escribo
y que siempre encuentra guanajos como tú que la compran, que son tipos
con
su masa encefálica reducida, lo que no les impide vivir y quizás disfrutar de
las
cosas
que pueden disfrutar así seborucos como son, y que por eso compran libros
que
se escriben y se venden hoy como baguettes acabaditas de sacar del horno, y
ten
por seguro que cuando se siguen escribiendo y publicando es porque se siguen
vendiendo,
porque en el mundo hay más idiotas que sabios, sin dudas. Y mientras
más
cretinos sean los autores, más compradores encuentran. Es natural. Y mira si
esto
de
la letra impresa es un negocio gordo que oye esto que voy a contarte: resulta
que
termino de escribir un libro de relatos que además de mí y de algunos como tú
yo
no creo que haya nadie que pase del primero, pero bien, el caso es que como te
decía,
encuaderno el libraco, me presento en una editorial de tercera, me dirijo a la
señorita
(!?) que parece ser la cancerbera de turno que además de leer revistas de
famosos
mierderos y arreglarse las uñas, de vez en cuando contesta el teléfono para
decir
NO, o atiende a un inocente que llega creyéndose el próximo Premio Nobel, y
le
digo: buenos días (siempre educado, mano, que con la grosería no conquistas ni
a
María Caracoles), mire, por favor, quiero hablar con el Jefe de
Publicación,
para
presentarle este libro -y le enseño la obra de arte que al fin pude
empaquetar-,
sonriéndole
como si estuviera viendo La cena de los idiotas y ja ja ja. Pero ¡ay1,
amigo,
la inocencia se parece a la ignorancia o viceversa. O es casi lo mismo, quién
sabe.
Pues la aludida sonríe esplendorosamente, me mira, mira el paquete (del libro,
no
vayas a pensar otra cosa), y me suelta
sin floreo en voz baja, casi suplicante:
señor,
lo siento mucho, pero tiene que pedir una cita por teléfono. Ante respuesta
semejante
me quedo sin habla un minuto. Al cabo reacciono y le espeto: pero
señorita,
¿por qué por teléfono?, si estoy aquí de cuerpo presente creo que puede
darme
la cita ahora mismo, ¿no? Entonces la muñeca que suspira me mira con
lástima,
me compadece para sus interioridades y piensa: otro bobo y ya van tres
esta
mañana, Dios mío, la gente no escarmienta, y en voz algo menos susurrante
me
dice que eso es así porque así está establecido y que en esa editorial (no sabe
si
en las demás) las citas se solicitan por teléfono y que si estoy de verdad
interesado
en
presentar mi obra que por favor llame a este número -y me entrega una tarjeta
con
el membrete de la editorial, la dirección y un número de teléfono- y solicite
una
cita
con el señor Jefe de Publicaciones (en plural, me aclara), y estoy segura de
que
el
señor Doimeadiós lo atenderá con muchísimo gusto. Y no me queda más remedio
que
salir de allí volando a buscar una cabina y llamar al número indicado. Porque
te
repito:
cuando se me sube la vena de la tontería creo hasta lo que dice el Jefe del
Gobierno.
Pues niño, sigue oyendo: cuando llamo, me sale una musiquita de lo más
riquita
que me adormece de momento pero cuando llevo ya cinco minutos oyendo
me
entra el desespero y a los nueve cuelgo de un tirón lamentando el gasto de la
llamada
inútil. ¡Ah!, pero soy persistente, no en gastar mi dinero volviendo a llamar,
sino
en averiguar dónde está el gato encerrado que vislumbro maúlla en todo este
truco.
Y lo consigo: resulta que la editorial tiene un convenio con la Telefónica para
ganar
dinero sin publicar ni hostias, pues cuando cada tonto llama y le disparan esa
musiquita,
la operadora telefónica está ganando euros y la editorial recibe una
parte
de esos euros. Eso fue lo que mi persistencia averiguó, contactando con otros
cretinos
como yo que habían pasado por ese coladero. ¿Qué te parece? Ah, no lo
crees.
Era de esperar, tu cabeza no da para creer esas cosas, majín. Pues como no
pude
conseguir las bases para el concurso que me interesaba, tuve que
encuadernar
mi obra maestra y llevarla a esa puta editorial que ya ves. Sí, porque
esa
es otra, monada, aquí las bases están dirigidas a quienes no viajan en Metro,
porque
cada vez que sale la propuesta de un certamen te ponen: bases completas
en
www.premiotal.ondacual.com y como ni
tú ni yo ni nosotros los bienaventurados
que
tendremos el reino de los cielos según la Biblia, pero que aquí en la Tierra no
tenemos
ni un euro para tomarnos un descafeinado en la cafetería del centro de
mayores
que lo cobra a esa cantidad, ya tú sabes: a joderse, que el dinero se le
entrega
a quienes lo tienen de sobra y los que sí lo necesitamos al carajo la vela.
