jueves, 6 de octubre de 2016

EL HOMBRE INTEGRAL

--Propongo al compañero Inocencio.

Asamblea de servicios. Asuntos generales. Se está formando la comisión de análisis

para la entrega de productos industriales. Cinco trabajadores han solicitado el

despertador que se ofrece en esta oportunidad. De ellos, tres tienen más o menos

los mismos méritos. La comisión deberá estudiar caso por caso y determinar a quién

debe adjudicársele el derecho a adquirir el artículo en la tienda asignada.

--Yo estoy de acuerdo, Inocencio es el hombre.

Los trabajadores han propuesto a varios compañeros para presidir la comisión, pero

todos se han negado, alegando razones diferentes, hasta que se pone de pie un

miembro del ejecutivo de la sección sindical y propone a Inocencio.

--Sí, sí, Inocencio. Es el más indicado para esta tarea.

Inocencio permanece en silencio y apenas se mueve. Está acostumbrado a que sus

compañeros lo propongan, lo elijan para cargos y responsabilidades a granel, lo

aplaudan, lo vitoreen. Nunca dice que no. Le gusta su trabajo. Le gusta cumplir con

su trabajo. Y le gusta compartir con sus compañeros, llevarse bien con ellos, estar

siempre dispuesto a servir a cualquiera que lo necesite.

--Bien, compañeros. Parece que tenemos consenso. A ver, ¿alguien está en contra

de que el compañero Inocencio presida la comisión de análisis para la entrega de

productos industriales?

Nadie levanta la mano. nadie dice nada. Se miran unos a otros y al final todos

vuelven las cabezas y clavan sus ojos en el rostro siempre sonriente de quien ha sido

propuesto y tácitamente elegido para ocupar el cargo eventual de presidente de

la comisión: el compañero Inocencio Santos Doimeadiós.

--¡Inocencio! ¡Inocencio! ¡Inocencio es el hombre!

--¡Bravo por Inocencio!

--De acuerdo, de acuerdo.

--¡Que viva Inocencio!

Aplausos. Vivas. Gritos. Los más cercanos estrechan la mano de Inocencio y le dan

palmaditas en los hombros y en la espalda. El secretario de la sección sindical se

pone de pie detrás de la mesita presidencial y pide silencio.

--Compañeros: aunque por la aclamación unánime ya sabemos que el compañero

Inocencio ha sido aprobado y elegido, vamos a cumplir lo establecido por el

reglamento sindical para darle la forma legal a esta elección. A ver, los que estén

de acuerdo con Inocencio que levanten la mano.

Todos levantan las manos. Todos, menos Inocencio, que ahora no se está sonriendo.

Algunos lo miran y le hacen señas y gestos. Cuando se calman los aplausos, un

compañero de la masa se pone de pie.

--Permiso para hablar. Compañeros, a mí me parece, ya que estamos con eso de

la legalidad y eso, que se le debe preguntar al compañero Inocencio si está de

acuerdo en presidir la comisión de análisis para la entrega de... bueno, de eso.

Silencio absoluto. Nadie se mueve. En la mesa presidencial se cambian impresiones

hasta que el secretario general se pone de pie y se dirige al aludido.

--Bueno, bueno... ya tú oíste, Inocencio. Por supuesto que tú estás de acuerdo, ¿no?

Otra vez el silencio. Inocencio se pone de pie. Hay expectativa. Esto nunca había

sucedido. Inocencio siempre había respondido con sonrisas, movimientos de

cabeza afirmativos y gestos aprobatorios a todas las proposiciones, solicitudes,

peticiones, nombramientos, etc., que le habían hecho sus compañeros de trabajo.

Ahora está serio. Ahora en la sala de reuniones hay un silencio desacostumbrado.

Todos esperan con curiosidad. Por fin Inocencio rompe el hielo.

--Compañeros... en primer lugar, quiero agradecerles una vez más la confianza que

ustedes han depositado en mí. Realmente me siento muy honrado al ver con qué

entusiasmo ustedes me han propuesto para presidir la comisión de análisis para la

entrega de productos industriales... -hace una pausa y continúa-. Sin embargo, por

primera vez tengo que negarme a aceptar esa responsabilidad... -murmullos y

comentarios en general-. Miren, compañeros: yo voy a cumplir cincuenta años de

vida y treinta de trabajo. Me siento cansado. Siempre he aceptado, y con gusto,

todas aquellas tareas para las que ustedes tan cariñosamente me han solicitado. Y

