Así
que ese gato asqueroso se comió mi carne. Lo que me faltaba. La carne que yo
había
dejado en la cocina, que se me olvidó meterla en el frío por lo distraída que
estoy.
Nada menos que la cuota de toda la semana para mí y para Bertica. Y ese
gato
asqueroso se la zampó todita. Gato desgraciado. ¡Mierda! Y negro, para más
desgracia,
porque dicen las revistas de astrología que los gatos negros son todos
una
salación y siempre están anunciando desgracias. Dígame usted. Y ahora ¿qué
comemos
yo y Bertica? Gato de mierda. ¿Qué querrá decir eso? Por lo menos más
de
una docena de desgracias. ¡Dios mío! Tengo que cuidarme. Sí, a partir de ahora
tengo
que cuidarme de verdad y tengo que cuidar a Bertica, porque las desgracias
que
me caigan le caerán a ella también. Pero esto no se va a quedar así, no señor,
que
no se piense ese puñetero gato que se dio banquete a costa mía y de gratis.
No,
que no se lo piense. Lo voy a vigilar, ya lo creo que lo voy a vigilar... Ya
sé, voy
a
dejarle un muslito de pollo que tengo ahí guardado para hacerle una sopa a la
niña
encima del fogón y me voy a esconder allá atrás con un palo en la mano. Ah,
sí.
Seguro que siente el olor y se tira de nuevo, haciéndose el cráneo de que va a
banquetearse
otra vez el muy asqueroso. Sí señor. Se va a tirar del muro, porque yo
creo
que ese gato viene del techo de la casa de Aleida. Y va a caer mansito, ya lo
creo,
se va a tirar y va a subirse en el fogón, y va a empezar a remover el platillo
con
el
muslito de pollo, hasta que el platillo se destape y ¡bingo!, otro banquete.
Gato
pendejo.
Pero lo que él no se imagina es que yo voy a estar ahí, cazándolo como él
caza
los ratones, y lo voy a dejar como una piltrafa. Sí señor, como una piltrafa.
Me
le
voy a acercar despacito sin hacer ningún ruido sin zapatos, por si acaso, y
cuando
lo
tenga al alcance le voy a meter un tarrallazo por el lomo que se va a quedar
pidiéndome
perdón. Ni tiempo de maullar va a tener el muy cabrón. Claro que no
se
va a morir del primer golpe, porque los gatos tienen siete vidas, lo dicen las
revistas.
No. Seguro que va a empezar a arrastrarse, a moverse con dificultad, y
entonces
tendré que propinarle dos o tres toletazos más, con toda mi fuerza, hasta
desguabinarlo
todo. Cabrón. Desgraciado. Hijo de puta. Siete veces te voy a matar
para
que no vuelvas a comerte ni un hueso de pescado a mi costa. Y no me va a
dar
miedo. No, no me va a dar ningún miedo, porque la rabia que me enciende la
sangre
va a ser más fuerte que todos los miedos que ese gato pueda darme... Ah,
pero
tras esos golpetazos el gato todavía estará vivo, por eso le voy a dar golpes
en
la
cabeza, en el lomo, en la rabadilla, por las patas, por donde lo coja,
asqueroso,
y
el puñetero gato que no quiere morirse y yo que toma, cabrón, coge, asqueroso,
acaba
de estirar la pata de una vez, maldito, él mirándome, clavándome sus ojos
como
si fueran dos puntillas en los míos, pensando, como si fuera un ser humano
igual
que yo, con rabia, con la misma rabia que ahora yo siento por su culpa, gato
del
demonio, y yo veré el odio en sus ojos, maldito animal, y tendré que rematarlo,
una
y otra vez, qué asco, tendré que cogerlo con mis manos con las tripas colgando
y
la sangre saliéndosele por todas partes, y amarrarlo con una soga por el
pescuezo,
y
colgarlo... Sí, voy a colgarlo en el patio, en la tendedera, ja ja ja, a ver
quién ríe
último,
gato hijo de mala madre. Me quedaré mirándolo, hasta que no me quede
más
remedio que rociarlo con alcohol y prenderle candela, y seguir mirándolo hasta
que
largue el último pellejo que le quede... y yo me quedaré en el patio, riéndome
a
carcajadas,
disfrutando de semejante show, y diciéndole, aunque el muy puñetero
ya
no pueda oírme, oye tú, gato de mierda, ya tú no vas a comerte un pedazo de
carne
nunca más en tu cabrona vida, coño, porque esa vida se te está yendo, y
a
reírme, a seguir riéndome, hasta que Aleida se asome por el muro y se me quede
mirando
como si pensara que yo he perdido la razón de verdad...
(continuará)
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://laenvolvencia.blogspot.com.
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