Que
se jodan, dirá algún hijo de la gran de esos que controlan esos premios. Ya me
lo
dijo Marcelino K Gao (le dicen así porque tiene los ojos achinados, aunque hay
quienes
aseguran que se lo dicen por otra razón que no sé cuál podrá ser). Pues me
dijo:
aquí para hacer dinero tienes que tener dinero, hermano, y en eso de las letras
eso
es una verdad más alta que las 4 torres de Chamartín de noche. Pero eso es lo
que
es, lo demás es confiar hasta en el alunicero Virulo (que por cierto va por su
sexto
coche estrellado contra escaparates de joyerías y en la calle paseando como
si
fuera el Ciudadano Modelo 2009). Fíjate si la literatura es un negocio. Y
redondo,
para
más ganar. Pero no creas que eso es todo, no. Parece mentira que seas tan
cándido.
Hay más, hijo, hay mucho más. Mira si no: los premios literarios. ¿Sabes
algo
de eso? No, claro que no, ¿qué coño vas a saber si ni siquiera sabes que ir a
comprar
un libro de 20 euros es comer de la que pica el pollo? Pues oye esto otro:
fíjate
si la literatura está aquí manipulada y emputecida que hace unos años leí en
un
suplemento de esos que se llaman culturales de algún periódico independiente
(como
todos los periódicos, claro) comentarios elogiosos sobre la que se aseguraba
en
el artículo que sería "nuestra próxima flamante Premio Tal", quince
días antes de
que
se concediera el premio. Si es como para reírse, oye. Colega, que aquí los
premios
de alto calibre ya están concedidos de antemano, y siempre a un nombre
establecido,
porque nunca he leído que ese Premio Tal o cualquier otro de nivel se
ha
concedido este año a Juan José Pérez Pérez, el carnicero del mercado de la
esquina,
que en sus horas de asueto se dedica a emborronar cuartillas anotando lo
que
sucede en su carnicería, que él considera lo más interesante de su vida, o a
Luis
González,
ese joven escritor que sólo ha podido publicar un cuentecito en una
revistica
de provincia lejana, pero que según algunos críticos, también lejanos, el
hombre
tiene madera, escribe bien, es una lástima que... etc. Pues este muchacho
envió
un libro al concurso Nuevo Aniversario del Ayuntamiento de X, para ver si...
y
no vio ni mierda. Pero oye bien, esteniño: ni el carnicero ni el joven aludido
eran
conocidos
antes de la anécdota. El carnicero sigue siéndolo y el joven más o menos
aunque
de vez en cuando saca un cuentecito en alguna publicación de barrio y
envía,
otra vez y van... a algún certamen anunciado en un periódico gratuito... Por
eso
yo me pregunto ¿cómo se dieron a conocer estos que hoy son conocidos y
pueden
publicar cualquier cosa que escriban?, aunque lo que escriban sea punto
menos
que un flato. Eso no se lo dispara ni Tata Cuñengue, mi socio. Sí, porque el
despabilado
José el Santo (no sé por qué le dicen así, porque santería tendrá
mucha,
pero para embaucar a los idiotas que se consultan con él y sus figuras de
yeso,
frente a las cuales siempre hay un montón de maíz tierno, céntimos sucios,
cartas
de la baraja y otras menudencias que dan a su cuartucho un aire místico que
embulla),
me dijo hace poco: "mira, buen hombre, en este país para darte a
conocer
tienes que publicar, pero para publicar tienes que ser un conocido", oye,
chúpate
ésa. El cubo de Rubik. La cuadratura del círculo. El bayú de Lola. Lo
nonplusultra.
El despelote. María Caracoles. El hombre del saco. Un sudoku. Una
envolvencia.
Recoño. Le roncan los cojones, mi socio. ¡Ah! Pues yo me quedé con
la
boca a todo tren y respirando gordo. Entonces, ¿qué carajo hacer para verse
uno
en blanco y negro? Y para ponerle las tapas a los potes que tiran en La Latina
a
las 5 de la tarde (hora fatal según García Lorca) entérate del caso: hay concursos
en
los que el organizador, que responde a la empresa o a la organización que lo
convoca
y demás, se pone de acuerdo con el conocido Mascual, autor de culto
entre
la gente del bronce, y le suelta así de zopetón: oye, Manolón, ¿qué te parece
si
te presentas al certamen de novela que ya está en publicidad con una de esas
obritas
tuyas que tienes engavetadas desde el tiempo de las trompetas? Te damos
el
premio y compartimos después las ganancias. ¡Ah, Catana! Seguro que te ríes
enterándote.