todas las he realizado con placer, con entusiasmo, con seriedad, como ustedes bien

lo saben -un silencio todavía mayor se apodera de la sala. Todos miran a Inocencio

y todos esperan-. Pero ya no puedo más, compañeros. Miren, oigan bien esto que

voy a decirles: yo soy miembro del ejecutivo de nuestra seccion sindical, soy

miembro del consejo técnico asesor del centro, soy responsable del mural, soy

activista de emulación, ahorro y protección física de esta unidad, en mi cuadra

soy vice-presidente del comitè de defensa, vocal en el consejo de vecinos, padrino

de la federación, organizador del delegado de la circunscripción para asuntos

domésticos del edificio donde vivo, soy miembro de la defensa, en la cual ocupo un

cargo de asesor para asuntos teóricos, pertenezco a la asociación de innovadores

y racionalizadores, asisto cuatro noches a la semana a la escuela de idiomas, voy a

un curso dirigido en la escuela del Partido todos los sábados, estoy en el coro de

aficionados del sindicato municipal, ayudo en la meca a la empresa de insumos

que está junto a mi edificio (la mecanógrafa está de maternidad y pidió un año de

licencia)... -hace otra pausa, respira, extrae un pañuelo y se seca el sudor- y eso no

es todo, compañeros. Oigan esto: me levanto al amanecer para llegar a tiempo

aquí, regreso a mi casa ya cayendo la noche, cansado, agotado, y me pongo a

ayudar a mi mujer en las tareas hogareñas hasta que salgo para la escuela, casi

acabadito de llegar (a veces no tengo tiempo ni de bañarme) y es rara la noche

que no me llaman para algo, y si a todo esto le sumamos el tiempo, las gestiones y

esfuerzos que tengo que dedicar al trabajo propiamente dicho, a los mítines, las

asambleas, los desfiles y las concentraciones, a las gestiones en la calle, a las citas

de distintas organizaciones y organismos del estado, a las guaguas, a las comisiones

en las que figuro como miembro de honor... -y abre los brazos como si implorara al

cielo- señores, no. No puedo aceptar. ¡No quiero aceptar! -el rostro de Inocencio

comienza a transformarse mientras los rostros de sus compañeros de trabajo se

vuelven máscaras de asombro-. Llegó la hora de decir que NO... Antes, yo veía que

todos los compañeros aceptaban tareas, cargos, responsabilidades... pero desde

hace algún tiempo lo que todos hacen es zafarle el cuerpo a las obligaciones y yo

veo que me estoy quedando solo aquí... ¡El hombre orquesta!... Y no señor. ¡Está

bueno ya de tanto abuso! -Inocencio tiene la piel color de sangre, suda, se ve algo

nervioso y agitado-. ¡Está bueno ya! -ahora gesticula con las manos y los brazos y

alza la voz-. ¡ESTA BUENO YA! ¿Qué se piensan conmigo? ¿Que  yo me voy a echar

encima toda la carga y ustedes van a estar paseando por ahí, limpiecitos, ociositos

y yendo al cine o a la playa con esposas y esposos, y el vaina de Inocencio para

aqui y para allá, y el verraco de Inocencio para esto y para lo otro, y el comemierda

de Inocencio en este cargo y en esta comisión?... -casi no puede respirar-. ¡Pues no

señor! Repito: esto se acabó. Y a partir de hoy, óiganlo bien, a partir de ahora

mismo renuncio a todos los cargos que tengo y a todas las mierdas en que me han

metido. Y que todos muerdan el cordobán. Y al carajo el cuento ese de la

integralidad y la multiplicidad y todo ese lequeleque con el que me han embutido

todos estos años -todos están como hipnotizados oyendo a Inocencio-, y sépanlo

bien: a partir de este momento me quedo como miembro simple del sindicato y de

los comités y nada más, ¡Se acabó! ¡Chirrín chirrán! ¡Y AL CARAJO LO DEMAS!

Inocencio se sienta. Está colorado, sudado, descompueto. Todos vuelven sus

rostros. Nadie dice nada. El secretario de la sección sindical se queda con la boca

abierta como en éxtasis. Tras unos minutos de silencio se escuchan murmullos. Al fin

el secretario reacciona y se dirige a la masa, tan bajito que casi no lo oyen en el

fondo de la sala.

--Bien, compañeros... ¿hay alguna otra proposición para presidir la comisión de

análisis para la entrega de productos industriales?



Augusto Lázaro

www.facebook.com/augusto.delatorrecasas




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