Pues sí señor. Lo demás es apagar la luz y a dormir pensando en lo
bueno
que sería estar tumbado a pleno sol en la costa del ídem con una azafata en
bikini,
un cubalibre en la mesita con parasol, unas gafas oscuras que permitan mirar
lo
mirable sin ser descubierto en el rascabucheo, y a vivir, que son dos
telediarios. Y
por
si todo lo que te he contado fuera poco, ¿qué me dices de esos jurados que se
premian
unos a otros?, pues en cada concurso siguiente siempre ponen al ganador
del
concurso anterior y ya tú sabes cómo son las relaciones humanas y todo eso. Sí.
Amiguetes
se hacen lo mismo en un karaoke que en un velatorio que en una lista de
entrega
de premios literarios, no te dejes engañar. Y las críticas adulonas, eso es
otra
cosita.
¿Dónde metemos el enjambre de dimes y diretes del mundillo literario este?
Que
uno publica maravillas de otro para que cuando le toque a él sacar su libro ese
otro
publique maravillas de él, con menos pudor que la muy puta de Marilyn Monroe
en
sus mejores fotos. Y los lanzamientos donde sólo se ven caras conocidas amigas
o
pros
que están pensando en la hora en que repartan el brindis o el refrigerio para
así
ahorrarse
la merienda de la tarde, que por algo estamos en crisis y demás. Y óyeme,
los
recitales, ¡ah!, los recitales. ¿Sabes que al principio me invitaban? A
asistir, por
supuesto,
como público, a llenar un espacio, a
poner mis nalgas en una silla y
atender,
embobado con la maestría del elegido que nos deleitaba con su pluma
delicada
y certera capaz de dejar en una posición inferior al mismísimo Lord Byron.
Pues
dejé de ir porque sentía envidia de los que estaban en la mesa presidencial,
presentando
a los leyentes o leyendo ellos mismos sus obras publicadas. Ah, ¿para
qué
acordarme de eso? Total, no me perdí nada mejor que irme al bar de Juanillo
a
tomarme un carajillo, con rima y todo lo demás. Si oyes a esos presentadores te
embuten
con el mismo sonsonete: amigos, quien hoy nos visita es uno de los más
destacados
poetas líricos de la actualidad, y al cabo resulta que hay más de cien
más
destacados poetas líricos de la actualidad, porque antes de ése ya ha dicho lo
mismo
de otros noventa y pico que han pasado antes por allí. Como para salir a
paso
doble, ¿eh? Como sentenció García Márquez al final de su ejemplar novela:
"ahí
les dejo esta mierda", y voló. ¿La literatura? Hombre, si no tienes otra
cosa en
que
perder tu tiempo, mejor te pones a leer uno de esos libros de autoayuda que
nos
enseñan cómo sobrevivir cualquier crisis sin dejar de comer caliente tres veces
al
día, como ese best seller del italiano Pino Aprile: Elogio del
imbécil (el imparable
ascenso
de la estupidez),
que te recomiendo que vayas a una biblioteca y lo leas,
y
no te atrevas a gastarte otra vez 20 euros en otra mierda de libro como éste
que
estás
a punto de tirar al cesto. Búscatelo de alguna manera y léelo, ya que al fin se
ha
publicado en la España del siglo XIX en pleno siglo XXI, porque aquí todavía
estamos
un poquito, un poquito nada más, con los convencionalismos de aquella
sociedad,
pero en fin, que esto no viene al caso. Pues eso, chato, que la vida es
corta
y el sufrimiento es largo. Pero ten presente una cosa: yo escribo, no se lo
digas
a
nadie, para ver si puedo vivir del cuento sin disparar un chícharo, por eso
procuro
enviar
mis libros a ciertas editoriales (que no todas son corruptas, vamos, ni todos
los
jurados sinvergüenzas). Para eso. Y te doy las gracias por haber llegado hasta
aquí,
que tienes un aguante digno de mejores menesteres, hijo. Tantas cosas que
para
ti son nuevas que vas conociendo, ya ves, que ni Perico Saltamontes podría
asombrarse,
pero te dejo, bróder, que tengo que ponerme a escribir el último
capítulo
de la novela que estoy terminando y con la que pienso forrarme para
vivir
de panza al menos por un par de añitos, que para eso hay idiotas suficientes
que
comprarán el libro cuando se publique. Así que sigue, que ya falta poco para
llegar
al The End. No me negarás que de algo te he servido. Quién sabe si estas
cosas
que has aprendido te ayudan a mejorar tu estado de vitalidad tan esmirriado
y
vacío como hasta ahora has padecido. Así que... te saludo, pagarete, y no te
olvides
del título de mi próximo éxito: Cómo buscarse el pan diario sin sudar ni
siquiera
en agosto,
para que estés al tanto y seas de los primeros en adquirir un
ejemplar.
Y si vas al lanzamiento te lo dedico con sumo placer. Créeme, no te vas
a
arrepentir. Y que pases un buen día, consorte.
Augusto Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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